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lunes, 14 de febrero de 2022

Preguntas sobre Defensa

Artículo publicado también en Blog IDAPS.

La seguridad, la defensa, los asuntos militares revisten tanta importancia que muy a menudo las decisiones y actuaciones pierden el contacto con el ciudadano defendido -a veces incluso con el país protegido-, se desconoce qué opina y cuáles son sus inquietudes, como mucho se critica a ciudadanos y sociedad por su desconocimiento de los asuntos geoestratégicos, se echa en falta una sociedad con el sentimiento patriótico de la República Popular Socialista de Albania de Enver Hoxha (1946-1992), la querencia hacia el himno nacional de los franceses con la Marsellesa (ligada al antifascismo y al cine, todo sea dicho); no logra comprender mucho especialista cómo es posible que los españoles no planten mástil y bandera en el jardín como hacen nuestros aliados norteamericanos, o en la maceta del balcón de su piso; no se entiende que el ciudadano no respalde acríticamente, sin debate público ni información, el multimillonario presupuesto destinado a seguridad interior y exterior.

Afortunadamente traemos aquí una excepción. La Fundación Alternativas ha presentado este mes de enero el estudio ‘¿Qué amenazas enfrenta la seguridad de España y quién la protege? Cultura de la defensa en España’, en el marco de una colaboración estable con el Ministerio de Defensa y realizada por la empresa 40db que dirige la socióloga Belén Barreiro, quien fue presidenta del Centro de Investigaciones Sociológicas allá al comienzo de siglo, por su segundo lustro. Esta encuesta se realizó entre diciembre de 2021 y enero de 2022, entrevistas asistidas por ordenador a 800 ciudadanos.

La encuesta es novedosa por existir y por su contenido.

Uno de los asuntos que los encuestadores destacan de la investigación es que seis de cada diez españoles se consideran poco o nada informados sobre asuntos de defensa y de seguridad nacional. Este grupo poblacional representa el 61,4% de la ciudadanía, mientras que el 36,7% opina estar bastante (31,2%) o muy (5,5%) informado en este apartado. Las mismas cifras se pueden interpretar en sentido contrario, que más de un tercio de los españoles se considera informado y por tanto interesado sobre asuntos de defensa (la información a uno le llega, y también se busca si le interesa), porcentaje similar al de población que en otros estudios aparece como interesada e informada sobre asuntos internacionales y política exterior, lo que supone una parte de la ciudadanía bastante considerable.

En cuanto al contenido, cabe interpretar -entre otros muchos- tres aspectos de la percepción ciudadana y la cultura de defensa en España: europeísmo, transversalidad de las amenazas y diversidad de enfoques.

Europeísmo

En lo que se refiere a las instituciones, una cuarta parte de los ciudadanos (24,9%) opina que la UE es el organismo con más capacidad de protección frente a las amenazas, con un 39% ente los jóvenes de 18 a 24 años y un 34,7% entre los de 25 a 34 años; mientras que la OTAN obtiene un 17,8% de las respuestas y los recursos exclusivamente nacionales alcanzan un 12,6%.

Existe un amplio apoyo a la creación de una brigada común europea (First Entry Force): dos tercios están a favor. En la misma línea, una mayoría amplia (68,1%) se muestra a favor de la idea de una mayor autonomía estratégica de la UE con respecto a EEUU. Asimismo, un 74,4% está de acuerdo con que España abogue por una Europa de la defensa.

Transversalidad

Los riesgos y amenazas saltan las fronteras de los organismos clásicos destinados a estos menesteres e incluso en ámbitos tradicionales ya no pueden actuar en solitario.

Entre las principales amenazas para la seguridad de España, la propagación de enfermedades infecciosas ocupa el primer lugar, con un 44,4%, seguida del terrorismo internacional (42%); el cambio climático y los desastres naturales (40,8); los ciberataques a sistemas (32,8%); los flujos migratorios (31%); y la desinformación y la polarización política a nivel nacional. El poder y la influencia de Rusia y Estados Unidos no son percibidos por los españoles como una amenaza, ya que menos del 6% así lo considera.

En lo que respecta a los actores internacionales, más de la mitad de los encuestados (53,5%) cree que el ISIS y los grupos yihadistas del Sahel representan un riesgo alto para España. Sobre una hipotética amenaza de China, el 20,2% ve un riesgo alto; el 33,9% medio; el 33,3% bajo. Acerca de los países del norte de África, el 40,6% de los encuestados cree que el riesgo de sufrir un ataque procedente de esa zona es medio; el 25,5% bajo y el 21,4% alto. Si la ofensiva llegara desde Rusia, el 37,4% ve un riesgo medio, mientras que un 19,7% opina que es alto y un 29,1% bajo. Por su parte, un supuesto ataque de Estados Unidos a España se valora en la encuesta con 55,3% de riesgo bajo, 22,8% medio, y tan sólo el 9,5% ve un riesgo alto.

Diversidad

Destaca en la encuesta la diferente opinión del ciudadano que se sitúa a izquierda o derecha, con lo que se percibe claramente que como cualquier otra política pública, existe variedad de visiones y opiniones sobre seguridad y defensa, diversidad en el enfoque por supuesto ideológica, también generacional e incluso entre mujeres y hombres. 

Sobre amenazas, los desastres naturales preocupan a una amplia mayoría de votantes de UP (el triple que a los simpatizantes de la derecha extrema). Por su parte, los votantes de VOX se muestran muy sensibilizados hacia la hipotética amenaza que proceda de los flujos migratorios o de países del norte de África y la zona al sur del Sáhara.

Que se reclame como política de Estado un área de la actuación del Gobierno, sea la Exterior, Defensa u otra, puede tener dos explicaciones: que estemos haciendo frente a una emergencia nacional y se requiera unidad de acción (conflicto armado con un vecino; o imaginemos una situación disparatada como una pandemia que llegara hasta a la reclusión de los españoles en sus casas), en cuyo caso podría estar justificada; o la segunda opción, que se exija unanimidad para aislar al discrepante. 

La realidad es diversa incluso sobre asuntos de defensa y seguridad, y existen diversos enfoques y matices, más allá de la defensa del atlantismo o la reclamación de mayor presupuesto sin mayor explicación de estrategia y medios necesarios.

CIS aparcado

En relación con su existencia, esta encuesta de Alternativas-40db se trata del mejor acercamiento (conocido) entre opinión pública y demoscopia y seguridad desde que el Centro de Investigaciones Sociológicas preguntaba a los españoles sobre Defensa y Fuerzas Armadas, costumbre abandonada hacia 2017 (cuando el CIS no era criticado). 

El CIS ha venido realizando una encuesta cada dos años, en coordinación con el Ministerio de Defensa, desde 1997. Aquellas encuestas permitían hacer comparaciones y evolución de la opinión pública en un plazo prolongado.

El CIS / Ministerio de Defensa incluía en aquellas encuestas preguntas sobre la cantidad de orgullo de ser español, la emoción del encuestado al contemplar la bandera o escuchar el himno, con resultados bastante elevados, referencias simbólicas de la conciencia nacional (una determinada conciencia nacional), que con mucha frecuencia se mezclan interesadamente con la seguridad. No sabemos si no gustaron las respuestas de los españoles, si el cuestionario había quedado algo desfasado u otro motivo, el caso es que aquellos estudios (clicando aquí, artículos propios glosando estas encuestas) revelaban que lo que más valora la sociedad española de sus Fuerzas Armadas es la profesionalidad de sus integrantes y actuaciones, más allá de valores difusos de gran éxito interno como la disciplina o el espíritu de sacrificio.

El estudio de Alternativas revela hoy ciertas inercias del presente (pandemias), del pasado (Estado Islámico, hoy objetivamente a la baja) y probablemente la opinión ciudadana sobre Rusia sería en este momento diferente y aparecería con mayor preocupación, por el clima de opinión creado durante las últimas semanas por todas las partes (excepto la amenazada Ucrania, que ha hecho varios llamamientos a evitar la sobreactuación).

Seguridad objetiva y subjetiva

Cabe destacar también que en asuntos de seguridad influyen factores objetivos (asesinatos por habitante, plantillas de la Guardia Civil y Policía, ahora recuperando los niveles de 2008) y subjetivos (cómo nos sentimos de seguros), y en las decisiones a veces se busca incidir en una variable más que en otra.

Por mencionar un ejemplo, el ayuntamiento de Majadahonda (70.000 habitantes, periferia residencial de Madrid, Gobierno de coalición PP-VOX) acaba de anunciar la instalación de 118 cámaras por las calles del municipio, con una inversión de cuatro millones de euros, despliegue que muy probablemente se dirija a la sensación subjetiva de seguridad de los vecinos y al negocio de los proveedores, más que a reducir los índices de criminalidad. Se persigue controlar incluso la entrada y salida de ciudadanos del municipio para detectar posibles delincuentes, de donde se induce lectura generalizada de matrículas e incluso reconocimiento facial.

El ciudadano interesado en seguridad, defensa, Fuerzas Armadas o política exterior, debería estar alerta sobre esta distinción entre seguridad objetiva y subjetiva; reclamar de sus responsables públicos (también privados) debate y explicación sobre decisiones y recursos (hace pocas semanas se aprobó en Consejo de Ministros cerca de dos mil millones de euros en un programa de drones que no mereció una simple rueda de prensa); y exigir que sea consultado cada cierto tiempo. Porque la seguridad es un instrumento público al servicio del ciudadano, no una fe que deba ser catequizada entre una feligresía descreída.

