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martes, 3 de abril de 2018

Lo que el comercio de armas ha unido...

Columna de opinión publicada también en Estrella Digital.
Entre las muchas crisis vividas en la última década hubo una llamada de deuda, los países no tenían credibilidad ante los mercados financieros, y en aquella situación pues el responsable de un fondo de inversiones digamos de jubilados norteamericanos se sentaba frente a un presidente del Gobierno europeo en posición de fuerza. Nunca sabremos qué pesaba más por su parte en la negociación, si eran los pensionistas, la rentabilidad de la inversión o su futuro como gestor de grandes fondos.
Segundo elemento para crear ambiente: cualquier Administración pública recibe con los brazos abiertos a unos inversores decididos a poner en marcha un proyecto empresarial supongamos de 30 millones de euros que requerirá para rentabilizarse de cien puestos de trabajo (el empleo es siempre un efecto secundario), se le concederán subvenciones hasta el límite legal y presupuestario, se facilitarán trámites urbanísticos y laborales, porque es potencialmente beneficioso, se crea empleo y actividad económica que genera impuestos.
Hasta aquí tenemos la obviedad del poder financiero y empresarial sobre el poder político, aunque es muy raro que la relación sea conflictiva sino de colaboración y de interés compartido, salvo casos extremos, quizá aquél de la deuda a comienzos de la década. La enfermedad de la relación se llama puertas giratorias, que siembra la sospecha sobre decisiones pasadas.
Por lógica lo anterior es de aplicación a un sector industrial potente como el formado por las empresas tecnológicas de defensa, aeronáutica y espacio, como se autodenominan. Y por lógica cuánto más poderosa sea la industria militar en un país pues más pesará sobre las decisiones que toman sus responsables políticos y los socios comerciales que eligen, pensemos en EEUU.
Concretando, España es el séptimo exportador mundial de armamento, en datos de los últimos cinco años acumulados en los informes del think tank sueco Sipri. Siguiendo esta fuente, el comercio internacional de armamento se ha incrementado entre 2013 y 2017 un 10%; en el mismo periodo, las exportaciones españolas han crecido un 12%, principalmente a Australia, Turquía y Arabia Saudí.
España, que es la 14 economía del mundo en tamaño, adelanta en venta de armamento a países que nos superan en PIB como Japón, India, Brasil, Italia, Canadá, Corea del Sur o Australia.
Un lugar muy honroso el séptimo, que como todo tiene matices, porque los países no exportan sino que lo hacen empresas, y en el caso español esas empresas, las principales, o son públicas (Navantia), están participadas por el Estado (Indra) o son un consorcio europeo con participación pública (Airbus). Otras empresas privadas dependen en su exitosa trayectoria de programas públicos, porque el mundo de la defensa se juega más en los pasillos de los ministerios que en la opinión ciudadana, de ahí el limitado interés que muestran por la comunicación convencional o que se anuncien 10.000 millones en programas de armamento con los jubilados en la calle de manifestación.
Lo de las empresas públicas merecería un capítulo propio, suelen ocupar una zona gris donde los gestores más avispados sobreviven a cambios de Gobierno, son ajenos a las consecuencias de errores gigantescos de gestión (submarino S80; también hay aciertos, como los tanqueros que Airbus fabrica en España), viven lo mejor de los dos mundos público y privado sin compromiso con ninguno.
Concretando más, España vende al extranjero sobre todo plataformas navales y plataformas aéreas (pocos países pueden fabricar barcos y aviones), que integran luego tecnología de otros orígenes, también española, pero mucha norteamericana y del resto de Europa (entre ella del Reino Unido, ¿tendrá aranceles en un par de años?).
A nivel mundial, ¿quién vende?
Un tercio de las exportaciones mundiales de armamento proceden de EEUU, con un espectacular crecimiento del 25% en el último lustro, y de esa nacionalidad son siete de las diez primera empresas en este sector por ventas, encabezadas por Lockheed Martin, Boeing y Raytheon. EEUU vende a Arabia Saudí, Emiratos Árabes y Austria, que encabezan una larga relación de 98 Estados con los que hizo negocio en ese periodo.
EEUU exporta el doble de armamento que el segundo clasificado, Rusia, con tasas negativas en el último lustro, que vende a India, China y Viet Nam.
Siguiendo con la clasificación de principales vendedores y sus clientes primeros, Francia es el tercer exportador mundial de armamento que se dirige a Egipto, China e India; sigue Alemania, que tiene como clientes más potentes a Corea del Sur, Grecia e Israel; China vende mucho a Pakistán, Bangladesh y Argelia; y Reino Unido a Arabia Saudí, Omán e Indonesia. Y luego España, séptima, con matrimonios comerciales muy estables.
¿Quién compra?
Aún más ilustrativo de cómo está el mundo es quién compra armamento, y destacan dos áreas que destinan ingentes recursos a estas mercancías, el subcontinente indio y Oriente Próximo.
India es el primer comprador mundial de armamento y Pakistán el noveno; Arabia Saudí es el segundo importador planetario, seguido de Egipto (ambos han triplicado su compra de armas en un lustro) y Emiratos. Fin de la cita.
El peso de la industria de defensa se percibe en decisiones de política industrial, innovación y desarrollo tecnológico, empleo, político exterior y despliegues militares, también sobre equipamiento de las Fuerzas Armadas. No es el único elemento en juego, pero cuanto menor criterio propio o fuerza tenga el responsable político, mayor éxito tendrán los que defienden intereses privados o corporativos. Las simbiosis raramente benefician por igual a las dos partes.
Como sucede con las hipotecas y las parejas de humanos, las relaciones que genera el comercio de armamento son mucho más fuertes que cualquier alianza civil o religiosa. Sólo así se explica que Grecia haya seguido comprando armamento a Alemania en los últimos años de crisis, por ejemplo; y en este contexto si las mujeres saudíes conducen hoy o el año que viene, si lo hicieron hasta 1978 o lo harán en 2078, pues nada tiene que ver con las relaciones comerciales. Universos paralelos.
Algún especialista sugiere que las redes de poder que nos parecen censurables hay que intentar desactivarlas, y crear otras alternativas.

