Angela Merkel habla ruso y Vladímir Putin, alemán. Las capacidades lingüísticas de ambos algo aportan sobre diversidad europea, vecindad, experiencias personales, Guerra Fría, algo añaden de complejidad ante un panorama informativo simplificado hasta el límite tras la invasión de Ucrania.
Reflexiona algún filósofo político (Innerarity) que lo más
difícil de alcanzar ante un problema es la visión
de conjunto, los argumentos suelen ser de parte, abundan los especialistas
con gran conocimiento sobre un área muy limitada de la realidad y a menudo con
posiciones enfrentadas.
Utilicemos para hacernos una idea aproximada del conflicto en
Ucrania la fórmula de tratar de iluminar cuatro ingredientes que recibimos
mezclados, cuatro enfoques o fogonazos que
arrojen algo de luz: conflicto militar,
comunicación, energía y globalización.
El objetivo es identificar tendencias que se hayan disparado
por la crisis, los conflictos no suelen crear fenómenos de la nada, sino que hacen
crecer asuntos ya en germen (y no todas las tendencias se desarrollan).
CONFLICTO MILITAR
Las guerras producen
muertos y violaciones de mujeres, todas las guerras, las justas, las elegidas, las injustas y las
injustificables, lo que algunos parecen estar descubriendo ahora. De ahí que
todo esfuerzo para evitarlas resulte obligado, a pesar del creciente número de
humillados por las cesiones reales o inventadas al contrincante, la nostalgia
en dirigentes propios de la voluntad y firmeza que tanto se alababa de Putin en
muchos ámbitos, hasta el 24 de febrero. Sorprende en cualquier caso la
frivolidad con la que se trata la implicación propia en un conflicto armado.
La guerra, esta guerra, es un fracaso de la disuasión y el
peor escenario posible.
Parecía extendida la idea de que los conflictos bélicos
tradicionales iban a la baja -al menos entre grandes potencias, y en Europa- y
los países competían en el terreno de la economía y en la difusa zona gris,
espacio intermedio en el conflicto político que separa la competición acorde
con las pautas convencionales de hacer política (blanco), del enfrentamiento
armado directo y continuado (negro).
La realidad es que desde Cuba y Vietnam no se ha estado más
cerca de un enfrentamiento entre grandes potencias que pensábamos aparcado.
En el terreno militar podríamos apuntar que al menos a partir
de la Guernica arrasada en 1937 durante la Guerra Civil que recordaba el
presidente ucraniano en su alocución al Parlamento español -aquella Legión
Condor nazi se empleó a fondo en la zona oeste de Madrid meses antes-, las
guerras del último siglo se caracterizan por la omnipresencia de bombardeos aéreos de mayor o menor
precisión, principal causa de las víctimas de todo conflicto armado, en su
inmensa mayoría civiles, y esta circunstancia no se está produciendo hasta la
fecha en Ucrania.
Algunos analistas califican este conflicto casi como una
guerra civil, dados los estrechos lazos de todo tipo entre rusos y ucranianos,
culturales, familiares, históricos, a lo que habría que objetar que las guerras
civiles suelen ser aún más cruentas que lo que nos llega de Ucrania; podríamos
calificarlo de un conflicto entre primos hermanos, por buscar una explicación a
la escasez de bombardeos aéreos masivos sobre población civil.
Otro apunte no menor es que las guerras crean identidad nacional, el nacionalismo ucraniano
saldrá reforzado de este conflicto. La historiografía tiene bastante estudiado
que los nacionalismos son una construcción política -nada inmutable de dos
milenos de trayectoria-, la identidad nacional es construida y cambiante, y
nada como una guerra con el vecino para reforzarla.
Resulta también destacable que la reacción militar de Estados Unidos, la Alianza Atlántica y la Unión
Europea ha sido coordinada e indistinguible hasta el momento.
La Unión Europea se encamina a incrementar los más de 200.000
millones de euros que suman los presupuestos de Defensa de los 27, el triple
que Rusia; como novedad, el mantra del objetivo de destinar el 2% del PIB a
gasto militar pasará de la abstracción a concretarse en breve en qué se decide
impulsar, programas y sistemas de armas específicos, algunos ya se estarán
probando sobre el terreno ucraniano.
COMUNICACIÓN
Estrenamos nuevas formas de comunicación, “estrategia del megáfono”, ha sido denominada,
disuasión por exceso informativo, que tampoco ha sido efectiva.
Pedro Biden, Pedro Johnson y Pedro Stoltenberg avisaron desde finales de 2021 en una veintena de ocasiones de que venía el lobo y en realidad acabaron acertando, pero se equivocaron en 19; y podemos preguntarnos si Pedro o nosotros podíamos haber hecho algo más que esperar en el proceso, por aquella razón de evitar muertos y violaciones.
Se intenta aquí apuntar que la comunicación ha desarrollado
tendencias en este conflicto, quizá sacando conclusiones de lecciones estudiadas -más que aprendidas-
de la estrategia rusa de desinformación en el pasado reciente o remoto. Se
puede afirmar con poco margen de error que en toda esta crisis Rusia ha ido a
remolque desde el punto de vista comunicativo, y ha perdido claramente la
batalla de la opinión pública en territorio EEUU-OTAN-UE, no así en territorio
ruso; en este sentido, convencer a los propios, como ha sucedido en cada bando,
es un logro no fácil, aunque deja trabajo pendiente en el área del contrario y
en zona neutra donde podríamos situar a medio planeta.
