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lunes, 9 de diciembre de 2019

Comunicando Europa

Las instituciones y organismos que forman la Unión Europea suman una maquinaria de comunicación institucional de las más potentes del planeta.
El español Mikel Landabaso, responsable desde 2016 de Estrategia y Comunicación Corporativa de la Comisión Europea, recordaba este pasado septiembre en Santander, en el marco de un curso de verano organizado por el Movimiento Europeo, que las ruedas de prensa y web de la Comisión son las mayores del mundo, e insistía además la dificultad de comunicar en tiempos de desinformación.
Landabaso consideraba en aquel foro la comunicación como una conversación interactiva; y afirmaba que los datos y hechos no hablan por si mismos, hay que enmarcarlos en valores; y en esa dirección se dirige la voluntad de las últimas campañas de la Comisión, llegar a la cabeza del ciudadano a través del corazón, contando historias reales de personas reales. De este modo se observa que tras la comunicación empresarial (BMW y la mano por la ventanilla) y la comunicación política (populismos), la comunicación institucional de la UE ha entrado también en buscar la fibra sensible de un ciudadano emocionalmente asediado y que vive al borde del infarto o de la indiferencia por sobredosis.
Otro enfoque para comprender mejor el proceso de comunicación institucional es prestar atención a los profesionales y medios encargados de reproducir los contenidos.
La profesora de Relaciones Internacionales, Unión Europea y Comunicación de la Universidad CEU San Pablo, Marta Hernández Ruiz, acaba de publicar una investigación muy rigurosa sobre cómo se refleja la información sobre asuntos europeos en los medios de comunicación españoles.
El trabajo destaca en cuanto a la metodología y exhaustividad del análisis de lo publicado por cuatro de los principales medios españoles -El País, El Mundo, TVE y Telecinco- durante 2013 y 2014. Asimismo se centra también el estudio en la creación de la opinión pública y cómo se construye la interpretación más extensamente aceptada de la realidad, proceso en el que interaccionan la agenda y los esfuerzos de las instituciones europeas, pero muy poderosamente la agenda de los propios medios y también la agenda política nacional (teoría de la agenda setting).
En las elecciones al Parlamento Europeo de 2014, señala la autora, "en un importante porcentaje no se cubrió como información europea, sino nacional; se buscaba el componente de confrontación, cercanía y entretenimiento que aporta especialmente la información política nacional".
En la publicación aparecen elementos imprescindibles para comprender el proceso de la comunicación en nuestro país, como la alta concentración empresarial, la primacía del infoentretenimiento sobre información más dura como la europea, la debilidad del servicio público y de los medios públicos de comunicación que podrían otorgar mayor cobertura a los temas europeos frente a los privados, entre otros.
Para la autora, "la UE no condiciona la agenda mediática, sino que forma parte de la misma en la medida en que se adapta a las temáticas previamente seleccionadas por los medios como los más importantes".
Desde este punto de vista, la maquinaria institucional más potente del planeta no tendría fuerza suficiente para marcar la actualidad informativa, fijada por los medios con criterios nacionales; otro tema a plantear sería si los medios son autónomos en la fijación de la agenda o responden a intereses económicos de las empresas periodísticas y de los anunciantes.
En este sentido, cualquier acercamiento a la comunicación en España, incluida la tan reiterada desinformación / fake news, está obligado a prestar atención a la debilidad actual del periodismo en un doble sentido, tanto en lo que se refiere a la falta de independencia de las empresas como a la precariedad laboral de los profesionales que elaboran la información.
Otro aspecto interesante del libro es que no existe una relación entre las competencias de la UE y su impacto en los medios, es decir, a más poder de la UE -en política agraria, medioambiental, empresas- no hay mayor cobertura.
La investigación está marcada claramente por los temas que coparon la actualidad durante los años objeto de investigación, especialmente la crisis económica, Ucrania o la crisis migratoria y de refugiados, aunque las principales conclusiones son de gran utilidad para comprender el momento actual.
Bienvenidos análisis sobre cómo funciona la comunicación, casi siempre mucho más que un vehículo intermedio entre instituciones y ciudadanos, con los medios como agentes imprescindibles y con sus propios intereses en el proceso de recopilación y difusión de información. En la comprensión y actuación sobre este proceso se encuentran claves sobre cómo disminuir la distancia entre instituciones y ciudadanos, entre el diseño de políticas y sus beneficiarios.
La cobertura ideal o mejorada de la información relacionada con la UE no sería "incrementar la cobertura de las virtudes del proceso de integración", afirma la autora, "ése no es el cometido de los medios, sino de transferir a la esfera pública nacional un debate serio sobre una organización internacional que , actualmente, cuenta con cuotas de poder muy importantes".
Sobre Europa, también en relación con otros ámbitos, como la seguridad, la defensa o la energía, el ideal informativo ya no sería que hablaran bien de uno / de ellos, objetivo permanente de quienes trabajan en esos sectores y profesionales afines; lo mejor para el ciudadano es que exista debate público sobre temas esenciales para organizar la sociedad y el espacio compartido; y a largo plazo muy probablemente los sectores económicos e institucionales afectados acabarían dándose cuenta de que les interesa una mejora en la percepción del ciudadano como resultado de la confrontación de ideas, que las decisiones no se toman completamente a sus espaldas porque participa o asiste a su discusión.

