Mostrando entradas con la etiqueta OTAN. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta OTAN. Mostrar todas las entradas

jueves, 11 de septiembre de 2025

Soberanía nacional recortada

Imagen creada por Inteligencia Artificial (ChatGPT),
que no es ni inteligencia ni artificial.

La segunda legislatura de Donald Trump al frente del Gobierno de Estados Unidos y al mando de la primera maquinaria militar mundial amenaza no sólo con dinamitar la arquitectura política y de seguridad construida trabajosamente tras la Segunda Guerra Mundial, sino implantar el caos generalizado, lo que significa le ley de la selva, la imposición de la fuerza sin matices y el descontrol de algunos actores. La lógica dice que el desorden tendrá algún tipo de respuesta por métodos directamente emparentados con el momento y por tanto no plenamente predecibles.

El Gobierno de España ha tomado en septiembre de 2025 una serie de acuerdos restrictivos contra dirigentes y relaciones comerciales con el actual Gobierno de Israel como respuesta al muy probable genocidio que aplica a la población palestina, con toda seguridad limpieza étnica y discriminación institucionalizada (apartheid), con el resultado de al menos 65.000 palestinos asesinados durante los últimos dos años.

Entre las medidas aprobadas (anuncio del presidente Pedro Sánchez del 8 de septiembre, Consejo de Ministros un día después), figuran la 'Prohibición del tránsito por puertos españoles a todos los barcos que transporten combustibles destinados a las fuerzas armadas israelíes' y la 'Denegación de entrada al espacio aéreo español a todas aquellas aeronaves de Estado que transporten material de defensa destinado a Israel'.

La realidad es que al menos el último punto resulta muy complicado de cumplir por la existencia del Convenio de Cooperación para la Defensa entre el Reino de España y los Estados Unidos de América, renovado por última vez en 2023 para aumentar de cuatro a seis los destructores de la Marina de los Estados Unidos autorizados a tener base permanente en la Base Naval de Rota; Convenio cuyo origen son los pactos firmados por Franco con Eisenhower en 1953.

Las bases militares de utilización conjunta de Rota y Morón son hoy españolas, aunque con contratos de la luz independientes entre los dos inquilinos, y si uno no comparte recibos y discusiones con Iberdrola no parece posible la confianza total entre compañeros de piso.

Las bases amparan un tráfico de buques y aeronaves norteamericanas sobre las que el Gobierno español tiene escaso control, los acuerdos se basan en la confianza mutua e impiden, en el mejor de los casos, el tránsito de armas nucleares.

La experiencia histórica aclara además que el apoyo de Estados Unidos a Israel es casi total en tiempos de paz, y en caso de conflicto, forzado o actualmente voluntario, absoluta. Testigos directos cuentan por ejemplo cómo en la guerra del Yom Kippur de 1973 los cazas norteamericanos aterrizaban en la base madrileña de Torrejón y despegaban minutos después con la estrella de David en el fuselaje.

Digamos como principio universal que la existencia de bases y miles de militares en un tercer país restringe la soberanía del anfitrión.

Unos días después de los primeros acuerdos citados, el 10 de septiembre de 2025, el Gobierno de Israel ordenó el bombardeo de la capital de Qátar, Doha, al parecer para ejecutar extrajudicialmente a una delegación de Hamás que parecía estar participando en la negociación de algún alto el fuego provisional en la Franja de Gaza.

La sorpresa del Gobierno qatarí y las monarquías del Golfo ha sido mayúscula, después incluso de ayudar a repeler la respuesta de Irán a Israel interceptando misiles unos meses antes; después del reciente anuncio de inversiones qataríes públicas multimillonarias por 500 mil millones de dólares en EEUU, incluido un avión presidencial para Trump como regalo del emir valorado en 400 millones de dólares.

La gravedad del ataque sobre Qátar va más allá de los muertos y de violar la soberanía de un país aliado de EEUU, sino por tener una renta per cápita superior al atacante, en contra de la costumbre, aviso para navegantes dentro y fuera de Oriente Próximo.

Qátar alberga la mayor base militar de Estados Unidos en Oriente Próximo, lo que convierte en imposible la no participación de EEUU (algunas fuentes incluyen al Reino Unido) por activa o por pasiva o por irresponsabilidad en el ataque.

El bombardeo israelí sobre Qátar quiebra de alguna forma la alianza estratégica de las petromonarquías árabes durante los últimos 80 años basada en inversiones multimillonarias, compra de armamento norteamericano y cesión de soberanía a EEUU a cambio de seguridad.

Las consecuencias se irán definiendo en el transcurso de los próximos meses y probablemente supongan una reconfiguración de alianzas, por desconfianza absoluta sobre las actuales.

Únicamente añadir, como muestra de impunidad absoluta de la que el primer ministro Netanyahu se aprovecha, que el Gobierno israelí ha atacado militarmente sólo en 2025 a Líbano, Siria, Irak, Irán, Yemen y Qátar, además de los palestinos ocupados de los que legalmente es responsable y una flotilla de ONG amarrada en Túnez. Todos los afectados han visto su soberanía severamente recortada, digamos suavemente.

La realidad es que la soberanía nacional en la segunda década del siglo XXI está en entredicho.

Por una parte, porque convivimos con riesgos, amenazas y tendencias globales que saltan fronteras nacionales, ya sea la globalización, la digitalización, el cambio climático, el terrorismo (de Estado y particular), los fondos de inversión, los virus, las finanzas internacionales (sólo la deuda es soberana) y otros fenómenos varios.

A lo anterior se suma la creación de organizaciones internacionales -Naciones Unidas, OTAN, Unión Europea- donde los Estados han ido mancomunando decisiones o cediendo soberanía para enfrentarse en común a desafíos.

En el orden internacional surgido de la 2GM la soberanía era pieza fundamental del entramado, únicamente matizada por la denominada 'responsabilidad de proteger' surgida del optimismo post guerra fría, con el sano propósito de impedir catástrofes humanitarias, principio ahogado sin embargo en la intervención fallida sobre Libia.

Algún analista considera incluso que el Estado nación en boga durante los últimos dos siglos, con la democracia liberal asociada en su mejor versión, con sus banderas, sus fronteras sagradas y su servicio militar -que algunos nostálgicos se empeñan en reivindicar, ignorando su inutilidad militar- fue una creación para una economía industrial y una sociedad hoy desaparecida.

Ahora bien, cosa distinta es la cesión voluntaria de soberanía a recibir el bombardeo de un vecino.

La Unión Europea es competente en muchos asuntos porque así lo han decidido los Estados miembros. Cuando nos alarmamos por la inacción de la UE ante determinados problemas, como la llegada de inmigrantes o refugiados, muchas veces se olvida que los Estados miembros no han cedido esa competencia a la Unión; y siempre se olvida que en esos casos, y aquí está la Defensa militar, los 27 consideran que aún hoy les interesa más la actuación propia e individual que la colectiva.

Contamos hoy por tanto con violaciones impunes al derecho internacional humanitario, a la soberanía estatal y a cualquier norma de convivencia entre países; tenemos un proceso de cesión de soberanía voluntaria a organizaciones internacionales; contamos con la presencia militar de la primera potencia mundial en suelo español y europeo; y asistimos pasmados a la eliminación de la arquitectura internacional de seguridad construida en la guerra fría y sustituida por la nada.

El resultado parece ser un caos no gobernado ni por Estados Unidos, una reconfiguración de alianzas políticas, un nuevo orden en construcción que se puede generar fruto de actuaciones militares o por voluntad política previa.

