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lunes, 30 de octubre de 2023

Gaza 'mon amour'

Octubre de 2023 marca un nuevo episodio de violencia generalizada en Israel-Palestina a partir de un ataque sorpresivo y criminal de Hamás contra población civil (y militar) israelí desde Gaza y una respuesta brutal por parte del ejército israelí que continúa tres semanas después del origen, con un millar de víctimas israelíes y siete veces más palestinas.
La explosión de violencia genera condenas, posicionamiento; pero en un marco más general provoca una demanda de información y explicación. Comparto unos apuntes previos sobre el conflicto, un par de películas sobre Gaza y un intento de arrojar algo de luz sobre cinco ámbitos: momento, colonialismo, terrorismo, instrumento militar y futuro.
Es conveniente analizar el día antes de la explosión y el día después a que callen las armas, y una declaración de principios que publicaba la periodista Ana Iris Simón recientemente en El País: “Ninguna causa es lo suficientemente justa como para asesinar un solo niño en su nombre, ni siquiera vengar la muerte de otros niños”.
Como acotaciones muy generales cabe en primer lugar llamar la atención sobre la densidad de acontecimientos y lo reducido del espacio, condiciones histórico-físicas que incrementan los intercambios, la complejidad y la incertidumbre. La Palestina histórica equivale en kilómetros cuadrados a la provincia de Badajoz, y siempre es interesante recordar que los territorios ocupados y admitidos por los palestinos para un hipotético Estado suponen el 22% de esa superficie.
Cabría decir también al comienzo de este artículo que no se trata de un conflicto eterno, irresoluble, bíblico, incomprensible, interpretación que genera hastío y aleja de cualquier intento de comprensión del fenómeno. Se trata por contra de un conflicto eminentemente político, fácilmente acotable su recorrido en el tiempo -nada empezó el 7 de octubre- con una fecha clave marcada por la llamada Declaración Balfour de 1917, por la que Gran Bretaña se comprometió a facilitar la instalación del hogar nacional judío en Palestina. El conflicto es abordable porque nos resulta cercano y familiar en su origen, muy europeo, a partir de actuaciones e ideología como la ocupación colonial de un territorio y el nacionalismo.
El conflicto palestino-israelí no es religioso (existen palestinos de las tres religiones monoteístas e incluso ateos), no es una guerra entre Estados. El conflicto afecta directamente a unos 12 millones tanto de judíos como otros tantos palestinos -las dos comunidades están igualadas en número-, la mitad de ellos residentes en la Palestina histórica y la otra mitad en el exterior, llámese exilio, emigración o diáspora.
Como última acotación previa, y los sucesos de octubre lo confirman, nos encontramos ante un escenario dinámico, lo que implica que la visión o planteamiento de hace cincuenta años probablemente no sirva para el presente. A lo largo ya de más de un siglo se han tomado cientos de decisiones políticas que han provocado la situación actual, esas decisiones podían haber sido otras.