Marta Hernández Ruiz, La Unión Europea en los medios de comunicación españoles: estudio de primer nivel de la teoría de la Agenda Setting, Pamplona, Aranzadi, 2019.



sábado, 26 de octubre de 2019

Formación contra la desinformación

La desinformación comienza a generar como reacción materiales de gigantesco interés.
La preocupación publicada por las fake news ha bajado unos grados de alarmismo, consecuencia lógica de que no han demostrado los superpoderes previstos por ejemplo en las elecciones al Parlamento Europeo, autonómicas y locales en España del mes de mayo y en las elecciones generales del mes de abril.
Al margen del mundo profesional de la seguridad, que mezcla conscientemente o no la desinformación con las ciberamenazas, la comunicación con el delito, para jóvenes y adolescentes, para el ciudadano medio de cualquier edad e incluso para los periodistas y personas vinculadas a la transformación de contenidos y su difusión las mismas redes que canalizan veneno pueden dar acceso a contenidos que nos pueden ayudar a navegar por las aguas de los contenidos digitales.
A continuación tres iniciativas a observar con la máxima atención, relacionadas directamente con la educación: formación contra la desinformación.

(in)fórmate

La Fundación de Ayuda contra la Drogadicción, Google, el patrocinio del Gobierno central y la colaboración de los principales medios de comunicación españoles han puesto en marcha este 2019 la iniciativa (in)fórmate, un proyecto para la educación en el consumo de medios e información online, que promueve la alfabetización mediática y el fomento del pensamiento crítico en la población adolescente de 14 a 16 años que está cursando 3º y 4º de la ESO en centros educativos españoles.
Se pretende promover en los adolescentes la habilidad y la voluntad de acceder a la información ofrecida por los medios tradicionales y el contenido online, analizarla, contextualizarla y evaluarla fomentando su pensamiento crítico.
El proyecto va dirigido principalmente a implicar a centros educativos y equipos docentes, que los contenidos se incluyan además en horario lectivo y forme parte de las asignaturas.
La web ofrece también recursos para adolescentes y profesores.

Stop rumores

La Fundación Andalucía Acoge lleva años luchando contra lo que hoy denominamos fake news / noticias falsas y con más rigor desinformación. Nada menos que en 2014 creó la llamada Agencia Stop Rumores, una estrategia de impacto comunicativo y social que tiene como objetivo luchar, de forma sostenida en el tiempo, contra los rumores que dificultan la convivencia en la diversidad, desmontando muchos estereotipos negativos en relación con la inmigración y las ayudas públicas.
Financiado por la Dirección General de Migraciones del Ministerio de Empleo y Seguridad Social y cofinanciado por el Fondo de Asilo, Migración e Integración, cuenta con más de 500 Agentes Anti-rumor y un centenar de entidades entidades (centros educativos, administraciones públicas, asociaciones) adheridas a su metodología y objetivos.
Este octubre de 2019 se ha puesto en marcha un MOOC -curso gratuito online-, "Quieres ser Agente Antirrumor?".
En todo caso desde su web Stop Rumores se ofrece cantidad de contenidos de utilidad para formarse e implicarse contra la desinformación.