La soberanía nacional está en 2025 recortada y bien recortada siempre que lo sea por voluntad propia, no por imposición, y por tanto quizá la solución en nuestro caso ante muchos desafíos actuales sea ceder aún más soberanía hacia la Unión Europea, que incluya competencias sociales y luego quizá de política exterior y militares. ¿Estaría la mayoría de la ciudadanía española de acuerdo? 

Ceder soberanía o que te la pisoteen, podría ser la alternativa.


Artículo publicado también en La Discrepancia


sábado, 23 de marzo de 2024

¿Está España en guerra?

Asistimos a un lenguaje bélico y a una movilización de recursos económicos y militares a un nivel que nos debe llevar a preguntarnos si España está en guerra en marzo de 2024.

Habría que comenzar señalando que los países ya no declaran la guerra. Lo cierto es que la guerra está prohibida como forma de resolver conflictos entre Estados, la fecha se sitúa alrededor de 1945, con el planeta espantado con la segunda gran guerra europea y luego mundial, cuando Naciones Unidas apuesta en su Carta por el arreglo pacífico de las diferencias: "Las partes en una controversia cuya continuación sea susceptible de poner en peligro el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales tratarán de buscarle solución, ante todo, mediante la negociación, la investigación, la mediación, la conciliación, el arbitraje, el arreglo judicial, el recurso a organismos o acuerdos regionales u otros medios pacíficos de su elección".

Añade que "ninguna disposición de esta Carta menoscabará el derecho inmanente de legítima defensa, individual o colectiva, en caso de ataque armado contra un Miembro de las Naciones Unidas, hasta tanto que el Consejo de Seguridad haya tomado las medidas necesarias para mantener la paz y la seguridad internacionales".

Queda así reducida la utilización de la fuerza, entendemos que militar, a la legítima defensa, a las guerras civiles que aparecen en otro lugar (asunto interno) y a la fuerza aprobada por el Consejo de Seguridad. Pocas excepciones se pueden añadir, salvo el derecho de un  pueblo colonizado a liberarse, que se fue configurando en las décadas siguientes; y por el cambio de siglo apareció la injerencia humanitaria, la responsabilidad de proteger, que no ha acabado de cuajar tras la mala experiencia libia.

A pesar de lo que diga el derecho internacional y la ONU, la realidad es que las guerras existen y asistimos hoy en directo a dos especialmente cercanas en Ucrania y Palestina-Israel, coinciden en este tiempo ambos conflictos con nosotros, otra cosa es que nos estemos enterando de lo que está ocurriendo.

En este marco, la ministra de Defensa, Margarita Robles, declara a mediados de marzo de 2024 en una entrevista en La Vanguardia que "la amenaza de guerra es absoluta y la sociedad no es del todo consciente". Se lanza el mensaje de un peligro inminente y una ciudadanía despreocupada, que de ser ciertos ambos factores obligarían a una pedagogía permanente desde los ámbitos responsables de nuestra seguridad.

Se insiste a menudo en una ciudadanía menor de edad, inconsciente de los peligros que nos acechan, también se aplica la visión a Europa -entidad política infantil, al parecer, formada por Estados muy maduros-, a lo que habría que responder con respeto e información; la alterativa sería un discurso comprensible para un adolescente de 14 años, como se ha concluido de los mensajes de Trump, con variantes como 'los malos' que trufan también aquí muchas de las intervenciones públicas de nuestros uniformados.

"La amenaza es total y absoluta", se nos dice, "Europa tiene que ser consciente de que el peligro está muy cerca; no es una pura hipótesis, es real, la civilización puede ser atacada por personas sin escrúpulos como Putin".

En términos militares relacionados con la guerra en Ucrania la posición de España es coordinada e indistinguible de las organizaciones internacionales de las que formamos parte y con cuyos miembros nos une el compromiso de asistencia militar mutua, por el artículo 42(7) del Tratado de la UE y el artículo 5 del Tratado de Washington (OTAN), en el caso de recibir una agresión armada, se entiende, explícitamente o no, un ataque contra el territorio.

A tenor de las declaraciones públicas y la reacción en la práctica, en España, la UE y la OTAN hemos decidido aparentemente que la agresión rusa contra Ucrania de febrero de 2022 supone una amenaza existencial, sólo así se explican las actuaciones puestas en marcha; y resulta que una Ucrania hostil es percibida en Rusia también como una amenaza existencial. Con este escenario, y teniendo en cuenta la capacidad nuclear de ambos bandos, la victoria militar resulta imposible y entra como objetivo el desgaste del contrario a largo plazo.

La guerra en muchos casos puede ser un término utilizado en sentido amplio, así como se emplea para referirse a la guerra contra el tabaco, la obesidad o la diabetes. Aunque ni en este sentido metafórico convendría relajarse pues aquella autodenominada guerra contra el terror, la  utilización del terrorismo como marco para justificar operaciones militares, amparó desde comienzos de siglo conflictos armados cuyo balance ha superado con creces el millón de muertos, principalmente en Irak, Afganistán y Siria.

España tiene en la actualidad 622 militares desplegados en Letonia, país fronterizo con Rusia, contingente que incluye carros de combate; y se acaba de completar el despliegue de 700 militares y 250 vehículos del Ejército de Tierra en Eslovaquia.

España tiene previsto además durante 2024 el despliegue de ocho cazas en Letonia y en Rumanía, en rotaciones de cuatro meses que suponen el traslado de 150 militares. A lo anterior se suman 40 militares españoles en Rumanía operando un radar, país fronterizo con Ucrania y el mar Negro.

En cuanto a la Armada, España asumió el mando este mes de enero de la Agrupación Naval permanente número 1 de la OTAN, que moviliza al menos a otros 400  militares españoles y opera en el mar del Norte.

El esfuerzo económico en Defensa, el apoyo a Ucrania, los sistemas de armas propios y compromisos de gasto están siendo también intensos. Sólo mencionar que con el presidente Sánchez el presupuesto del Ministerio de Defensa se ha incrementado alrededor del 50% en apenas un lustro; más una larga serie de acuerdos del Consejo de Ministros  de adquisición de nuevos sistemas de armamento que pueden sumar alrededor de 20.000 millones de euros que se pagan a medio y largo plazo. El silencio de la oposición conservadora lo convierte probablemente en el mayor acuerdo político no expresado en el país, toda vez que el PP ha decido dinamitar Europa como espacio compartido.

Visto lo visto, ante la pregunta inicial habría que responder provisionalmente que sí, España participa activamente en una guerra, aunque delegada, 'guerra proxy', que llaman, apoyamos con todos los medios económicos y armamentísticos, incluso formamos a militares ucranianos en territorio nacional, pero la primera línea de combate y las víctimas mortales las pone otro.

España está en guerra, teniendo en cuenta recursos económicos, armamentísticos y militares desplegados, también según los recursos dialécticos, retóricos; y el salto a una guerra convencional lo marcarían los fallecidos propios, que podrían producirse por combates con tropas españolas sobre el terreno en Ucrania (hasta hoy no contemplado, aunque se reconoce que ya hay militares de países miembros de la OTAN), por ataques recibidos en aguas o países vecinos a Rusia donde operamos, por ataques rusos a objetivos militares en España en caso de una escalada que se podría producir por decisión consciente de las partes o por chispa accidental.

Ante el panorama descrito se requiere trasladar a la ciudadanía mensajes complejos, promover el debate público y parlamentario, ingredientes no muy utilizados en asuntos relacionados con la Defensa, la seguridad y las Fuerzas Armadas, que suelen vivir más cómodamente en la ausencia de explicaciones y sin rendición de cuentas de decisiones tomadas.

La permanente minoría de edad de la sociedad española en materia de seguridad se podría afrontar con educación ciudadana, formación y responsabilidad política y técnica, por probar, y luego analizamos resultados.

