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lunes, 8 de mayo de 2023

Respuesta a la desinformación desde la UE y España



Este mes de abril de 2023 ha visto la luz la publicación colectiva del Movimiento Europeo en España, dirigida por Francisco Aldecoa y Mercedes Guinea, dedicada a la Presidencia española del Consejo de la Unión Europea 2023. Propuestas desde la sociedad civil, obra publicada en la editorial Catarata.
Agradezco la oportunidad de haber podido participar en esta compilación de análisis y ensayos con un capítulo titulado "Avances en España y la UE sobre desinformación y regulación de plataformas digitales entre las elecciones al Parlamento europeo de 2019 y 2024. Propuestas de actuación durante la Presidencia española del consejo de la UE".
Comparto capítulo del que soy autor, en esta entrada la introducción y las conclusiones, y en este enlace el texto completo.



LA DESINFORMADA SOCIEDAD DE LA INFORMACIÓN

Durante la legislatura 2019-2024 la Unión Europea, desde sus instituciones y organismos, y también los Estados miembros como España, han enfocado la desinformación como un ámbito prioritario, principalmente desde la perspectiva de la seguridad y como injerencia externa, y se ha aprobado normativa y actuaciones que sobrepasan esa perspectiva y afectan a campos como la regulación de las plataformas digitales, la protección de las libertades públicas o de los medios de comunicación tradicionales. 
La diversidad de iniciativas y la aparente dispersión y fragmentación dificulta su encuadre y comprensión, una visión global de la comunicación y la desinformación que es el objetivo de este artículo con el horizonte de la Presidencia española del Consejo de la Unión Europea durante el segundo semestre de 2023 y las elecciones al Parlamento Europeo de 2024.
Partiendo de un punto abstracto y filosófico, “las informaciones falsas, a diferencia de la información equivocada o insuficiente, en la medida en que son intencionalmente producidas, erosionan ese recurso escaso de la sociedad democrática que es la confianza. La confianza es un bien común al que no dañan el error y la equivocación, pero sí la falsedad manufacturada”; aunque “no es únicamente un problema de malvados desinformadores, sino sobre todo de confusos buscadores de información”. Corresponde la reflexión y la frase del epígrafe a Daniel Innerarity, catedrático de filosofía política .
En la actividad política que busca el equilibrio entre intereses, entre lo público y lo privado, la perspectiva es diferente, si bien el diagnóstico y la preocupación pueden ser compartidas.
Los ciudadanos europeos y españoles afrontamos un problema de calidad democrática, con múltiples variables que conectan con la amplia circulación de materiales falsificados, no siempre informativos, casi siempre de entretenimiento; problema relacionado con la desinformación, la comunicación, las injerencias extranjeras, la regulación de las plataformas digitales, la alfabetización mediática, la crisis de negocio de los medios de comunicación tradicionales, la publicidad digital, la precarización de la profesión periodística, la extensión del populismo y la crispación como estrategia política/mediática racional, la crisis de los intermediarios, el desprecio hacia la política, la influencia de las redes sociales sobre el negocio periodístico, de la tecnología sobre la forma de comunicar, la sobreexposición informativa, la búsqueda de un beneficio económico con la desinformación…
Sobre todo ello -principalmente sobre desinformación y comunicación- han pretendido actuar las instituciones europeas con especial intensidad en la actual legislatura 2019-2024: han sido aprobados informes, resoluciones, normativa, estrategias, por parte de la Comisión Europea, del Consejo Europeo y del Consejo de la Unión Europea, del Parlamento Europeo, del Tribunal de Cuentas Europeo, del Consejo Económico y Social, del Servicio Europeo de Acción Exterior, de los Estados miembros como España, abundancia de materiales y emisores que dificulta la percepción del problema y la orientación de la respuesta.
Desde el punto de vista de mayor presencia pública, la desinformación se ha encuadrado preferentemente como cíber amenaza exterior, un problema de seguridad omnipotente, con la capacidad de poner en riesgo nuestra democracia y hasta el resultado de las elecciones. La realidad es mucho más diversa, compleja y más interesante.
Por centrar cronológicamente los esfuerzos hay que remontarse a 2016, cuando bréxit y Trump, momento en el que se encienden todas las alarmas en la comunidad internacional, en la Unión Europea y en los países miembros sobre la desinformación. El motivo: el referéndum convocado por el primer ministro británico David Cameron (junio), y perdido; y dos, la campaña presidencial en Estados Unidos (noviembre), las técnicas, recursos y hasta la injerencia extranjera en favor del finalmente ganador Donald Trump.
La Unión Europea viene combatiendo activamente la desinformación desde 2015. Tras una Decisión del Consejo Europeo, y a fin de “contrarrestar las actuales campañas de desinformación de Rusia”, se creó el Grupo de Trabajo East StratCom, adjunto al Servicio Europeo de Acción Exterior (SEAE). 
En abril de 2018, la Comisión esbozó un enfoque europeo y algunas herramientas autorreguladoras para combatir la desinformación en la red. El Consejo Europeo, en sus conclusiones de 28 de junio de 2018, invitó a la Alta Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y a la Comisión a que presentaran un plan de acción con propuestas específicas para ofrecer una respuesta coordinada a la desinformación. El Plan de Acción de la Unión Europea contra la desinformación, presentado el 5 de diciembre de 2018, incluye diez acciones específicas basadas en cuatro áreas prioritarias, y consolida los esfuerzos de la Unión para hacer frente a la desinformación; con un enfoque que implicaba a toda la sociedad en el refuerzo de la cooperación entre agentes clave como las autoridades públicas, los periodistas, los investigadores, los verificadores de datos, las plataformas en línea y la sociedad civil.
Un importante elemento del Plan de acción de 2018 consistía en instar a las plataformas a que aplicasen el Código autorregulado de buenas prácticas contra la desinformación. En octubre de 2018, firmaron el código de buenas prácticas Facebook, Google, Twitter y Mozilla, en breve se sumó Microsoft, así como las asociaciones comerciales que representan a las plataformas en línea, a la industria publicitaria y a los anunciantes. 
En marzo de 2019 se creó un Sistema de Alerta Rápida para poner en contacto a los expertos en materia de desinformación de las instituciones de la UE con los de los Estados miembros y facilitar la comunicación entre organismos oficiales de análisis y mejores prácticas sobre aspectos como la comunicación proactiva y la eficacia en la respuesta. Otro elemento esencial del Plan de acción era el incremento de la cooperación internacional, como la enmarcada en el G7 y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). 
Tenemos por tanto fechados en 2018 la Comunicación sobre la lucha contra la desinformación en línea: un enfoque europeo; el Plan de acción en materia de desinformación, que tiene por objeto reforzar la capacidad y la cooperación de la UE en la lucha contra la desinformación; más el Código de buenas prácticas en materia de desinformación, la primera vez en todo el mundo que la industria ha acordado, de forma voluntaria, normas de autorregulación para luchar contra la desinformación. 
Después de esos pilares fundacionales han  llegado el Plan de Acción para la Democracia Europea, un informe crítico del Tribunal de Cuentas; una ponencia específica en el Parlamento Europeo con su informe correspondiente de recomendaciones; varias iniciativas legislativas, no concluidas a febrero de 2023, sobre medios de comunicación y publicidad política; se ha legislado a nivel comunitario sobre mercados y servicios digitales; se ha aprobado un nuevo código de conducta reforzado con las plataformas digitales; y como marco político ha llegado la pandemia del covid-19, la invasión de Ucrania y se acercan las próximas elecciones al Parlamento Europeo en mayo de 2024.
Desde España cabría citar la aprobación de un Protocolo de actuación interno que conecta al Gobierno con Bruselas en materia de desinformación; el protagonismo del Departamento de Seguridad Nacional de Presidencia del Gobierno en la creación de un grupo de trabajo, la publicación de un informe y el compromiso de elaborar una estrategia nacional contra la desinformación, aún no nacida; más una ponencia sobre desinformación en la comisión mixta de Seguridad Nacional.
Finalicemos el comienzo con la definición ortodoxa de la desinformación elaborada por los documentos europeos y mayoritariamente aceptada: “La desinformación se define como información verificablemente falsa o engañosa que se crea, presenta y divulga con fines lucrativos o para engañar deliberadamente a la población, y que puede causar un perjuicio público. El perjuicio público comprende amenazas contra los procesos democráticos políticos y de elaboración de políticas, así como contra los bienes públicos, como la protección de la salud, el medio ambiente o la seguridad de los ciudadanos de la UE. La desinformación no incluye los errores de información, la sátira y la parodia ni las noticias y los comentarios claramente identificados como partidistas” (...).

CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES 

“La sociedad del desconocimiento”, titula Daniel Innerarity el ensayo origen de la cita que abre este texto, no en un sentido negativo sino con el propósito de entender que en la sociedad actual la gestión del conocimiento es clave, para instituciones públicas y también entidades privadas, y que incluso se requiere la implicación del ciudadano interesado en la calidad de su dieta informativa.
Señala Innerarity en su obra que “en una democracia el combate contra la falsedad sólo puede llevarse a cabo en un entorno de pluralismo garantizado (…). Una democracia es un sistema de organización de la sociedad que no está especialmente interesado en que resplandezca la verdad, sino en beneficiarse de la libertad de opinar (…). Protejámonos de los instrumentos a través de los cuales pretendemos protegernos frente a la mentira”. 
El conflicto de Ucrania; las elecciones municipales, autonómicas y generales en España previstas para 2023, más las elecciones al Parlamento Europeo en 2024 son factores que promoverán el debate y actuaciones relacionadas con la desinformación, y la alarma sobre su peligrosidad.
La Presidencia española del Consejo de la Unión Europea en el segundo semestre de 2023 sin duda desarrollará sus actividades en este marco. Circula el tópico en el mundo diplomático que desde el Tratado de Lisboa, en vigor desde 2009, este tipo de presidencias rotatorias más que dirigir el tren tienen el papel de un jefe de estación, es decir, regular el tráfico, establecen la agenda, dirigen reuniones, concentran el foco internacional y nacional, buscan acuerdos, y en el caso español tendrá además la responsabilidad de impulsar la conclusión de expedientes o proyectos legislativos en trámite al ser final de legislatura, así como colocar ciertos temas para la próxima Comisión que surja tras las elecciones de 2024.
En este sentido se aportan a continuación algunas conclusiones y recomendaciones fruto del camino recorrido desde 2018 por la Unión Europea y España en la lucha contra la desinformación. De normas y actuaciones referidas en los últimos años, se puede concluir:
  • El enfoque en seguridad y de origen externo a la UE y la solución tecnológica copan el tratamiento de la desinformación y las actuaciones emprendidas. 
  • Las elecciones de 2019 no confirmaron las expectativas alarmistas. El presupuesto disperso de la UE contra la desinformación (en torno a 10 millones de euros anuales) tampoco es proporcional a la peligrosidad declarada de la amenaza.
  • En la respuesta a la desinformación, han adquirido protagonismo los verificadores de información (fact checkers), de utilidad para una primera respuesta; mientras que las actuaciones de largo recorrido, como campañas de alfabetización mediática, digital e informacional, avanzan muy lentamente y con alcance muy limitado.
  • Gran parte de las iniciativas sobre desinformación en la UE se corresponde con mecanismos de contacto e información entre Gobiernos y organismos comunitarios, sin repercusión sobre el ciudadano, se habla sobre desinformación, pero no se ofrecen herramientas. Proliferan las iniciativas sin repercusión pública alguna.
  • El tratamiento de la desinformación desatiende su carácter nacional en la mayor parte de las ocasiones, como origen o colaborador necesario en su difusión; y factores que la alimentan como el populismo como estrategia política y la desintermediación, el desprestigio del periodismo, de la política y de las instituciones.
  • Los medios de comunicación tradicionales privados han visto como ha desaparecido su modelo de negocio con la publicidad en manos de las plataformas digitales. La respuesta mayoritaria ha sido la reducción de la calidad, la precarización de plantillas y la búsqueda de contenidos viralizables o viralizados de rápida elaboración.
  • Entre los temas objeto de campañas de desinformación destacan la igualdad, el feminismo y la inmigración, asuntos no contemplados por un enfoque en la respuesta exclusivamente securitario y de origen externo. La desigualdad abona el terreno para que germine la desinformación.
  • Existe una colaboración de cogobernanza entre la UE y las grandes plataformas, reforzada desde la aprobación de las leyes de mercados y servicios digitales. Las medidas fruto de esta colaboración y de las leyes afectan a la circulación física de la desinformación (bots, cuentas falsas, protección de datos) más que a la naturaleza de la información, donde se entraría en la censura de contenidos incompatible con un sistema democrático.
Algunas recomendaciones de actuación:
  • La desinformación es un fenómeno que se combate con información de calidad y transparencia.
  • Sería deseable impulsar la elaboración en España de la comprometida Estrategia de lucha contra la desinformación, que sobrepase el ámbito de la seguridad y la injerencia exterior y contemple otros elementos también como la economía de la desinformación, la alfabetización mediática, informacional y digital, la comunicación, la educación, la calidad democrática y el origen y recorrido nacional de muchas de las campañas..
  • Fomentar a nivel español y europeo la investigación académica y tecnológica de dos facetas poco desarrolladas: la influencia real de las campañas de desinformación sobre la opinión pública, incluida la intención de voto (análisis cualitativo más que cuantitativo); y el origen de las campañas de desinformación por canales digitales.
  • Culminar los procedimientos parlamentarios en marcha en el Parlamento Europeo, como la normativa referida a medios de comunicación; y a publicidad política.
  • Impulsar los medios de comunicación públicos para contribuir a fortalecer una opinión pública europea, fomentando la presencia de temas europeos y sobre desinformación.
  • Máxima vigilancia contra medidas restrictivas a la libertad de opinión, que vulnerarían el artículo 11 de la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea.
  • Establecer la máxima coordinación, seguimiento y evaluación de las diferentes actuaciones puestas en marcha por instituciones y organismos de la Unión Europea sobre desinformación.
  • De cara a las elecciones al Parlamento Europeo de 2024, presentar en positivo la participación, la información y el debate como derechos del ciudadano, más que un motivo de amenaza por parte de potencias extranjeras omnipotentes hacia un ciudadano indefenso.
  • En coordinación o inspiración con la UNESCO, elaboración de materiales prácticos para periodistas, formadores y ciudadanos, que contribuyan a comprender el fenómeno de la desinformación y responder. Cubrir carencias de formación y análisis.
  • Eliminar la limitación de publicación de encuestas excepto el día de reflexión y votación.
  • Teniendo en cuenta lo sucedido en países como EEUU o Brasil, donde se han puesto en duda los resultados electorales, se requiere máxima información y transparencia sobre el sistema electoral y el escrutinio.
  • Fomentar la difusión de iniciativas y materiales de utilidad para el ciudadano, más allá de los grupos de especialistas o de contacto entre Gobiernos. La fragmentación de iniciativas también dificulta la comprensión del fenómeno de la desinformación. El objetivo debe ser capacitar a la sociedad civil.
  • El Centro Común de Investigación de la Comisión Europea (Joint Research Centre, JRC), con sede en Sevilla, ha elaborado excelentes documentos sobre desinformación , su labor podría potenciarse en los ámbitos pendientes de desarrollo detectados.


jueves, 29 de septiembre de 2022

Opinión pública, comunicación y Unión Europea, ¿compatibles?

Foto: acto público en Mota del Cuervo (Cuenca). PND.
Foto: acto público en Mota del Cuervo (Cuenca). PND.
La información relacionada con la Unión Europea no es siempre atractiva, pero interesa, se lee y se pueden encontrar artículos y análisis de calidad en medios nacionales e internacionales, aunque quizá no con la intensidad que los especialistas en la UE quisieran o los europeístas comprometidos.

Son -las anteriores- ideas que circularon en la mesa sobre opinión pública y comunicación que se celebró este 29 de agosto en Santander en el marco del curso de verano organizado por el Movimiento Europeo en la UIMP, mesa moderada por Fernando Carbajo, profesional de larga experiencia en comunicación en instituciones europeas, tanto desde Madrid como desde Bruselas.

Carbajo destacó que las presidencias del Consejo de la UE -la próxima española en 2023 será la quinta ocasión- siempre están marcadas por coyunturas imprevistas -reciente covid, hoy Ucrania- y por la agenda interna de los países, la pasada de Francia nada menos que por elecciones presidenciales, en España el año próximo están previstas elecciones municipales, autonómicas y nacionales.

Cómo implicar a los ciudadanos sobre temas europeos es la gran pregunta. "Los ciudadanos no están tan despistados", afirmó Carbajo, citando eurobarómetros donde el 88% de los encuestados se muestra a favor de una política común de defensa y seguridad; y el 87% de los ciudadanos entienden que hay que reducir la dependencia energética de Rusia.

"Viví la euforia de la entrada de España en Europa, que se identificaba con la modernidad, el futuro, la democracia, ese proyecto sigue ahí y tenemos el deber de compartirlo con los jóvenes", afirmó rotunda Encarna Samitier, directora de 20 Minutos.

Esta profesional señaló que "los ciudadanos en encuestas y estudios de opinión dicen que confían en la UE como solución"; añadió que "se esta haciendo un esfuerzo por superar los clichés".

Se mostró convencida de que "los medios además damos más buenas noticias que malas", en contra de lo comúnmente aceptado. Los medios son un espejo de la realidad, que puede ser un espejo deformado o fiable, señaló, si bien "hay que hacer lo correcto", sin esperar gratificación, aunque se agradezca.

"Percibo un cambio sustancial, las instituciones y sus responsables, los medios de comunicación también, tenemos que entender que es nuestra responsabilidad contar los avances de la UE -continuó Samitier-, estamos obligados a ello por el compromiso con una Europa libre, solidaria y democrática, eso incluye subrayar problemas y también sus soluciones, la compra centralizada de vacunas con el covid o los fondos Next son dos buenos ejemplos".

Para la directora de 20 Minutos, "Europa importa a los jóvenes y a los lectores, depende de cómo lo cuentes y haces llegar cómo impacta sobre el ciudadano", y demostró con datos de audiencia esas afirmaciones. El medio que dirige mantiene una colaboración continuada con el Parlamento Europeo en España para transmitir contenidos sobre Europa.

La realidad europea "habría que contarla aunque no nos diera clics, la alegría y esperanza es que además se lee", concluyó.

Miguel Ángel Aguilar, presidente de la Asociación de Periodistas Europeos, animó a los propios medios de comunicación a analizar cómo cubren la información sobre temas europeos, un ejercicio de autocrítica poco practicado.

"Europa ha estado indisolublemente unida a la recuperación de las libertades en España, ha sido clave y la esperanza", afirmó Aguilar, "el problema es que solo se suele apreciar de lo que se ha carecido", explicando así parte de la indiferencia actual.

"Más Europa y más dimensiones para Europa", demandó Aguilar, "fuera de Europa no hay supervivencia posible para los europeos". Finalizó afirmando que "Europa o difunde derechos, libertades, prosperidad, o importará esclavitudes y precariedades".

"Estamos en un momento de inundación informativa, y lo que falta es información potable, verificada, contrastada", añadió.