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martes, 11 de diciembre de 2018

Estadísticas conflictivas sobre seguridad y defensa

Artículo publicado también en infoLibre.
El mundo de la seguridad, defensa, Fuerzas Armadas, tiene una relación conflictiva con la realidad, se trata de personas que viven profesionalmente del conflicto, para enfrentarlo, evitarlo o provocarlo, y como es natural lo detectan por todos sitios porque es su objetivo. Por ejemplo, el campo de las predicciones suele estar trufado de previsiones catastrofistas precisamente porque muchos de los que se dedican a predecir el futuro son financiados o trabajan directamente en seguridad y perciben un porvenir inseguro, por deformación profesional y por la cuenta que les trae.
En cualquier caso, que el mundo de la seguridad tenga una relación conflictiva con la realidad es una paradoja que aparece cuando uno se pone a escribir sobre otro tema, relacionado pero distinto, que es su relación conflictiva con las estadísticas.
En algún momento indeterminado de este otoño de 2018, el Centro de Investigaciones Sociológicas -CIS- principal organismo demoscópico español, independientemente de quién ocupe su presidencia, ha publicado en su web el estudio identificado con el número 3.188 y el nombre "La Defensa nacional y las Fuerzas Armadas".
El momento ha podido ser en octubre, quizá noviembre, en cualquier caso sin publicidad, nota de prensa ni promoción alguna, de una encuesta que tuvo su trabajo de campo en septiembre de 2017. En éste y otros casos la conexión entre los trabajos académicos o científicos y la clandestinidad no suele ser habitual.
Aunque tiene su explicación: esta encuesta la elabora el CIS por encargo del Ministerio de Defensa cada dos años, ya van doce ediciones, es decir, que se viene realizando desde finales de los noventa con un mismo cuestionario, 2.500 entrevistas personales, en 255 municipios y 50 provincias del país. No existe otro estudio similar.
Resulta que hará unos años, tiempos de Pedro Morenés de ministro, coincidiendo con la crisis y la desconfianza del ciudadano hacia quienes les dejaron a la intemperie, al Ministerio de Defensa le empezaron a no gustar las respuestas de los españoles a sus preguntas y dejó de difundir su encuesta o a tardar años en acompañarla con sus propios comentarios.
El motivo del desencuentro afecta principalmente a los campos relacionados con la financiación de la defensa y el gasto militar; y también las cuestiones emparentadas con la identidad nacional concretada en símbolos como la bandera, el himno, la sangre derramada; también las respuestas referidas a los valores más apreciados por la ciudadanía en la profesión militar y la propia valoración de los ejércitos.
Se podría decir que en algunos aspectos no coincide la opinión pública con los referentes simbólicos de las Fuerzas Armadas, lo que está lejos de ser un problema, si bien aconsejaría a los responsables militares y a los civiles de quienes dependen los primeros a replantearse el contenido de su comunicación externa, la interna si funciona puede seguir repitiendo conceptos del siglo XIX.
El CIS está obligado a publicar sus encuestas como máximo un año después de elaborarlas y por eso conocemos esta última.
Tomemos entonces tres capítulos: uno simbólico, otro profesional y un tercero financiero. Cabe interpretar que el propio cuestionario en sí merecería una valoración, colocando a las Fuerzas Armadas como garantes de las esencias más allá de su función como instrumento de seguridad del Estado.
Entrando en los datos, apartado simbólico, el 77% de los encuestados se siente muy o bastante orgulloso de ser español, el 54% se emociona al ver la bandera española en un acto o ceremonia, y el 57% al escuchar el himno nacional. Una cuarta parte de los españoles siente una intensa emoción por estos asuntos y otra cuarta parte siente indiferencia, pero se puede concluir que los niveles de nacionalismo español son muy aceptables, sobre todo en contraste con la impresión general en circulación, aquella que dice que entre la indiferencia general España se va yendo por el desagüe, girando en círculos que por supuesto son hacia la derecha como sucede en el hemisferio norte, en el sur el desastre suele llegar girando hacia la izquierda (comentario no basado en el CIS, sino en la teoría de Coriolis, que habla de fluidos, no de ideologías, con una reputación algo homeopática).
En relación con las amenazas, la encuesta pregunta de forma abstracta, dejando aparte la familia (¿por qué la dejan aparte, con lo cerca que la tenemos?) si el encuestado considera que haya algo por lo que arriesgar o dar la vida, y 46% responde que no, el 45% que sí.
Ésta es una de las respuestas que no gustan, tampoco que entre quienes se jugarían la vida la mayoría no lo haría por la patria (47% no, 44% sí), aunque mayoritariamente sí la arriesgarían por salvar la vida a otra persona (93%), la paz (84%) o la libertad (82%).
En el caso de que España fuera atacada militarmente el encuestado no se presentaría voluntario. Esto es como preguntar por intención de voto sin elecciones convocadas, el encuestado no acaba de entrar en situación, si bien de la encuesta se puede deducir un fuerte sentimiento pacifista entre la población española, que considera la respuesta militar como un ámbito profesional que tiene esa misión, y que no se percibe una amenaza militar existencial que aterrorice al país.
Entre las principales amenazas que pueden afectar a la seguridad de España, Defensa y el CIS incluyen los flujos migratorios irregulares (significativo su presencia), aunque los españoles priorizan y colocan en puestos de cabeza el terrorismo, la inestabilidad económico y financiera, y los ciberataques.
En el apartado profesional, el valor más importante que los españoles opinan que debe tener un militar es... la preparación técnica, muy por encima de la honradez, la disciplina, lealtad, el espíritu de sacrificio, la capacidad de mandar u obedecer que trufan los discursos.
El 70% de los españoles creen que las Fuerzas Armadas están muy o bastante capacitadas profesionalmente (y mejorando), dos tercios tienen una opinión buena o muy buena de las Fuerzas Armadas (se ha recuperado desde el 55% en 2013), y que los ejércitos seguirán siendo necesarios para mantener la paz, la seguridad y la defensa.
En el capítulo de respuestas incómodas, la opinión generalizada no cree que el volumen de tropas sea insuficiente; y únicamente el 17% de los españoles piensa que el presupuesto destinado a la defensa nacional y las Fuerzas Armadas sea escaso, aunque algo ha subido desde el 13% de 2015.
Sobre el origen de las amenazas militares, la mayoría de los españoles pues no cree que ningún país esté pensando en atacarnos (46%), y entre los que sospechan que sí (41%) responden con vaguedades como países islámicos, que curiosamente distinguen de países árabes, aparecen como amenazantes para quienes se sienten amenazados la categoría países de Asia, también lógicamente países donde haya islamistas radicales; y entre países concretos, que son quienes suelen lanzar ataques militares, pues el encuestado menciona a Marruecos, Siria (?) y a poca distancia a Estados Unidos (estos países son mencionados por un centenar de personas de entre las 2.500 encuestadas).
Más de 60 preguntas podrían hacer la relación interminable. Finalicemos con que los españoles se reparten a partes iguales entre los que defienden la actual situación de las Fuerzas Armadas a las órdenes del Gobierno nacional y los que las integrarían en un ejército europeo o multinacional, circunstancia ésta internacionalista que ampara el acento presente y reciente que encuadra mucho de lo que se hace militarmente bajo el paraguas de una Defensa europea aún inexistente.
Si las encuestas buscan ser un fiel reflejo o aproximado a la realidad social, y no gustan las respuestas, el mundo militar y civil de defensa no tendría un problema con las estadísticas, sino con la sociedad o la comunidad política a la que deben defender.
Continúa abierta la disyuntiva de tratar de cambiar las percepciones sociales con información y debate, labor siempre complicada y de largo plazo, o adaptar los instrumentos que el Estado financia para la seguridad a los ciudadanos y circunstancias del país. Las dos opciones parecen compatibles. Lo claramente descartable es no informar y además que las Fuerzas Armadas/Defensa ignoren al ciudadano al que protegen.

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lunes, 5 de junio de 2017

Campaña de comunicación en Defensa

Columna de opinión publicada también en Estrella Digital.