Hasta que ocurra nos quedamos con algunas certezas: la seguridad de que nos hacemos preguntas, el  gasto público en ascenso, la imposible victoria militar sobre Rusia; tenemos certezas como la ausencia de declaración de guerra, la ausencia de debate y de muertos propios; y que la situación es tan explosiva que el equilibrio actual podría estallar en cualquier momento.

La gran incógnita es la cantidad de recursos que se están dedicando para el día después, para adelantar escenarios alternativos o construir la futura relación de vecindad entre la UE y Rusia.

Artículo publicado también en Blog IDAPS, La Hora Digital y Atalayar.


domingo, 18 de junio de 2023

Ucrania y la munición informativa

El presidente de Ucrania lleva dieciséis meses sin ponerse una corbata, ni una chaqueta, rodeado además de líderes mundiales, cumbres internacionales y encuentros del máximo nivel político, que atiende vistiendo atuendo entre Decathlon (sección caza y pesca) y Coronel Tapioca, colores pardos y verdosos. Parece que acaba de llegar y vuelve de inmediato al frente. Pura comunicación política.
La comunicación explica también la constante referencia a los mercenarios rusos del Grupo Wagner luchando en Ucrania, se traslada el mensaje de que no puede haber causa justa basada en soldados de pago, aunque sea tendencia creciente en conflictos bastante antes incluso de la invasión de Irak, escenario donde operaban con inmunidad penal decenas de miles de mercenarios de Blackwater (hoy Academia). El prisma de la comunicación explica también las constantes referencias a la nacionalidad iraní de drones utilizados por las Fuerzas Armadas rusas, sin que sepamos la nacionalidad del resto de material que vuela y explota.
Teniendo en cuenta que la mayor parte del arsenal del conflicto por parte ucraniana procede de OTAN, la munición informativa es muy probable que tenga el mismo origen.
Falta perspectiva para extraer conclusiones sobre el conflicto derivado de la invasión rusa de Ucrania de febrero de 2022, con muchos precedentes y mucho contexto de los que poco se escucha. En cualquier caso, esta crisis ha inaugurado una nueva forma de comunicación por parte de EEUU-OTAN-Europa, fruto de lecciones estudiadas, no está claro si aprendidas, sobre la competencia informativa rusa en el pasado.
Aquí se encuentra la denominada comunicación estratégica, en muchos casos operada o combinada con otros muchos campos no relacionados con la comunicación (ciberdefensa) pero a los que sirve como paraguas pedagógico de cara a los no iniciados.
Abunda la comunicación estratégica en OTAN bebiendo de EEUU, que Europa imita disciplinadamente en este ámbito militar, con la impresión de escasez de periodistas y de presupuesto, cuando plantilla y recursos es el indicador de la importancia que se otorga a una política pública. Se intuye la presencia de mucho tecnólogo y especialistas en seguridad uniformada y civil, menos de especialistas en comunicación.
En el mundo de la empresa privada la comunicación se ha considerado tradicionalmente como un elemento subalterno del márketing, mientras que la comunicación estratégica ha logrado últimamente un protagonismo creciente en grandes organizaciones, parece haber subido algo de categoría, aunque vinculada también a objetivos cuantificables y externos y más prestigiosos que la mera comunicación.
Volviendo a Ucrania, o a los conflictos, podríamos decir que no hay estrategia sin comunicación ni comunicación sin mínima estrategia.
La Alianza Atlántica cuenta en Riga (Letonia) con el Centro de Excelencia de la OTAN en Comunicaciones Estratégicas desde 2014, desde donde opera con intensidad creciente en el difuso campo de la desinformación.
La comunicación estratégica de la OTAN, siguiendo su terminología, contempla el uso coordinado de las actividades y capacidades de comunicación de la Alianza en apoyo de sus políticas, operaciones y actividades, y para promover los objetivos de la OTAN, donde encontramos subapartados como los siguientes: 

  • Diplomacia pública: comunicaciones civiles de la OTAN y esfuerzos de divulgación responsables de promover la conciencia y generar comprensión y apoyo para las políticas, operaciones y actividades de la OTAN, como complemento a los esfuerzos nacionales de los Aliados.
  • Asuntos públicos: compromiso civil de la OTAN a través de los medios de comunicación para informar al público sobre las políticas, operaciones y actividades de la OTAN de manera oportuna, precisa, receptiva y proactiva.
  • Asuntos Públicos Militares: promover las metas y objetivos militares de la OTAN ante el público para mejorar la concienciación y la comprensión de los aspectos militares de la Alianza.
  • Operaciones de información: asesoramiento militar de la OTAN y coordinación de las actividades de información militar para crear los efectos deseados en la voluntad, la comprensión y las capacidades de los adversarios y otras partes en apoyo de las operaciones, misiones y objetivos de la Alianza.
  • Operaciones psicológicas: actividades psicológicas planificadas que utilizan métodos de comunicación y otros medios dirigidos a audiencias aprobadas para influir en las percepciones, actitudes y comportamientos, afectando el logro de objetivos políticos y militares.
De todo ello tenemos en el conflicto derivado de la invasión rusa de Ucrania, que se estudiará a corto plazo con la comunicación estratégica como una de sus grandes novedades operativas.
Se trata por lo visto hasta ahora de llevar la iniciativa, recordemos la comunicación o diplomacia del megáfono en los meses anteriores al inicio del conflicto, y por tanto el adversario va a remolque, acciones activas frente a reactivas que siempre dan alguna ventaja, a costa del efecto sorpresa.
Un ejemplo curioso lo impulsa el Ministerio de Defensa británico difundiendo en Twitter casi a diario píldoras de inteligencia sobre la marcha del conflicto, que poco deben aportar al implicado y desconciertan a la mayoría.
Así se explica el reiterado anuncio durante semanas de la invasión de Ucrania (profecía autocumplida); o la contraofensiva inminente anunciada por Ucrania durante al menos el primer semestre de 2023. 
El último paso, pendiente de encajar en el marco general de comunicación, es el reciente silencio informativo impuesto por las autoridades ucranianas, y la dificultad creciente de los periodistas allí desplegados, con responsables militares en vídeo ordenando silencio sobre la contraofensiva anunciada.
Con todo, en este criterio general de airear los supuestos planes del enemigo y silenciar los propios, se observa más táctica que estrategia.
La presencia poderosa de la comunicación estratégica en el conflicto de Ucrania, en mucha mayor medida que en conflictos pasados, obliga a prestar la máxima atención como disciplina de éxito; y obliga también a ser conscientes de que este tipo de iniciativas de comunicación interesadas aportan más oscuridad que claridad al conflicto.
Afortunadamente, el análisis sobre seguridad, defensa o relaciones internacionales en España se ha enriquecido sobremanera en los últimos lustros, decenas de universidades, think tank, asociaciones y centros de estudios ofrecen sus productos de forma nunca antes más accesible por parte del ciudadano al pensamiento especializado sobre estos temas, un escenario enriquecido a pesar de los sesgos e intereses de cada foro de análisis, siempre necesitados de financiación externa.
Sí se observa que la cantidad y diversidad de análisis especializado sobre la guerra de Ucrania no se traslada en la misma medida al debate público, social y mediático, ocupado por una monovisión empobrecedora y esquematizada hasta la caricatura.
Se echa en falta también mayor debate político sobre el conflicto en sede parlamentaria, bien porque lo que allí se habla no ha trascendido o bien porque directamente se ha decidido que no merecen discusión parlamentaria cambios relevantes como el incremento de un 26% del presupuesto del Ministerio de Defensa en poco más de un año.
Para todas las partes afectadas el objetivo final debiera ser una ciudadanía informada, y nadie como los especialistas o los responsables políticos, en competencia competitiva, podrían ayudar al ciudadano a reducir la complejidad del mundo.
Además, la diversidad de enfoques, de acercamientos, de contraste de opiniones, resulta una fortaleza de una sociedad abierta y democrática, no una debilidad.
"El peligro no es que sea difícil distinguir lo real de lo falso, sino que esa distinción deje de importarnos", afirma el filósofo norteamericano Michael Sandel en el número de junio de 2023 de la revista Telos de la Fundación Telefónica. "La democracia requiere persuasión, argumentación, debate por encima de nuestras diferencias", defiende, abogando por la necesidad de una educación cívica que supone algo así como alfabetización mediática e informacional que ayude a todos los ciudadanos, no solo los jóvenes, a interpretar lo que nos cuentan y se fomente el debate público democrático. "Aprender a escuchar más allá del desacuerdo es un arte cívico importante. Y no es algo con lo que nacemos. Es algo que tenemos que desarrollar, practicar y aprender".