Ficción

La primera reacción personal en caliente fue buscar papel escrito en la estantería, pero antes... en el televisor. Desde estas plataformas de contenidos sin fondo ni bibliotecario a las que tenemos acceso desde el sofá aparecieron dos películas de ficción:
  • ‘Un fin de semana en Gaza’. Reino Unido, 2022. Argumento: un periodista británico (y su pareja israelí) intenta escapar de Israel después de que la ONU imponga restricciones al tráfico aéreo y marítimo debido a la propagación de un virus. Gaza se convierte en el lugar más seguro de la región. Acabarán saliendo por Ráfah hacia Egipto.
  • ‘Gaza mon amour’. Coproducción Palestina-Francia-Alemania-Portugal-Qátar, 2020. Argumento: Gaza, hoy. Issa, un pescador de sesenta años, está secretamente enamorado de Siham, una mujer que trabaja en el mercado con su hija Leila. El descubrimiento de una antigua estatua de Apolo en sus redes de pesca cambiará su vida para siempre. Curiosamente, su confianza comienza a crecer y finalmente decide acercarse a Siham.
No es buena idea acudir a la ficción para encontrar análisis y explicación al conflicto israelo-palestino, aunque estas dos películas revelan algunos puntos de interés, como que hace un par de años se podían situar comedias en Gaza (resultaría impensable una comedia localizada hoy en Ucrania), síntoma evidente de una ocupación normalizada, estaba asumida su precariedad, sus dos millones de habitantes enjaulados. Choca la violencia informativa actual y la cotidianidad del cine, donde asoman muchos policías palestinos, la obsesión por los papeles, puetos de control, cortes de luz y personas. Lo más sorprendente es compartir vivencias familiares, amorosas, picaresca incluso, con palestinos e israelíes de protagonistas. La normalidad informativa es bien distinta, los palestinos aparecen siempre muriendo, gritando o rezando; la deshumanización del adversario es criterio básico en cualquier conflicto. La cultura puede ser también un instrumento de conocimiento y muchas veces de propaganda -no en las películas referidas-, Paul Newman e Ingrid Bergman han hecho más desde la gran y pequeña pantalla por la causa sionista que algunas campañas militares.
A continuación cinco acercamientos al conflicto con el objetivo de entenderlo algo mejor.

1 - Realidad - Momento

La explosión de violencia en Israel-Palestina de este otoño de 2023 se produce en el año en que se cumplen 75 del nacimiento del Estado de Israel y los palestinos denominan Nakba (catástrofe en árabe), referido en este caso a un proceso de limpieza étnica más amplio y los efectos de 1948.
Asimismo se cumplen 30 años de la firma de los Acuerdos de Oslo en 1993, hasta el momento el intento más serio de encontrar una salida al conflicto, si bien bajo unas premisas que han derivado en un punto muerto. Oslo establecía el principio de dos Estados vecinos, pero marcaba un proceso, no un punto final, que debía avanzar y no lo hizo, y dejaba para una fase última el acuerdo nunca alcanzado sobre Jerusalén, fronteras, seguridad, soberanía y retorno de ciudadanos expulsados del territorio.
Los acontecimientos de octubre de 2023 se producen en uno de los años más violentos de los últimos lustros (250 palestinos muertos violentamente hasta el día anterior al ataque de Hamás).
La realidad geopolítica era que Palestina y los palestinos habían desaparecido de la agenda como problema internacional urgente de resolver, mientras que los análisis se centraban en el aparente próximo acuerdo entre Israel y Arabia Saudí, en el marco de unos acuerdos de Abraham con los que Israel pretendía estrechar relaciones con los países árabes (conseguido con Emiratos, Bahréin, Sudán y Marruecos) y suponían en esencia solucionar el problema palestino con alguna inversión y sin contar con los palestinos. Nadie ha recordado en las últimas semanas que Arabia Saudí e Irán restablecieron relaciones diplomáticas en el cercano mes de marzo con la mediación de China, movimiento sorprendente en la región que muestra actores y acercamientos no previstos.
Muchos factores pueden definir el momento previo a la última explosión de violencia, como las crecientes provocaciones en la explanada de las mezquitas de Jerusalén por parte de extremistas judíos, lugar de simbolismo extremo como tercer lugar santo del Islam; origen de la segunda intifada en 2000 tras sucesos similares; la cúpula de la Roca figura en el logo de Hamás y en la pared de la mitad de los hogares palestinos.
Añadamos al momento la previsible anexión ilegal de Cisjordania por parte del Estado israelí (como ya ha hecho con Jerusalén y los Altos del Golán);  y las divisiones de un liderazgo palestino desacreditado, lo que abre la sucesión no lejana de Mahmud Abbás.
En octubre de 2023 se produce un distanciamiento creciente y preocupante entre la dirección política y los ciudadanos en los territorios palestinos ocupados, también en Israel (manifestaciones multitudinarias desde enero), en los países árabes vecinos y no tan vecinos.
Finalicemos este apartado con la próxima convocatoria de elecciones en 2024 tanto al Parlamento Europeo como a la presidencia de Estados Unidos, lo que explica visitas recientes, apoyos incondicionales y el movimiento de varios actores en el desarrollo próximo del conflicto.