Nota de consumo interno para los distintos departamentos de nuestra agencia (creativo, financiero y de producción) sobre la estrategia de comunicación encargada por el Ministerio de Defensa. Sus responsables trasladan dos ejes y un objetivo. Primeras impresiones.
Por una parte, en los primeros contactos el cliente parece convencido de que los españoles conscientes de la importancia de la seguridad son una minoría iluminada, mientras que la mayor parte de la sociedad vive en la ignorancia y debe ser convertida a la religión verdadera.
Los responsables del Ministerio y de las Fuerzas Armadas se muestran preocupados de que en todas las encuestas la mayoría de los españoles opinan que la Defensa tiene suficiente presupuesto.
Habría que encontrar un equilibrio entre el proselitismo y argumentos más racionales.
Se nos indica también que se podría aprovechar la conciencia europeísta de la sociedad española, supuestamente elevada, para bajo ese paraguas justificar un sensible incremento del presupuesto.
Cliente: ministerio de Defensa. Plantear en próximas reuniones a sus responsables que los objetivos propuestos serían más fácilmente alcanzables si el marco de la campaña fuera la seguridad nacional, concepto más amplio que la Defensa, la factura se repartiría entre varios.
Argumento a calibrar: si se trata de seguridad nacional la coordinación y los hipotéticos réditos políticos recaerían en Moncloa (Presidencia) y Soraya Sáenz de Santamaría, en lugar del ministerio de Defensa y María Dolores de Cospedal.
Objetivo: conseguir respaldo social para duplicar el gasto en Defensa, desde los 10.000 millones de euros anuales de la actualidad hasta aproximadamente 18.000 millones, en cumplimiento de una cumbre de la OTAN de 2014 que fijaba ese objetivo en una década. Cabe matizar que el PP gobernante en cinco años no ha incrementado el presupuesto del Departamento, con los que los mensajes no es imprescindible que se correspondan fielmente con la realidad.
Eje cultura de la defensa: los responsables con los que nos hemos reunido trasladan un concepto confuso, que denominan "cultura de la defensa", que parece significar algo parecido a un apoyo incondicional a lo que se decida en el Ministerio y las Fuerzas Armadas, sea lo que sea. Por las referencias la tan mencionada cultura de la defensa podría englobar conocimiento sobre asuntos de seguridad (riesgos e instrumentos) y conciencia nacional tradicional conservadora, todo mezclado.
Eje Europa: parece irse formando un criterio compartido por responsables políticos de la derecha conservadora gobernante, de la izquierda socialista en la oposición y del extremo centro, también por parte de profsionales de la Defensa en activo con uniformidad militar y civil, en el sentido de que la única vía para justificar un crecimiento considerable del gasto militar sería enmarcarlo bajo un proyecto de Defensa europea. En contra de esta opinión cabría recordar que el apoyo ciudadano a la UE en España ha bajado treinta puntos en una década, no alcanza hoy ni el 50% y que ha cambiado la tendencia tradicional, hoy el votante de derechas se define más europeísta que el de izquierdas, consecuencia clara de la gestión de la crisis en una determinada dirección.
Público objetivo: 46 millones de españoles. La comunicación que difunde el ministerio de Defensa prácticamente desde su creación en 1977 tiene un carácter autorreferencial, el emisor y el destinatario de los mensajes coincide en su mayor parte. El núcleo duro lo forman los militares y miembros de los cuerpos policiales que junto a parientes de primer grado pueden alcanzar un millón de ciudadanos. El discurso es compartido en su mayor parte por 11 millones de personas que votaron en junio de 2016 al Partido Popular y a Ciudadanos. Por tanto, el destinatario preferente de otra comunicación serían los 34 millones de españoles restantes, siempre con el riesgo de que los mensajes para convencer a unos puedan provocar el rechazo de los otros.
Instrumentos: desde el ministerio de Defensa no se ha hecho pública ni se ha trasladado en privado ninguna amenaza de la que España carezca de medios para responder. El incremento presupuestario sería para hacer más de lo mismo, lo que evidentemente no se puede comunicar así al ciudadano. Se propone poner el acento en ciberseguridad, de total actualidad, fácilmente comprensible por el público objetivo.
Acciones: de cara a la opinión pública interna y a los contables de la OTAN se podría incrementar el presupuesto en cooperación internacional sobre la que los españoles se muestran muy favorables. La relación directa entre desarrollo y seguridad es evidente. Recordemos que el gasto español que se quiere duplicar se calcula por la OTAN y otros organismos internacionales tomando al Gobierno en su conjunto, no solo Defensa.
El presupuesto de 2016 de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo es la cuarta parte que el de 2009.
Se propone además plantear al ministerio de Defensa destinar a Comunicación el coste equivalente a un solo caza Eurofighter, en torno a 80 millones de euros, a dividir a partes iguales entre publicidad y la contratación de 500 periodistas o profesionales de comunicación.
Antes de celebrar las próximas reuniones con el ministerio de Defensa consultar con el departamento financiero de nuestra agencia sobre el cumplimiento de los objetivos de negocio este 2017. Cuanto peor sea el resultado bajar la discusión con el cliente sobre lo acertado o no de sus objetivos.

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miércoles, 4 de enero de 2017

Defensa silencia sus propias encuestas

Columna de opinión publicada también en Estrella Digital.
Se dice que las encuestas son el instrumento más científico para medir percepciones sociales, y luego se interpretan sus resultados con mayor o menor éxito.
El Centro de Investigaciones Sociológicas -CIS- acaba de colgar a finales de diciembre de 2016 en su web la encuesta llamada "La Defensa nacional y las Fuerzas Armadas", que realiza cada dos años en colaboración con el Ministerio de Defensa (subsección Instituto Español de Estudios Estratégicos).
Se trata del sondeo más amplio y duradero sobre estos temas de seguridad en España: 2.500 entrevistas distribuidas por todo el país, se entiende que personales en domicilio, al menos 63 preguntas y se viene realizando desde 1997.
Lo sorprendente es que esta última edición de la encuesta se elaboró en septiembre de 2015, sin que desde entonces, pasados 15 meses, el Ministerio de Defensa la haya hecho pública; en estos casos el CIS está obligado a publicarla tras tenerla un año máximo en la nevera.
El comportamiento del Ministerio de Defensa tiene un antecedente directo: hizo lo mismo en el estudio anterior de 2013, tardó un año en difundirlo, tiempo que se tomó para acompañar los datos de su propia interpretación. En aquellas fechas la dirección política del Ministerio, entonces con Pedro Morenés al frente, se reconocía preocupada por la bajada de valoración de los españoles hacia las Fuerzas Armadas, en línea con el desprestigio institucional generalizado, circunstancia que no ocurre ahora, por lo que los motivos deben ser otros.
En cualquier caso la retórica habitual sobre la necesidad de extender entre los españoles la denominada cultura de la defensa se contradice con la ocultación de datos y estudios sociológicos.
Algunos resultados de interés de la encuesta de 2015, entre otros muchos:
  • Valoración FAS: un 61% de los españoles tiene una opinión positiva de las Fuerzas Armadas (suma de buena y muy buena), un resultado muy destacable que además remonta varios puntos desde 2013 y se acerca al máximo histórico registrado en 2011.
  • Presupuesto: quizá sea éste el apartado del que no se quiere hablar, la ciudadanía, que ha visto recortada la Sanidad. la Educación y hasta la cobertura del paro, pues opina que el presupuesto destinado a la defensa nacional y las Fuerzas Armadas es excesivo para el 25% de los encuestados y adecuado para otro 24%, y sólo un 13% lo considera insuficiente. El tema está de actualidad por el proceso de elaboración de los presupuestos para 2017, en los que la nueva titular del departamento, María Dolores de Cospedal, parece que negocia un sustancioso incremento, que -según lo anunciado- lejos de significar un mayor compromiso económico por parte del Partido Popular gobernante, que no ha practicado en los últimos cinco años, supondría incluir en el presupuesto inicial del Ministerio los créditos extraordinarios que ha venido recibiendo a mitad de ejercicio procedentes de Hacienda para abonar a la industria los grandes programas de armamento, método que el Tribunal Constitucional ha declarado ilegal en sentencia de este verano.
  • Morir o matar: militares y civiles de la Defensa muestran habitual inquietud por este apartado y según la encuesta del CIS un 52% de los españoles no sacrificaría o arriesgaría su vida por su patria-nación-país (un 40% sí); sin embargo, un 90% de los encuestados se jugaría la vida por salvar a otra persona, un 76% por la paz y un 74% por la libertad, circunstancias estas tres últimas que estarían presentes en un hipotético conflicto armado.
  • Prestigio profesional: en claro contraste con las opiniones entre los propios uniformados, los españoles valoran en primer lugar la preparación técnica de los militares, bastante por encima de otras cualidades de generosa circulación interna como la disciplina, la honradez o la valentía. Más de la mitad de los encuestados además opina que las Fuerzas Armadas están muy o bastante preparadas para defender España y que incluso han mejorado en los últimos años.
  • Sentimientos: la encuesta está trufada de cuestiones emocionales, de lógico interés cuando se trata de medir el nacionalismo, qué se siente y deja de sentir al escuchar el himno nacional, al ver la bandera o presenciar un desfile, y los resultados son elevados siempre. El 77% de los españoles se confiesa muy o bastante orgulloso de ser español.
María Dolores de Cospedal, ministra de Defensa, en su primera comparecencia en el Congreso el 20 de diciembre de 2016: "Concienciar a nuestros ciudadanos de la importancia de la política de seguridad va a ser uno de los objetivos más importantes de esta legislatura para esta ministra. Es importante que la sociedad esté informada de los riesgos y amenazas y fortalezca su capacidad de respuesta frente a ellos con tranquilidad y con seguridad, pero también que conozca bien a qué nos enfrentamos. Para esto el mejor camino es el conocimiento público y la conciencia de defensa, saber que todo lo que se hace en defensa fuera y dentro de nuestras fronteras tiene que ver de manera directamente proporcional con la seguridad que percibimos en nuestros ámbitos más personales y familiares. Además, no tengo duda de que la seguridad es una responsabilidad de todos. Para ello vamos a dar prioridad en todos los ámbitos a la cultura de la defensa. Hay que explicar a los ciudadanos por qué las políticas de seguridad y de defensa son prioritarias. Tenemos que hacer esfuerzos en todos los niveles".
Añadió: "Cuanto más transparentes y más claros seamos desde el Ministerio en dar información, más abundaremos en esta política de cultura de la defensa".