Artículo publicado también en Blog IDAPS y en Atalayar.

sábado, 7 de mayo de 2022

Ucrania, del gris al negro

Angela Merkel habla ruso y Vladímir Putin, alemán. Las capacidades lingüísticas de ambos algo aportan sobre diversidad europea, vecindad, experiencias personales, Guerra Fría, algo añaden de complejidad ante un panorama informativo simplificado hasta el límite tras la invasión de Ucrania.

Reflexiona algún filósofo político (Innerarity) que lo más difícil de alcanzar ante un problema es la visión de conjunto, los argumentos suelen ser de parte, abundan los especialistas con gran conocimiento sobre un área muy limitada de la realidad y a menudo con posiciones enfrentadas.

Utilicemos para hacernos una idea aproximada del conflicto en Ucrania la fórmula de tratar de iluminar cuatro ingredientes que recibimos mezclados, cuatro enfoques o fogonazos que arrojen algo de luz: conflicto militar, comunicación, energía y globalización.

El objetivo es identificar tendencias que se hayan disparado por la crisis, los conflictos no suelen crear fenómenos de la nada, sino que hacen crecer asuntos ya en germen (y no todas las tendencias se desarrollan).

CONFLICTO MILITAR

Las guerras producen muertos y violaciones de mujeres, todas las guerras, las justas, las elegidas, las injustas y las injustificables, lo que algunos parecen estar descubriendo ahora. De ahí que todo esfuerzo para evitarlas resulte obligado, a pesar del creciente número de humillados por las cesiones reales o inventadas al contrincante, la nostalgia en dirigentes propios de la voluntad y firmeza que tanto se alababa de Putin en muchos ámbitos, hasta el 24 de febrero. Sorprende en cualquier caso la frivolidad con la que se trata la implicación propia en un conflicto armado.

La guerra, esta guerra, es un fracaso de la disuasión y el peor escenario posible.

Parecía extendida la idea de que los conflictos bélicos tradicionales iban a la baja -al menos entre grandes potencias, y en Europa- y los países competían en el terreno de la economía y en la difusa zona gris, espacio intermedio en el conflicto político que separa la competición acorde con las pautas convencionales de hacer política (blanco), del enfrentamiento armado directo y continuado (negro).

La realidad es que desde Cuba y Vietnam no se ha estado más cerca de un enfrentamiento entre grandes potencias que pensábamos aparcado.

En el terreno militar podríamos apuntar que al menos a partir de la Guernica arrasada en 1937 durante la Guerra Civil que recordaba el presidente ucraniano en su alocución al Parlamento español -aquella Legión Condor nazi se empleó a fondo en la zona oeste de Madrid meses antes-, las guerras del último siglo se caracterizan por la omnipresencia de bombardeos aéreos de mayor o menor precisión, principal causa de las víctimas de todo conflicto armado, en su inmensa mayoría civiles, y esta circunstancia no se está produciendo hasta la fecha en Ucrania.

Algunos analistas califican este conflicto casi como una guerra civil, dados los estrechos lazos de todo tipo entre rusos y ucranianos, culturales, familiares, históricos, a lo que habría que objetar que las guerras civiles suelen ser aún más cruentas que lo que nos llega de Ucrania; podríamos calificarlo de un conflicto entre primos hermanos, por buscar una explicación a la escasez de bombardeos aéreos masivos sobre población civil.

Otro apunte no menor es que las guerras crean identidad nacional, el nacionalismo ucraniano saldrá reforzado de este conflicto. La historiografía tiene bastante estudiado que los nacionalismos son una construcción política -nada inmutable de dos milenos de trayectoria-, la identidad nacional es construida y cambiante, y nada como una guerra con el vecino para reforzarla.

Resulta también destacable que la reacción militar de Estados Unidos, la Alianza Atlántica y la Unión Europea ha sido coordinada e indistinguible hasta el momento.

La Unión Europea se encamina a incrementar los más de 200.000 millones de euros que suman los presupuestos de Defensa de los 27, el triple que Rusia; como novedad, el mantra del objetivo de destinar el 2% del PIB a gasto militar pasará de la abstracción a concretarse en breve en qué se decide impulsar, programas y sistemas de armas específicos, algunos ya se estarán probando sobre el terreno ucraniano.

COMUNICACIÓN

Estrenamos nuevas formas de comunicación, “estrategia del megáfono”, ha sido denominada, disuasión por exceso informativo, que tampoco ha sido efectiva.

Pedro Biden, Pedro Johnson y Pedro Stoltenberg avisaron desde finales de 2021 en una veintena de ocasiones de que venía el lobo y en realidad acabaron acertando, pero se equivocaron en 19; y podemos preguntarnos si Pedro o nosotros podíamos haber hecho algo más que esperar en el proceso, por aquella razón de evitar muertos y violaciones.

Se intenta aquí apuntar que la comunicación ha desarrollado tendencias en este conflicto, quizá sacando conclusiones de lecciones estudiadas -más que aprendidas- de la estrategia rusa de desinformación en el pasado reciente o remoto. Se puede afirmar con poco margen de error que en toda esta crisis Rusia ha ido a remolque desde el punto de vista comunicativo, y ha perdido claramente la batalla de la opinión pública en territorio EEUU-OTAN-UE, no así en territorio ruso; en este sentido, convencer a los propios, como ha sucedido en cada bando, es un logro no fácil, aunque deja trabajo pendiente en el área del contrario y en zona neutra donde podríamos situar a medio planeta.

Noticia real: un bloguero ucraniano ha sido recientemente detenido en Tarragona y puesto a disposición de la Audiencia Nacional por una orden internacional emitida por el Gobierno de Ucrania por sus posiciones prorrusas. Ésta es otra importante novedad en el ámbito de la comunicación como consecuencia de la invasión de Ucrania: la restricción de las libertades de prensa y opinión se ha acentuado en la propia Rusia, con larga tradición de perseguir periodistas, empresas periodísticas y nueva legislación que amenaza con cárcel a quien no publique la versión oficial; restricción novedosa de la libertad de prensa en Europa y España, con la decisión de prohibir medios de comunicación como Russia Today o Sputnik sin autorización previa de juez alguno. Recordemos aquí entrevistas hasta del demonio Saddam Huseín en televisiones españolas en alguna de las tres guerras del Golfo.

Un último apunte sobre comunicación puede ser la aparición de periodistas/tertulianos/analistas en  el papel de activistas, mayoritariamente con un rechazo acrítico contra Putin, que no sorprende por el posicionamiento, sino porque no parece la función de un periodista o un analista apoyar acríticamente nada.

Seguiremos la invasión de Ucrania, con decenas de periodistas desplazados, sin imágenes de combates, sin partes de bajas, sin líneas de frente, sin objetivos claros, sin información fiable, sin contexto y sin opiniones del bando agresor.