2 - Colonialismo

No es posible entender el conflicto israelo-palestino sin tener presente que en su origen y desarrollo, hasta el día de hoy, es un fenómeno colonial, con todos sus ingredientes: existen colonizadores, colonizados y colonos, de estos últimos hasta 750.000, con un comportamiento extremo. Existen ocupantes y ocupados. Existen presos sin cargos y presos con cargos. Existen detenidos menores de edad bajo jurisdicción militar y no detenidos. Existen agresores y agredidos. Existe la vieja fórmula de fragmentar al colonizado geográfica y jurídicamente.
El proceso es claro, y por supuesto tiene sus peculiaridades, una no menor es que llegó tarde, al menos cien años: en 1947 el Reino Unido se retira de la India, y ese mismo año se aprueba en Naciones Unidas la resolución 181 que establece un Estado judío y otro Estado palestino en la superficie del mandato británico.
Convengamos que en el siglo XIX poca gente conocía lo que hacía el rey de los belgas Leopoldo sobre los congoleños, y a nadie le importaba, circunstancias de conocimiento e interés que han ido cambiando a lo largo del siglo XX y del siglo XXI. Imposible imponer una realidad colonial en una época poscolonial, y eso se ha ido intentando en Palestina por el proyecto colonial sionista primero apoyado por la primera potencia mundial que era el Reino Unido; y luego a partir de los años sesenta por la primera potencia mundial que era y sigue siendo Estados Unidos.
Añadamos a las peculiaridades que se trata de un tipo específico de experiencia colonial conocido y estudiado como colonialismo de asentamiento, de raíz británica, que pretende en último término expulsar o aniquilar al colonizado, con referencias históricas reconocibles en EEUU, Canadá, Australia o Nueva Zelanda. 
Finalicemos este epígrafe con la obviedad de que en todas las experiencias coloniales el colonizado se acaba rebelando contra el colonizador; y no menos importante, que el colonialismo acaba pasando factura al colonizador, en forma de militarismo, degradación del Estado, extensión de la violencia y reducción de derechos ciudadanos.

3- Terrorismo

No existe una definición internacionalmente aceptada y vinculante del término terrorismo, en tratados y análisis se impone la interpretación de parte y sorprende la ausencia clamorosa del terrorismo de Estado.

En cualquier caso el terrorismo se reconoce, definámoslo informalmente como una táctica, no una ideología, caracterizada por el uso de la violencia física contra civiles para conseguir objetivos políticos y tiene siempre una organización detrás, este invento de los 'lobos solitarios' (de distinto tratamiento aparezcan en Haro o Algeciras) está cogido con alfileres.

Identificamos sin duda como una acción terrorista el ataque de Hamás del 7 de octubre, cumple la definición, asesinato de civiles israelíes; y los mismos ingredientes y catalogación podríamos aplicar al atentado por milicia sionista en 1947 al cuartel general británico en el hotel King David de Jerusalén, con un centenar de muertos; a las actividades del Frente de Liberación Nacional Argelino en los cincuenta y sesenta y también a la represión francesa del independentismo argelino; violencia física contra civiles para conseguir objetivos políticos es la respuesta israelí al ataque de Hamás.

En cuanto a actores terroristas, digamos que Hamás es un agente relativamente reciente en este conflicto, surge a finales de los 80 al calor de la primera intifada, y se enmarca en un fenómeno del máximo interés como es el fracaso, por méritos propios e inducidos por terceros, del nacionalismo árabe laico de mitad del siglo pasado y su sustitución por un islamismo en ocasiones radicalizado.

Al margen del terrorismo, recordemos que desde Estados Unidos y Europa se ha hecho también todo lo posible para forzar el fracaso de cualquier experiencia política islamista no radical; y también que los actuales dirigentes por ejemplo en Túnez o Egipto han implantado unas dictaduras más represivas que los regímenes democráticos previos gobernados aunque fuera difícilmente por partidos islamistas.

