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sábado, 26 de mayo de 2018

Ramadán 2018

Columna de opinión publicada también por Atalayar.
El Ramadán es una fiesta religiosa islámica que tiene la peculiaridad de moverse por el calendario, estos pueblos extraños no pierden ocasión de complicarnos la vida; pero no se mueve mucho, y también lo hace la Semana Santa.
El mes del ayuno diurno para los musulmanes, como sucede en casi todas las religiones, tiene una dimensión astronómica: la luna decide cuándo empieza y acaba, es un mes del calendario lunar islámico, que en este año ha arrancando el 17 de mayo.
Actualicemos datos: en España viven cerca de dos millones de musulmanes y la primera nacionalidad es... la española, con 834.000 compatriotas. La mayor parte de esa última cifra procede de inmigrantes nacionalizados, sobre todo en lo que va de siglo, lo que demuestra arraigo duradero en nuestro país (no se concede la nacionalidad con menos de una década de residencia legal) y otro indicio de integración es que más de la mitad de los musulmanes españoles son niños o hijos de nacionalizados.
La segunda nacionalidad entre los musulmanes en España es la marroquí (747.000) y ya a mucha distancia se encuentran los procedentes de Pakistán (80.000), Senegal y Argelia (60.000 cada uno).
En un mes festivo como éste no es momento para polemizar, por ejemplo por el número de profesores de religión, 61 docentes de Islam en toda España (unos 14.000 de religión católica), que se concentran en Ceuta y Melilla y Andalucía, y luego hay cinco en Castilla y León, cuatro en el País Vasco, tres en Aragón, dos en Madrid y uno en Canarias, cero en Cataluña y resto de Comunidades Autónomas.
Hasta aquí los datos. Una peculiaridad de este Ramadán 2018 en nuestro entorno cultural es que ha coincidido con la final en Kiev de la Champions League entre el Real Madrid y el Liverpool -este artículo está escrito antes de que se juegue-. Ejemplo de esos debates extraños que copan la prensa deportiva -extraños e interesantes al mismo tiempo-, se han publicado artículos sobre si la estrella del equipo británico, el egipcio Mohamed Salah, iba a hacer ayuno. Al final, informa El Mundo Deportivo, el nutricionista y un fisioterapeuta han contado a la prensa británica que el día de la final va a comer.
Sin conocer a Salah, a su nutricionista ni al fisioterapeuta del club, si me hubieran preguntado les habría contado a la prensa deportiva hispano-británica que el sagrado Corán establece excepciones en el ayuno, por ejemplo embarazadas, si estás de viaje, enfermos crónicos, niños o quienes desarrollan una actividad física importante, como es el caso, y además el asunto es una decisión bastante personal que se puede compensar después del este mes o con otros actos más o menos piadosos.
Aclarado en cualquier caso el ayuno de Salah salta la duda de qué harán o están ya haciendo Karim Benzemá y Zinedin Zidane, ambos franceses de familia de origen argelino y por tanto suponemos que musulmanes. Pues Karim desde hace años nos cuentan que renunció a la práctica, poco compatible con el esfuerzo futbolero, y de Zidane nada se dice.
El ayuno se rompe a la caída del sol, que para estos asuntos cae antes de lo que sospechamos, por lo que los jugadores probablemente podrían haber tomado un bocado antes del partido y sin duda en el descanso.
Tanto el Liverpool como el Madrid tienen más jugadores musulmanes, pero basta ya de estirar el asunto.
Sólo añadir que el Real Madrid este año no ha felicitado el mes a los musulmanes saudíes merengues como en 2017, quizá hayan cambiado de patrocinadores.
Otro asunto completamente distinto que ha saltado durante este comienzo del Ramadán en España ha tenido que ver con el líder de un partido político casi extraparlamentario de Cataluña, el Partido Popular, que se llama Xavier García Albiol, quien ha ocupado algún espacio informativo porque ha iniciado una campaña en Badalona en contra de la apertura de una mezquita. Albiol ya se había presentado a elecciones en esa ciudad, de la que llegó a ser alcalde, prometiendo limpiarla de chusma; ahora le miran de reojo incluso en su propio partido, que ya están pensando en el recambio.
Este asunto de Albiol abre vías insospechadas de análisis sobre el racismo, luego suavizado en xenofobia y ahora blanqueado hasta supremacismo en Cataluña, ocupada la presidencia de la Generalitat por un racista de libro y artículo, en su caso hacia los catalanes no independentistas, y por parte del PP ejerciendo el racismo contra los inmigrantes; ya Marta Ferrusola se adelantó hace una década a estos dos.
Racismo y fútbol han sacado muy tímidamente el Ramadán 2018 en la prensa española, certificando una vez más el desinterés político y mediático hacia dos millones de ciudadanos en España de confesión islámica y a su vez la poca exposición pública de este colectivo -si se puede llamar colectivo- quizá desanimado por la falta de atención o quizá porque prefiere celebrar sus cosas hacia adentro.
El rechazo hacia los musulmanes (islamofobia), e incluso hacia los no nacionalistas catalanes cada vez parece más claro que es rechazo a quien tiene menos recursos que quien habla, teorizado el asunto como aporofobia.
En el fondo y la superficie, lo que haga una estrella del fútbol multimillonaria nos parece bien, sea católico, ateo, musulmán e incluso animista.