ENERGÍA

Muchos focos se dirigen a la dependencia energética de gran parte de centroeuropa del suministro ruso, y se vuelve a simplificar con expresiones del tipo "Alemania financia la guerra de Putin".

El mismo argumento podría haber sido utilizado durante la existencia de la URSS, cuando nunca dejó de fluir el gas, "Alemania financia el comunismo soviético", cosa que jamás se dijo porque resulta una reducción engañosa; del mismo estilo sería afirmar que Francisco Franco financió la revolución socialista argelina por la compra de gas (el primer metanero llegó en 1974) y la Yamahiría Árabe Libia Popular Socialista de Muammar el Gaddafí (acuerdo en 1969); que quien compre petróleo saudí financia sus penas de muerte, quien importe algo de EEUU las ejecuciones capitales desde la silla eléctrica o la invasión del Capitolio.

Se nos llena hoy la boca de soberanía energética sin reconocer el avance de las renovables en España de las últimas dos décadas, impulso político claramente identificable y criticado o directamente torpedeado con impuestos al sol.

Un tercio de la energía eléctrica producida en España en 2021 procedió de parques eólicos o solares, que sumado a la hidráulica alcanza el 46% de la electricidad generada el último año. Esto es autonomía estratégica, soberanía energética y ha tenido quienes lo han impulsado en los últimos años y quienes no.

Ni Alemania financia la guerra de Putin, ni Europa, ni la solución va a llegar por importar carbón sudafricano o uranio nigerino. La realidad es que la invasión de Ucrania ha acelerado la necesidad de desarrollar energías verdes, tendencia ya presente en las prioridades políticas de la UE antes de esta crisis, junto con la transformación digital.

España afronta esta crisis europea en unas circunstancias mucho más favorables que otros socios del club europeo, con un suministro energético diversificado, nula dependencia de origen ruso, capacidad de distribución de gas y creciente generación de origen renovable.

GLOBALIZACIÓN

El orden internacional se ha desordenado, aunque ya dada síntomas previos de fatiga de materiales, el sistema internacional, político y de seguridad, diseñado en la Guerra Fría tras la 2GM, renqueante desde la caída del muro, ya no daba más de sí, con la ausencia de China como país ya emergido.

La invasión de Ucrania ha alterado el orden mundial económico, energético, militar, la producción y distribución de mercancías, el sistema financiero internacional.

La crisis de Ucrania ha provocado el bloqueo quizá ya definitivo del Consejo de Seguridad de la ONU, algo previsible porque ocurre siempre que el conflicto afecte a uno de sus miembros permanentes con derecho de veto, lo que ha llevado a recurrir a la Asamblea General con resoluciones no vinculantes que en esta ocasión tienen relevancia máxima, no así en otros casos y geografías.

Y hemos descubierto que la globalización es un sistema menos globalizado de lo que creíamos, al menos con una dirección no globalizada. La expulsión de Rusia, que no de Putin, de organismos internacionales, del sistema bancario, de Eurovisión, de la Organización Mundial del Turismo, de foros culturales o competiciones deportivas, revela que el mundo globalizado tiene un control no globalizado.

La consecuencia no es menos globalización, sino distinta y esperemos mejor regulada. El grado de apertura de la economía española -peso del comercio exterior sobre el PIB- seguirá rondando el 60% del movimiento económico del país.

CIERRE

Parece claro el error estratégico de Putin con la invasión de Ucrania por sus consecuencias: aislamiento internacional (en su parte europea y norteamericana); la resurrección de la OTAN (en muerte cerebral antes de ayer, según Macron), Finlandia y Suecia llaman a su puerta, lo que llevará la Alianza hasta la frontera norte; la UE ha despertado desde el punto de vista estratégico; sanciones, muertos.

Putin con Ucrania ha pasado la confrontación del gris al negro, del enfrentamiento no abierto al intercambio de obuses.

Se puede identificar el error estratégico como propio de una autocracia, categoría de régimen político en el que una sola persona gobierna sin someterse a ningún tipo de limitación y con la facultad de promulgar y modificar leyes a su voluntad; estos regímenes no son capaces de procesar bien la información, principio aplicable a norte y sur de esta península.

Recurriendo al sistema de estandarización de colores de Pantone, el stanag cromático, Putin ha situado las relaciones internacionales en el negro, que se identifica con seis ceros; de ahí cuesta imaginar ganancias estratégicas para Rusia o para sí mismo.

La gama de grises entre el blanco y el negro, que es donde reside el análisis, no parece hoy interesar en exceso, y va a hacer mucha falta en la posguerra.


Artículo publicado también en infoLibre, Blog 'Al revés y al derecho'.



jueves, 10 de marzo de 2022

'No a la guerra' casi 20 años después de Irak

Extractos de artículo de Fernando Varela publicado en infoLibre.


La batalla que libran los habitantes de Ucrania contra los invasores rusos ha abierto un intenso debate entre los partidarios de suministrar armas a los agredidos para defenderse de las tropas enviadas por Vladímir Putin y quienes se oponen a hacerlo porque, aseguran, sólo conseguirá alimentar una escalada militar que amenaza con derivar en una nueva guerra mundial. 

Los primeros, que afirman estar en contra de la guerra, pero invocan el derecho a la legítima defensa, son acusados por los segundos de haberse puesto al servicio de la OTAN. Los segundos, que rechazan el uso de armas para resolver los conflictos, son retratados por los primeros como buenistas o ingenuos, cuando no de quintacolumnistas de Putin (...).

infoLibre ha pedido opinión a cuatro expertos en la materia para tratar de añadir argumentos a un debate que, en muchos casos, ha derivado en una descalificación global de las posiciones contrarias. ¿Qué ha cambiado de Irak a Ucrania para que la izquierda se haya dividido en la respuesta a la guerra? (...).

Carlos Penedo, analista de Defensa y Seguridad, periodista y vicepresidente de IDAPS, defiende que en las últimas dos décadas “ha cambiado mucho todo, el escenario internacional, la naturaleza de los conflictos” y hasta “el armamento”. Y “probablemente también la sociedad española, de izquierdas y derechas, consciente más hoy de la importancia de la seguridad”. “Ha avanzado también el reconocimiento profesional a las Fuerzas Armadas” después de verlos “actuando en situaciones críticas recientes, como Filomena y el covid, además de las misiones internacionales de estabilización”.

En su opinión, lo que permanece en el tiempo entre Irak y Ucrania es “la posición mayoritaria antiviolencia de la sociedad española. Quizá el término ‘antimilitarista’ suene antiguo, pero antimilitarismo no significa estar en contra de lo militar, sino contra el predominio de lo militar en la política y sobre el Gobierno, de larga tradición en España hasta muy recientemente. Hoy no se declaran militaristas ni los propios militares”, sostiene.

Y “ha cambiado claramente”, añade, “la posición del Gobierno español ante un conflicto armado: en 2003 estaba en la coalición de apoyo a la invasión de Irak en una guerra inventada; hoy está en contra de otra invasión, la de Ucrania. Entonces el Gobierno español apoyaba al agresor y hoy a la víctima”.

También ha mudado la sociedad española, y especialmente la izquierda, afirma Penedo. “Se declara abiertamente europeísta en cuanto a seguridad. Una reciente encuesta de la Fundación Alternativas dejaba claro que confiamos en primer lugar en la Unión Europea para protegernos de las amenazas a nuestra seguridad, por encima de la OTAN e incluso de nuestras propias capacidades nacionales en solitario”.

Es es algo a lo que está contribuyendo de manera decisiva el conflicto en Ucrania: esta semana la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, decía en el Parlamento Europeo que la UE ha avanzado más en materia de seguridad y defensa común “en seis días que en las últimas dos décadas”, recuerda.