El periodista de El País Xavier Vidal-Folch, especialista en temas económicos y Unión Europea, compartió el ejercicio de identificar en los últimos tres años iniciativas. medidas e instrumentos puestos en marcha por la UE, y contabilizó 46 actuaciones que no habían sido adoptadas con anterioridad, en asuntos sanitarios o política de defensa, por ejemplo, además "en un sentido integrador, profundizador y federalizante", señaló, "esta es la realidad" de lo que calificó como "un trienio refundador" del proyecto europeo. Para Vidal-Folch, estos avances no han sido reconocidos por la opinión publicada; aunque hay libros y artículos del máximo interés que anima a buscar y leer porque existen, opinión compartida desde el público por la profesora Mariola Urrea.

"La revisión de los Tratados no es una cosa divertida", ironizó el ponente, llevamos además media docena, muchas veces con "enjuagues innobles", y recomendó definir en unos pocos asuntos concretos los avances que requieren esa reforma institucional, para de ese modo llegar mejor al ciudadano.

En el apartado de preguntas y debate, Francisco Aldecoa señaló que la Conferencia sobre el Futuro de Europa ha tenido una repercusión mínima, ni una entrevista ha sido publicada a los 27 participantes españoles en la Conferencia.

Para Fernando Carbajo, la actualidad europea se ha extendido en los últimos años, ha calado por todas las áreas de la información, en ese sentido se ha hecho un gran progreso, ya no está confinada en el derecho internacional o en asuntos institucionales, en su opinión no es cierto que no haya información sobre Europa, forma parte por capilaridad de toda la actualidad. En relación con la Conferencia sobre el Futuro de Europa, se mostró partidario de trasladar sus conclusiones a los partidos políticos y animarles para que las estudien entre sus propuestas ante las próximas citas electorales.


Artículo publicado en Europa en movimiento, 

revista mensual del Movimiento Europeo en España.

sábado, 7 de noviembre de 2020

Luz sobre la desinfomación, y estructura

Artículo publicado también en infoLibre.

El Boletín Oficial del Estado de 5 de noviembre ha publicado una Orden del Ministerio de la Presidencia que reproduce el llamado 'Procedimiento de actuación contra la desinformación'. Se trata de una iniciativa del Gobierno central, que decide crear desde Moncloa una serie de mecanismos relacionados con un asunto de importancia y actualidad, en concreto la elaboración de una estrategia y la constitución de una comisión permanente. Hasta aquí los hechos.

Primera buena noticia: que se conozca. Han tardado un mes desde que el Procedimiento fue aprobado, pero se ha acabado publicando, es público, conocible y opinable; existen otros ámbitos como la prevención de la radicalización violenta -o la estrategia comercial de las entidades financieras- que se mueven en la oscuridad y no es posible detectar ni actuaciones ni aciertos ni errores.

Resulta que estas páginas del BOE han provocado una pequeña tormenta, el tiempo dirá si se convierte en tsunami democrático. En primer lugar, envío desde estas líneas un saludo fraternal a los opinadores todo-terreno, he formado parte del gremio y espero volver en algún momento, abundan en el mundo de la comunicación y de la política. Según cada caso uno puede tocar con partitura, de oído o improvisar, y por el mundo del jazz y las peleas de gallos del rap descubrimos que una buena improvisación tiene mucho conocimiento y ensayo detrás. En una mañana de otoño la actualidad te puede poner sobre la mesa y pedir criterio sobre desinformación, sobre el presidente de la primera potencia mundial poniendo en duda la legalidad democrática del país que preside, la mejor manera de hacer un test de detección de un virus en un colegio, sobre 50 sistemas de recuento electoral del siglo XVIII, la enseñanza bilingüe o la herencia maldita de Paquirri. Suerte.

Como la desinformación es un ámbito difuso y confuso, encendamos la linterna, para ver, más que para que nos vean, la luz de la bicicleta puede tener esos dos funciones, diferentes.

Marco. Este Procedimiento de actuación contra la desinformación se encuadra en la progresiva construcción desde Presidencia de un sistema de seguridad nacional desde hace ya una década, que ha creado un Consejo de Seguridad Nacional, un departamento con ese nombre en Moncloa, elabora anualmente un informe de seguridad nacional (que presenta en el Parlamento el director del Gabinete del Presidente, lo hizo Moragas y lo hace ahora Redondo) tiene comisiones especializadas dedicadas a ciberseguridad, seguridad marítima, inmigración, seguridad energética, no proliferación (de armas), terrorismo y seguridad aeroespacial; ha elaborado estrategias sectoriales sobre los ámbitos anteriores; ahora se decide avanzar en desinformación en esta misma línea.

En el mismo BOE de marras del 5 de noviembre se han publicado también otras dos Órdenes de Presidencia con sendos acuerdos del Consejo de Seguridad Nacional por el que se aprueban el procedimiento para la elaboración de la Estrategia de Seguridad Nacional 2021; y el procedimiento para la elaboración de una nueva Estrategia de Seguridad Energética Nacional; dos asuntos que no han merecido una palabra, hasta el momento.

Por tanto, primer marco de esta iniciativa: la estructura de seguridad nacional; segundo marco, la Unión Europea. Con una unidad de acción poco frecuente entre Comisión, Parlamento, Consejo, hasta el Comité de las Regiones ha aparecido en algún momento, la UE lleva cuatro años muy activa sobre desinformación, desde que las elecciones en Estados Unidos de 2016 y el referéndum del bréxit encendieron todas las alarmas sobre contenidos tóxicos circulando por canales digitales.

Fruto de ese trabajo es el europeo Plan de Acción sobre Desinformación aprobado en diciembre de 2018 (con un trabajo previo de análisis quizá tan interesante como el propio Plan), que establece mecanismos, una red de alerta rápida y pide interlocución nacional. Los instrumentos que anuncia este Procedimiento monclovita son la traducción/conexión española con el sistema europeo. Nadie ha acusado a la UE de intentar censurar.

Por tanto, aparece aquí una segunda buena noticia: se refuerza la estructura, se contempla la elaboración de una estrategia nacional sobre desinformación y la creación de una comisión permanente donde se van a sentar muchos de Presidencia, principalmente la gente del departamento de seguridad nacional; también los que en esa casa saben de Comunicación; aparece allí con voz propia el CNI; la Secretaría de Estado de Seguridad del Ministerio del Interior; representantes de Comunicación en Exteriores; presencia también de la Secretaría de Estado de Transformación Digital e Inteligencia Artificial; y se abre además a la participación privada y de la sociedad civil cuando interese invitarlos.

Cambio climático. El calentamiento global ha llegado también al mundo de la información, digamos que en los últimos años ha cambiado el ecosistema informativo. Siempre han existido informaciones averiadas, interesadas, intentos de confundir o ganar dinero; la novedad es la inmediatez tecnológica, la democratización de generar contenidos (coste casi cero, aunque Trump gastó en 2019 veinte millones de dólares en campañas en Facebook; quien esto escribe invirtió seis euros para conseguir mil visualizaciones de una entrada, sin ánimo de lucro, por probar), novedad es la mezcla de desinformación con populismo, novedad es la confusión entre información y entretenimiento.

Digamos que ha cambiado el escenario y por eso es bueno actuar, para comprender mejor el entorno, cambios que afectan muy profundamente a la economía de los medios de información, al mercado publicitario dominado por las plataformas digitales (dueñas de la distribución de los productos informativos, no sus productores), al volumen de contenidos casi inmanejable a los que tenemos acceso.

Tercera buena noticia: se decide que la coordinación (que no la dirección) del asunto caiga en el mundo de la Comunicación, la Secretaría de Estado del tema. Muy a menudo se acercan al mundo de la desinformación ágrafos de la información, el marco está repleto de especialistas en seguridad, en tecnología, en inteligencia... que pueden no ser capaces de entender el recorrido de una nota de prensa o la redacción de un breve. Con buena intención e interés profesional muchos se han lanzado a desinformar sin conocer los principios de informar.

Lagunas. Precisamente uno de los peligros de esta iniciativa sobre desinformación desde Moncloa es su excesiva dependencia de la Seguridad, donde surge, que se limite el objeto de estudio y actuación con ataques extranjeros a la seguridad nacional, a procesos electorales. Nada se ha probado de este terrible amenaza ni en aquel proceso vivido en Cataluña ni en las elecciones generales celebradas en España en los últimos tiempos.

Acabamos de comprobar en EEUU que la desinformación puede proceder del presidente de tu Gobierno, y no de montañas lejanas rusas o iraníes como denunció sin pruebas el mismo desinformador en jefe un par de semanas antes de las elecciones. 

La UE ha situado principalmente el tema en el Servicio Europeo de Acción Exterior (hoy bajo responsabilidad de Josep Borrell), dedica docena y media de personas y cinco millones de euros orientados prioritariamente a Rusia, en menor medida a la orilla sur del Mediterráneo y los Balcanes; y curiosamente también presta mucha atención a las plataformas digitales, ahí las instituciones comunitarias son competentes y se fuerza a las grandes multinacionales tecnológicas (Facebook, Google, Microsoft, Mozilla, Twitter) a que colaboren y lo están haciendo.

El mundo militar conoce y practica desde hace siglos las operaciones de información (pensemos en militares españoles enseñando español a los cristianos libaneses; hombrecillos verdes en Ucrania), y así seguirá siendo, pero es un ámbito determinado y no el más importante. La desinformación es mucho más amplia, y procede o puede hacerlo mayoritariamente del propio territorio.

Falso también que afecte a todo el mundo por igual o que su producción sea generalizada. La inmigración (menas, ayudas, invasiones) y la igualdad (de la mujer, principalmente) concentran más de la mitad de los contenidos de las campañas de desinformación, no todas las ideologías utilizan estos temas con el mismo entusiasmo para confundir o encender pasiones.