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lunes, 12 de septiembre de 2016

Gobierno y Defensa, descontrolados

Columna de opinión publicada también en Estrella Digital.
Imagen tomada de El Español.
Se afirma que España lleva ocho meses sin Gobierno, lo que es fundamentalmente erróneo.
Más cierto es apuntar que vivimos con un Gobierno descontrolado, que no reconoce legitimidad a los dos parlamentos salidos de las urnas tras las elecciones de diciembre y junio, su capacidad de control, su condición de foro principal del debate político en el país y, como efecto secundario, la proyección informativa de los temas que allí se tratan hacia la sociedad.
Incluso la actual presidenta del Congreso se opuso como ministra de Fomento a comparecer en el Parlamento a dar cuenta de sus asuntos. El tema está en manos del Tribunal Constitucional que parece confiar en que el paso de los días le resolverá el conflicto entre un Ejecutivo en funciones y el Parlamento.
El Gobierno en funciones de Mariano Rajoy y Pedro Morenés guarda una importante sorpresa para quien les sustituya en el departamento de Defensa, sean ellos mismos, otros de su color o de distinta orientación política: el impago de alrededor de 1.000 millones de euros que se corresponden a la anualidad 2016 de los principales programas de armamento, no abonado.
La costumbre en la legislatura que arrancó en enero de 2012 ha sido la de aprobar esos pagos mediante decreto-ley (suman más de 4.000 millones), aprovechando normalmente los calores veraniegos que todo lo difuminan, fórmula administrativa reservada a decisiones de gasto imprevistas y de urgente necesidad, lo que no se cumple en este caso, con calendarios de pago firmados y aprobados que se prolongan durante dos décadas.
El decreto-ley cuenta con ventajas, como que el multimillonario importe no figura en los presupuestos iniciales del Ministerio que se aprueban en otoño; y que se reduce al mínimo la participación del Parlamento, sólo obligado a convalidar tal decisión con posterioridad.
La desconfianza de este Gobierno hacia el Congreso ha evitado incluso esa mínima participación parlamentaria, receloso probablemente con razón de la orientación del voto de la mayoría actual de la Cámara sobre el asunto.
A lo anterior se suma que el Tribunal Constitucional rechazó en sentencia del pasado mes de julio la utilización del decreto ley para aprobar créditos extraordinarios con los que financiar los programas de armamento. Doble regalo por tanto para los próximos responsables de la Defensa: el agujero económico y el lío jurídico.
En otros tiempos se hubiera escuchado además hablar del incumplimiento de contratos, del desprestigio internacional de España y/o de su marca, incumpliendo acuerdos en su mayor parte internacionales, de compensaciones a las empresas e irresponsabilidad en la gestión. Nada se ha escuchado en el debate político, nada tampoco procedente de la industria afectada, siempre tan cautelosa con quien gobierna, nunca como ahora.
Un segundo ejemplo de descontrol parlamentario en Defensa afecta a las operaciones de las Fuerzas Armadas en el exterior.
Morenés no acude al Congreso a informar sobre estos asuntos desde diciembre de 2014, podría hacerlo mañana si quisiera o haber comparecido hace doce, nueve o seis meses; y la guinda la pone el BOE del 27 de agosto que publicó el cese (sin reemplazo) del secretario general de Política de Defensa, Alejandro Alvargonzález, responsable de esta vertiente exterior de nuestra Defensa, nombrado número tres de la estructura civil de la OTAN, un movimiento de salida de altos cargos que abona además la imagen de fin de ciclo (esto más Soria da para una próxima columna bajo el título "Porque yo lo valgo").
Nunca como hoy España ha tenido presencia militar en mayor número de escenarios en el exterior, alrededor de 2.500 militares trabajando en una quincena de destinos: Afganistán, Irak, Líbano, Índico, Mediterráneo, Turquía, República Centroafricana, Malí..., operaciones todas con autorización parlamentaria.
Que el Congreso dé luz verde y debata el envío de militares españoles al exterior fue consecuencia positiva de la invasión de Irak y tomó forma en la Ley Orgánica de Defensa de 2005, con una pretensión de legalidad y también de pedagogía política.
Lo sorprendente es que militares españoles están desplegados también en otros escenarios sin que el Parlamento haya autorizado ni escuchado una palabra. Bajo paraguas con la denominación "diplomacia de la defensa", España tiene una presencia militar creciente en el Golfo de Guinea, terrestre y naval, en Cabo Verde y otros países, de la que poco se cuenta.
Otra etiqueta, en este caso "seguridad cooperativa", nos ha llevado a Senegal, a quien al parecer ayudamos a generar y reforzar capacidades militares en sus Fuerzas Armadas, que no en otro sitio, sin autorización del Congreso.
En el mismo capítulo cabría añadir la importante presencia de la Guardia Civil (cuerpo de naturaleza militar) en países de la costa occidental africana con medios terrestres y también navales sin que sus señorías hayan recibido información alguna ni se hayan pronunciado sobre su labor, por ejemplo, en Mauritania.
"Morenés planta a la Comisión de Defensa", titulaba ABC el 17-3-2016.

Entre tanto silencio parlamentario el Gobierno va filtrando su voluntad de ampliar el contingente en Irak, lo que acercaría los militares españoles a situaciones combate; se habla desde hace meses de una probable operación militar en Libia; se traslada la voluntad española de participar en breve en la vigilancia de los acuerdos de paz en Colombia, tres ejemplos más que requerirían la autorización del Congreso.
Difícil relación del poder ejecutivo con el legislativo; en mayorías absolutas el Congreso suele ser simple correa de transmisión; en la oposición los partidos se lamen las heridas en el Parlamento; en este escenario multipartidista sin mayorías claras el Congreso debiera recuperar protagonismo.
Y siempre en cualquier caso más que carencias en la normativa pesa la voluntad política del que gobierna.
Una ciudadanía bien informada requiere de un Gobierno que dé explicaciones; y en muchos casos la sociedad rechaza decisiones políticas por la sensación muy real de haberse tomado a sus espaldas, el ciudadano se opone al contenido porque no comparte el procedimiento.
Todo lo anterior en un momento que vivimos un incremento del interés por la política, que ha alimentado el surgimiento de nuevos partidos que hoy concentran un 30% del voto.
La combinación de formas antipolíticas de desprecio al Parlamento más investiduras fallidas podrían deolver a un tercio de la sociedad a la apatía, mientras que los dos tercios restantes continúan viendo la Defensa como un asunto que no les afecta.
Los dineros de la Defensa y el despliegue exterior de los militares siguen siendo, al parecer, asuntos demasiado importantes como para compartirlos con el ciudadano.

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jueves, 11 de agosto de 2016

El argumento me importa

Columna de opinión publicada también en Estrella Digital.
La cultura es importante (imagen tomada en la
exposición permanente de la Fundación
Antonio Pérez en San Clemente, Cuenca).
Cabalga ya al galope en textos y escritos, informes, análisis, una expresión tomada literalmente del inglés que pretende destacar la importancia de un asunto y que el carácter sintético anglosajón logra decirlo en dos palabras. La moda parece tener unos tres años.
"La Defensa importa", nos dicen la Unión Europea y la OTAN; "la desigualdad importa", afirma un reciente informe del BBVA; "Las vidas de los negros importan", afirman los  negros de EEUU. Pero ¿a quién le importa? Y ¿quién y cómo lo dice?
Lo que ocurre es que el español necesita a alguien, apuntar a quién le importa todo esto -además de quien lanza el mensaje-, la defensa, la desigualdad y el racismo. Habría que traducirlo como que "la desigualdad es importante", se entiende que para todo el mundo, en este caso el resultado es un tanto genérico, o bien "la Defensa te debería interesar"; y dar argumentos.
"European Defence Matters", la Defensa europea importa, dice la UE, e incluso da ese nombre a la revista de la Agencia Europea de Defensa; "Defence matters", repite la Alianza y tiene hasta una página web con la expresión, demostrando ambos la unidad de acción entre la UE y la OTAN a la espera de la autonomía estratégica prometida por la ministra continental de Exteriores y Seguridad llamada Federica Mogherini.
El Servicio de Estudios del BBVA nos ilustraba este mes de julio con un informe, muy estilo power point, titulado "La desigualdad en España: evolución, causas y políticas", con afirmaciones tremendas como que "el aumento de la desigualdad durante la crisis se debe a la caída de los ingresos del 40% de la población con menos renta", nos dice que "el desempleo explica un 80% de la desigualdad en España" (ahí tenemos 4.574.700 explicaciones vivitas y coleando y aún paradas según la EPA del segundo trimestre de 2016), afirma el BBVA que la desigualdad es un lastre para el crecimiento económico a largo plazo, interesante informe con sólo una pega, que utiliza el mantra de "la desigualdad importa".
Tercer ejemplo, "Black Lives Matter", las vidas de los negros importan, sobre todo a los negros de EEUU, que quieren extender el interés al resto de la sociedad.
Ese movimiento se muestra especialmente activo con motivo de las periódicos casos de abusos policiales con tintes racistas. Algún estudio se ha publicado -con cierto aire exculpatorio- en el sentido de que los ciudadanos muertos a balazos por la policía sin motivo en EEUU son de todos los colores, si bien los abusos policiales exceptuando el asesinato sí se ceban especialmente con los norteamericanos de color oscuro. En cualquier caso, existen excesos policiales y existen muchas víctimas negras.
¿A quién le importa? ¿Quién lo dice? ¿Cómo lo argumenta?
En mucho casos quien lanza el mensaje se sitúa en una posición de superioridad, simula estar en posesión de la verdad y en cierta forma abronca al ciudadano medio que vive en la ignorancia de la relevancia del asunto que tanto le afecta y desconoce.
Sería aconsejable mejorar la traducción al castellano de los lemas tomados del inglés y afinar los argumentos.
La traducción al español del sentido inglés de la expresión no cabe en dos palabras, sería algo así como "este asunto es importante y te debería interesar al máximo a partir de los argumentos que te ofrecemos para que vayas tomando conciencia".
Y que el ciudadano decida si un grillo puede pesar medio kilo más que otro.
Las lagartijas me importan; se comen los 
mosquitos, y son estéticas, parecen de goma.