¿Tienen sentido, entonces, los discursos que apelan exclusivamente a la diplomacia y rechazan el envío de armas? (...).

Penedo, por su parte, apunta que “el instrumento militar jamás resuelve ningún conflicto. Como mucho permite ganar tiempo, pensando en una fuerza de interposición como la que tiene España en el sur de Líbano desde 2006”. Eso significa que “la resolución siempre será diplomática y política. Toda guerra es el fracaso de la negociación y la política, el triunfo de la irracionalidad y del lenguaje de la violencia”. Eso significa que “la salida del conflicto en Ucrania solo puede ser negociada”, pero eso es algo que en su opinión tardará aún en llegar.

¿Qué temen los que se oponen a enviar armas? El vicepresidente de IDAPS sospecha que tiene miedo de pasar de “país ayudante a parte beligerante”. A su juicio, “se puede discutir y defender o no la apelación a la diplomacia, apoyar o rechazar el envío de armas”. Pero hay que tener cuidado: “En las situaciones de conflicto como las que vivimos se reduce el espacio del contraste de opiniones, enseguida se forman frentes y se acusa al discrepante de traidor, se generaliza el brochazo y la división entre buenos y malos, sin espacio para el matiz o la argumentación”. Exactamente lo que está pasando en la izquierda. Conviene recordar que, en cualquier caso, el contraste de opiniones y el debate “es una fortaleza de nuestro país y nuestro sistema democrático, no una debilidad: en Rusia este debate público es imposible”.

¿Hay alternativa? (...).

Penedo afirma que tanto el ‘no a la guerra’ de hoy como el de 2003 representan “un rechazo frontal a la fuerza militar para la resolución de conflictos internacionales”. En ese sentido “siempre es bueno recordar que la guerra está prohibida por Naciones Unidas desde 1948, salvo en caso de legítima defensa, individual o colectiva, ante una agresión armada”. Por eso el derecho de Ucrania a defenderse está amparado por la Carta de Naciones Unidas, recuerda en línea con el resto de voces expertas consultadas por infoLibre. 

Pero “también debiera ser compatible oponerse a la invasión de Ucrania y cuestionar cómo apoyamos” a ese país, argumenta. Discutir “si la OTAN es hoy el instrumento de seguridad de su nacimiento”, si “es el mejor para la seguridad de nuestro país o si es necesario un nuevo sistema de seguridad internacional que hoy no existe”.

El papel de la ONU

En relación con España, señala Penedo, “de la invasión de Irak se extrajeron lecciones valiosas, como la necesidad, ante una intervención armada, de contar con el mayor grado de legalidad y legitimidad”. De ahí nació, “con ciertas limitaciones”, la Ley Orgánica de la Defensa Nacional de 2005. Pero “hay que reconocer que ese espíritu de implicar a la sociedad española en las intervenciones militares de España en el exterior ha caído con el tiempo”.

Las limitaciones, explica, vienen, por ejemplo, de que las operaciones en el exterior de las Fuerzas Armadas españolas no requieren la autorización del Parlamento si se producen en el marco de la OTAN, como es este caso. En su opinión habría que reformar el papel del Congreso en este tipo de crisis y decisiones. “Nunca son bastantes los esfuerzos para reforzar la legalidad, legitimidad y el debate público sobre la participación de nuestro país en un conflicto armado” (...).

viernes, 23 de julio de 2021

Seguridad: tiempos de diagnóstico y definición de estrategias

Artículo publicado originalmente en Blog IDAPS.


¿Cómo están evolucionando los riesgos, desafíos, amenazas a nuestra seguridad? Aparentemente hacia el gris, nos dicen sus profesionales; y hacia lo digital, nos dicta la lógica y la actualidad; en ambos casos la atribución de responsabilidades se difumina, y entonces la justificación de la respuesta también, nuevos escenarios donde los instrumentos tradicionales pueden ver alterada su capacidad de actuación y disuasión.

En principio, las políticas y los medios públicos y privados destinados a la seguridad deberían estar directamente conectados con la inseguridad a la que se enfrentan, aunque la relación no está asegurada por fenómenos llamados inercias, intereses de parte y corporativismo, entre otros, también por el momento presupuestario y por las modas, y la actual es sanitaria (viendo los últimos escándalos de espionaje electrónico, los virus médicos y digitales copan la actualidad).

A mediados de 2021 tanto España como las dos principales organizaciones políticas multilaterales relacionadas con la seguridad de las que formamos parte, la OTAN y la Unión Europea, se encuentran inmersas en un proceso de definición estratégica a partir de un diagnóstico que revele amenazas, recursos y prospectiva para dibujar un marco de actuación en temas de seguridad exterior.

El resultado habrá que juzgarlo por las expectativas, que no suelen ser excesivamente elevadas en estos asuntos; y por la concreción, no vendría mal ser exigente en cuanto a lo aprendido de la gestión de crisis de la envergadura de la financiera de 2008 como de la pandemia mundial provocada por el covid-19 a partir de comienzos de 2020. Otro riesgo muy actual es que pandemias y virus copen todos los documentos sobre seguridad; entonces quizá nos llevemos la sorpresa de que las nuevas estrategias apuesten por incrementar los presupuestos en sanidad pública y atención primaria, en lugar de armamento (esto último es ironía). Las propias estrategias tienen sus propios riesgos internos, no menores en su tendencia a no priorizar o a contemplar tan amplio abanico que lo dicen todo y nada al mismo tiempo. Otro factor, especialmente en el marco a 27 de la UE, es que un acuerdo de mínimos produzca un documento descafeinado.

En cualquier caso los tres documentos estratégicos vigentes requerían una actualización: la Estrategia de Seguridad Nacional española es de 2017; la Estrategia Europea de Seguridad, de 2016; y el concepto estratégico de la OTAN es de 2010.


Nueva estrategia española de seguridad

El primero de los tres documentos estratégicos que se hará público es el español, este mismo año 2021. El proceso arrancó hace al menos un año ya, en verano de 2020. La nueva Estrategia será la cuarta de nuestra historia, "dando así cumplimiento a la Ley 36/2015 de Seguridad Nacional, que prevé la revisión de la misma cada cinco años o cuando lo aconsejen las circunstancias cambiantes del entorno estratégico, una situación, esta última, que se ha materializado tras la pandemia del covid-19, siendo necesario volver a evaluar los ámbitos definidos en la Seguridad Nacional y las relaciones entre ellos", se dijo en ese momento.

En la búsqueda de una amplia participación y consenso, está prevista la participación en la nueva Estrategia de las comunidades autónomas, a través de la Conferencia Sectorial para Asuntos de Seguridad Nacional, "buscando entre todas las instituciones implicadas un amplio consenso en la visión y política de Estado necesaria para la protección de la libertad, los derechos y el bienestar de los ciudadanos y así, garantizar la defensa de España y sus principios y valores constitucionales".

La Estrategia de Seguridad Nacional 2017 a sustituir se supone que tiene la huella de su momento, de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno y de un par de ministros por ramo (cambiaron los titulares meses antes de su presentación): Jorge Fernández Díaz y Juan Ignacio Zoido en Interior; Pedro Morenés y María Dolores de Cospedal en Defensa; la impresión subjetiva es que han pasado más de cuatro años desde aquel momento.

Identifica este documento de 2017 "las amenazas que comprometen o socavan la Seguridad Nacional y por otra parte, los desafíos que, como retos y sin tener la entidad de amenaza, suscitan vulnerabilidad, provocan situaciones de inestabilidad o pueden propiciar el surgimiento de nuevas amenazas".