Falta por tanto en este panorama que se está diseñando el Ministerio de Educación; falta el mundo académico, universitario, think tanks; falta formación y análisis. Como en el caso del covid, sobre desinformación tenemos algunos datos, y nos falta comprensión.

Aún está pendiente cubrir en el análisis de la desinformación dos lagunas de importancia: la atribución de las campañas de desinformación (el mundo digital puede ocultar procedencia geográfica o personal) e influencia (se ofrecen datos cuantitativos de las campañas, no su capacidad de cambiar nuestro voto).

Resulta imprescindible impulsar actuaciones de alfabetización mediática, a jóvenes y adultos, para incrementar la capacidad del ciudadano de interpretar los contenidos informativos o de entretenimiento que le llegan o encuentra. Hay ya gente trabajando, están los fact checkers (comprobadores de datos) como primera línea de respuesta, aunque su alcance es útil pero limitado; el fenómeno merece actuación a medio y largo plazo, con educación. 

La Fundación de Ayuda contra la Drogadicción, Google, el patrocinio del Gobierno central y la colaboración de los principales medios de comunicación españoles han puesto en marcha este 2019 la iniciativa (in)fórmate, un proyecto para la educación en el consumo de medios e información online, que promueve la alfabetización mediática y el fomento del pensamiento crítico en la población adolescente de 14 a 16 años que está cursando 3º y 4º de la ESO en centros educativos españoles. Un ejemplo.

La Fundación Andalucía Acoge lleva años luchando contra lo que hoy denominamos fake news / noticias falsas y con más rigor desinformación. Nada menos que en 2014 creó la llamada Agencia Stop Rumores, una estrategia de impacto comunicativo y social que tiene como objetivo luchar, de forma sostenida en el tiempo, contra los rumores que dificultan la convivencia en la diversidad, desmontando muchos estereotipos negativos en relación con la inmigración y las ayudas públicas (aquí alguna pista sobre estas iniciativas).

Resulta imprescindible la colaboración en esta labor también de los medios, probablemente los públicos y sólo de los privados que sean rentables (se pueden contar éstos con una mano), la generalidad de los privados tiene otros intereses acuciantes, los de los bancos, y han cambiado lectores a los que informar por clientes de su publicidad.

Balance final. La iniciativa que acabamos de conocer sobre desinformación por parte de Presidencia del Gobierno tiene mucho más de positivo que de negativo; y parece inútil anticipar censuras, porque no es su objetivo. La Estrategia de Seguridad Marítima puede utilizarse para hundir barcos de ONG (como hizo Francia hace un tiempo con Greenpeace) o rescatar náufragos, depende de lo que se haga con ella.

Sobre libertad de expresión, la UE actúa en este campo de la mano de las plataformas sobre la distribución física de los contenidos, prohibiendo o penalizando sistemas automatizados (bots) y con transparencia, identificando hacia el usuario campañas políticas, pero ni la UE ni el Gobierno español pueden censurar contenidos, porque es uno de los ejes de un sistema democrático como el nuestro; y además la censura es hoy un objetivo prácticamente imposible.

Siempre es positivo conocer las advertencias de las Asociaciones de la Prensa, sensibles a los potenciales ataques a la libertad de expresión, bueno además que reaccionen y dejen por unos momentos su obsesión con el seguro médico que parece su único campo de actuación.

Conclusión y síntesis: bienvenido el procedimiento sobre desinformación, atendamos a su desarrollo.

Resulta curioso que quienes más alarmaban con las fake news lo hacen también ahora sobre las medidas contra ellas. Como Trump, que denunciaba un pucherazo electoral cuando iba ganando en el escrutinio; quizá es que, como el presidente naranja, que sabía ya entonces que la cosa estaba difícil, los alarmistas alarmados saben que no había nada detrás de tanto pánico generado, que no era cosa de seguridad, sino de democracia, y eso ya interesa menos.


viernes, 31 de julio de 2020

Comunicación y participación política en la UE en tiempos de desinformación


Artículo académico publicado en la obra colectiva "El debate ciudadano en la Conferencia sobre el futuro de Europa, a los 70 años de la Declaración Schuman", iniciativa del Movimiento Europeo en España dirigida por Francisco Aldecoa, publicada en Madrid por la editorial Marcial Pons en julio de 2020.











"Comunicación y participación política en la UE en tiempos de desinformación", por Carlos Penedo


1. Escenario


Información y debate público son dos elementos básicos de un sistema democrático avanzado. Ambos están directamente relacionados con la comunicación, qué conversación se mantiene y qué contenidos llegan al ciudadano y utiliza para tomar decisiones políticas. Y los tres -información, debate público, comunicación- adquieren una importancia y una actualidad indiscutible en relación con el conjunto de instituciones, políticas comunes y acordadas que identificamos como Unión Europea. 

La crisis de legitimidad que han sufrido todas las instituciones públicas a causa de la Gran Recesión 2008/2018, incapaces de ayudar al ciudadano mientras se destinaba un volumen ingente de recursos económicos para reflotar el sistema financiero, ha afectado muy directamente a la UE, que ha basado durante décadas su legitimidad en la utilidad práctica de sus actuaciones y en la expansión permanente de la organización -y del mercado interior-, hasta los 28 miembros con Croacia, 27 tras el bréxit.

La UE se encuentra a comienzos de 2020 en una encrucijada de la que mostraba síntomas de salida con la iniciativa política planteada por la nueva Comisión tras las elecciones al Parlamento Europeo celebradas en mayo de 2019, con ejes de la relevancia de un pacto verde europeo, la digitalización, más modestamente con otras prioridades políticas como la seguridad y un pilar social que no logra traspasar del nivel de las buenas intenciones hacia las partidas presupuestarias. 

Aparte de las políticas concretas, incluso dejando al margen el debate económico en marcha que mostrará claramente ante la opinión pública si la UE es capaz de financiar sus ambiciones con el Marco Financiero Plurianual 2021/27, la UE –principalmente la Comisión, el Parlamento y el Consejo- se juega su papel central en la política continental si es capaz de sintonizar con el ciudadano y establecer canales de participación y debate permanentes para que se sienta partícipe del proceso; para lo que resulta imprescindible informar, comunicar y hacer la UE comprensible. 

Éste es el marco en el que se plantea la organización de una Conferencia sobre el Futuro de Europa, propuesta de la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, el 16 de julio de 2019, en el documento de las orientaciones políticas de la nueva Comisión Europea entre 2019 y 2024. 

El proyecto político de la construcción europea no es ni inevitable ni imposible, depende de qué políticas, qué dirección y muy especialmente qué papel se adjudica al ciudadano: como mero espectador, cliente o partícipe. 

Organizaciones de la sociedad civil como el Movimiento Europeo, en sí misma una organización trasnacional, como la propia UE, siguen una lógica distinta al de Estado nación o la de un superestado europeo y pueden ser especialmente útiles en este proceso. 

Estas líneas se han escrito en plena crisis sanitaria de la enfermedad covid-19 provocada por un coronavirus. La excepcionalidad de la pandemia, las medidas drásticas tomadas por los gobiernos nacionales, tendrá una incidencia final aún desconocida, si bien condicionará el recorrido a corto y medio plazo de la UE, que una vez más será juzgada por su respuesta a una crisis claramente transnacional con unos instrumentos propios siempre limitados y los que trabajosamente los Estados hayan decidido mancomunar. 

Las crisis aceleran la toma de decisiones, por pura necesidad, con mayor o menor nivel de acierto; no suelen crear procesos de la nada aunque pueden ser un acelerador histórico, provocar la evolución rápida de fenómenos que existían en germen, positivos o negativos, en este caso podría alimentar el motor de la integración europea o incentivar un repliegue nacional o autoritario. 

Sólo el paso del tiempo nos permitirá conocer si la crisis provocada por la enfermedad covid-19 supuso un impulso para el proyecto europeo, que únicamente puede avanzar con la complicidad del ciudadano, pues depende en gran medida de su implicación. 

Podría considerarse que la información, también la comunicación y la participación, reducen el riesgo de equivocarse en la toma de decisiones, porque trasladan a quienes ocupan puestos de responsabilidad la sensibilidad del ciudadano y la búsqueda del interés público, más allá de la expresión habitual de intereses inmediatos, particulares, económicos, geográficos o sectoriales.

2. Europa y su futuro, más que un relato 


Desde los llamados “desayunos informativos” hasta las tertulias televisivas con apariencia de debate político, se pueden encontrar multitud de ejemplos que muestran la dificultad de la política, de las organizaciones y los medios de comunicación para conectar con el ciudadano en tiempos de desinformación, tomado este concepto en el sentido de confusión informativa, más que de villanos extranjeros controlando nuestro destino; en el sentido de fragmentación de audiencias, de desconfianza hacia los mediadores de todo tipo, de crisis de negocio y de credibilidad de los medios de comunicación; y de difícil distinción entre información y contenidos, que suelen estar hoy mayoritariamente ligados al entretenimiento. Se trata de encontrar fórmulas de cómo las instituciones de una democracia y sociedad complejas se conectan con el ciudadano, en tiempos de simplificación y sentimentalización del mensaje[1]

La Unión Europea tiene una gran capacidad de comunicación, pero nadie comunica Europa en su conjunto, lo hacen media docena de instituciones y otros tantos organismos principales, cada uno con su estrategia particular e incapaces en muchos casos de llegar al ciudadano, que además recibe una actualidad informativa marcada por las agendas nacionales. 

La percepción de la actualidad comunitaria está a su vez vinculada al mismo proceso de creación de la opinión pública y cómo se construye la interpretación más extensamente aceptada de la realidad, proceso en el que interaccionan la agenda y los esfuerzos de las instituciones europeas, pero muy poderosamente la agenda de los propios medios y también la agenda política nacional, como ha investigado la profesora de Relaciones Internacionales, Unión Europea y Comunicación de la Universidad CEU San Pablo, Marta Hernández Ruiz[2]

En las elecciones al Parlamento Europeo de 2014, señala la autora, "en un importante porcentaje no se cubrió como información europea, sino nacional; se buscaba el componente de confrontación, cercanía y entretenimiento que aporta especialmente la información política nacional". 