Sugerencias


domingo, 20 de abril de 2014

La Defensa y sus públicos

Hacia un concepto más amplio e integrador de la cultura de la defensa

Carlos Penedo

Resumen
La realidad y las encuestas desmienten gran parte de los argumentos habitualmente utilizados para referirse a una sociedad española distante de los asuntos que afectan a su seguridad y la defensa. Los límites que encuentran las actuaciones englobadas en la denominada cultura de la defensa están más relacionados con la mezcla de conceptos diferentes, algunos de carácter ideológico, la identificación acrítica que se pide al ciudadano entre la seguridad y sus agentes; y la confusión entre diferentes niveles y tipos de comunicación (institucional, corporativa, política) que se traduce en mensajes fragmentados y contradictorios. Los profesionales del ámbito de la seguridad y la defensa cuentan con una experiencia y conocimiento imprescindibles para que la sociedad comprenda los riesgos de la globalización, objetivo para el que deben salir de su círculo corporativo. La defensa, su conocimiento y su necesidad deben responder y proteger a la comunidad política formada por todos los españoles, comunidad diversa en ideologías y plural en formas de sentirse español, no a una comunidad ideal o inventada.

Introducción

Frecuentemente en el debate público y también especializado sobre Defensa se mezclan y confunden conceptos con un significado concreto, no intercambiable: cultura de defensa, conciencia de defensa y conciencia nacional. Se trata de términos cercanos, en algún caso conectados, pero no sinónimos, por lo que su aclaración es muy conveniente para tratar de incrementar la efectividad y alcance de los esfuerzos y actuaciones que se realizan en este campo.
De la confusión voluntaria o no de estos tres ámbitos surge una visión restrictiva que, por tanto, puede ser recibida con rechazo por amplias capas de la población por ajena o extraña.
Analizando los resultados de diversas encuestas se puede observar que los españoles sienten una fuerte vinculación sentimental y sobre todo racional con su país y el papel del Estado, y con los servidores públicos que trabajan en el campo de la seguridad. La crisis económica y las dificultades por parte de las administraciones públicas para financiar su actuación ha provocado asimismo una mayor valoración de lo público por parte de los ciudadanos, y las movilizaciones sociales en su defensa son una prueba de ello.
El problema puede ser restringir el concepto de cultura de la defensa y su destinatario -público objetivo- a un nacionalismo español bastante perfilado, lamentándose el desinterés generalizado por estos temas por parte del conjunto de la ciudadanía que lo que no comparte es un concepto restrictivo e ideológico.
La defensa, su conocimiento y su necesidad deben responder y proteger a la comunidad política formada por todos los españoles, comunidad diversa en ideologías y plural en formas de sentirse español, no a una comunidad ideal o inventada.
Desde el punto de vista de la comunicación, y la difusión de lo que llamamos cultura de la defensa tiene mucho de comunicación, en el mundo de la defensa emiten una variedad de actores y cada uno de ellos una diversidad de mensajes y en varios planos, dando como resultado un discurso fragmentado y descoordinado, a menudo contradictorio.
Las Fuerzas Armadas y más ampliamente el Ministerio de Defensa cuenta con profesionales altamente capacitados para desarrollar las funciones que les encomienda la legislación y de gran importancia para analizar y ayudar a comprender a la sociedad las implicaciones que la globalización tiene sobre nuestra seguridad y los instrumentos necesarios para hacerle frente.
En este contexto, la identificación del ciudadano con sus Fuerzas Armadas se produce por la profesionalidad de su actuación, no por valores morales que se pueden o no compartir.
La efectividad de las acciones englobadas en el concepto de cultura de la defensa dependerá de la capacidad de salir de un núcleo central y corporativo, implicar a más públicos y por su papel –junto con otras disciplinas- para ayudar a comprender la sociedad actual y la globalización, con sus ventajas y sus riesgos .

Definición de conceptos

La cultura de la defensa no puede consistir en algo equivalente a una adhesión acrítica a las Fuerzas Armadas, a sus actuaciones actuales o pasadas; tampoco a la política de defensa de un determinado Gobierno; ni debe perseguir un apoyo incondicional de un gasto en defensa opaco o poco eficiente, de un determinado volumen de compromisos presupuestarios; tampoco debe ser respaldo a planteamientos corporativos.
El mismo debate muy frecuentemente está trufado de una confusión terminológica que oscurece y confunde, lo que hace recomendable alguna aclaración semántica sobre los términos más utilizados.
La Ley Orgánica de la defensa nacional de 2005 establece en su artículo 31 que “el Ministerio de Defensa promoverá el desarrollo de la cultura de defensa con la finalidad de que la sociedad española conozca, valore y se identifique con su historia y con el esfuerzo solidario y efectivo mediante el que las Fuerzas Armadas salvaguardan los intereses nacionales”.
En realidad lo que está marcando la ley y pide a la sociedad española es una doble identificación, con su historia y con las Fuerzas Armadas. Sobre el primer aspecto, la ampliación de conocimientos históricos de los españoles no puede tener nada que objetar, aunque el grado de la identificación dependerá del pasaje histórico escogido. La segunda parte supondría un reconocimiento al trabajo que desarrollan las Fuerzas Armadas, por tanto a su desempeño profesional, pues no tendría sentido identificarse con un organismo del Estado independientemente de su actuación. Por hacer un símil, se puede creer en la Justicia pero no identificarse plenamente con el Colegio de Procuradores.
La Directiva de Defensa Nacional –DDN- de 2012, el documento que marca las líneas estratégicas de política de defensa para la legislatura, señala que “la defensa de España debe ser asumida por todos los españoles como asunto de indudable trascendencia (…). Una defensa eficaz exige la participación ciudadana, única fórmula para otorgarle continuidad y profundidad a las políticas. Por ello, se acentuará el esfuerzo en el desarrollo de una comunicación estratégica de la defensa que tendrá como finalidad fomentar una conciencia de defensa de España y, en más profundidad, una cultura de la defensa”.
Por su parte, la Estrategia de Seguridad Nacional –ESN- de 2013 dice que “la colaboración y el apoyo del ciudadano son imprescindibles. Esta implicación será posible si se fomenta una cultura de seguridad sólida, basada en el previo conocimiento, concienciación y sensibilización sobre la importancia que la seguridad reviste para garantizar su libertad, prosperidad y, en suma, su modo de vida conforme a los postulados del Estado social y democrático de Derecho”. Entre sus líneas de acción estratégica se concreta aún más, estableciendo como objetivo el “fomento de la conciencia y cultura de defensa, pilares del apoyo de la sociedad española a la Defensa Nacional, prestando especial atención a la juventud”.
En otro lugar, la Estrategia anima también a trabajar en la “implantación de una cultura de ciberseguridad sólida. Se concienciará a los ciudadanos, profesionales y empresas de la importancia de la seguridad de la información y del uso responsable de las nuevas tecnologías y de los servicios de la sociedad del conocimiento”.
En el apartado de emergencias, la ESN anima esta vez a la “promoción de una cultura de prevención entre los ciudadanos, que incluirá conocimientos y actitudes de autoprotección, reforzando las capacidades de resiliencia ante emergencias súbitas e inesperadas. También se promoverán programas de educación para la prevención en centros escolares”.
Finalmente, entre los ocho principios que para la Estrategia de Seguridad Nacional sustentan el Sistema de Seguridad Nacional figura “la implicación de la sociedad civil y el fomento de una cultura de seguridad”.
En ambos casos, DDN y ESN apelan a que una política de defensa o seguridad sin conexión ciudadana está abocada al fracaso, por tanto se plantea el objetivo con un ánimo utilitarista, la Directiva hace más hincapié en la comunicación y la Estrategia en la formación.
En las referencias anteriores aparecen ya suficientes elementos para el análisis. En este proceso, el orden lógico pudiera ser la necesidad o el objetivo de incrementar los conocimientos y la educación de los españoles en todos los ámbitos, también como actuación sectorial en materia de defensa y seguridad –cultura-, estos conocimientos implicarían como derivada una mayor conciencia de la importancia de estas políticas y de los riesgos y amenazas a nuestro país –nadie se compromete con lo que ignora-; el paso de los conceptos de cultura y conciencia de defensa a la conciencia nacional hay ya un salto terminológico en el vacío en el que no entran ni la DDN ni la ESN, pero sí existen precedentes parlamentarios y a la última se alude en cualquier foro que reúne a más de cuatro personas a debatir sobre defensa. Es el paso del pensamiento crítico y racional al pensamiento mágico, ambos reales, pero de naturaleza diferente .
Por una parte es destacable la profusa utilización del concepto de cultura: aparece en el texto de la ESN la cultura de la seguridad, de la defensa, de la ciberseguridad e incluso la cultura de la prevención. Lo anterior responde a una extensión del término cultura que hoy se aplica en éste y otros ámbitos como sinónimo de “conocimiento en profundidad”, pero con las connotaciones positivas del vocablo que también contiene algún tipo de ligazón sentimental –pertenencia a un grupo- más allá de la acumulación de información. En este sentido hoy hablamos también de cultura del esfuerzo, cultura empresarial, cultura de la paz.
Define la Real Academia Española el término cultura como “conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico”, y también como el “conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social”.
La cultura es una acumulación de conocimientos, que en muchos despierta una conexión emocional y en otros no, aunque siempre abona el pensamiento crítico.
Finalmente, la última novedad terminológica sobre este asunto –aunque con precedentes en la segunda mitad de los 90- lo encontramos en el Real Decreto de estructura del Ministerio de Defensa de marzo de 2012, donde aparece la expresión “conciencia de defensa nacional”, un híbrido que fusiona “conciencia de defensa” y “conciencia nacional”, probablemente inventado con la intención de evitar el segundo diciendo lo mismo.