UNESCO

Con un objetivo más especializado, dirigido a profesionales de los medios de comunicación y estudiantes de periodismo, la UNESCO -agencia de Naciones Unidas para la Educación- trabaja también desde hace años con estos temas y ha elaborado material de interés.
Journalism, `Fake News’ & Disinformation (original en inglés; versión en español clicando aquí) es una guía práctica para directores de medios, periodistas y docentes, con material para utilizar en seminarios, publicaciones y talleres. Profesores de periodismo pueden usar los siete módulos como un plan de estudios modelo para la enseñanza en el aula, con resúmenes, ejercicios, tareas y lecturas sugeridas.
La publicación ofrece un listado de mejores prácticas sobre una amplia variedad de temas, desde la verificación básica de hechos y redes sociales hasta la alfabetización mediática y la lucha contra el acoso online.
Asimismo la UNESCO celebra todos los años la Semana Mundial de la Alfabetización Mediática e Informacional, en 2019 la última semana de octubre, con actos organizados por todo el mundo y con recursos en línea gratuitos, tanto para público en general como profesores.

martes, 16 de abril de 2019

Derecho a la desinformación

Artículo publicado también en infoLibre / Blog Al revés y al derecho
La igualdad, la libertad, la cultura requieren el compromiso del interesado

El titular es claramente una provocación para despertar interés, como tantos que abundan, la diferencia es que éste no pretende monetizar la sorpresa y el artículo sí espera ofrecer un contenido equivalente al esfuerzo de lectura.
Por tanto, más que un ejemplo de clickbait, es decir, titulares-cebo que únicamente buscan accesos, aumento de tráfico, visitas y la consiguiente decepción del lector, en este caso se trata de la clásica reducción al absurdo, que si está bien construida no es tan reducida ni tan absurda.
Entrando en el tema, existe una preocupación real sumada a alguna otra forzada causadas por el crecimiento de la desinformación (fake news, noticias falsas) en el ecosistema digital que marca hoy toda nuestra vida y que afecta especialmente -y se ve afectado- por los ámbitos periodístico, empresarial y político.
Dese por hecho que en una democracia la libertad de expresión y de información es uno de sus ejes fundamentales, su ataque rivalizaría en gravedad con muy pocos comportamientos, quizá solo con el espionaje a contrincantes políticos, la actualidad dice que hoy estos derechos informativos se ven obligados a convivir en un escenario donde también habitan contenidos averiados, manipulados, que despiertan altas dosis de inquietud periodística, empresarial y política.
No es posible garantizar por ley o por censor la calidad de la información
Se repite que los ciudadanos tenemos el derecho a la información. ¿Qué significa esto?
En el artículo 20 de la Constitución española, en el capítulo de los derechos fundamentales y de las libertades públicas, "se reconocen y protegen los derechos a expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción"; y "a la producción y creación literaria, artística, científica y técnica".
Incluye también la libertad de cátedra; y "a comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión".
"El ejercicio de estos derechos no puede restringirse mediante ningún tipo de censura previa", advierte."Sólo podrá acordarse el secuestro de publicaciones, grabaciones y otros medios de información en virtud de resolución judicial".
Se deduce por tanto que el ciudadano tiene el derecho a informar ("expresar y difundir libremente") y ser informado ("recibir libremente información"), porque habría que matizar que el panorama ha cambiado desde 1978 y la clásica distribución de tareas, el derecho a informar para los medios de comunicación y el papel de informado pasivo al ciudadano han saltado por los aires y en la actualidad, al menos como planteamiento, todos somos emisores y receptores de información. Si la información ya no es exclusiva del gremio periodístico cabría abrir el debate, para otra ocasión, de si no serían exigibles esos requisitos de veracidad informativa a todo el que difunda información.
La Constitución establece claramente como límites a esa información el delito y la censura, marco que se aconseja también  aplicar a la desinformación.
Aquellos padres fundadores de la democracia española, asistidos por un muy amplio equipo detrás, incluyeron una expresión realmente controvertida, "información veraz", que con los años se ha convertido en centro de atención cuando el volumen desmesurado de contenidos por los canales digitales impide aparentemente distinguir la calidad de lo que circula.
La "información veraz" puede tener una doble interpretación, desde el punto de vista de la comunicación y desde el ámbito del derecho.
En el primer caso se trataría de acercarse al concepto de verdad periodística, verdad informativa, la verdad comunicada, que se trata de algo no tan rotundo como una verdad científica, sino la reconstrucción que hace el periodista de la realidad a partir de unos hechos.
Lo que habría que exigir a los profesionales de la información y a las empresas informativas no sería por tanto una verdad matemática, sino una honestidad-profesionalidad en los procedimientos.
En el segundo caso, el punto de vista jurídico, aclara la sinopsis que ofrece el Congreso en su web del articulado de la Constitución, que "el precepto constitucional exige la veracidad en el caso de la información, lo cual se ha interpretado como necesidad de veracidad subjetiva, es decir que el informante haya actuado con diligencia, haya contrastado la información de forma adecuada a las características de la noticia y a los medios disponibles (se citan varias sentencias), puesto que de exigirse una verdad objetiva eso haría imposible o dificultaría en extremo el ejercicio de la libertad de información".
Cuando hablamos entonces de la veracidad de la información estamos haciendo en el fondo referencia a la calidad de los contenidos informativos, que puede interpretarse como una consecuencia de la profesionalidad en su elaboración, de la actuación profesional del periodista, circunstancias en cualquier caso difícilmente garantizables por contrato, teniendo en cuenta que a menudo se etiquetan como información contenidos de ocio que inundan las redes y a menudo se etiquetan como información contenidos manipulados publicados por medios de comunicación perfectamente respetables, o respetados por muchos.
Recibir y difundir información rigurosa requiere
un trabajo profesional y un compromiso individual