Parece además claro que si el problema de seguridad de Israel es el terrorismo, en ningún caso este tipo de violencia se combate con cazas, bombardeos aéreos y carros de combate, cortes de alimentos y electricidad de millones de civiles, sino con inteligencia (en su doble sentido) y fuerzas policiales.

Apuntemos también que Hamás es un acrónimo cuya letra eme corresponde a la palabra árabe que significa 'resistencia', y este carácter de rebelión contra el ocupante lo comparte con Hezbolá, nacido y crecido contra la invasión por Israel del sur del Líbano durante dos décadas, nada que ver con otros grupos como Al Qaeda o el Estado Islámico. Se trata los primeros de dos movimientos políticos nacidos en el territorio, por palestinos en el caso de Hamás y no solo de Gaza, arraigados además por la vertiente social de este movimiento, en el marco de una estructura estatal inexistente, prestando servicios sociales y educación a una población desasistida.

Digamos finalmente que la fortaleza de Hamás es directamente proporcional al fracaso del proceso de paz de Oslo y el desprestigio de la mini Autoridad Palestina.

Y concluyamos recordando aquel gran avance político de la sociedad española al afrontar el terrorismo independentista cuando se popularizó aquello de "Vascos sí, ETA no"; con ese mismo espíritu podríamos hoy decir "Palestinos sí, Hamás no", "Judíos sí, Natanyahu no, colonialismo no". El antisionismo no es antisemitismo.

4 – Instrumento militar

Israel no cabe duda de que tiene la capacidad militar suficiente, y la impunidad internacional reconocida, para prolongar el conflicto unas décadas más e incluso para expulsar a un millón de palestinos al Sinaí, limpieza étnica como la ya ocurrida en 1947/48, aunque el foco mediático y la época en la que vivimos quizá no lo permitiría como en el pasado.

Lo relevante aquí es que Israel no afronta ninguna amenaza existencial. Los vecinos han sido progresivamente desactivados por acuerdos de paz (Egipto, Jordania); por guerras civiles y de agresión (Líbano, Siria); o por directamente invasiones (Irak).

El conflicto israelo-palestino no es una guerra entre Estados, entre ejércitos, fuerzas navales y aéreas que se enfrentan, lo que no impide que Israel cuente con unas fuerzas armadas con capacidad nuclear de las más potentes del globo; y un apoyo incondicional de la mayor potencia militar del planeta, reforzada por el crítico Obama con un acuerdo a diez años de 38.000 millones de dólares para tiempos de paz, y directamente sin límites para tiempos conflictivos.

De lo anterior, de la crisis actual en Palestina-Israel y también de la invasión de Ucrania cabe concluir o al menos plantearse el fracaso de la disuasión como uno de los pilares de la defensa militar. Ingentes presupuestos militares y una carrera de armamento en crecimiento no han impedido la actuación de Rusia ni de Hamás, lo que obligaría a replantearse algunos principios teóricos.

En este apartado de la seguridad, la defensa y su instrumento militar cabría señalar también cómo se han ido abandonando y desprestigiando las operaciones de paz amparadas por Naciones Unidas para estabilizar conflictos, para exportar por nuestra parte seguridad al amparo de una legalidad y legitimidad internacional que no existió en la invasión de Irak y hoy no es posible con un Consejo de Seguridad de la ONU bloqueado por Rusia si el tema es Ucrania, por Estados Unidos si el tema es Israel-Palestina.

Se dice que las operaciones de paz paran el reloj de un conflicto, los más de 600 cascos azules españoles en el sur del Líbano, encuadrados en una fuerza de diez mil actualmente comandados por un general español, han evitado el conflicto desde 2006 y es un gran logro, pero nunca solucionan el problema, la salida siempre es política; también lo será en el caso palestino.