En cuanto a las principales amenaza identificadas, se encuentran "los conflictos armados, el terrorismo, el crimen organizado, la proliferación de armas de destrucción masiva, el espionaje, las ciberamenazas y las amenazas sobre las infraestructuras críticas. Especial mención merece la amenaza del terrorismo yihadista -añade la Estrategia de 2017, muy cercana a los atentados de Cataluña-, uno de los principales problemas de seguridad a los que se enfrenta el mundo y que de nuevo mostró toda su brutalidad en España en agosto de 2017".

En cuanto a desafíos, la Estrategia señala "la inestabilidad económica, la vulnerabilidad energética, los movimientos migratorios, las emergencias y catástrofes, las epidemias y pandemias (de forma genérica y distinta a cómo llegó) y el cambio climático".

Dichas amenazas y desafíos no existen aislados, "sino que están interconectados, sus efectos traspasan fronteras y se materializan con frecuencia en los espacios comunes globales, como el ciberespacio, el espacio marítimo y el espacio aéreo y ultraterrestre", añade la estrategia.

Los siguientes pasos están avanzados en la Orden de octubre de 2020 que aprueba el procedimiento para la elaboración de la Estrategia de Seguridad Nacional 2021 (BOE de 5.11.2020). Dice el procedimiento que "la naturaleza global de las amenazas junto con la velocidad del cambio hace necesario:

  • Evaluar los ámbitos definidos en la Seguridad Nacional y las relaciones entre ellos para establecer líneas de acción mucho más transversales e integradas que permitan la debida planificación y preparación para hacer frente a cualquier eventual crisis;
  • Establecer un sistema de alerta temprana para cada ámbito de la Seguridad Nacional, basado en indicadores y aprovechando la tecnología disponible, que permita la detección de crisis potenciales y la activación temprana del sistema de gestión de crisis para una óptima administración de todos los recursos disponibles;
  • Utilizar la tecnología, aprovechando la inteligencia artificial y la mecanización de procesos, para lograr una mayor velocidad de reacción, mayor integración, compartición de datos y digitalización de procesos".

Un aspecto especialmente relevante del  Informe de Seguridad Nacional 2020 aprobado en marzo y conocido en mayo de 2021, "es que se configura como elemento de revisión de la Estrategia de Seguridad Nacional 2017". El análisis de riesgos que incluye el informe, en el que se afirma han participado dos centenares de especialistas, además de los responsables públicos de seguridad, "se integra de forma plena al proceso de elaboración de la nueva Estrategia. En concreto, los resultados serán incorporados en el nuevo texto".

En ese Análisis de Riesgos para la Seguridad Nacional 2020/2023, "las epidemias y pandemias son las amenazas para la Seguridad Nacional percibidas como más peligrosas. La crisis generada por la covid-19 es considerada como la más grave desde la Segunda Guerra Mundial en términos de número de muertes y casos diagnosticados. Cabe destacar que la pandemia del coronavirus está teniendo duras consecuencias en múltiples ámbitos relacionados con la Seguridad Nacional que trascienden el ámbito sanitario y la seguridad de la salud pública".

Este trabajo prospectivo señala cuatro amenazas y desafíos que, junto a las epidemias y pandemias, se sitúan de forma destacada en la zona más alta de la tabla en el mapa de riesgos: la inestabilidad económica y financiera; la vulnerabilidad del ciberespacio; el espionaje; y los flujos migratorios irregulares.

Junto a las cinco amenazas y desafíos señalados anteriormente, "otros nueve elementos se sitúan en esta zona de peligro muy alto: los efectos del cambio climático; las amenazas para las infraestructuras críticas; las emergencias y catástrofes; los conflictos armados; la vulnerabilidad energética; el crimen organizado; la vulnerabilidad aeroespacial; el terrorismo; y la vulnerabilidad marítima". 

Difícil ver el bosque entre tanto árbol, aunque destaca el lugar muy secundario que ocupa el terrorismo.

Al margen de la nueva estrategia como tema concreto, el largo y dificultoso camino de fortalecimiento de un sistema de seguridad nacional dirigido desde y encuadrado en Moncloa va poniendo de relieve la necesidad de un referente político de peso sobre estos asuntos de seguridad; sobre el papel es el director del Gabinete del Presidente, quien acude al Parlamento a explicar avances e informes, aunque la realidad es que ese puesto -se apellide quien lo ocupe Moragas, Redondo o López- tiene muchas otras prioridades como para ser también una especie de consejero de seguridad nacional con presencia pública y competencia política para responder de forma tajante a desinformación interesada sobre seguridad nacional. Como ejemplo, en los últimos tiempos se ha intentado vender un procedimiento administrativo de actuación frente a la desinformación como el Gran Hermano de Orwell; y la actual modificación en marcha de la ley de Seguridad Nacional, que busca "reforzar los mecanismos a disposición del Estado para acceder a los recursos necesarios para la gestión de crisis", se descalifica como la implantación de la Venezuela bolivariana en nuestro país.

Al hilo de lo anterior, las estrategias y los responsables de la seguridad deberían detenerse a pensar en cómo reaccionar ante los bulos y la desinformación que muy a menudo proceden del mismo sistema profesional y político de la seguridad, hispano-español o aliado.


Unión Europea: Strategic Compass

Habrá que esperar a marzo de 2022 para conocer por parte de la Unión Europea, coincidiendo con la presidencia francesa del Consejo, los resultados de lo que se ha venido en llamar Strategic Compass, el rumbo estratégico (brújula sería una palabra con mucha mayor fuerza) que oriente la seguridad exterior de la Unión.

Hasta el momento se han dado pasos y pocas pistas; y se ha reiterado desde el comienzo de la legislatura europea en 2019 el concepto de "autonomía estratégica", que aparece en cualquier proyecto de envergadura que se pone en marcha desde las instituciones comunitarias.

En este sentido, el alto representante Josep Borrell, aclara que "la autonomía no debería suponer una total independencia o aislamiento del resto del mundo, sino más bien la capacidad de pensar por nosotros mismos y de actuar de acuerdo con nuestros propios valores e intereses. La Unión Europea necesita lograr este tipo de autonomía, reforzando al mismo tiempo nuestras alianzas y preservando nuestro compromiso con el multilateralismo" (Project Syndicate, 13.11.2020).Señala Borrell que los retos europeos en materia de seguridad van más allá de las competencias tradicionales de la OTAN. Desde el Sahel y Libia hasta el Mediterráneo oriental, no son pocas las crisis que exigen una respuesta europea firme. "La tarea de la UE es definir una posición común a partir de la cual pueda actuar para mantener la estabilidad regional", dice.

Para tener éxito, "Europa debe desarrollar su propio marco de seguimiento y análisis de las amenazas, de modo que pueda pasar rápidamente de la evaluación de amenazas a la operacionalización y la respuesta. Esta es la razón por la que estamos desarrollando un rumbo estratégico (Strategic Compass).

En línea muy coincidente se manifiesta Javier Solana: "La autonomía estratégica europea va mucho más allá de la seguridad militar; la pandemia por ejemplo nos ha dado una gran lección, que no éramos autónomos en mascarillas", afirmaba recientemente; "la autonomía deberíamos empezar a mirarla con otra perspectiva; no hay duda que tiene que ver con nuestra seguridad, también con muchas más cosas en el mundo de hoy: tiene que ver con las inversiones, con la tecnología, con la energía, tiene que ver con el clima..." (Seminario APE, junio 2021).

Aclara quien fue secretario general de la OTAN y responsable de política exterior y de seguridad europeas que "cuando la UE habla de autonomía no habla de autarquía o proteccionismo, sino de todo lo contrario, habla de tener esas capacidades para ponerlas a disposición de las organizaciones internacionales y ser más útil en el mundo en que vivimos", se trata de ser más fuertes y prepararse para el futuro, más que para el pasado.