En relación con la UE es necesario apuntar –en España y fuera de ella- elementos imprescindibles para comprender el proceso material de la comunicación, como la alta concentración empresarial, la primacía del infoentretenimiento sobre información más dura como la europea, o la debilidad del servicio público y de los medios públicos de comunicación, que podrían otorgar mayor cobertura a los temas europeos frente a los privados. 

"La UE no condiciona la agenda mediática, sino que forma parte de la misma en la medida en que se adapta a las temáticas previamente seleccionadas por los medios como los más importantes", destaca Hernández Ruiz. 

Desde este punto de vista, la maquinaria de comunicación institucional más potente del planeta no tendría fuerza suficiente para marcar la actualidad informativa, fijada por los medios con criterios nacionales; otro tema a plantear sería si los medios son autónomos en la fijación de la agenda o responden a intereses económicos de las empresas periodísticas y de los anunciantes. 

Un aspecto adicional de interés es que no existe una relación directa entre las competencias de la UE y su impacto en los medios, es decir, a más poder/capacidad de actuación de la Unión -en política agraria, medioambiental, empresa- no hay mayor cobertura; a la contra, los desafíos migratorios, de seguridad o las mismas crisis sanitarias entran dentro de las competencias nacionales, no de la Unión. 

La cobertura ideal o mejorada de la información relacionada con la UE no sería "incrementar la cobertura de las virtudes del proceso de integración", afirma Hernández, "ése no es el cometido de los medios, sino de transferir a la esfera pública nacional un debate serio sobre una organización internacional que, actualmente, cuenta con cuotas de poder muy importantes". 

Desde otro punto de vista, el de la filosofía política, Daniel Innerarity nos advierte de que el proceso de construcción política de Europa es único y complejo, difícil por tanto de comunicar, y requiere además un paso previo, se debe comunicar lo que antes se ha comprendido[3]

Podría decirse por tanto que existe un déficit de información y de comprensión sobre la realidad europea o, dicho de otro modo, cualquier esfuerzo que se haga en este sentido es necesario, respondiendo además a lo que parecen avisar los ciudadanos en las encuestas: un 60% de los europeos considera que no está bien informado sobre los asuntos comunitarios (alcanza en España el porcentaje hasta el 75%), según el eurobarómetro de noviembre de 2019. 

Más allá de la emisión de mensajes, la auténtica comunicación es bidireccional, proceso que siempre se persigue, los medios tecnológicos digitales facilitan al máximo y rara vez se alcanza. 

En este contexto se produce la elección en julio de 2019 de Ursula von der Leyen como presidenta de la Comisión Europea. “Un nuevo impulso a la democracia europea” llamó en su investidura a una de los “seis grandes ambiciones de Europa para los próximos cinco años y más allá”. 

Dijo y dejó escrito la presidenta su deseo de que “Europa se esfuerce más por fomentar, proteger y fortalecer nuestra democracia (…). El récord de participación en las elecciones europeas de 2019 muestra el dinamismo de nuestra democracia. Debemos responder a esta interpelación dando a los europeos un papel más importante en la toma de decisiones. Vamos a ir más allá que nunca a tal efecto”. 

Añadió: “Deseo que los ciudadanos expresen su opinión en una Conferencia sobre el Futuro de Europa que comenzará en 2020 y se desarrollará durante dos años. La Conferencia deberá reunir a los ciudadanos -con una fuerte presencia de los jóvenes y la sociedad civil- y a las instituciones europeas como socios en pie de igualdad”[4]

En la Resolución de 15 de enero de 2020 que establece su posición sobre la Conferencia sobre el Futuro de Europa (texto aprobado con 494 votos a favor, 147 en contra y 49 abstenciones), el Parlamento Europeo expresa por su parte la opinión de que “debe emprenderse una fase de escucha que permita que los ciudadanos de toda la Unión Europea expresen sus ideas, hagan propuestas y expongan su propia visión de lo que Europa significa para ellos; propone que los métodos utilizados para recopilar y tratar las contribuciones de los ciudadanos sean uniformes y coherentes en todos los Estados miembros y a escala de la Unión”. 

Añade que “la comunicación con los ciudadanos, la participación de los ciudadanos en el proceso de la Conferencia, y los trabajos y los resultados de la Conferencia son de capital importancia”; hace hincapié en que “deben coordinarse entre las tres instituciones todos los instrumentos de comunicación existentes y nuevos para la participación digital y en persona”. 

Comunicar Europa, buscar la máxima participación ciudadana y convocarla para pensar el futuro no es una novedad en la historia remota y cercana de la Unión Europea. Cabría recordar a comienzos de siglo el proceso desarrollado en relación con la Convención sobre el futuro de Europa. 

Los trabajos de la Convención incluyeron una denominada fase de escucha, en la que se determinaron las expectativas y necesidades de los Estados miembros y de los ciudadanos europeos; una fase de análisis de las distintas ideas presentadas; y una fase de formulación de recomendaciones basadas en la esencia de los debates. A finales de 2002, once grupos de trabajo presentaron sus conclusiones a la Convención. Durante el primer semestre de 2003, la Convención elaboró y debatió un texto que se convirtió en el proyecto de Tratado por el que se establece una Constitución para Europa. 

Entre 2009 y 2014 cabría asimismo recordar el proceso conocido como “Debate sobre el futuro de Europa” bajo la presidencia de la Comisión de José Manuel Barroso, con la celebración de 51 diálogos ciudadanos en todos los Estados miembros. 

Barroso fue asimismo impulsor de una iniciativa de acercamiento a los ciudadanos con el objetivo nada menos que elaborar "una nueva narrativa para Europa, no porque no permanezcamos fieles a la razón de ser de la Comunidad Europea y la Unión Europea que, por supuesto, sigue siendo válida, sino porque creo que, en los principios del siglo XXI, necesitamos seguir contando la historia de Europa, especialmente a las nuevas generaciones que no se sienten muy identificadas con esta narrativa de Europa". 

Se ve aquí una influencia importante del relato como eje de comunicación, que sigue casi vigente un lustro después, y que inundó el documento elaborado para la ocasión, que definía Europa como “un estado de ánimo”. 

Ya en el periodo entre 2014 y 2019 bajo la presidencia de Juncker se han celebrado 1.850 diálogos ciudadanos, con 218.700 participantes en 650 lugares a lo largo de toda la Unión Europea, según balance de los organizadores. 

La Comisión Juncker emprendió varias iniciativas que implicaban consultas con los ciudadanos, en especial el proceso en torno al Libro Blanco de marzo de 2017 sobre el Futuro de Europa. En mayo de 2018 se lanzó una consulta en línea de ciudadanos y otras iniciativas y finalmente se elaboró un Informe 2019 sobre el Diálogo Ciudadano y la Consulta Ciudadana que se entregó a los líderes de la UE-27 como material de reflexión en la reunión de Sibiu del 9 de mayo de 2019[5]

Son numerosas por tanto las actuaciones de la UE que han unido los conceptos de ciudadanía, participación y futuro, algunas muy cercanas en el tiempo, todas con sanas intenciones de mejorar participación y conexión. La novedad en esta ocasión de la Conferencia anunciada –según se argumenta- es que supone una continuación más formalizada y estructurada de la serie de iniciativas que han sido desarrolladas en el pasado reciente. 

La Conferencia próxima no debería convertirse en una Convención como la de principios de siglo ni una Conferencia Intergubernamental, sino ir más allá de un equilibrio entre instituciones o Gobiernos nacionales, debería mantener la orientación anunciada de abajo-arriba mencionada tanto por el Parlamento como por la Comisión; dar voz y participación a la sociedad civil sería su marca distintiva frente a iniciativas anteriores. 

En la Conferencia sobre el Futuro de Europa las instituciones comunitarias se enfrentan al reto de traspasar desde el punto de vista informativo y de interés ciudadano los límites de los círculos especializados en asuntos europeos, de la universidad, la administración, la representación política, los lobbies, todos ellos parte ya de la red de relaciones que tejen el funcionamiento de la Unión; la novedad sería superar esa red o al menos ampliarla. 

3. Desinformación y niebla informativa 


El contexto que enmarca la información, la comunicación y la participación política se encuentra condicionado en la teoría por un fenómeno que se presenta como todopoderoso y rabiosamente actual: las noticias falsas. 

La Unión Europea -léase Comisión y también Parlamento- ha establecido principalmente desde 2018 una línea de trabajo muy intensa en relación con la desinformación (término con el que recomienda referirse al expresión informal de ‘fake news’ o ‘noticias falsas’), para la que se han elaborado una serie de trabajos de investigación, de opinión pública y de consulta a especialistas que permiten profundizar en el fenómeno. 

A partir de esos materiales la Comisión ha tomado una serie de decisiones y actuaciones a su vez también analizables, pero tanto interés revisten los materiales previos como las iniciativas que se han acabado poniendo en marcha. 

El momento que enciende todas las alarmas se sitúa en 2016, cuando la desinformación pasa a ser considerada un problema político y social –para no pocos incluso de seguridad- con la campaña electoral que llevó finalmente a la presidencia de Estados Unidos a Donald Trump y el referéndum de salida del Reino Unido de la Unión Europea, con acusaciones hacia Rusia como origen de la mayor parte de las campañas de desinformación conocidas, en el marco de unas relaciones cada vez más tensas al calor de la crisis y el conflicto en Ucrania. 