5 - Futuro - Democracia

Un último acercamiento al conflicto palestino-israelí se debe dirigir al día después de los disparos, y su solución a largo plazo sólo puede ir ligada a la democracia.

Añadamos como aclaración que el conglomerado no geográfico que llamamos Occidente, Estados Unidos, Europa, las democracias reconocidas, no actúan democráticamente fuera de sus fronteras nacionales, aunque sí viaje en su discurso de valores y principios, y sólo vale mencionar para acreditarlo ejemplos como Guantánamo, Abú Ghraib, asesinatos selectivos, bombardeos de Irak o Siria desde hace años.

Recordemos que la República española no actuó democráticamente en el norte de Marruecos, quizá hubiera sido la historia diferente; que Francia no actuó democráticamente en Argelia ni con los argelinos en suelo francés.

E Israel no es una democracia para dos millones de sus ciudadanos que son palestinos, ni para los palestinos de los territorios ocupados. El sistema de discriminación racial institucionalizado conocido como apartheid define en buena medida la situación en Israel-Palestina, así lo han reconocido y documentado organizaciones de defensa de los derechos humanos locales (israelíes) y otras de trayectoria poco discutible como Amnistía Internacional o Human Rights Watch. Cabe recordar que la Corte Penal Internacional incluyó en 1998, en el Estatuto de Roma, el “crimen de apartheid” entre los crímenes de lesa humanidad (artículo 7). 

Como europeos que somos, acudamos a la Unión Europea y su estrategia global para la política exterior y de seguridad de 2016,  en la que leemos que "la UE promoverá un orden mundial basado en normas, con el multilateralismo como principio esencial y las Naciones Unidas como núcleo".

A octubre de 2023 se puede afirmar que el modelo Gaza, el confinar dos millones de personas sin salida y sin derechos, bombardeables regularmente, ha culminado sin éxito, y aún no sabemos qué formato lo puede sustituir.

A estas alturas y tres décadas desde su firma resulta evidente que los Acuerdos de Oslo son inviables, la solución de dos Estados independientes en el antiguo mandato británico en Palestina, probablemente el asesinato del primer ministro israelí en 1995 a manos de un terrorista israelí frustró el proceso en fecha tan temprana,  rematado en el año 2000 por Clinton-Ehud Barak. Hoy es inviable por la falta de voluntad y por la presencia en los territorios palestinos ocupados de 700 mil colonos radicalizados en su mayor parte que no se van a ir a ningún sitio.

El escenario local e internacional, como se apuntaba al comienzo, es dinámico. Se observan cambios en la visión del conflicto, generacional en cualquier geografía; especialmente en Estados Unidos, en el ámbito académico, existe ya una minoría en el Congreso norteamericano que hace oír voces alternativas sobre el conflicto; las encuestas registran un cambio entre los demócratas estadounidenses hacia posiciones más centradas y pro palestinas que en el pasado.

Existe desde hace tres lustros una campaña internacional surgida desde la sociedad civil de boicot, desinversión y sanciones (BDS), resistencia no violenta contra la ocupación israelí, similar a muchas otras practicadas en procesos de descolonización.

Y pensando en el futuro la solución al conflicto pasa por un único Estado democrático, con igualdad de derechos y obligaciones de todos sus ciudadanos. Ya existe un único Estado en la Palestina histórica, el reto es que sea democrático. Al diagnóstico generalizado de una situación actual de apartheid sudafricano le corresponde una solución sudafricana.

No cabe imaginar otra alternativa que una opción democrática de este tipo, apoyada ya hoy por la cuarta parte de los palestinos (los partidarios de los dos Estados no son muchos más), a la que habría que dedicar pedagogía y tantos esfuerzos como se hicieron en el proceso de Oslo. 

Conocemos ya el resultado de la opción realista que ha negado durante décadas la democracia y el derecho internacional en el conflicto palestino-israelí. La opción democrática no sería ingenuidad, sino actuar por interés, incluir el Estado de derecho entre nuestros intereses.


