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martes, 12 de diciembre de 2017

Artillero de la libertad

Columna de opinión publicada también en Estrella Digital.
Así ha definido la ministra de Defensa, en reciente visita al periódico La Razón, a los medios de comunicación, a la prensa: artillería de la libertad.
Ya lo veo escrito en tarjetas de visita y estado de redes sociales, nada de consultor de comunicación, comunicólogo ni community manager: artillero de la libertad, a su servicio, y en primer tiempo de saludo.
Si eres ministro de Defensa del cielo te caen los clavos y las metáforas militares, lo que puede continuar, si no lo ha hecho ya, con expresiones como infantes de los derechos humanos, marines de la democracia, boinas verdes del progreso, legionarios de Cristo, bueno, legionarios de Cristo no ha funcionado bien..., fórmulas cambiantes dependiendo del auditorio, y mil variaciones entre especialidad militar y buena causa hasta llegar a los soldados del amor que cantaba Marta Sánchez a nuestras tropas en aquellos 90 en los que Irak destruyó Kuwait y EEUU comenzó la larga aniquilación de Irak en compañía de otros ("Entre nosotros no hay guerra ahora, vivimos al ritmo de un mismo tambor...").
En los recopilatorios de citas la frase artillera referida se adjudica a Hans-Dietrich Genscher, ministro de Asuntos Exteriores de la RFA entre 1974 y 1992, dieciocho años nada menos con la cartera a cuestas; también se encuentra atribuida a Hans Christian Andersen, que comparte con el anterior el Hans. Si no está clara la autoría, no es de ninguno o no es oportuna.
El contenido de mayor interés en esa intervención de De Cospedal no fueron las citas sin autor, sino el anuncio algo inconcreto de crear un grupo de trabajo en el Congreso entre parlamentarios y responsables de medios de comunicación para abordar la "guerra de la información" y las "fake news" o noticias falsas, porque para la ministra este tipo de noticias constituyen "uno de los mayores retos para los sistemas de defensa de las democracias". Resumiendo, la ministra propone que otra institución analice una preocupación propia en una dirección que sólo puede ser de limitación de la libertad de expresión a poder ser del contrario.
Días más tarde concreta algo afirmando que el Ejército ya se prepara para el asunto: "La desinformación y la intoxicación son armas potentísimas que han difuminado de manera muy clara nuestro campo de batalla", y nos cuenta el medio que acogió esta segunda intervención (El Economista) que se está reforzando al ejército para hacer frente a "la guerra de la desinformación" con el desarrollo de nuevas capacidades, tecnologías, plataformas y preparación para "luchar con ello". ¿Luchar con ello?
"Es fundamental una información veraz para la continuidad de la democracia", aseguró De Cospedal.