Se ha creado en estos últimos años un clima de opinión que ha convertido las fake news en un fenómeno generalizado y peligroso, capaz de alterar el resultado de elecciones democráticas, de amenazar la soberanía de los Estados, incluso la cohesión de nuestras sociedades, y algunos llegan hasta ver en peligro los valores de Occidente, de alterar el juicio de los ciudadanos y manejarlos a su voluntad; nada de lo anterior, dicho sea también, ha sido confirmado por la realidad ni por los análisis desde las ciencias sociales que ya comienzan a aparecer. 

No resulta en cualquier caso novedad la información falseada con algún motivo y sin embargo esta desinformación del siglo XXI tiene aspectos muy novedosos, siendo el principal la revolución tecnológica que ha pulverizado el tiempo y el espacio, que permite la difusión de un mensaje de forma inmediata a cualquier rincón informático del planeta, incluidas las omnipresentes redes sociales como canal de distribución. 

El acelerador tecnológico ha propiciado al mismo tiempo que el coste de la elaboración y difusión de mensajes haya caído a prácticamente cero, con lo que se dispara el volumen hasta cotas difícilmente gobernables y se rompe el histórico monopolio con el que contaban los emisores más poderosos. Aunque la realidad es más compleja, al menos en teoría hoy cualquiera puede emitir y marcar la agenda del debate público, lo que implica una amenaza para los acostumbrados a manejarla. 

La Comisión Europea designa a comienzos de 2018 un denominado Grupo de Expertos de Alto Nivel con carácter asesor, compuesto por 40 miembros entre especialistas procedentes de la sociedad civil, las plataformas de medios sociales, organizaciones de medios, periodistas y mundo académico. Este Grupo entrega a la Comisión un informe en el que destaca su contenido orientado hacia temas de comunicación, así como unos criterios generales que permiten encuadrar el fenómeno de las fake news, considerado como un asunto multidisciplinar que requiere medidas a medio y largo plazo y análisis incluso académico. 

Define este informe la desinformación como “información falsa, inexacta o engañosa diseñada, presentada y promovida para obtener un beneficio o para causar intencionadamente un perjuicio público”. 

El campo de actuación no incluye la creación y difusión online de contenidos ilegales (difamación, discursos de odio, incitación a la violencia), que ya están regulados por normativa europea o de los Estados miembro; tampoco contemplan la deliberada distorsión de hechos, sin ánimo de engañar, que se encuentra en variantes del humor, la sátira o la parodia. 

Advierten a la Comisión Europea contra soluciones simplistas y de corto plazo, apuestan por fortalecer gradualmente tanto a instituciones como a la propia sociedad contra la desinformación; y señalan directamente que se debe evitar cualquier tipo de censura de contenidos o canales, reiterando el respeto absoluto a la libertad de expresión, de prensa y de pensamiento. 

Incluyen una serie de recomendaciones, como promover la alfabetización mediática (de estudiantes, docentes, ciudadanos) a fin de contrarrestar la desinformación; desarrollar instrumentos que fortalezcan a usuarios y periodistas para hacer frente a la desinformación –verificadores, fact-checking-; o proteger la diversidad y la sostenibilidad de los medios informativos europeos (probable referencia a reducción de impuestos). 

En resumen, los especialistas movilizados por la Comisión sugieren reaccionar con formación e información de calidad a la desinformación; enseñar a jóvenes y adultos a interpretar un contenido informativo (alfabetización mediática); y proteger de alguna forma el ecosistema de los medios europeos. 

Por las mismas fechas que el informe del Grupo de Expertos, la Comisión Europea presenta los resultados de una encuesta, 26.576 entrevistados en febrero de 2018 (eurobarómetro): más del 80% de las respuestas indican que la desinformación supone un problema real y afecta al funcionamiento de la democracia. 

Otro dato destacable de la encuesta es que los europeos consultados, a la pregunta de quién debería actuar para evitar la propagación de noticias falsas, señalan en primer lugar a los propios periodistas, seguidos de los autoridades públicas nacionales y a continuación las empresas de comunicación. 

Un tercer material que la Comisión Europea es una consulta pública, de carácter más cualitativo que cuantitativo. Las dos categorías en las que la mayoría de las respuestas considera probable que las noticias falsas perjudiquen a la sociedad son la desinformación intencionada para influir en las elecciones y en las políticas migratorias. En este apartado sorprende encontrar la seguridad como el sexto ámbito más amenazado, sobre nueve planteados (salud y economía, por delante). 

En cuarto y último lugar, la Comisión Europea encargó a comienzos de 2018 un estudio a su Centro Común de Investigación (JRC) sobre las noticias falsas y la desinformación, más concretamente una investigación sobre el impacto de la transformación digital de los mercados de noticias sobre la calidad de la información. En ese estudio se indica que dos terceras partes de los consumidores de noticias en línea prefieren acceder a ellas a través de plataformas que funcionan con algoritmos, como los motores de búsqueda y los agregadores de noticias, así como por medio de las redes sociales. También se afirma en ese estudio que el poder de mercado y los flujos de ingresos han pasado de estar en manos de los editores de prensa a las de los operadores de plataformas, que disponen de los datos para concordar a lectores, artículos y anuncios de la forma más eficiente. Aquí están las claves más importantes, las económicas y las prácticas: quienes distribuyen los contenidos no son quienes los elaboran[6]

La distribución digital de noticias ha disminuido el papel de los editores. Es decir, se ha separado la función de editor y gestor de contenidos y en gran medida se ha transferido la segunda hacia la publicidad conducida por algoritmos, que maximiza tráfico e ingresos. 

Después de todo el trabajo previo mencionado, la Comisión Europea elaboró en abril de 2018 una Comunicación en la que propone un conjunto de medidas para combatir la desinformación en línea, que incluyen un Código de Buenas Prácticas sobre Desinformación a nivel de la UE, el apoyo a una red independiente de verificadores de información (fact-checkers) y medidas destinadas a fomentar el periodismo de calidad y promover la alfabetización mediática. 

El Código de Buenas Prácticas sobre Desinformación que la Comisión sugería a las plataformas digitales en su Comunicación ve la luz finalmente en septiembre de 2018, firmado por Facebook, Google, Twitter y Mozilla (meses más tarde se incorporaría Microsoft), quienes se comprometen a realizar lo que la Comisión les sugería que hicieran voluntariamente bajo la amenaza de regularlo con normativa. 

Adquieren el compromiso de hacer más transparente la publicidad política e introducir mecanismos para contrastar datos a fin de luchar contra la desinformación de cara a las elecciones europeas de mayo de 2019. 

Se comprometen además a cerrar cuentas falsas o a desacreditar a proveedores de desinformación, así como a invertir en tecnologías y programas para "ayudar a la gente a tomar decisiones informadas cuando se encuentren en internet noticias que puedan ser falsas", mediante el apoyo incluso de unos "indicadores de confianza”. 

De este modo a lo largo de 2018 la Comisión Europea pasó de un planteamiento teórico centrado fundamentalmente en la comunicación, en el informe del grupo de expertos o la investigación del JRC, a orientar su actuación hacia las plataformas digitales; y se marcó como horizonte crítico las elecciones europeas de mayo de 2019 para tener toda la maquinaria funcionando y especialmente las restricciones físicas a la desinformación, reducir la velocidad de difusión y su alcance, desactivar la automatización de contenidos dudosos (bots) y penalizar las cuentas desde donde se realiza, sin entrar en contenidos que colocaría sus iniciativas en el campo de la restricción de la libertad de expresión. 

A finales de 2018 la Unión Europea aprobó un Plan de Acción para contrarrestar la desinformación[7], con el que pretendía dar una respuesta coordinada mediante cuatro claves: mejorar las herramientas para detectar la desinformación; impulsar un trabajo conjunto entre la UE y los países miembros (un sistema de alerta rápida); conseguir que el sector privado actuara contra la desinformación; y sensibilizar a la sociedad contra este problema, apoyando iniciativas de verificación y contraste de datos. 

En junio de 2019 la Comisión y la Alta Representante Mogherini elaboran un informe sobre los progresos realizados en la lucha contra la desinformación y las principales conclusiones extraídas tras las elecciones europeas[8], momento en el que declaraba que “aunque todavía es muy pronto para extraer conclusiones definitivas sobre el grado de desinformación y su impacto en las recientes elecciones al Parlamento Europeo, es evidente que las medidas adoptadas por la UE –en colaboración con numerosos periodistas, verificadores de información, plataformas, autoridades nacionales, investigadores y la sociedad civil– han contribuido a disuadir los ataques y a sacar a la luz los intentos de interferir en nuestros procesos democráticos. La mayor concienciación del público dificultó a los agentes malintencionados manipular el debate público”. 

El resultado práctico de todo este proceso es que se obligó a las plataformas digitales a elaborar informes periódicos con las actuaciones que cada una de ellas hacía principalmente en los ámbitos de aclarar las campañas de contenido político en su publicidad y la eliminación de cuentas y procesos automatizados, alcanzándose un clima de colaboración bastante aceptable. 

Finalmente en octubre de 2019 se difundió un balance anual sobre el desarrollo del Plan de Acción contra la Desinformación[9]; Facebook, Google, Microsoft, Mozilla, Twitter y siete asociaciones comerciales europeas presentaron sus informes de evaluación con arreglo al Código de buenas prácticas en materia de desinformación. 

La Comisión admite avances de las plataformas, detecta lagunas en cuanto a alfabetización mediática del ciudadano e investigación, anuncia la presentación a principios de 2020 de un informe exhaustivo sobre el asunto (no realizado probablemente por la crisis del coronavirus) y vuelve a amenazar con proponer nuevas medidas, incluidas las de carácter normativo. 

Por otra parte, la Unión Europea (léase Comisión) cuenta desde 2015 con un grupo de trabajo encargado de recopilar bulos con un enfoque geográfico centrado en Rusia, por medios que se vinculan a su Gobierno y su presencia mediática en países de la Europa oriental principalmente. 