Sugerencias


martes, 23 de mayo de 2017

Peligro: islamofobia

Columna de opinión publicada también en Estrella Digital.
El ministerio del Interior alemán contabilizó en 2016 más de 3.500 ataques contra refugiados y centros de acogida, diez diarios, agresiones violentas de carácter racista en su mayor parte a manos de personas de extrema derecha.
El dato refleja un problema de seguridad claramente superior a su presencia en los medios de comunicación. Se podría relacionar lo anterior con la investigación en marcha en las Fuerzas Armadas alemanas a raíz de al menos dos militares que preparaban atentados haciéndose pasar por refugiados. Racismo.
¿Sucede algo similar en España? Vayamos al ministerio del Interior, que dedica un apartado específico a estos asuntos en su web y ofrece estadísticas.
Define el Ministerio como delitos de odio todas aquellas infracciones penales y administrativas cometidas contra las personas o la propiedad por cuestiones de raza, etnia, religión, edad, discapacidad, orientación sexual, por razones de género, situación de pobreza y exclusión social o cualquier otro factor similar, como las diferencias ideológicas.
Precisamente el Gobierno Rajoy modificó en 2015 el Código Penal en este sentido, amplió y endureció este apartado -artículo 510-, de relativa actualidad por titiriteros, tuiteros y Carrero Blanco, que aquí se han encajado, compartiendo sanción penal con conductas racistas que parecen más peligrosas que aquéllas. La reforma se hizo con cierta obsesión sobre lo que circule por internet, y se acompañó en el tiempo con una modificación de la Ley de Enjuiciamiento Criminal que ha creado la figura del agente encubierto informático, un policía discreto en las redes.
Contempla la normativa con mayores penas las acciones de incitación al odio o la violencia contra grupos o individuos por motivos racistas, así como actos de humillación y menosprecio.
El ministerio del Interior contabiliza en el último año del que ofrece datos (2015) un total de 1.328 incidentes en España relacionados con delitos de odio (cuatro diarios), de los que se esclarecen la mitad, se entiende que encuentran culpable o se abren diligencias en la mitad de los casos.
Los ámbitos que mayor número de incidentes registran son los de racismo y xenofobia (505), ideología (308), discapacidad (226), orientación o identidad sexual (169, éste es de los pocos que muestra tendencia a la baja), y con cifras ya más bajas creencias o prácticas religiosas (70) y cierra el catálogo el antisemitismo (nueve casos en un año).
Los casos anteriores tuvieron 1.166 víctimas, en un 73% españolas; los responsables fueron 464, en un 80% de los casos españoles.
Sorprende que el Ministerio no contemple la islamofobia como categoría delictiva o estadística, diluida entonces en otras figuras como racismo y aporofobia (odio al pobre), también sexismo.
Podemos acudir a otra fuente, aunque sus datos no sean comparables con los de Interior.
La Plataforma Ciudadana contra la Islamofobia ha presentado recientemente, por tercera ocasión, su informe anual en el que registra 573 incidentes de islamofobia en España en 2016, cifra que duplica la del año anterior. 
"La islamofobia es la praxis más extendida de intolerancia en España", destaca el informe, que detalla por tipo de incidente como los más frecuentes los ataques contra los musulmanes en general (284), contra las mujeres (81) y 72 ataques a mezquitas (léase lugares de culto, mezquitas con alminar y almuédano hay muy pocas).
La Plataforma rastrea redes sociales y medios de comunicación en busca de abundantes ejemplos de islamofobia, que relaciona.
Dos curiosidades. En este informe sobre islamofobia aparece una encuesta internacional que refleja la percepción generalizada en países occidentales que el porcentaje de musulmanes es muy superior al real, en España se cree que son el 14% de la población y la realidad ronda el 4%.
De los datos del ministerio del Interior llama la atención que el mayor número de casos de racismo se registran en el País Vasco y Cataluña (luego van Madrid y Andalucía).
Lo anterior da pie para traer a esta columna a un personaje de actualidad como Marta Ferrusola, que ya en 2001, en pleno reinado de la dinastía Pujol en Cataluña, alertaba del riesgo de desaparición de las iglesias románicas sustituidas por mezquitas. En muchos aspectos, los Pujol-Ferrusola han sido unos adelantados a su tiempo.
Los nacionalismos -todos- nunca se han llevado bien con la inmigración, la diversidad y la tolerancia, y en muchas ocasiones presentan tendencia a saltarse la ley.
Volviendo a la seguridad, la realidad de la calle parece que va por caminos distintos al discurso generalizado en política y medios de comunicación sobre amenazas y riesgos, con el terrorismo radical islámico como justificación macro de todo lo que ocurre y de todo lo que se hace, ya sea policial, industrial o militar.
En términos de convivencia, de cohesión social e incluso de número de delincuentes y víctimas, destaca el racismo y más específicamente la islamofobia como el fenómeno más preocupante, junto con un mercado ilegal de armas descontrolado, en Bengasi o en Bilbao, este mismo año la policía se incautó en nuestro país de 9.000 fusiles de asalto militares (no sé si existen fusiles de asalto civiles).
Aparentemente los responsables políticos y los organismos que se dedican a la seguridad conocen todo esto, aunque su discurso público se oriente en otra dirección.
El crecimiento de la islamofobia, como variante mas frecuente de los delitos de odio, sería una conquista del terrorismo yihadista, sería su mayor logro, junto con excesos de la lucha antiterrorista que limiten las libertades de los ciudadanos.
Sin establecer comparaciones, ahí quedan amenazas tan serias al menos como las que se utilizan a diario para asustarnos.

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