Artículo publicado también en la web Rebelión; y en infoLibre.


jueves, 18 de agosto de 2016

El péndulo engañoso

Columna de opinión publicada también en Estrella Digital.
Tiene un poder de atracción hipnótico y misterioso sólo comparable a la contemplación del desfragmentador de Windows, y similar efecto práctico: desconocido.
En el segundo caso, con esas miles de celdas que van cambiando de posición y color, aprendimos al menos que la información en el ordenador está troceada y dispersa y que a veces conviene agruparla, aunque el funcionamiento aparente siga siendo el mismo.
Va y viene la bola del péndulo en un movimiento que parece eterno, pum, pum, hacia un lado, hacia el otro, con una insistencia que parece que tiene razón.
El botafumeiro que acompaña al apostol Santiago es un péndulo que además acaba con los malos olores, o los tapa con otro, un péndulo oloroso.
DRAE: "Cuerpo grave que oscila suspendido de un punto por un hilo o varilla"; en la definición cabemos todos, todos oscilantes y pendientes de algo o de alguien.
La utilidad del péndulo seguro que existe aunque la desconozcamos, su movimiento cansino está claro y se utiliza de forma metafórica para explicar, por ejemplo, fenómenos políticos, bandazos sociales.
Leemos en estos tiempos temerosos que la seguridad y la libertad son incompatibles, no hay punto de equilibrio, lo que avanza una retrocede la otra, y ahí aparece la imagen del péndulo para explicarnos que la sociedad ha progresado durante décadas en libertades a costa de una supuesta seguridad y ahora tocaría reducir libertades para defendernos de no está muy claro qué.
No está claro porque problemas sociales se interpretan hoy exclusivamente en clave de seguridad, léase la inmigración o los refugiados, y una posible explicación que se suma a la mínima conciencia social de algunos gobernantes es que la seguridad es el corazón simbólico y real del poder estatal, que tiende a sobreactuar.
Mientras la política económica se decide bastante en Bruselas y las políticas sociales son competencia de las Comunidades Autónomas, el Gobierno central aparece cada vez más uniformado, y parece a gusto en el papel de recaudador y alguacil.
¿Seguridad pasada? Comparten los analistas que la sociedad actual se define por la imprevisión, el cambio permanente, el riesgo, el individualismo, y si todas estas son características del entorno donde nos movemos implícitamente puede parecer que el estadio anterior era seguro, estable y solidario: el de la guerra fría en términos geopolíticos, con el ingente volumen de recursos que se tragó, las guerras por delegación, la amenaza nuclear; en el ámbito laboral podemos pensar en la seguridad pasada, que era sobre todo trabajo infantil, jornada no regulada, ausencia de derechos, salarios de miseria, pluriempleo, trabajo esclavo hasta hace dos tardes; seguridad personal, recuerdan algunos, con la familia como gran pegamento social, olvidando el tipo de relaciones familiares digamos de hace un siglo o de medio.
La imagen del péndulo lleva a creer que todo es reversible y a la misma velocidad, y ahí está el error.
El incremento de la desigualdad, el aumento del paro, la reducción de derechos laborales, la devaluación salarial, los recortes en Sanidad y Educación vividos mayoritariamente desde las elecciones de noviembre de 2011 no tendrán un movimiento contrario y compensador en los próximos años ni aunque acompañara la bonanza económica ni aunque gobernara España un partido político con un programa radicalmente opuesto al del Partido Popular.
Lo perdido en términos de Estado social en cinco años no se recuperará en uno ni en cinco. Digamos que el dinamitero y el albañil trabajan con voluntad y ritmos diferentes.
La violencia colonial sólo podía ser combatida con la violencia del nativo, se defendía a mediados del siglo XX, con parte de razón que permanece y parte superada por los acontecimientos que no sé cuál es pero lo escribo por precaución.
"El péndulo del reloj acuna las horas", escribió Ramón Gómez de la Serna. Dejemos el péndulo para la radiestesia, el Día del Apostol y el estómago del reloj de pared.
Hay que estar alerta en el movimiento de ida, el de vuelta no sabemos cuándo ni incluso si se producirá.