Símbolos y encuestas

Uno de los instrumentos que se utilizan para medir las percepciones sociales son los estudios demoscópicos, en los que no hay que tener ni dejar de tener fe, sino utilizarlos.
Según la última encuesta monográfica conocida del Centro de Investigaciones Sociológicas , un 82% de los españoles se siente bastante o muy orgulloso de ser español, pregunta y respuesta claramente clasificables en el apartado de los sentimientos de uno hacia el territorio donde nació, e indicador de lo que podríamos llamar conciencia nacional.
El 61,2%, ya un porcentaje menor aunque alto, se emociona al escuchar el himno nacional, el 35,1% siente algo de emoción y el 26,1% de los encuestados siente una emoción muy fuerte. Y los porcentajes bajan algo más si se pregunta por la bandera española al contemplarla en un acto o ceremonia, el 60% siente alguna emoción, donde el 36% es algo de emoción y el 24% una emoción muy fuerte.
De lo anterior se deduce que evidentemente existe entre los españoles una ligazón sentimental hacia su país, orgullo nacional muy mayoritario y más matizado hacia los símbolos nacionales.
Son porcentajes bastante altos a pesar de nuestra historia durante los últimos dos siglos, con abundancia de guerras civiles, bandera discutida durante todo el siglo XIX y parte del XX, cambios de símbolos en la II República y apropiación de los símbolos nacionales durante la dictadura de Franco, e himno sin letra registrado como creación particular en la SGAE hasta muy recientemente. En origen también se encuentra la debilidad del Estado y la ausencia de voluntad política durante el siglo XIX, la época de crecimiento y consolidación del sentimiento nacional en toda Europa a través de instrumentos como la educación o el servicio militar, en España con la primera bajo mínimos –un ministerio dedicado a la Instrucción Pública no se crea hasta 1900- y exención a través de dinero o por otro recluta del compromiso militar con la patria, junto con un importante desdén hacia lo militar por parte de las elites económicas o aristocráticas en contraste con otras latitudes.
Por otra parte, la fortaleza hoy de elementos de identidad nacional como el deporte, la cultura o el idioma no son factores a despreciar y en muchas ocasiones tienen un poder sentimental comparable a los símbolos tradicionales ligados a la expresión del nacionalismo.

Ámbitos de actuación

Desde el punto de vista administrativo o de organización de políticas públicas, la cultura de la defensa en los objetivos señalados por LODN, DDN y ESN engloba además el campo concreto de la gestión y difusión del patrimonio histórico y cultural de las Fuerzas Armadas.
Precisamente la información contenida en la página web del Ministerio de Defensa llamada textualmente cultura de la defensa está dedicada en su mayor parte a archivos, patrimonio y museos, lo que añade cierta complicación al asunto al unir el concepto de cultura de defensa con el patrimonio cultural; y al unir al menos funcionalmente contenidos referidos al aniversario de la guerra de la independencia con los últimos drones embarcados adquiridos por la Armada, con la situación en la República Centroafricana y la necesidad de incrementar ciertas partidas presupuestarias o todo el presupuesto cada otoño.
Junto con el apartado referido al patrimonio cultural, los principales ámbitos donde está presente la cultura de la defensa o actúa sobre ellos son el campo de la investigación y la educación, y el terreno de la comunicación.
Cualquier acercamiento que se realice hoy al mundo de la seguridad y la defensa ha de destacar la muy positiva evolución que se ha producido en los últimos años en la extensión de los estudios especializados, en materia de formación especializada y fomento de la investigación a nivel universitario; en la organización de programas de máster, cursos de capacitación específica, seminarios y jornadas con un seguimiento creciente y un respaldo de gran importancia.
En este marco se encuentra el trabajo desarrollado por organismos como el Instituto Español de Estudios Estratégicos –IEEE-, el Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional, el Instituto Universitario Gutiérrez Mellado, la estrecha colaboración de todos ellos con universidades y think tank, que se ha traducido en el incremento de publicaciones, seminarios y foros de debate, y centros de formación donde acudir a recibir información especializada en seguridad, defensa, inteligencia, logística y otras disciplinas. En definitiva, se puede afirmar que se ha ampliado en los últimos años el espacio de análisis público y formación especializada en temas de defensa y seguridad a nivel fundamentalmente universitario.
Las actuaciones en otros niveles de la educación no universitaria presenta resultados menos positivos, es un ámbito donde cuentan con competencias el Ministerio de Educación y las Comunidades Autónomas, y el ejemplo trabajoso en el pasado reciente de un libro de consulta que incluyera contenidos sobre paz, seguridad y defensa en el marco de la extinta asignatura de Educación para la Ciudadanía ilustra el asunto.
Las actuaciones englobadas en la cultura de la defensa analizadas desde la perspectiva de la comunicación difieren mucho de los resultados positivos alcanzados en el terreno de la formación especializada.
Como acotación previa, cabría señalar que podemos aludir a la comunicación desde una triple perspectiva, diríamos que tiene tres naturalezas: la comunicación como terreno de juego, espacio donde confrontar y consolidar convicciones públicas que luego legitiman –o no- decisiones políticas; la comunicación es también un actor político, es un instrumento de intervención en los asuntos públicos; y finalmente la comunicación es un campo de las ciencias sociales que estudia la transmisión de la información y su práctica.
Desde el punto de vista de la elaboración y difusión de mensajes, bajo el paraguas de cultura de la defensa conviven por parte del emisor distintos objetivos de promoción cultural, de formación especializada, de comunicación institucional (del Estado), de comunicación corporativa (Fuerzas Armadas, más Ministerio) y comunicación política (ligada a la persona, desde el Rey al ministro, el JEMAD y los JEME, más el resto del Gobierno).
Se trata de objetivos de comunicación distintos, de tipos de comunicación diferentes, que debieran contar con estrategias y planes de comunicación individualizados, con diferentes mensajes, tiempos, en ocasiones ámbitos geográficos y públicos objetivo.
Tomadas en su conjunto las diferentes actuaciones pueden solaparse, también reforzarse entre ellas o todo lo contrario, anularse.
Sería por otra parte útil, y al mismo tiempo un planteamiento irreal por complicado, que coincidieran los distintos planos de la comunicación –con distintos públicos objetivo- con un fin común; y todos ellos además emitidos por muy abundantes actores como suman el Ejército de Tierra, el Ejército del Aire, la Armada, el EMAD, el Ministerio de Defensa, el Ministerio del Interior, el Ministerio de Asuntos Exteriores, la industria de defensa y de seguridad como sector –con subsectores- e individualmente cada empresa, las organizaciones internacionales de defensa, los think tank especializados en estos temas…