La industria de Defensa presente en ese foro se sube al carro de la ministra, por la información -“Es muy barato y desestabiliza muchísimo", sentenció un directivo de Indra- o porque anuncia también un nuevo ciclo inversor en el Ministerio, también sin concreción. Los mejor informados y más cercanos al asunto nada apuntan de armamento para esta nueva guerra de la información y mencionan buques y vehículos convencionales, los de cualquier guerra fría ya conocida, normalmente la última o la penúltima, fragatas antisubmarinos y cazas.
Qué se querrá decir con que el Ejército (¿Tierra, Aire, Fuerzas Armadas?) ya se está preparando. No parece que se refiera a la veintena de publicaciones periódicas y corporativas que financia el Ministerio o al menos los cinco gabinetes de prensa (Ministerio, cada uno de los tres ejércitos y el JEMAD), todos difundiendo mensajes los siete días de la semana dirigidos hacia los convencidos, quizá sea ésa la estrategia, dirigir la potencia comunicadora del Ministerio de Defensa también hacia el exterior y los no uniformados-militantes.
Difícil pensar en luchar contra la desinformación si no es con información, por lo que la consecuencia lógica tendrá que ser a corto plazo la oferta pública de miles de empleos en el campo de la comunicación y el periodismo.
Una alternativa o acción complementaria sería también que el Ministerio de Defensa entrara de lleno en la manipulación emocional automatizada, enjambres de bots, perfiles falsos y basura por el estilo.
Para ser honesto hay que reconocer que el asunto de la posible reacción a las noticias falsas sobrepasa a De Cospedal, quien únicamente se ha sumado con entusiasmo a una campaña más general, ella es sólo una soldado del amor en la lucha contra la desinformación.
La nueva Estrategia de Seguridad Nacional, demostrando una agilidad que le resta consistencia, hace referencia a que "la manipulación de la información por parte de agentes externos ejerce de factor de influencia en la era de la posverdad, con efectos negativos en la cohesión social y la estabilidad política". Como prueba de haber sido incluida a penúltima hora, la desinformación no aparece en las líneas de acción de la estrategia, o no se sabe aún que hacer contra ella.
Coincidamos en que el asunto interesa a todo el Gobierno y que además la Comisión Europea acaba de aprobar un presupuesto adicional de 800.000 euros para esta lucha, lo que permitirá la contratación de compañeros de profesión  si no lo gastan exclusivamente en tecnología.
Cabe una interpretación diferente a todo lo anterior, a la propuesta de la ministra, a las declaraciones amenazantes que proliferan, una alternativa cuya simple posibilidad aconseja mantener la alerta: que se quiera imponer una disciplina militar a los medios de comunicación, a los periodistas o a la propia información; que la presencia abundante de información averiada o inventada provoque la imposición de un pensamiento único por parte de quienes tienen la sensación de estar perdiendo el monopolio de la difusión de mensajes.
Ya abierto el libro de citas, encuentro: "En ningún momento es la libertad de expresión más preciada que cuando uno se golpea el pulgar con un martillo", dijo un periodista norteamericano llamado Marshall Lumsden.
Cuidado con los martillos.