lunes, 20 de junio de 2016

Sykes, Picot, Rajoy y Pablo Iglesias

Columna de opinión publicada también en Estrella Digital.
Se cumple un siglo del reparto entre Francia y Reino Unido de Oriente Próximo, afirmación que se deriva de la firma en mayo de 1916 de un acuerdo entre dos diplomáticos llamados Sykes y Picot, los dos con grandes bigotes.
Se adjudica al documento, secreto, filtrado por Lenin un año después a la prensa rusa y británica, el diseño de las fronteras de la zona, aunque se trate de un proceso más amplio en el contexto de la descomposición a cañonazos del Imperio otomano en la Primera Guerra Mundial.
El marco del acuerdo incluye promesas a árabes y judíos de crear una estructura política soberana y habrá que esperar algunos pocos años para que vayan surgiendo las fronteras conocidas de Palestina, Líbano, Siria, Irak, Jordania; por supuesto, fronteras todas coloniales y arbitrarias.
El gran reparto sí está ahí, el detalle tendrá que esperar al final de la guerra en 1918, incluso a la formación de la Turquía moderna que altera las previsiones por el norte.
Además del centenario, la actualidad del acuerdo Sykes-Picot se explica por la expansión en la zona del autodenominado Estado Islámico (Dáesh en acrónimo árabe), responsable parcial de haber borrado algunas de esas fronteras que, dicho sea también, nunca hubiera sido posible sin la desintegración previa del Estado iraquí por la conocida invasión norteamericana de 2003 en compañía de algún otro en la coalición de apoyo.
Luchando contra la imagen de Peter O'Toole y Omar Sharif que tanto confunde sobre la historia real, aparcando que Napoleón conquistó Egipto en 1798 o que Francia desembarcó tropas en las costas que acabarían siendo libanesas ya en 1860, no hay duda de que el acuerdo de 1916 es un referente reconocido del colonialismo occidental en Oriente Próximo y como tal es utilizado por el Estado Islámico: "este acuerdo se convirtió en un símbolo de la fragmentación impuesta a los musulmanes", dicen que ha escrito el Estado Islámico en un comunicado coincidente con el centenario, aparecido en una de las publicaciones oficiales que dicen que tiene.
"Los combatientes tumbaron las fronteras sobre el terreno después de destruirlas en los corazones y las mentes", prosigue el Dáesh, y aquí llega el nuevo Califato, "el anuncio fundamental, poniendo fin a todas las formas de la desunión y la división entre los musulmanes, ya sea creada por las fronteras artificiales, fabricada por gobernantes ilegítimos o inventada por facciones y organizaciones".
Tenemos pues la habilidad conocida del Dáesh para utilizar la historia, si bien con unos objetivos geográficos claramente exagerados dada la extensión del mundo islámico y sobre todo por la potencia de fuego de sus numerosos enemigos.
Es cierto en cualquier caso que la desestabilización de Oriente Próximo sí ha encendido algunas alarmas sobre la hipotética destrucción de las artificiales fronteras de 1916 y su posible sustitución por otras aún más artificiales.
Ante el fracaso de los árabes para gobernarse a sí mismos, especialmente los que han vivido experiencias socialistas, se nos quiere transmitir, al margen del colonialismo y las intervenciones militares foráneas, hay que decir sin embargo que las fronteras de Oriente Próximo han sido más estables en los últimos 100 años que las de Europa, pensando en las alemanias, la desintegracióin de la URSS, la partición de Checoslovaquia o la implosión de Yugoslavia, sin contar con retoques fronterizos tras las dos grandes guerras europeo-mundiales.
Aprendices de brujo siempre aparecen sugiriendo divisiones estatales por comunidades culturales, algo que solo existe al parecer en el Reino de Bután. En el planeta hay cerca de 200 estados y unos 6.000 idiomas, lo que refleja que esto de identificar Estado con una única nación es la madre de todas las ficciones, utilizando una de las formas del árabe para expresar el superlativo.