Elementos para el debate

Alejamiento entre FAS y sociedad
Con el fin del servicio militar en enero de 2002 cundió la preocupación, e incluso hoy se utiliza el argumento, de que la eliminación de un periodo obligatorio para los varones españoles en sus Fuerzas Armadas se pudiera traducir en un alejamiento de la sociedad.
Una vez más nos encontramos ante una profecía no cumplida. Por una parte, nunca debe olvidarse que en este planteamiento se desprecia la necesidad –hasta la hipótesis- de que la mitad de la población de sexo femenino deba servir al Estado, que da también pie a plantear una cuestión escasamente analizada sobre la diferente consideración que se tiene de la defensa, de la seguridad y las Fuerzas Armadas, también de los riesgos y amenazas, según el sexo del interpelado.
Cabría considerar que la sociedad española no se ha alejado de los ejércitos con el fin del servicio militar porque se alegró del fin no de un servicio al país, sino del servicio militar realmente existente, el de una instrucción militar deficiente, impartido por una organización ineficiente y todo con un resultado perfectamente inútil para las necesidades de la Defensa de España. Tampoco sirvió, como estaba legislado, para dar instrucción de graduado escolar a quienes entraban en el servicio militar sin educación primaria, tarea a la que el autor de estas líneas dedicó buena parte de su año en filas. Muy discutible sería asimismo la función socializadora de la mili para los jóvenes varones de España o del ámbito rural, en cualquier caso éste y otros argumentos ajenos a que España cuente con el mejor instrumento para su defensa en el siglo XXI.
Las encuestas en este punto ofrecen resultados equilibrados entre quienes consideran que el fin del servicio militar ha alejado o no al organismo de la sociedad. Sería preciso en cualquier caso contrastar realidades, la actual profesionalización y el servicio militar realmente existente.
Otra circunstancia en este caso histórica como es la existencia del terrorismo etarra en nuestro país durante cuatro décadas, hasta el 20 de octubre de 2011, ha impedido por estrictas razones de seguridad la presencia de militares de uniforme por la calle, circunstancia que el paso del tiempo probablemente normalizará.
Por último sirva tan solo un recordatorio hacia la actuación de la Unidad Militar de Emergencias o la participación militar española en operaciones internacionales como dos ejemplos de presencia habitual, cotidiana, de lo militar entre la sociedad española como actuaciones cercanas y valoradas.
En síntesis, se podría afirmar que nunca en la historia de España el ciudadano ha estado más cerca de sus Fuerzas Armadas, por las razones anteriores y porque nunca los ejércitos en su composición han reflejo más fielmente que ahora la estructura sociológica de la sociedad, planteamiento que difiere frontalmente con el discurso reiterado de desconocimiento y alejamiento de la defensa y lo militar de la sociedad española.
Las encuestas son tozudas en reflejar la alta valoración entre los españoles hacia sus Fuerzas Armadas. Siguiendo una vez más al CIS (Barómetro de abril 2013), que pregunta periódicamente por la valoración de instituciones, utilizando este concepto en un sentido quizá demasiado amplio que abarca desde la monarquía a los sindicatos o los medios de comunicación, encabezan la tabla y únicamente aprueban la Guardia Civil (5,71), la policía (5,65) y las Fuerzas Armadas (5,21 de nota).
En cuanto a la composición, hoy las Fuerzas Armadas cuentan entre sus filas con dos grupos sociológicos sin los que es imposible comprender la realidad social española: inmigrantes y mujeres.
Débil conciencia de defensa de los españoles
Se admite de forma natural y también  acrítica que los españoles tienen una baja conciencia de Defensa, y en este punto habría que distinguir entre la sensación de peligro o amenaza que sienten los españoles y su opinión sobre los instrumentos del Estado para su seguridad.
Sirva como apunte previo que la Defensa, y por tanto la información sobre temas de defensa, es preciso enmarcarla en la política exterior de un país. A diferencia de las dictaduras, que emplean a sus militares para vigilar o reprimir a la propia población, al enemigo interior, en las democracias comúnmente las Fuerzas Armadas son un instrumento de política exterior.
En cuanto al interés hacia los temas de defensa, calificado habitual y generalizadamente como bajo, el 37,2% de los encuestados por el CIS sigue con bastante (29,7%) o mucho interés (7,5%) las informaciones relacionadas con estos temas en los medios de comunicación, porcentajes que no pueden despreciarse y en cualquier caso no comparables con otros ámbitos porque la encuesta no lo pregunta.
En cuanto a los instrumentos, la mayoría de los españoles (54,6%, CIS) piensa que en el futuro los ejércitos seguirán siendo necesarios para mantener la paz, la seguridad y la defensa; a los que habría que sumar la opinión de quienes consideran que se emplearán más en catástrofes y ayuda humanitaria (25,6%) o incluso que formarán parte de un ente policial internacional (7,7%), mayoría por tanto acreditada sobre la supervivencia de los ejércitos.
En cuanto a la sensación de amenaza, la idea de que los españoles parecen vivir en un mundo utópico alejado por la historia o la ignorancia de la realidad, el CIS nos dice que el 58,1% de los encuestados no cree que exista actualmente un país que suponga una amenaza real para España y un menor 28,6% que sí. Una cuarta parte de estos últimos, con porcentajes a la baja, identifican esa amenaza estatal en Marruecos, países árabes (así se pregunta) y Afganistán; curioso que un 6,9% de los encuestados identifique la amenaza con EE.UU.
El debate sobre los datos anteriores plantea la cuestión subyacente de si España hoy y la mayor parte de los países de nuestro entorno cultural y económico viven una amenaza existencial que tuviera que ser contrarrestada con una respuesta militar para lo cual sería imprescindible contar con un instrumento potente, una financiación elevada y unos recursos humanos y materiales proporcionales a dicha amenaza.
Es un tópico la referencia a los cambios profundos que ha sufrido la seguridad desde el fin de la guerra fría, la caída del muro de Berlín en 1989 y la desaparición de la URSS unos pocos años después.
De una amenaza entre Estados y principalmente militar hoy se escribe abundantemente, en textos de opinión o estrategias nacionales de seguridad y documentos OTAN, de riesgos difusos, amenazas asimétricas y respuestas no exclusivamente militares para desactivar conflictos violentos.
Valores propios de las FAS
Volviendo de nuevo al CIS, lo que más valoran los ciudadanos en la profesión militar, “el valor más importante que debe tener un militar” pregunta textualmente, es la preparación técnica, destacada por encima de otros valores más etéreos como la obediencia, la valentía o la honradez.
Preguntados directamente, un 66,6% de los españoles opina que los militares están muy correctamente capacitados profesionalmente para desarrollar su labor (bastante 53,2 y muy 13,4); y un porcentaje aún mayor considera que la preparación de las FAS ha mejorado en los últimos años.
En muchos de los discursos, en su acepción de intervención pública y de mensaje, con origen y destino corporativo, se alude a valores morales que los militares poseen no se explica si ligados a la vocación, adquiridos en las academias o consecuencia de la experiencia laboral, pero en cualquier caso un espejo donde la despistada sociedad española debiera mirarse.
Lo que trasluce al destacar bien la profesionalidad o bien la elevada moral militar en realidad es la disyuntiva entre una concepción de las Fuerzas Armadas como institución poseedora de unos valores propios y superiores a los que la sociedad debe imitar, o un concepto profesional de un organismo clave en el funcionamiento del Estado que procede y refleja la composición de la sociedad .
El espíritu de sacrificio real, el riesgo físico de perder la vida, está entre las peculiaridades de la profesión y así se valora. Es de interés no obstante relacionar esta circunstancia con situaciones excepcionales y nunca el eje de su actuación, pues por ejemplo todos los miembros de las fuerzas de seguridad del Estado tienen un riesgo en el ejercicio de su profesión que no se presenta como único ni prioritario para definir la profesión. Nadie resumiría la labor de una guardia civil en dar la vida por la seguridad y tampoco debería sintetizar el trabajo militar, aunque la puedan perder.
A la organización le interesa con todo este punto y pregunta con el CIS sobre algo tan arriesgado como la disposición del ciudadano a perder la vida, eventualidad que normalmente se mira con aprensión por puro espíritu de supervivencia. Las respuestas también sorprenden: dejando aparte la familia, una mayoría de los encuestados (48%) creen que sí existe algo por lo que jugarse la vida, y otorgan la mayor posibilidad de sacrificarse y arriesgarla por salvársela a otra persona, por la paz y la libertad, los tres por encima del 70%; la justicia y la patria-país rondan el 40%.
Antibelicismo e inversión en defensa
No abundan en los últimos dos siglos de historia de España acontecimientos bélicos que unan a los españoles, y esto es un hecho de solidez comparable al miedo alemán a la inflación y del francés a ver ocupada de nuevo París.
Se han visto ya indicadores que van definiendo la sociedad española como comprometida con la paz, con la cooperación al desarrollo, una ciudadanía solidaria, donde puede funcionar algún resorte colectivo, similar al alemán con la inflación por su mala experiencia tras la primera guerra mundial o al francés con la cruz gamada ondeando sobre la torre Eiffel (la apuesta de nuestro vecino por lo nuclear no anda lejos de esta experiencia histórica), que en nuestro caso sería consecuencia de una traumática guerra civil, de ninguna guerra exterior colectiva, de ningún desembarco aliado que nos librara del fascismo, y la mala experiencia de una guerra colonial fuertemente contestada por la ciudadanía (la Semana trágica de Barcelona en 1909 tuvo principalmente esa motivación).
Sin duda un indicador preocupante y persistente en el tiempo es la pregunta sobre diferentes partidas de gasto del Estado, a la que mayoritariamente se responde a favor de disminuir el gasto en defensa de nuestro país (57,6%) mientras que los españoles se pronuncian en un porcentaje similar pero a favor de incrementar el gasto en ayuda y cooperación al desarrollo o a mejorar la imagen de España en el exterior. En positivo destaca sobre el resto y a distancia los apoyos a favor de incrementar el gasto en investigación y desarrollo e innovación (73,5%).
Viendo el enfoque utilitario que los textos normativos dan a la cultura de la defensa, el debate a menudo incide en la carga negativa de esta respuesta a la priorización del gasto público, algo así como que hoy no se produce la legitimidad social que pueda apoyar un incremento del presupuesto del Ministerio de Defensa. La realidad del pasado reciente es que  los presupuestos claramente expansivos de la segunda mitad de la pasada década respondieron a una coyuntura económica favorable y a cierta sensibilidad de los distintos Gobiernos, sensibilidad industrial en unos y laboral en otros, más que a un apoyo ciudadano que nunca se pidió.
De las respuestas a la encuesta se puede interpretar que el ciudadano realiza una disociación entre política exterior y de defensa que no se corresponde con la realidad, al igual que contraponer I+D+i y las tecnologías de seguridad y defensa; y disocia también cooperación y seguridad cuando muy frecuentemente van juntas en el mundo como se ha podido comprobar en un escenario como Afganistán, aunque es importante destacar además el desequilibrio entre ambas partidas (España ha gastado en ese país un euro a cooperación por ocho a seguridad, según datos acumulados de la participación española durante una década).
En respuesta a la falsa disociación, pedagogía. Sobre la posición a favor de reducir el presupuesto de defensa, se puede interpretar que existe una opinión bastante extendida en el sentido de que España no tiene una amenaza directa e inminente que haga necesario el mantenimiento de una estructura costosa y de gran tamaño.
La ausencia de una amenaza existencial es incuestionable. Sobre el gasto sería también muy positivo el máximo debate y transparencia sobre las cuentas de defensa, y por lógica argumental, son contraproducentes y contribuyen a alejar al ciudadano de estos temas circunstancias como que actualmente al menos el 25% del gasto del Estado en estos capítulos no figura en el presupuesto del Ministerio de Defensa (por la ausencia inicial de los fondos destinados a financiar las operaciones en el exterior y los créditos extraordinarios destinados a financiar los programas especiales de armamento), y contraproducente también es cada vez que se falsean las cifras conscientemente argumentando que España dedica a estos objetivos el 0,6% del PIB, cuando el peso relativo sobre la economía nacional del gasto en defensa supera el doble de ese porcentaje.
Sobre transparencia y promoción del debate público sería también muy conveniente acabar con el carácter confidencial y no público de documentos como la Visión de las Fuerzas Armadas 2025, la Directiva de Política de Defensa y otros, que quizá por inercia conservan un carácter secreto que hace no mucho se aplicaba también a la Directiva de Defensa Nacional. La desclasificación de documentos históricos declarados secretos es otro campo bloqueado sin que fructificaran los tímidos indicios de apertura del anterior Gobierno.

