Columna de opinión publicada también en Estrella Digital.
Atentados yihadistas en Cataluña, los primeros con éxito en España desde 2004, lo que puede indicar que se ha hecho un buen trabajo antiterrorista entre las dos fechas, especialmente en cuanto al incremento de medios policiales y de inteligencia; la eficacia de las detenciones preventivas está por demostrar. Por supuesto que algo falló en estas dos fechas en concreto y algo habrá que mejorar.
Tras los atentados, consternación general que arranca automáticamente el proceso colectivo de duelo, compuesto de condenas protocolarias y sinceras, la vuelta al trabajo de los grandes contratos de la comunicación, manifestaciones, flores y velas en la acera, repaso a la repercusión internacional del caso, ejemplos individuales y numerosos de solidaridad, taxistas que no cobran (quizá los mismos que apedrean a la competencia, probablemente otros), salidas de tono que revelan la inanidad intelectual del racismo, fotos sonrientes de personas muertas, peticiones a la comunidad musulmana para que condene lo que ya condena, algún mensaje especialmente acertado en redes, perfiles de Facebook en negro, reivindicaciones de dudosa credibilidad (la de BCN es escueta y de manual, la de Cambrils incluye sucesos que no ocurrieron).
Algún medio prestigioso titula en caliente que el Estado Islámico ataca Barcelona, titular en la edición digital que no dura media hora, no es creíble, los autores de los crímenes de Barcelona y Cambrils no representan a organización o ideología alguna ni probablemente a sí mismos.
Las declaraciones campanudas consiguen arropar al criminal con una ideología, una organización, un poder de desestabilizar el Estado que no tiene.
Ante la falta de información contrastada, se publican elucubraciones con aire de realidad, que el atentado se organizó en tales fechas en Marruecos, que la orden vino con un mensajero de Siria, que Dáesh ha elegido Cataluña como base en Europa, nada con sustancia más allá de un titular llamativo.
Escuchamos declaraciones altisonantes sobre los valores de nuestra civilización (la civilización no es nuestra ni suya, no tiene dueño).
Resulta difícil pensar que el atropello mortal de 13 personas (más otro asesinado para robarle el coche, más otro acuchillado en Cambrils) amenace el sistema democrático español, poca consideración a lo construido si se cree que se puede derrumbar por esto.
Y toca analizar atentados, autores y reacción.
En materia de comunicación pública hay diferentes modelos. Alemania calla hasta que no tiene datos ciertos, una opción. Aquí la Generalitat descartaba otros atentados antes de Cambrils. El ministro del Interior Zoido ha considerado desarticulada la célula terrorista, con varios integrantes parece que huidos, no así las autoridades policiales autonómicas.
Se destaca porque es relevante la extrema juventud de los terroristas, algunos nacidos en Marruecos pero integrados en el sistema educativo y la sociedad catalana. La prevención de la radicalización violenta sigue siendo una necesidad a la búsqueda de contenido.
Son muchos los implicados, que además se movieron por toda Cataluña, dese el delta al Pirineo (300 kilómetros entre Ripoll y Alcanar), que salieron de BCN pese a la jaula que se ha acordado aplicar en sucesos de este tipo. Hasta este mes de agosto se creía que ya no eran posibles atentados con una docena de implicados tramando durante meses su actuación criminal.
Sobre cooperación policial, este asunto sobrepasa claramente a la policía autonómica catalana (excelente comunicación en tres idiomas), aunque la lógica dice que Guarda Civil, CNI y Policía Nacional operan también en Cataluña. Los aciertos y errores son compartidos.
La explosión previa de una casa con un centenar de bombonas de butano no encendió todas las alarmas.
La explosión previa de una casa con un centenar de bombonas de butano no encendió todas las alarmas.
Desde un punto de vista más que institucional vuelve a sorprender que el sistema de seguridad nacional no haya sido activado, porque no se quiere activar.
Se ha convocado el pacto antiterrorista, perfectamente inútil desde el punto de vista operativo, para escenificar una unidad política que nadie cuestiona, ni siquiera los ausentes o los oyentes.
Desde 2012 contamos con un consejo de seguridad nacional, "órgano al que corresponde asistir al presidente del Gobierno en la dirección de la política de Seguridad Nacional", que tiene entre sus funciones "dirigir y coordinar las actuaciones de gestión de situaciones de crisis".
El principal órgano del país en la materia reúne a casi todo el Gobierno en torno a una mesa, más al rey y al director del CNI, con un carácter principalmente protocolario, se hace una foto semestral.
El principal órgano del país en la materia reúne a casi todo el Gobierno en torno a una mesa, más al rey y al director del CNI, con un carácter principalmente protocolario, se hace una foto semestral.
Sin embargo cuenta con un comité especializado de situación, éste sí operativo, en Moncloa, del que nada se sabe en los últimos días.
La valoración de lo ocurrido en Cataluña debe ser necesariamente una consecuencia del análisis de la información.
La repercusión sobre el proceso independentista, si ha existido o no descoordinación policial y de inteligencia, si estos atentados suponen un giro estratégico, pues es pronto para saberlo.
Un atentado mortal interrumpe la vida cotidiana, vacía de gente el centro comercial de una gran ciudad, nos cuelga a todos del signo de interrogación. El paréntesis es necesariamente breve, 27 horas en este caso.
Ahora toca interpretar lo que pasó.
Los semáforos vuelven a regular el tráfico.
Sugerencias
- Descoordinación y seguridad nacional, por Rafael Arenas (El País, 24-8-2017).
- Alternativas al fatalismo tras Barcelona, por Pedro Rojo (El Mundo, 24-8-2017).
- Decálogo contra el ISIS, por Luz Gómez (El Diario.es, 23-8-2017).
- Más allá de Barcelona, por Jesús Núñez Villaverde (El País, 22-8-2017).
- Nuestros derechos y valores. Su terrorismo, Javier de Lucas (Al revés y al derecho, 25-5-2017).