Sugerencias

  • El heredero saudí firmará en Madrid la compra de cinco corbetas por 2.000 millones (El País.com, 5-4-2018).
  • La Armada se enreda, con relativo éxito (Blog Contextos, 24-10-2016).



lunes, 24 de octubre de 2016

La Armada se enreda, con relativo éxito

Columna de opinión publicada también en Estrella Digital.
En esta modernidad que los sociólogos califican de líquida, la Armada navega razonablemente bien; con luces y también algunas sombras.
En los primeros días de enero de 2017 España enviará su buque de guerra más avanzado y moderno, la fragata F-105 Cristóbal Colón, nada menos que a las antípodas, donde permanecerá hasta agosto alquilada a la marina australiana, incluidos sus 200 tripulantes, en un acuerdo entre armadas del que poco sabemos ni ha sido autorizado por el Parlamento ya que no se trata de una participación militar en el exterior al uso. Al parecer, el presupuesto australiano pagará el gasoil, que en expresión del almirantazgo es "mantener su operatividad a coste cero".
La fragata entró en servicio en la Armada en octubre de 2012 tras cinco años de trabajos en los astilleros de Navantia en Ferrol, con un coste de construcción de 800 millones de euros, y cuenta con el sistema de armas Aegis, fabricado por la norteamericana Lockheed Martin, tan avanzado que casi es capaz de integrarse en el escudo antimisiles de EEUU con base en Rota, lo sería en caso de necesidad.
El despliegue de la fragata en Australia, fuera de casa durante ocho meses, no es una novedad absoluta. Durante todo el año 2013 el Ministerio de Defensa permitió o bendijo que la Armada desplegara en el mismo país el buque de aprovisionamieno de combate Cantabria: se trata de un tremendo buque logístico, 170 metros de largo, puede almacenar en su interior líquidos equivalente en volumen a 10 piscinas olímpicas, construido en los astilleros de Navantia en Puerto Real (Cádiz), entró en servicio en 2010 y costó 300 millones de euros.
Un tercer ejemplo de lo que ya es una costumbre se refiere al Patiño, buque antecessor del Cantabria, que estuvo desplegado en Canadá a comienzos de año y en septiembre ha vuelto para allá para integrarse en la Marina Real Canadiense hasta fin de año.
Junto a aquello de mantener la operatividad (la crisis ha reducido días de mar y maniobras), sobrevuela en estos casos los intereses comerciales de Navantia en esos dos países, con concursos en marcha para modernizar su flota.
Una primera interpretación de los casos anteriores ofrece una imagen nada favorable para la Armada, las Fuerzas Armadas en general y el Ministerio de Defensa que las dirige: despilfarro en equipamiento no necesario para nuestra defensa, connivencia entre medios públicos e industria (pública y privada), utilización del equipamiento militar con objetivos de promoción comercial, claro agujero en el planeamiento militar de las capacidades que permite la ausencia durante un año de su principal buque logístico y ocho meses su más moderna fragata, con lo que se deduce que no eran necesarios o que se desprotege la seguridad nacional.
La segunda interpretación suele ser mucho más fina y más benévola.
La modernidad es líquida y el poder se distribuye en redes.
En este sentido hay que recocer la habilidad de la Armada durante las últimas décadas para lograr integrarse, forma parte y aportar valor a dos redes mundiales de influencia.