No es posible garantizar por ley o por censor la calidad de la información, otra cosa es limitar físicamente métodos de difusión fraudulentos y de generoso uso, como las cuentas automatizadas, o exigir transparencia en los contenidos patrocinados, que es por donde avanzan iniciativas puestas en marcha por la Unión Europea.
De lo anterior se deduce el título del artículo, que en una democracia tenemos el derecho a ser desinformados, porque el derecho a difundir y recibir información no puede ser limitado salvo por el código penal, lo que no equivale a vivir permanentemente en un basurero informativo.
Ha dejado escrito Amelia Valcárcel, catedrática de Filosofía y referencia feminista, que “si queremos realmente que este mundo nuestro, que es bastante mejor y más habitable que los anteriores, perviva, tenemos primero que saber bien qué es, y aprender a defenderlo con las mejores razones. Nuestro mundo -añade- no pertenece a la cadena espontánea de las cosas. La democracia no viene de serie, la igualdad no viene de serie, la libertad no viene de serie".
Es error muy extendido considerar asuntos complejos y valiosos, la información rigurosa, la democracia, el progreso, la igualdad, como materiales acabados, empaquetados y disponibles en el lineal del supermercado, en lugar de procesos que requieren el esfuerzo del interesado y además de forma continuada.
Nunca estaremos suficientemente informados, nunca la igualdad entre sexos estará garantizada, nunca la democracia española alcanzará un punto de perfección y no retorno, nunca España estará suficientemente vertebrada (y esto es lo contrario al pesimismo de Ortega continuamente revisitado durante los últimos cien años); son procesos.
Tenemos derecho a desinformar y ser desinformados, porque otra cosa sería vivir en un Estado no recomendable, aunque por supuesto el objetivo es recibir y emitir una información rigurosa pero que requiere su trabajo y es un proceso que nunca se puede dar por finalizado.
Damos por hecho que la información rigurosa implica un esfuerzo profesional y económico en su elaboración, la buena información es lenta y cara de producir; no resulta tan admitido que estar informado también requiere un esfuerzo individual, personal, acudiendo y premiando a quienes nos ofrecen contenidos de calidad, cuando no pagando por esos contenidos como parece que se nos pedirá en breve por parte de las principales cabeceras.
Exigirse una verdad objetiva haría imposible o dificultaría en extremo el ejercicio de la libertad de información
La solución a estos asuntos complejos suele ser multifacética y de largo plazo, ligada a la educación (alfabetización digital), a la cultura, a la salud democrática que no sólo hay que exigirla a los políticos profesionales, al trabajo continuado que va construyendo lentamente una reputación profesional y el reconocimiento del papel de ciertos mediadores que nos ayudan a digerir la actualidad (a los que no ayuden no hay que reconocerles nada).
Huyamos de las soluciones simplistas e inmediatas; las de quienes alarman con la seguridad amenazada sin ofrecer datos que lo sustenten, de quienes amagan con limitar contenidos; y las de quienes nos desinforman; pero huir de estos caramelos requiere un esfuerzo.
El sistema de libertades y el entorno tecnológico facilitan que seamos desinformados... y en manos de quien quiera evitarlo está que no sea así. Nunca han existido mayores oportunidades para informarse y formarse con contenidos de calidad, lo que requiere un comportamiento activo por parte del interesado.

Sugerencias


lunes, 26 de marzo de 2018

Información contra la desinformación

Columna de opinión publicada también en infoLibre / Blog Al revés y al derecho.