Para el objetivo de este artículo sinteticemos en que la Unión Europea ha situado el fenómeno de la desinformación en el ámbito de las plataformas digitales, y en el apartado más político y de opinión pública, la Unión liga directamente la desinformación con Rusia, a través de un servicio –enmarcado en el aparato diplomático actualmente bajo la autoridad de Josep Borrell- con dos docenas de empleados y cinco millones de presupuesto que se encarga de recopilar noticias falsas que aparentemente proceden y benefician al Gobierno ruso. La UE ha situado el fenómeno de la desinformación en el plano de la política exterior, de la competencia geopolítica con Rusia; y en el de la competencia tecnológica y empresarial en el ecosistema digital; no en el plano de la comunicación, de la alfabetización digital, de la formación, del medio y largo plazo, precisamente el campo de actuación con mayor posibilidades de avance o de interés ciudadano. 

La respuesta europea a la desinformación poco ha tenido que ver por tanto con la información o la comunicación. 

La desinformación, no solo la circulación de contenidos engañosos, sino el alarmismo con el fenómeno, han reaparecido con la crisis del coronavirus tras haber sufrido un descenso muy acusado tras las elecciones al Parlamento Europeo y diversas convocatorias nacionales, en las que el problema había tenido una presencia residual. 

El regreso de la desinformación con la covid-19 parece más un recurso para intentar identificar la crisis con amenazas ya conocidas en el pasado, debido a la dificultad de visualizar el enemigo en un virus, que un resurgimiento de un problema geopolítico o de seguridad nunca certificado en los niveles de letalidad que se trasladan. 

Siguiendo a Daniel Innerarity, catedrático de Filosofía Política en la Universidad del País Vasco, “protejámonos de los instrumentos a través de los cuales pretendemos protegernos frente a la mentira”. Sugiere este investigador que “el combate contra la falsedad solo puede librarse en un entorno de pluralismo garantizado”, porque “la clave es el conflicto de distintas versiones, no la imposición de una ‘descripción correcta’ de la realidad”[10]

4. Participación política y crisis de confianza 


Dubravka Šuica, vicepresidenta de la Comisión Europea responsable de Democracia y Demografía, declaraba el 22 de enero de 2020, en la presentación del documento de la Comisión sobre la Conferencia: “Debemos aprovechar el impulso dado por la alta participación en las últimas elecciones europeas y el llamamiento a la acción que entraña. La Conferencia sobre el Futuro de Europa es una oportunidad única para reflexionar y dialogar con los ciudadanos, escucharlos y ofrecerles respuestas y explicaciones. Reforzaremos la relación de confianza existente entre las instituciones de la UE y los ciudadanos para los que trabajamos. Esta es nuestra oportunidad para demostrar a la ciudadanía que su voz cuenta en Europa” (cursiva del autor). 

En este párrafo está la voluntad permanente de la política de conocer al ciudadano, más allá de métodos tradicionales como hablar con el quiosquero o el conductor del taxi (una muestra sociológica algo corta), la necesidad de mejorar los canales de participación, el objetivo complicado de escuchar, y además ofrecer respuestas; y una de las claves de esta Conferencia sobre el Futuro de Europa: que sea útil para reforzar la relación de confianza entre los europeos y sus instituciones. 

La participación política en la Unión Europea está fijada en la actualidad por una serie de instrumentos que canalizan la opinión de los ciudadanos; el primero de ellos, las elecciones al Parlamento Europeo, iniciativa que arranca en 1979 por sufragio universal, por lo que el proyecto europeo siempre resulta interesante recordar que no contaba con este mecanismo durante la mitad de su recorrido. Existen asimismo otros mecanismos de participación como las consultas públicas, las iniciativas ciudadanas, entre otras; más los instrumentos de consulta demoscópica encabezados por los eurobarómetros. 

Precisamente el eurobarómetro elaborado en noviembre de 2019[11] mostraba que el 83% de los encuestados quieren que la voz de los ciudadanos sea tenida más en cuenta en las decisiones de la UE en el futuro. 

A su vez el 45% de los ciudadanos de la UE estaba de acuerdo en que su voz cuenta en la UE (España sube al 54%), por lo que la mitad de los encuestados piensan lo contrario, después de una fuerte disminución de 11 puntos en comparación con el eurobarómetro estándar de primavera de 2019 (realizado justo después de las elecciones europeas). 

En relación con las elecciones al Parlamento Europeo, la última convocatoria de mayo de 2019 se cerró con un balance positivo de participación, unos resultados que no confirmaron las previsiones más catastrofistas de abstención mayoritaria y respaldo a partidos de ultra derecha; con alguna que otra sombra como las listas electorales o los programas que no acabaron de ser supranacionales o el compromiso no cumplido de que el presidente de la Comisión fuera el cabeza de la lista más votada. 

Sobre el reto de mejorar la participación política de los europeos, a la altura de la primavera de 2020 parecen superados parcialmente los fantasmas de la democracia directa, siempre con la pesada carga de los referenda que tumbaron la Constitución europea o del bréxit; y bastante reducido otro fantasma, el tecnológico, que supuestamente haría superfluos los mediadores, sean periodistas o europarlamentarios. 

Cómo participar en la elaboración de las políticas europeas[12], se puede preguntar el ciudadano. 

Por una parte se encuentra la llamada Iniciativa Ciudadana Europea, con la que se puede pedir a la Comisión Europea que proponga legislación. La petición debe ir firmada por un mínimo de un millón de ciudadanos de al menos una cuarta parte de los países miembros de la UE (esto es, en la actualidad, siete países), en un plazo de doce meses. A partir de enero de 2020 se aplican nuevas normas que hacen más accesible la iniciativa ciudadana europea”, informa el Parlamento Europeo[13]

“Desde que comenzó a aplicarse un Reglamento 2011 que estableció de forma pormenorizada los procedimientos de la iniciativa ciudadana europea, cuatro iniciativas han cumplido los requisitos para ser presentadas ante la Comisión (Right2Water, Uno de nosotros, Stop Vivisection y Prohibición del Glifosato). 

La iniciativa ciudadana “El derecho al agua y el saneamiento como derecho humano ¡El agua no es un bien comercial, sino un bien público!”, fue validada en diciembre de 2013 y recibió apoyos fundamentalmente desde Alemania. Se invitaba a la Comisión Europea a presentar una propuesta legislativa para la implementación del derecho humano al agua y el saneamiento reconocido por la ONU y a promover el suministro de agua y el saneamiento como servicios públicos esenciales para todos. 

Por su parte, la iniciativa “Uno de nosotros”, perseguía “la protección jurídica de la dignidad, del derecho a la vida y de la integridad de todo ser humano desde la concepción”. Añadía su planteamiento que “para asegurar la coherencia en las áreas de su competencia, en las cuales está en juego la vida del embrión humano, la UE debe establecer una prohibición y poner fin a la financiación de actividades que suponen la destrucción de embriones humanos, en particular en los ámbitos de investigación, ayuda al desarrollo y salud pública”. Esta iniciativa fue validada en febrero de 2014 y recibió la mayor parte de sus apoyos desde Italia, Polonia y España. 

En cuanto a la iniciativa ciudadana bajo el título “Stop Vivisection”, fue validada en marzo de 2015 y proponía un marco legislativo dirigido a la abolición de la experimentación animal en la Unión Europea, acumulando respaldo en firmas principalmente desde Italia, Alemania y Francia 

“Prohibición del glifosato y protección de las personas y del medio ambiente frente a los pesticidas tóxicos” es el nombre de la iniciativa ciudadana validada en octubre 2017, con gran cantidad de apoyos de Alemania, Reino Unido, Italia, en la que apelaba a la Comisión Europea “para que proponga a los Estados miembros la prohibición del glifosato, la reforma del procedimiento de aprobación de pesticidas y el establecimiento de objetivos de reducción del empleo de pesticidas de carácter vinculante en toda la UE”. 

Además de las cuatro anteriores en nueve años de iniciativa, han conseguido recientemente el apoyo popular imprescindible otras dos, pendientes de que la Comisión actúe en consecuencia. 

Entre junio de 2017 y 2018 se han recibido más de un millón de apoyos a una iniciativa bajo el título “Detener el extremismo”, que se encuentra en abril de 2020 en proceso de verificación[14]. “Hemos apelado a la Comisión Europea para que elabore un proyecto de ley para prevenir y reducir las consecuencias negativas del extremismo, particularmente en el Mercado Único”, dice la declaración de intenciones de una iniciativa que ha encontrado firmas ciudadanas principalmente de Italia, Dinamarca y Alemania, con 42 heroicos españoles también apoyando. 

“Minority SafePack – Un millón de firmas a favor de la diversidad en Europa” ha sido validada en enero de 2020, con el loable objetivo de que la UE “mejore la protección de las personas pertenecientes a minorías nacionales y lingüísticas y refuerce la diversidad cultural y lingüística de la Unión”. La mitad de los apoyos proceden de Hungría y Rumanía, y no son pocos las 42.000 firmas desde España. 

Además de las anteriores son decenas las iniciativas que no han logrado cumplir los exigentes requisitos de apoyo popular. Por ejemplo, la iniciativa “Respeto del Estado de Derecho en la Unión Europea”, entre abril de 2019 y 2020, impulsada por miembros del Movimiento Europeo desde Italia, no ha conseguido las firmas necesarias. 

No es exagerado concluir en cualquier caso que la fórmula de la iniciativa ciudadana europea presenta un balance modesto en participación y resultados. 