Sugerencias



martes, 4 de abril de 2017

Operaciones militares al margen del Parlamento

Columna de opinión publicada también en Estrella Digital.
Carro de combate Leopardo como los que se van a enviar a Letonia, 
en la imagen de maniobras en el campo de San Gregorio (Foto: PND).
Los asuntos de la Defensa corren el riesgo de alejarse del Parlamento, especialmente los relacionados con el despliegue de militares españoles en operaciones en el exterior, las conocidas popularmente como operaciones de paz, que ni hoy ni nunca trabajan en un escenario pacífico, de ahí el envío de fuerzas armadas.
Una de los efectos secundarios positivos de la invasión de Irak de 2003, quizá el único, fue la conciencia generalizada de que la participación española en operaciones militares fuera de la península debiera contar con legalidad, legitimidad y un alto grado de consenso político, y que este tipo de decisiones por su trascendencia pasaran por el Parlamento para que los diputados, y la opinión pública, tuviera conocimiento de objetivos, medios, tiempos, coste económico y soporte legal de cada despliegue.
Lo anterior tuvo su concreción en el artículo 17 de la Ley Orgánica de la Defensa Nacional de 2005: "Para ordenar operaciones en el exterior que no estén directamente relacionadas con
la defensa de España o del interés nacional, el Gobierno realizará una consulta previa y
recabará la autorización del Congreso de los Diputados".
Por tanto, desde la entrada en vigor de la ley, cada nueva operación tendría que pasar por el Parlamento, y no está siendo así. 
En estos momentos España tiene en el exterior 2.684 militares participando en 17 operaciones. Destacan los responsables del Ministerio de Defensa que nunca antes nuestro país ha trabajado militarmente en tantos escenarios. Una interpretación parcial es que las misiones en el exterior han reducido su tamaño y se centran hoy mayoritariamente en adiestramiento de fuerzas locales y operaciones especiales, con contingentes reducidos; y se han multiplicado pequeñas misiones en el África subsahariana.
Las principales operaciones en el exterior en las que participa España son Líbano (cascos azules de Naciones Unidas, 620 militares), Irak (coalición para el caso, 507), Turquía (OTAN, 149 militares), aguas de Somalia (operación de la UE, 148 militares) y Malí (UE, 138).
Las últimas decisiones han estado relacionadas con el incremento del contingente en Irak, que fue autorizado por el Congreso en diciembre, 125 militares y 25 guardias civiles más; y con el envío de 14 observadores militares a Colombia para supervisar el proceso de paz en ese país, que no ha tenido procedimiento parlamentario (Margallo prometió hasta 400 observadores). La Guardia Civil opera desde hace años en Mauritania sin que ni Defensa ni Interior rindas cuentas en el Parlamento.
La previsión a corto plazo es un incremento no menor de militares en dos operaciones en el Báltico, en el marco del despliegue de la OTAN en las cercanías de la frontera rusa con contingentes multinacionales, con la filosofía de que en el caso improbable de un incidente afectaría a diversos países, alguno de ellos de peso, no a una pequeña república del vecindario, con lo que la internacionalización de las consecuencias estaría asegurada.
Por una parte, en mayo está previsto el despliegue de cuatro cazas españoles F-18 para vigilar el espacio aéreo de Estonia, con una duración de seis meses y un centenar de militares desplazados.
El segundo despliegue es único y peculiar: España va a desplazar por primera vez en su historia carros de combate fuera del territorio nacional y se llevan nada menos que a Letonia, seis carros Leopardo más 14 blindados de cadenas Pizarro, con 300 militares para operarlos.
Éste último es un ejemplo de operación militar de envergadura de la que ni el Congreso ni la ciudadanía van a tener noticia. La interpretación en el Ministerio es que se trata de la participación habitual de nuestro país en las actividades de la OTAN que no requieren paso por el Parlamento, lo único es que se produce en Letonia y con carros en lugar de las llanuras de Albacete o el páramo aragonés.
Otro caso similar que escapa al Congreso es buena parte de la actividad internacional de la Armada, sin entrar en los despliegues comerciales en favor de Navantia que se realizan por ejemplo en Australia, como la presencia gran parte de este 2017 en las antípodas de una de las fragatas más modernas de las Fuerzas Armadas. Al parecer el presupuesto australiano paga el gasóleo.
La Armada tiene en estos momentos 12 buques y 2.000 militares en operaciones en el exterior, el mayor despliegue naval militar de la historia reciente, que suma su presencia en el Índico, en el Mediterráneo; pero también -sin Parlamento- en las aguas fronterizas con Rusia tanto en el Báltico como en el Mar Negro (el de Crimea y Ucrania); o en el Golfo de Guinea.
En resumen, las Fuerzas Armadas participan crecientemente en operaciones en el exterior, a menudo en el marco de la OTAN, sin la recomendable autorización del Parlamento y las explicaciones a la ciudadanía. Se cumple la letra de la ley, no su espíritu.
Y se produce cuando sería más necesario que nunca el debate público sobre amenazas, medios y presupuesto destinado a la Defensa militar de España, a tenor de los compromisos más o menos teóricos que la secretaria general del PP, en funciones de ministra de Defensa, va lanzando en el Pentágono o la sede de la Alianza Atlántica y el muy probable incremento del presupuesto, crecimiento cosmético -parte de lo que pagaba Hacienda se incluirá en el presupuesto de Defensa-, pero relevante.
El riesgo del que viene alertando últimamente el expresidente Felipe González, que la gobernanza de los asuntos públicos está quedando en manos de tecnócratas por un lado y desconocedores de los asuntos por otro -"la pinza en la que vivimos entre la arrogancia tecnocrática que menosprecia a la gente y la ignorancia" de algunos responsables políticos- afecta también y directamente a la Defensa.

Sugerencias