En paralelo a la actividad reactiva de una decena de periodistas que en Bruselas se dedican a tiempo parcial a localizar noticias falsas publicadas en cirílico, la Comisión Europea acaba de presentar una iniciativa de mucho mayor calado y muy escasa repercusión contra la desinformación a través de medios digitales.
El trabajo consta de tres elementos diferenciados: un informe redactado por un grupo de especialistas, que trata de definir el problema e incluye recomendaciones; entre noviembre y febrero la Comisión puso en marcha además una consulta pública sobre el asunto, en la que participaron cerca de 3.000 personas entre profesionales de medios de comunicación y ciudadanos de a pie, el que quiso participar; el tercer elemento ha sido una encuesta, más de 26.000 entrevistados en febrero de este 2018.
A partir de estos ingredientes (informe, consulta y encuesta) la UE pretende publicar esta primavera una Comunicación (las líneas básicas de una estrategia europea) sobre la lucha contra la desinformación en línea.
Una primera conclusión no deja de sorprender, favorablemente: los expertos han evitado deliberadamente el término "noticias falsas", por considerarlo inadecuado para reflejar los problemas complejos de la desinformación, cuyos contenidos pueden también combinar información ficticia con hechos reales.
El informe -elaborado en el primer trimestre del año- define la desinformación como información falsa, inexacta o engañosa diseñada, presentada y promovida para obtener un beneficio (se entiende que económico) o para causar intencionadamente un perjuicio público. Aclaran que el campo de actuación no incluye la creación y difusión online de contenidos ilegales (difamación, discursos de odio, incitación a la violencia), que ya están regulados por normativa europea o de los Estados miembro; tampoco contemplan la deliberada distorsión de hechos, sin ánimo de engañar, que se encuentra en variantes del humor, la sátira o la parodia.
Los autores de este informe advierten a la Comisión Europea contra soluciones simplistas y de corto plazo, por el contrario apuestan por fortalecer gradualmente tanto a instituciones como a la propia sociedad contra la desinformación; y señalan directamente que se debe evitar cualquier tipo de censura de contenidos o canales (se reitera el respeto absoluto a la libertad de expresión, de prensa y de pensamiento).
Incluyen asimismo una serie de recomendaciones, como promover la alfabetización mediática (estudiantes, docentes, ciudadanos) a fin de contrarrestar la desinformación; desarrollar instrumentos que fortalezcan a usuarios y periodistas para hacer frente a la desinformación; o proteger la diversidad y la sostenibilidad de los medios informativos europeos. Lo anterior se podría resumir en que los especialistas consultados sugieren reaccionar con información de calidad a la desinformación; enseñar a jóvenes y adultos a interpretar un texto informativo; y proteger de alguna forma la pluralidad y calidad de los medios.
Asimismo abogan por un código de principios que las plataformas en línea y las redes sociales deberían hacer suyo. Uno de los principios clave expuestos en el informe propugna que deberían, por ejemplo, garantizar la transparencia explicando cómo seleccionan sus algoritmos las noticias presentadas. En cooperación con los medios de información europeos, se les invita asimismo a adoptar medidas eficaces para mejorar la visibilidad de las noticias fiables y fidedignas y facilitar el acceso a ellas de los usuarios.
En relación con la consulta pública, siempre condicionada por las preguntas que se formulaban, las dos categorías en las que la mayoría de las respuestas considera probable que las noticias falsas perjudiquen a la sociedad son la desinformación intencionada para influir en las elecciones y en las políticas migratorias (por aquí anda la crisis de refugiados). En este apartado sorprende encontrar la seguridad como el sexto ámbito más amenazado, sobre nueve planteados.
Según la consulta pública, la opinión general es que la desinformación se propaga fácilmente a través de las redes sociales porque las noticias falsas apelan a las emociones del lector (88%), se difunden para orientar el debate público (84%) y están concebidas para generar ingresos (65%).
Los ciudadanos y profesionales que han participado voluntariamente en esta consulta expresan una clara preocupación por la censura que pudiera limitar la libertad de expresión, y apuestan por una mayor transparencia, la educación reglada y la alfabetización sobre medios. Entre estos últimos, los que menos noticias falsas difunden son los periódicos en papel, la radio y las agencias de noticias.
Por su parte, en la encuesta elaborada por la Comisión Europea los ciudadanos consideran los medios de comunicación tradicionales como la fuente de noticias más fiable (radio 70%, televisión 66%, medios impresos 63%, el orden es significativo). Las fuentes de noticias en línea y los sitios web de alojamiento de vídeos son las que suscitan menos confianza. Es decir, si hablamos de información los medios de comunicación tradicionales reciben mayor confianza que las plataformas digitales donde todo circula, pero prima el entretenimiento.
En la encuesta aparece España como el país de la UE en donde el ciudadano más frecuentemente se encuentra con noticias falsas (la mitad, a diario) y destaca también como el Estado donde la gente muestra menos confianza para identificar estas informaciones falseadas (un 55% se siente capaz, frente al 71% de media europea).
Otro dato destacable de la encuesta es que los europeos consultados, a la pregunta de quién debería actuar para evitar la propagación de noticias falsas, señalan en primer lugar a los propios periodistas, seguidos de los autoridades públicas nacionales seguidas en tercer lugar de las empresas de comunicación.
Nada radicalmente novedoso surge de esta iniciativa de la Comisión Europea y ahí está su mérito: destaca el esfuerzo en marcha y la sensatez en el tratamiento del tema, cuando a diario se publican piezas escandalosas sobre elecciones manipuladas a golpe de tuit o cuando la propia OTAN y los ministerios de Defensa, probablemente ayunos de argumentos para justificar su presupuesto o su incremento, se han lanzado sobre este asunto de la desinformación como si se tratara de una amenaza nuclear.
El tema es bastante más serio que un misil intercontinental con carga atómica, afecta a la capacidad de razonar del ciudadano, y aún están por descubrir los medios militares con los que contrarrestar la desinformación. En esta ocasión, la UE ha comenzado a desbrozar el camino con mucho más rigor del que la mayoría de políticos y medios muestran habitualmente con este tema.