El mecanismo de la consultas públicas por su parte permite opinar sobre el alcance, las prioridades y el valor añadido de la actuación de la UE en materia de nuevas iniciativas o de evaluación de las políticas y leyes vigentes. Se trata de un método valorativo, más que el cuantitativo de los estudios demoscópicos tradicionales, para conocer la opinión pública sobre una iniciativa. Las consultas se realizan mediante cuestionarios elaborados para cada caso y públicas permanecen abiertas durante un periodo de hasta 12 semanas. 

En tiempos de la inmediatez digital, de la aceleración también de los tiempos políticos, no parece que el futuro de la participación política vaya a descansar en estos mecanismos lentos y herederos de un parlamentarismo añejo. La realidad es que suelen encontrar apoyo entre las minorías nacionales familiarizadas con los instrumentos comunitarios y dependen en gran medida de la capacidad de los impulsores. 

Con las limitaciones vistas de este tipo de vías de participación política, sin embargo, es de interés reconocer que la gran crisis iniciada en 2008 ha incentivado o amparado una politización de los asuntos europeos a niveles no alcanzados a comienzos de siglo con los debates en torno a la Constitución no nacida de la Unión Europea. 

Durante la década de crisis se ha debatido sobre instrumentos, medidas y eficacia, y pasados los peores efectos se ha mantenido el debate público sobre la Unión, alimentado también por el bréxit y sus consecuencias. 

El proyecto europeo ha demostrado ser más fuerte que sus detractores, aunque debe superar también el voluntarismo acrítico de muchos de sus defensores, partidarios de un super-Estado federal o simplemente de más Europa, sin especificar en qué sentido el crecimiento. 

Más allá de haber logrado el mayor periodo histórico de paz entre sus países, “si quiere recuperar su aceptación popular, lo que los ciudadanos tienen derecho a esperar de la Unión Europea debe tener un contenido bien distinto. Se refiere fundamentalmente a un tipo de protección social en un mundo globalizado en el que la economía aparece como una realidad desbocada y que los estados no están en condiciones de proporcionar”, defiende Daniel Innerarity. 

El déficit democrático, o la necesidad de mejorar la participación ciudadana en un proceso político, difícilmente llegará por la vía de convertir el Parlamento Europeo en un superparlamento nacional, aquejados en cada uno de los 27 países de no pocos problemas. 

En su “Informe sobre la ciudadanía de la UE 2017. Fortaleciendo los derechos de los ciudadanos en una Unión de cambio democrático”[15], la Comisión se planteaba “animar a los ciudadanos, incluidos los jóvenes europeos, a participar más y de forma más eficaz en la vida democrática de nuestra Unión”. 

Entre las conclusiones se afirmaba que “el trabajo de la Comisión en cuanto a ciudadanía de la Unión seguirá centrándose en los ámbitos fundamentales que afectan de manera más directa al bienestar de los ciudadanos europeos: capacitándolos por medio de información, asesoramiento y participación democrática; protegiéndolos, garantizándoles la igualdad de trato en la UE y prestándoles apoyo directo; y facilitándoles las cosas en su rutina diaria mediante un acceso en línea sencillo a información, servicios de asistencia y solución de problemas y procedimientos en línea, la reducción de los trámites administrativos, la protección como consumidores, trabajadores y estudiantes y la eliminación de otros obstáculos para el disfrute de sus derechos”. Ambiciosos objetivos políticos y muy concretos y específicos resultados, desequilibrio entre expectativas y consecuencias, entre lenguaje eufórico y realidad práctica. 

Siempre es aconsejable además calibrar el alto nivel de expectativas que se lanzan al ciudadano en un proceso como el de la Conferencia sobre el Futuro de Europa, con dos años de recorrido, multitud de foros y encuentros, largas relaciones de propuestas que será complicado, como se anuncia, que se traduzcan en leyes y políticas concretas. 

La democracia es un proceso continuado que no suele descansar exclusivamente en momentos constituyentes cada cinco o diez años, como a menudo se interpreta la marcha del proceso político en la UE. 

La mejora de la participación ciudadana más una visión a largo plazo son elementos en cualquier caso positivos para fortalecer un proceso cooperativo que vaya trabajosamente conectando y aprovechando piezas, porque el conocimiento, la inteligencia, el poder, están repartidos por toda la Unión y en cada una de las sociedades que la componen. 

5. La UE como referencia de información y debate político 


La UE está en condiciones de plantear al ciudadano europeo elementos suficientes para despejar la niebla de la desinformación: información rigurosa, informes y análisis contrastados, debates políticos mesurados pues la dinámica política de la UE fuerza una negociación orientada al consenso, a alcanzar acuerdos entre grupos políticos diferentes; entre fuerzas parlamentarias, entre Gobiernos nacionales, entre departamentos de la Comisión, entre cuadros técnicos y políticos. 

"La multiplicación de actores, intereses e instancias de gobernanza equilibra el ejercicio del poder y dificulta la imposición unilateral", defiende Innerarity, para quien la construcción de la voluntad general no puede ser hoy sino "un compromiso entre diferentes". 

En este sentido, existen pocos espacios políticos como Europa que ejemplifiquen lo que significa una democracia compleja, poco dada a las simplificaciones, y donde se hace imprescindible articular la interdependencia, la multiciplicidad de agentes y factores de legitimación, la movilización del conocimiento. Se trataría de preservar la complejidad y gestionarla, no de suprimirla. 

La sociedad civil organizada, no ligada a la defensa de intereses económicos o sectoriales, puede desempeñar una función valiosa en el doble sentido de trasladar las inquietudes ciudadanas a las instituciones comunitarias; y -de vuelta- la realidad comunitaria a las opiniones públicas nacionales. 

La iniciativa de celebrar una Conferencia sobre el Futuro de Europa puede ser un mecanismo que apueste por la complejidad y diversidad de la realidad europea, lo contrario al populismo y los mensajes simples; que trabaje desde las interdependencias, las soberanías compartidas que vive el ciudadano en su realidad diaria, los riesgos y oportunidades comunes que compartimos como europeos. 

Los responsables políticos de las instituciones europeas tienen necesidad de escucha y explicación, según dice, pues habrá que escuchar, y explicarse. 

El reto sería trasladar e implicar al ciudadano en la complejidad del proyecto europeo. La fortaleza de la UE es su diversidad y la novedad de un proyecto político que mal se explica reproduciendo esquemas de funcionamiento nacionales, la UE como un gran Estado o como un gran zoco donde se pelean los Estados miembros. 

Y es un gran engranaje que en su funcionamiento produce información rigurosa que resulta especialmente necesaria en tiempos de desinformación, de profusión de contenidos de info-entretenimiento y escasez de fuentes de referencia fiables.

Como cualquier proyecto político la Unión Europea necesita la implicación ciudadana, que no es irreversible ni imprescindible, es una gran idea que hay que seguir trabajando; advertencia trasladable a la información, la comunicación y la participación, son procesos que requieren la implicación del interesado de forma constante, que nunca se pueden dar por concluidos, tampoco cuando acabe la Conferencia sobre el Futuro de Europa. 


NOTAS 

[1] Sobre la imposición del relato en comunicación política, véase Christian Salmon, “Storytelling. La máquina de fabricar historias y formatear las mentes", Editorial Península, 2008. Comentario del autor en artículo “Empacho de relato”, disponible en https://www.contextoseideas.com/2020/02/empacho-de-relato.html (consultado el 27.4.2020). 

[2] Hernández Ruiz, Marta, La Unión Europea en los medios de comunicación españoles: estudio de primer nivel de la teoría de la Agenda Setting, Pamplona, Aranzadi, 2019. 

[3] Innerarity, Daniel, La democracia en Europa, Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2017. 

[4] Documento de Ursula von der Leyen bajo el título “Orientaciones políticas para la próxima Comisión Europea 2019-2024. Una Unión que se esfuerza por lograr más resultados. Mi agenda para Europa”, julio de 2019. Accesible en https://ec.europa.eu/commission/sites/beta-political/files/political-guidelines-next-commission_es.pdf (consultado el 19.4.2020).

[5] “Citizens' dialogues and citizens' consultations. Key conclusions”, document de 30.4.2019 accesible en https://ec.europa.eu/commission/sites/beta-political/files/euco-sibiu-citizensdialogues_en.pdf (consultado el 26.4.2020). 


[7] “Comunicación Conjunta al Parlamento Europeo, al Consejo Europeo, al Consejo, al Comité Económico y Social Europeo y al Comité de las Regiones. Plan de Acción contra la desinformación, documento de 5.12.2018, accesible en español en https://eur-lex.europa.eu/legal-content/ES/TXT/PDF/?uri=CELEX:52018JC0036&from=EN (consultado el 26.4.2020). 


[9] “El código de buenas prácticas contra la desinformación cumple un año: las plataformas en línea presentan informes de autoevaluación”, nota de 29.10.2019, accesible en https://ec.europa.eu/commission/presscorner/detail/es/STATEMENT_19_6166 (consultado el 26.4.2020). 

[10] Innerarity, Daniel, “La democracia como interpretación”, en El País, 9 de mayo de 2018. Accesible en https://elpais.com/elpais/2018/05/08/opinion/1525790580_635517.html (consultado el 10.4.2020).



[12] Información disponible en https://europa.eu/european-union/about-eu/eu-citizenship_es (consultado el 24.4.2020). 

[13] Información sobre el tema del Parlamento Europeo en https://www.europarl.europa.eu/factsheets/es/sheet/149/la-iniciativa-ciudadana-europea (consultado el 24.4.2020). 




BIBLIOGRAFÍA


Comisión Europea

Hernández Ruiz, Marta, La Unión Europea en los medios de comunicación españoles: estudio de primer nivel de la teoría de la Agenda Setting, Pamplona, Aranzadi, 2019. 


Innerarity, Daniel, La democracia en Europa, Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2017. 


Parlamento Europeo

Penedo Cobo, Carlos