Solana defiende que "la autonomía estratégica de la UE sería la capacidad de actuar solos, pero con la voluntad de actuar multilateralmente con otros, y más allá de la seguridad".

"En relaciones internacionales se pueden hacer tres cosas: confrontar, cooperar o competir; hay mucho margen para defender nuestros intereses", opina Solana, alejándose de la falsa disyuntiva que a menudo llega de la otra orilla atlántica de sólo distinguir entre enemigos y aliados. "La planificación militar debe ser europea", añade Solana, apuntando a una carencia.

Las orientaciones políticas que está definiendo la UE, así como los objetivos específicos, se agruparán en torno a cuatro áreas interrelacionadas: gestión de crisis y conflictos; resiliencia ante los desafíos y amenazas cambiantes; desarrollo de capacidades e instrumentos civiles y militares; y, por último, cooperación con socios, a nivel bilateral y con organismos internacionales.

Para este proceso se ha elaborado un primer análisis de amenazas, con aportaciones de los servicios de inteligencia civiles y militares de los Estados miembros, que recoge los desafíos de seguridad y defensa europea para un periodo entre cinco y diez años, como la creciente competencia geopolítica y la presión sobre el sistema multilateral; la desestabilización del entorno regional; o las amenazas híbridas y transnacionales, cada vez más complejas. Este diagnóstico de inteligencia compartida, que en sí mismo es un avance, fue anunciado en noviembre de 2020, aunque se desconoce su contenido.

La UE muestra voluntad de avanzar en asuntos de seguridad y estratégicos, que se sumarán a los proyectos concretos en marcha fundamentalmente industriales (PESCO),  o que por primera vez el Marco Financiero contempla un fondo de defensa. Asimismo la Conferencia sobre el Futuro de Europa, entre mayo de 2021 y 2022, debería tratar estos temas de seguridad exterior, muy ligados al fortalecimiento de la UE como entidad política que exige el desarrollo de pilares robustos en protección social y seguridad física.


Alianza Atlántica: nuevo concepto estratégico en España 2022

En relación con la Alianza Atlántica, parece que se han producido algunos cambios entre la "muerte cerebral" diagnosticada para la organización por el presidente francés en noviembre de 2019, y la optimista cumbre de la Alianza de junio de 2021. Entretanto se ha inaugurado una flamante sede en Bruselas y ha cambiado el presidente de Estados Unidos, de donde se infiere la permanente necesidad de reinventarse por parte de la organización -más aún tras el fin de Afganistán- y el poder del aliado norteamericano en la organización, sólo matizado por la unanimidad requerida en las decisiones (curiosamente este método de decisión no es cuestionado en el funcionamiento de la Alianza, sí en la UE).

Durante esta reunión en Bruselas, los jefes de Estado y de Gobierno acordaron que España acoja en 2022 la cumbre de la OTAN. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, señaló que en la Cumbre de 1997 en España, los aliados "fuimos capaces de demostrar cohesión pero, sobre todo, visión de futuro para afrontar el nuevo escenario estratégico que se abría tras la caída del muro de Berlín. Me gustaría llevar ese espíritu de Madrid a la próxima Cumbre para que seamos capaces de alumbrar un nuevo Concepto Estratégico que nos sirva de guía en los años venideros".

Recordaba Moncloa en ese marco que el compromiso de España con la OTAN se manifiesta en que nuestro país participa en la mayoría de las misiones de la organización, y lo hace con 902 efectivos. 

En la Cumbre de la OTAN de este junio los aliados han refrendado 'OTAN 2030', un documento para lograr una organización más política y fuerte militarmente, y más global, para afrontar las amenazas y los retos del nuevo contexto estratégico.

El documento 'OTAN2030' contempla nueve prioridades: aumentar las consultas políticas y la coordinación entre aliados; reforzar la disuasión y la defensa; mejorar la resiliencia; preservar la ventaja tecnológica; mejorar la cooperación con socios en adiestramiento y generación de capacidades; luchar contra el cambio climático; renovar el concepto estratégico; y asignar recursos para llevar a cabo estos temas.


Pistas externas

Atendiendo a otras pistas dispersas, el secretario de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Alejandro Mayorka, declaraba hace pocas fechas en una entrevista en la prensa española (El País, 24.6.2021). que "los ciberataques son una de las mayores amenazas a la que nos enfrentamos en EE UU y en el mundo, pero la amenaza terrorista se mantiene. En todos los años que he estado vinculado a la seguridad nacional he visto cómo ésta ha ido cambiando. La mayor amenaza terrorista a la que nos enfrentamos hoy en Estados Unidos es la amenaza del terrorismo interior, una conexión entre ideologías radicales y violencia". De aquí se deduce que a EEUU le preocupa la ciberseguridad, el terrorismo propio y China, ¿lo trasladará a través de la OTAN? ¿Dejarán la confrontación con Rusia a los europeos? ¿Existe la autonomía estratégica de la UE dentro de la OTAN?

España, la UE y la OTAN  están actualizando sus estrategias de seguridad cuyo resultado deberá tener en cuenta un terrorismo yihadista omnipresente desde el cambio de siglo y hoy claramente a la baja; el fin de las grandes y prolongadas intervenciones militares como Afganistán (se habla de cansancio estratégico); muestra síntomas de agotamiento la desinformación como gran argumento de sustitución al terrorismo (en lugar de las bien reales ciberamenazas); se presenta una improbable nueva guerra fría con la vuelta de Rusia y la emergencia de China (por ofrecer un dato aproximado, el presupuesto anual en Defensa de EEUU triplica al de China y es diez veces el de Rusia); ciudadanos y parlamentos parecen cada día más lejos de las decisiones y decisores sobre su seguridad...

Es de agradecer en cualquier caso la aparición de documentos estratégicos que analicen tendencias y dibujen escenarios futuros, trabajos que no olvidemos se hacen para actuar en el presente. Estos informes han estado tradicionalmente financiados por el sector de la seguridad, con lo que las previsiones suelen salir muy inseguras, siguiendo el principio del mantenimiento de la especie y su reproducción; en los últimos tiempos se van sumando además ejercicios de prospectiva en otros ámbitos, como el proceso "España 2050. Fundamentos y propuestas para una Estrategia Nacional de Largo Plazo".

Bienvenido cualquier esfuerzo que ayude al ciudadano a pensar y comprender, y a los actores públicos y privados a organizarse, prevenir y gestionar crisis; nada de lo anterior está garantizado con la publicación de tres estrategias de seguridad, depende de su contenido y de la pedagogía que se haga con el documento; hasta el momento se ha desaprovechado el proceso de elaboración para implicar al ciudadano y estar presente en el debate público.

La seguridad total no existe, la actual exige instrumentos más allá de los militares y policiales, el momento exige mayor concreción que en el pasado.

De la publicación de las tres estrategias en elaboración, y de su desarrollo, derivará el porcentaje del PIB que dedicamos a la seguridad exterior, por ejemplo, y el futuro de los instrumentos públicos dedicados a estos menesteres, por centenarios que sean, otra cosa sería seguir un orden no lógico; incluso si el objetivo final fuera la sensación subjetiva de seguridad, más que la seguridad misma.

Veremos con atención los productos estratégicos hoy cocinándose. Quizá una de las claves sea su éxito en la definición de una nueva relación entre soberanía y seguridad.

Escribía recientemente Xavier Vidal-Folch que "el universo de las democracias contemporáneas aspira a configurar un espacio de identidades superpuestas, un conjunto de competencias concurrentes; un mundo de soberanías compartidas. La clave de lo contemporáneo no es la imposible independencia absoluta, sino la interdependencia". 

También en seguridad.