Sugerencias


martes, 20 de febrero de 2018

Rotativas

Columna de opinión publicada también en Estrella Digital.
Imagino las reuniones de contenidos de los grandes periódicos en papel: esto a cinco columnas, esto a tres; hoy criticamos a Zapatero, mañana a Pedro Sánchez; los partidos políticos no hablan de las reformas que España necesita, las propuestas del partido equis no tienen fundamento (esta última pareja es algo contradictoria), gente seria tomando decisiones que se traducen en planchas, tinta y periódico impreso.
Sus resoluciones tienen consecuencias materiales, ponen en marcha grandes y ruidosas máquinas y sale un producto que hay que transportar en camiones y furgonetas velocísimas que cruzan España de madrugada y acaban en manos de un personaje indescifrable llamado quiosquero.
Imagino en esas reuniones a profesionales que se toman muy en serio a sí mismos (algo menos a los demás), que de vez en cuando son invitados por la Casa Real a la cena de gala en honor del presidente del Perú, de visita oficial en España, por ejemplo.
"No te equivoques", se dirán entre ellos en esas reuniones, aunque se conozcan desde hace décadas.
"¡Que paren las rotativas!", ordenan en situaciones graves.
"El País, con la Constitución", a ver quién supera eso.
El asunto es que ya no tienen rotativas, que estaban físicamente primero cerca o debajo de la redacción, luego se fueron alejando.
El País, AS y Cinco Días han cerrado este mes de diciembre la suya, lo que supone un ERE a 70 personas, la mitad a la calle. Se lee más o menos lo mismo, pero las ventas de periódicos en papel han caído a la mitad en los últimos diez años, lo que aparentemente justifica la decisión empresarial, aunque el producto se sigue imprimiendo, pero se ha subcontratado, externalizado.
Hasta aquí ya van dos tendencias, la caída de la prensa en papel y las subcontrataciones.
Algunos medios de la competencia destacan que los periódicos impresos del grupo Prisa se van a editar a partir de ahora en la imprenta del grupo Vocento, es decir, que El País y ABC comparten hoy rotativas, lo que no pasa de anécdota pero es curioso, al menos para Vocento sigue siendo rentable la actividad.
Las rotativas le daban al periodismo una dimensión industrial, esa máquina de vapor engullendo gigantescas bobinas de papel,  que anclaba la profesión en la realidad, la comunión de intereses entre la producción intelectual y la material, era producir papel pero con contenido.
Todas las revoluciones son interclasistas y la periodística también lo era, el linotipista con el roce acababa sabiendo algo de periodismo y el redactor, de máquinas de impresión.
Todo esto forma ya parte del pasado, como el ruido de las máquinas de escribir en las redacciones (esto no lo conocí), el humo del tabaco o los teletipos de las agencias escupiendo papel pijama con alegría hasta que llegaba alguien del juzgado o de la propia agencia para llevarse la máquina por impago (esto sí lo he conocido).
Los periódicos ya no tienen ese largo intestino ruidoso que transformaba la actualidad en papel entintado.
Han aligerado la digestión y a veces sale la información algo cruda, como sin procesar lo suficiente.