Sociedad del conocimiento

El ámbito de la defensa, de las Fuerzas Armadas y la seguridad, no es ajeno a la sociedad de la información que han trastocado las vías de adquisición del conocimiento. Se habla de un conocimiento disperso en el que las jerarquías y los compartimentos estancos han perdido la relevancia del pasado. La solución-el saber se encuentra a menudo en la confluencia y al contacto de planos y ámbitos diferentes.
El catedrático de filosofía Daniel Innerarity analiza muy acertadamente la nueva relación entre la ciencia y la política, entre el saber y el poder, y se pregunta: “¿Qué privilegio ha perdido el poder? La prerrogativa de no tener que aprender y dedicarse simplemente a mandar. ¿Y cuál es el que ha perdido el saber? Pues aquella seguridad y evidencia que le permitía prescindir de toda exigencia de legitimación (…). De ahí que el problema ya no sea cómo compaginar un saber seguro con un poder soberano, sino cómo articularlos para compensar las debilidades de uno y de otro con el objetivo de combatir juntos la creciente complejidad del mundo”.
El trabajo conjunto y en paralelo en Afganistán de los contingentes militares y los equipos de la Agencia Española de Cooperación Internacional y para el Desarrollo es un ejemplo de enorme valor para su conocimiento por la opinión pública como un paquete global que ilustra la actuación común del Estado, con diferentes instrumentos, en un mismo escenario exterior y con un objetivo compartido. También el caso ilustra los últimos requerimientos de la seguridad en escenarios complejos, la respuesta multifacética a esos desafíos.
Desde el punto de vista de la comunicación no ha sido una ocasión aprovechada esta operación cívico-militar de España, la más costosa y una de las más duraderas en 25 años. A pesar del entendimiento en la zona de operaciones entre los diferentes actores, en territorio nacional ha pesado más la distribución de competencias entre ministerios, la fragmentación de mensajes, el mayor peso informativo de los incidentes de naturaleza militar, los recelos mutuos del mundo militar y el mundo de la cooperación y su temor a que el ciudadano identifique a cada uno en territorio contrario –el fantasma del militar como miembro de ONG; y el del cooperante militarizado-, etc.

Conclusión

Ni desinterés por la defensa ni desconocimiento de las Fuerzas Armadas. Los datos estadísticos y el análisis desmienten gran parte de los tópicos de generosa circulación sobre la supuesta baja cultura de defensa de los españoles, lo que no implica que exista un amplio terreno de juego donde actuar y un trabajo pendiente o reorientado que corrija la situación actual de fragmentación y descoordinación de mensajes.
El grupo de españoles que se interesa por los temas de defensa y seguridad (un tercio), quienes aparentemente cuentan con una conciencia de defensa más desarrollada que la media, que probablemente en su mayoría conocen y están preocupados por los riesgos y amenazas a los que España debe hacer frente, este grupo acusa al resto de la sociedad de portar un virus que no aparece en los análisis del laboratorio.
No aflora de las encuestas ese grupo mayoritario de la sociedad ignorante del mundo en el que vive, en minoría de edad permanente, favorable además a cortar recursos que el Estado debiera destinar urgentemente a la supervivencia del país.
Lo que sí es una realidad es que en cada variable que se analice en el ámbito de la cultura de la defensa existe un porcentaje importante de la población a la que no les llega el mensaje, o se les envía un mensaje equivocado.
Los instrumentos de defensa que una sociedad necesita para proteger la comunidad política no deben mezclarse con una determinada concepción del sentimiento nacional. La comunidad la forma el 100% de la ciudadanía, necesariamente plural y diversa; los sentimientos –también el sentimiento nacional- forman parte de otra categoría específica.
El supuesto alejamiento de la ciudadanía del mundo de la defensa lo es minoritario y se trata de un distanciamiento de una concepción determinada de la defensa, no implica un desinterés hacia los temas de política exterior y seguridad, ni hacia los instrumentos del Estado que trabajan en el campo de la seguridad.
Con todo, el sistema de seguridad y defensa de España debe adaptarse a la comunidad política a la que protege, no a una sociedad ideal o idealizada, en ambos caso irreal.
Un segundo hecho a evitar es la identificación automática entre cultura de la defensa y valoración de las Fuerzas Armadas, que por otra parte es positiva.
Todo ámbito de conocimiento tiende a encerrase sobre sí mismo, a expulsar a los advenedizos e implantar una jerga propia que dificulte el entendimiento por foráneos. El problema es que al menos en nuestros días la generación de conocimiento se produce por otras vías, la innovación y el análisis eficaz florece en el contacto de disciplinas distintas, en el cuestionamiento de las certezas inmutables y las rutinas.
Por tanto, sería aconsejable promover al máximo el debate sobre política exterior y de seguridad, sobre la construcción europea, sobre cooperación al desarrollo y solidaridad internacional, sobre operaciones de paz, sobre los riesgos muy actuales de la sociedad de la información. Y transparencia sobre los recursos que el Estado dedica ya hoy a estos menesteres.
Si se quiere aumentar el alcance y efectividad de las actuaciones desarrolladas sobre cultura de la defensa sería positivo orillar el pensamiento mágico, aquellos elementos discutibles y discutidos sobre identidad nacional, y centrarse en política exterior, instrumentos de seguridad que facilitan la convivencia o la respuesta del Estado ante amenazas, empleo transparente de los recursos públicos con un destino de la importancia de la seguridad.
Las torres de marfil, el mundo de las certezas procedentes del ámbito de los expertos ha muerto, porque la realidad es hoy más difusa. La inteligencia es mancomunada y colectiva, lo que obliga a entrelazar el conocimiento militar con otros (diplomacia, cooperación, industria, tecnología, política, filosofía), de su conexión saldrá aprecio, utilidad y alcance para ese ámbito tan amplio y multifacético que llamamos cultura de la defensa.
El éxito puede estar en trasladar a la sociedad española la realidad de que el conocimiento acumulado, por experiencia y análisis, de los profesionales del ámbito de la defensa pueden ayudarnos, junto con otras disciplinas y especialistas, a comprender el mundo actual; que la sociedad sea plenamente consciente de que necesita y cuenta con instrumentos que trabajan profesionalmente por la defensa, una parte imprescindible de la seguridad a la que toda sociedad aspira para desarrollarse.
Transparencia también exigible en cuanto se refiere a la toma de decisiones políticas –Parlamento y medios de comunicación- y a la gestión de los recursos públicos –materiales y de personal-.

Sugerencias

  • Sentir los colores, por Manuel Jabois (El Páis, 30-11-2016).
  • Soberanía, yo te maldigo, por Ignacio Torreblanca (El País, 24-11-2016).
  • Cuaderno de Estrategia número 155 del Instituto Español de Estudias Estratégicos, “La cultura de seguridad y defensa. Un proyecto en marcha”, noviembre de 2011.
  • La política de defensa de los diferentes Gobiernos de la democracia ha sito un tema trabajado por el profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de la Rioja Carlos Navajas Zubeldia, entre otras publicaciones en “La política de defensa del gobierno de Aznar (1996-2004)” en Los desafíos de las Fuerzas Armadas en el siglo XXI, Albolote (Granada), Comares, 2008, pp. 131-135; y “El fin del ‘problema militar’. La ‘modernización’ de los Ejércitos durante la primera época socialista (1982-1996)”, Revista Ayer número 84/2011, pp. 51-72.
  • Centro de Investigaciones Sociológicas. “La defensa nacional y las Fuerzas Armadas”. Estudio 2.192, septiembre-octubre de 2011. En otoño de 2013 se realizó el trabajo de campo de una nueva encuesta que aún no ha sido difundida por el Ministerio de Defensa.
  • José Álvarez Junco, Mater dolorosa, Madrid, Taurus, 2001, páginas 545-565.
  • Para qué sirven los símbolos patrios (El País, 11-9-2013).
  • Narcís Serra, La transición militar, Barcelona, Debate, 2008, página 79 y siguientes. En este enlace, presentación de una ponencia sobre este tema en junio de 2011.
  • Daniel Innerarity, La democracia del conocimiento, Barcelona, Paidós, 2011, páginas 45-46, 68-69, 80-81, 84, 102-110.
  • Falso fervor, por Juan José Millás (El País, 7-3-2014).