Siguiendo algunos de muchos cables que lanza José Álvarez Junco en todo lo que escribe, habría que aclarar que nación sería "un conjunto de seres humanos entre los que domina la conciencia de poseer ciertos rasgos culturales comunes y que se halla asentado desde hace tiempo en un determinado territorio, sobre el que cree poseer derechos y desea establecer una estructura política autónoma".
Por su parte, "el Estado es el conjunto de instituciones públicas que administran un territorio determinado, dotadas de los medios coactivos necesarios para requerir la obediencia de los habitantes a las normas por ellos establecidas y para extraer los recursos necesarios para la realización de sus tareas".
"La pretensión de asimilar, sin más, estados a naciones es insostenible", añade Álvarez Junco, siempre con matices que no caben aquí.
En todo nacionalismo hay un componente de voluntad política de un grupo y también una parte importante de construcción cultural, incluso fechable en el tiempo, invención de ancestros, mitos y símbolos donde se incluyen banderas, himnos y hasta idiomas; el turco, catalán, euskera, hebreo que conocemos son un resultado de laboratorio.
Parte realidad cultural y política y parte inventada, aunque estos tiempos no parecen propicios a la creación de estas cosas, se fabricaron casi todas en el siglo XIX, y los nacionalismos más exitosos se formaron en una época de cierta expansión (económica, colonial), con la ayuda inestimable de algunas guerras mundiales que siempre cohesionan al grupo.
Cabe concluir que el nacionalismo goza de buena salud, a pesar de anclarse en una homogeneidad de sociedades que no existe en la realidad, que no parece muy útil en la globalización, aunque no tenemos aún reemplazo. También mantiene el tipo la afición a dibujar y redibujar mapas, siempre con gente dentro que la escala utilizada no permite percibir.
Y con todo lo anterior llegamos a la campaña electoral de las elecciones generales hispanas de junio de 2016, con Podemos declarándose patriota para indignación más o menos sincera de quienes creen tener registrada la etiqueta.
Una primera interpretación es que el nacionalismo español aparece siempre en cualquier campaña electoral, esto es una constante y por tanto no es novedad. Rajoy envuelve con la bandera su infalible fórmula de austeridad + corrupción, Pedro Sánchez puso la bandera de fondo de mitin para indignación de militares en la reserva y Pablo Iglesias se suma al carro para limpiar sus antecedentes venezolanos y griegos (difícil tarea, más del 40% de los conservadores de EEUU creen hoy que Obama es musulmán y ni enseñando la partida de nacimiento ha convencido totalmente de que es norteamericano).
Las variantes tradicionales son el nacionalismo étnico, con un pueblo elegido detrás, una categoría algo desprestigiada por los nazis, y un nacionalismo cívico (patriotismo constitucional se hablaba en tiempos de ZP) más ligado a valores democráticos, derechos y libertades de una ciudadanía diversa en sentimientos, con alguna dosis de redistribución de los recursos.
Dice un vídeo electoral del PP: "La formación de gobiernos extremistas pone en riesgo la unidad de España. Han propiciado la división de los españoles y el ataque a nuestros símbolos constitucionales".
Dice Rafael Simancas (PSOE): "Para una persona de izquierdas, la patria está en la caja única de la Seguridad Social, que recauda cotizaciones sociales de grandes asalariados en Barcelona y paga pensiones en Parla. La patria está en la agencia tributaria que cobra impuestos a millonarios en Bilbao y paga subsidios de supervivencia en Jerez".
Dice Julio Rodríguez (Podemos): "La derecha nos ha robado la palabra patriotismo. Cuando estás cerca de la gente y la defiendes, o aspiras a hacer políticas para el bien común y no para servir a determinados intereses, hablamos de un acto de patriotismo".
Firmo al pie de los dos últimos: la patria la forman impuestos compartidos y personas como ingredientes principales, el resto es aderezo.

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