martes, 6 de febrero de 2018

La actualidad ordenada

Columna de opinión publicada también en Estrella Digital.
Con el periódico de referencia se establece una conexión que va cambiando a lo largo del tiempo. Pasa algo parecido en la relación que tenemos con todas las instituciones, las que lo son e incluso las que se atribuyen el nombre.
Comienza con una sensación de texto sagrado, de admiración hacia una biblia que te envuelve y anima a memorizar artículos como azoras del Corán.
Con los años uno acaba compitiendo con los contenidos y cabreándose con los editoriales, se contrasta la opinión propia y la escrita.
En una tercera fase la situación se relaja, se disfruta con parte y se ignora el cartoncillo que aparece por los bordes hasta en los periódicos más sólidos. Todos tenemos una parte sublime y otra miserable, oscilamos entre la pedantería y la vulgaridad; un amigo decía que estaba entre Sartre y Fofito, según el momento del día. Lo importante es la media.
Algunos periódicos no consiguen salir del bucle de la aventura de los payasos, ni en las fugaces apariciones del señor Chinarro, que era el payaso serio.
En cualquier etapa el periódico impreso, maquetado, en papel o PDF, ofrece la actualidad jerarquizada, con mejor o peor criterio se destaca algo como importante y otras cosas como secundarias, y como en toda selección se descartan contenidos; además se ofrece una visión global de la realidad informativa, un vistazo al periódico completo siempre te descubre algo inesperado, aunque no te interese inicialmente, de deportes, economía, fallecidos ilustres o desconocidos.
Las crónicas de Joaquín Vidal padre en toros o Segurola en fútbol (ahora en AS y La Vanguardia) trascendían a la afición respectiva, puede que gustaran incluso más a los antitaurinos y anti Liga de Fútbol Profesional.
Esto último -el orden- se está viendo modificado por la prensa digital, generalmente una acumulación desmesurada de contenidos difícil de navegar entre ellos, con la actualidad fragmentada y donde se acude preferentemente a los asuntos en los que uno está deformado, a costa de una visión global de lo que ocurre.
Lo que se une a la imposición de lo visual y el espectáculo, la obsesión por el número de visitas, que no siempre se llevan bien con el rigor informativo.
El día que dejé de leer El País es el título de un poemario de Jorge Riechmann publicado hace ya dos décadas, que poco tiene que ver con la gestión financiera de Juan Luis Cebrián en el grupo Prisa -está por descubrirse la competencia de periodistas metidos a gestores empresariales y de ajenos a la profesión dirigiendo medios-, sino más bien con la "poesía de la conciencia crítica", que dice la solapa del libro.
Éste es el asunto, la conciencia personal criticando lo que ocurre y lo que se lee.
Yo sigo leyendo El País, desde la conciencia crítica. Y varios otros.
De aquel libro entresaco lo siguiente:
El poder se permite el lujo de la tolerancia
mientras digitaliza los datos por si acaso.
Cambia el mundo todos los días y cambia también algo menos rápido nuestra manera de verlo, con la esperanza de que en el encuentro salga algo de interés.
La vejez sería la renuncia del cerebro a enganchar con la realidad, a encontrarle explicación.