La primera de ellas es política: la alianza anglosajona, que espía y combate unida. Como ejemplo, los pilotos de caza de la Armada se forman durante dos años en EEUU, no en Talavera la Real (Badajoz), como los pilotos de caza del Ejército del Aire.
La segunda de las redes en la que la Armada forma un nodo importante es la industrial.
Tradicionalmente los tres ejércitos de nuestras Fuerzas Armadas han tenido una relación simbiótica con una empresa pública: la Armada con Navantia, el ejército de Tierra con Santa Bárbara y el Aire con CASA, que sólo se mantiene en el primer caso, tras la privatización de Santa Bárbara y su venta a la norteamericana General Dynamics y la integración de CASA en la multinacional europea Airbus.
La asociación industrial de la Armada con Navantia lo es también con industria norteamericana que integra los equipos de mayor valor añadido de los buques salidos de astilleros españoles. La venta por Navantia de fragatas a Noruega o Australia extiende la red y potencia el nodo español del que forma parte la Armada.
Esta orientación anglobáltica de la parte naval de las Fuerzas Armadas podría explicar incluso el divorcio de Navantia de su pareja francesa DCNS para poner en marcha el proyecto fallido de submarino S-80, con graves fallos de diseño, enorme desfase económico, programa aparentemente reflotado gracias a una asistencia técnica norteamericana.
La Armada mira y se relaciona estrechamente con EEUU, sus aliados anglos y también con la OTAN, alianza principalmente marítima que lleva la A del Atlántico donde estaban llamadas a operar las cinco fragatas antisubmarinos soviéticos con los que contamos; que hoy se integran naturalmente en agrupaciones navales de la OTAN en el cuerno de África, donde ya no hay piratas; en el Mediterráneo, donde son mal instrumento para atender el flujo de refugiados; en el conflictivo mar Negro (que baña Crimea y Ucrania) y hasta en el crecientemente peligroso mar del Norte, donde navega en este momento la F-102 que ha tomado al relevo a la F-104 tras cuatro meses en esas aguas fronterizas con Rusia; todo lo anterior sin autorización del Parlamento, requisito no obligatorio aunque afecte durante meses a cientos de militares españoles en el exterior.
Como contraste, el referente tanto político como industrial para el ejército del Aire es Europa, aunque la Airbus de clara influencia francesa y alemana supone una relación más débil que la de la Armada con Navantia.
La autonomía estratégica de la Armada con su inclusión en dos redes de poder internacionales ha sido una decisión mantenida en el tiempo y beneficiosa para la defensa de sus intereses. La pregunta es si su apuesta internacional e industrial es complementaria con la del resto de las Fuerzas Armadas y el Ministerio de Defensa o independiente.
Reconocida la capacidad de influir, también surge la cuestión de si se considera prioritario extender la voluntad de trabajarse una tercera red, la que comunica lo militar con el ciudadano, fuente este último de toda legitimidad y hasta en ocasiones de legalidad.
El poder y el ciudadano no pueden ya vivir en mundos paralelos, comunicados en red y con la capacidad creciente de emitir mensajes por parte de quien antes solo los recibía.
El poder moderno se ejerce en los medios de comunicación, es su terreno de juego.

Sugerencias