miércoles, 3 de enero de 2018

Periodistas autónomos sin autonomía

Ilustración tomada de la revista Periodistas, número de
febrero de 2017, editada por la FAPE.
El año 2017 ha transcurrido marcado en muchos aspectos por la comunicación: por las supuestas noticias falsas y, según nos quieren hacer creer, la guerra que hoy se desarrolla a golpe de tuit (bienvenida incluso en el caso de que existiera, recientemente escucho que Japón movilizó a 200.000 esclavas sexuales coreanas en la segunda guerra mundial, ésas son las cosas que pasan en las guerras de verdad), redes que emplean con generosidad los protagonistas de las dos mayores potencias nucleares, que acompañaron a Trump a la Casa Blanca y a Putin camino de su enésima reelección; en tierras cercanas, el desafío independentista en Cataluña ha sido pura comunicación, ni sus actores se acaban de creer que pueda ser una realidad cercana, todo un montaje mediático del que habría mucho que aprender.
En los tres casos se trata de utilizar las dinámicas de las redes sociales para la circulación de información, normalmente al margen de los medios de comunicación tradicionales.
Y el final del año tiene una cita de interés en este campo que es la difusión por parte de la Asociación de la Prensa de Madrid, que ha conseguido sobrevivir al cierre de su servicio médico, del Informe de la Profesión Periodística, radiografía anual del gremio en todo el país.
Una primera conclusión del informe: los autónomos siguen creciendo en la profesión en su momento de mayor precariedad laboral, por tanto, periodistas autónomos nada autónomos, que recuerda a aquello de la abundancia de independentistas con escasa independencia, abundancia de constitucionalistas con la Constitución algo oxidada o contra la que se pronunciaron incluso en sus años mozos o gobiernos autoritarios en tiempos de escasa soberanía real. Sobreactuaciones.
Por tanto, creciente número de periodistas que trabajan en régimen de autónomos, la cuarta parte al menos de la profesión, en muchos casos forzados por las circunstancias (80%) y siempre teniendo en cuenta que una parte de ellos, uno de cada cinco, son falsos autónomos (trabajan para un único cliente o incluso están en sus dependencias).
Casi la mitad de los periodistas autónomos cobra menos de 1.000 euros al mes, con lo que aquel mileurismo que en tiempos de ZP era una condena hoy se ha convertido en una aspiración.
Con sentido de la actualidad, este Informe 2017 pone el foco en la situación de la mujer, con resultados que refuerzan anteriores estudios: la profesión está muy feminizada, mayoría de dos tercios entre estudiantes de la cosa, se iguala el número en ejercicio laboral y vuelven los dos tercios a favor de la mujer en el paro; y de media cobran menos porque hay más mujeres que hombres en los niveles salariales más bajos. Sorprende en sentido contrario conocer que entre los profesionales de la comunicación que no trabajan en medios la igualdad es mayor y mayor la presencia de mujeres en puestos de gestión o directivos que en medios tradicionales.
Presentación del ‘Informe de la Profesión Periodística 2017’. 
En la imagen, de izq. a dcha.: Luis Palacio, Victoria Prego
y Nemesio Rodríguez. Foto: Pablo Vázquez / APM
Afortunadamente la APM y su informe han superado la ya pasada distinción radical entre periodista en medio y profesional de la comunicación en una empresa o institución, son dos ramas del mismo oficio -así lo piensa el 74% delos encuestados por la APM-, que en muchos casos se alterna en el ejercicio profesional y con distintas opciones de futuro en favor del segundo destino.
Principales problemas que destacamos quienes nos dedicamos a esto: paro, precariedad laboral y mala retribución. La combinación de la transformación digital más las reformas laborales han precarizado claramente la profesión, aunque no todo es negativo.
Los profesionales del periodismo continúan encontrando algunos aspectos positivos en el desarrollo de su trabajo. Si más de la mitad señalan que les resulta fácil acceder a las fuentes de información, aún son más los que afirman que ahora existen más medios para llegar a los usuarios y más posibilidades profesionales para los periodistas y que, gracias a la tecnología, se puede hacer mejor información. Están por debajo del 6% quienes sostienen no encontrar ningún aspecto positivo al ejercicio del periodismo hoy en día. Todo lo anterior prueba que la vocación te encuentra trabajando, no en sexto de Primaria.
"Poco a poco, el mercado laboral, la formación, las condiciones de trabajo... se van estabilizando, si bien es verdad que en unos niveles, por lo general, inferiores a los vigentes antes de la crisis", se puede leer.
Nada de lo apuntado sobre la salud de la profesión periodística es exclusivo, pero tiene peculiaridades.
Varias crisis han confluido en la profesión: la económica general, más la digitalización de la sociedad que ha fulminado el modelo de negocio tradicional de las empresas periodísticas (sin recambio en perspectiva, aunque en otras tierras los ingresos digitales son mayores) que ha traído a su vez nuevas formas de comunicación e información.
Con todo, nunca ha circulado y se ha consumido más información, por lo que la continuidad de la profesión está asegurada, adaptada al momento y buscando el equilibrio siempre inestable entre el ciudadano o el anunciante-financiador de la empresa como destinatario final de su labor.
La valoración que los periodistas realizan de los servicios prestados por las asociaciones sitúa en primer lugar la expedición de los carnés de prensa (identidad profesional), seguido por los pronunciamientos en favor de la profesión; y merecen un aprobado también los de formación, defensa jurídica y publicaciones, como ésta excelente de la APM, con sólo dos críticas.
El informe se elabora con datos estadísticos más una gran encuesta que se realiza entre periodistas miembros de alguna asociación, por tanto se queda fuera la opinión quizá diferente de muchos profesionales no colegiados.
En segundo lugar, este informe anual de la profesión sigue sin prestar atención a la figura del becario, que llena las redacciones acumulando una experiencia laboral inversamente proporcional a sus ingresos.
Como conclusión, el periodista barra profesional de la comunicación es cada vez más autónomo, lo que no le quita ni una sola de las numerosas dependencias que imponen el mercado de trabajo y las circunstancias; está más solo.

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