Noticia real: un bloguero ucraniano ha sido recientemente
detenido en Tarragona y puesto a disposición de la Audiencia Nacional por una
orden internacional emitida por el Gobierno de Ucrania por sus posiciones
prorrusas. Ésta es otra importante novedad en el ámbito de la comunicación como
consecuencia de la invasión de Ucrania: la restricción
de las libertades de prensa y opinión se ha acentuado en la propia Rusia,
con larga tradición de perseguir periodistas, empresas periodísticas y nueva
legislación que amenaza con cárcel a quien no publique la versión oficial;
restricción novedosa de la libertad de prensa en Europa y España, con la
decisión de prohibir medios de comunicación como Russia Today o Sputnik sin
autorización previa de juez alguno. Recordemos aquí entrevistas hasta del
demonio Saddam Huseín en televisiones españolas en alguna de las tres guerras
del Golfo.
Un último apunte sobre comunicación puede ser la aparición de
periodistas/tertulianos/analistas en el papel de activistas, mayoritariamente con
un rechazo acrítico contra Putin, que no sorprende por el posicionamiento, sino
porque no parece la función de un periodista o un analista apoyar acríticamente
nada.
Seguiremos la invasión de Ucrania, con decenas de periodistas
desplazados, sin imágenes de combates, sin partes de bajas, sin líneas de
frente, sin objetivos claros, sin información fiable, sin contexto y sin
opiniones del bando agresor.
ENERGÍA
Muchos focos se dirigen a la dependencia energética de gran
parte de centroeuropa del suministro ruso, y se vuelve a simplificar con
expresiones del tipo "Alemania financia la guerra de Putin".
El mismo argumento podría haber sido utilizado durante la
existencia de la URSS, cuando nunca dejó de fluir el gas, "Alemania
financia el comunismo soviético", cosa que jamás se dijo porque resulta
una reducción engañosa; del mismo estilo sería afirmar que Francisco Franco financió la revolución socialista
argelina por la compra de gas (el primer metanero llegó en 1974) y la Yamahiría Árabe Libia Popular
Socialista de Muammar el Gaddafí (acuerdo en 1969); que quien compre
petróleo saudí financia sus penas de muerte, quien importe algo de EEUU las
ejecuciones capitales desde la silla eléctrica o la invasión del Capitolio.
Se nos llena hoy la boca de soberanía energética sin
reconocer el avance de las renovables en España de las últimas dos décadas,
impulso político claramente identificable y criticado o directamente torpedeado
con impuestos al sol.
Un tercio de la energía eléctrica producida en España en 2021
procedió de parques eólicos o solares, que sumado a la hidráulica alcanza el
46% de la electricidad generada el último año. Esto es autonomía estratégica, soberanía energética y ha tenido quienes lo
han impulsado en los últimos años y quienes no.
Ni Alemania financia la guerra de Putin, ni Europa, ni la
solución va a llegar por importar carbón sudafricano o uranio nigerino. La
realidad es que la invasión de Ucrania ha acelerado la necesidad de desarrollar
energías verdes, tendencia ya presente en las prioridades políticas de la UE
antes de esta crisis, junto con la transformación digital.
España afronta esta crisis europea en unas circunstancias
mucho más favorables que otros socios del club europeo, con un suministro
energético diversificado, nula dependencia de origen ruso, capacidad de
distribución de gas y creciente generación de origen renovable.
GLOBALIZACIÓN
La invasión de Ucrania ha alterado el orden mundial
económico, energético, militar, la producción y distribución de mercancías, el
sistema financiero internacional.
La crisis de Ucrania ha provocado el bloqueo quizá ya definitivo del Consejo de Seguridad de la ONU, algo previsible porque ocurre siempre que el conflicto afecte a uno de sus miembros permanentes con derecho de veto, lo que ha llevado a recurrir a la Asamblea General con resoluciones no vinculantes que en esta ocasión tienen relevancia máxima, no así en otros casos y geografías.
Y hemos descubierto que la globalización es un sistema menos
globalizado de lo que creíamos, al
menos con una dirección no globalizada. La expulsión de Rusia, que no de Putin,
de organismos internacionales, del sistema bancario, de Eurovisión, de la
Organización Mundial del Turismo, de foros culturales o competiciones
deportivas, revela que el mundo
globalizado tiene un control no globalizado.
La consecuencia no es menos globalización, sino distinta y
esperemos mejor regulada. El grado de apertura de la economía española -peso
del comercio exterior sobre el PIB- seguirá rondando el 60% del movimiento
económico del país.
CIERRE
Parece claro el error estratégico de Putin con la invasión de
Ucrania por sus consecuencias: aislamiento internacional (en su parte europea y
norteamericana); la resurrección de la OTAN (en muerte cerebral antes de ayer,
según Macron), Finlandia y Suecia llaman a su puerta, lo que llevará la Alianza
hasta la frontera norte; la UE ha despertado desde el punto de vista
estratégico; sanciones, muertos.
Putin con Ucrania ha pasado la confrontación del gris al
negro, del enfrentamiento no abierto al intercambio de obuses.
Se puede identificar el error
estratégico como propio de una autocracia, categoría de régimen político en
el que una sola persona gobierna sin someterse a ningún tipo de limitación y
con la facultad de promulgar y modificar leyes a su voluntad; estos regímenes no
son capaces de procesar bien la información, principio aplicable a norte y sur
de esta península.
Recurriendo al sistema de estandarización de colores de
Pantone, el stanag cromático, Putin
ha situado las relaciones internacionales en el negro, que se identifica con
seis ceros; de ahí cuesta imaginar ganancias estratégicas para Rusia o para sí
mismo.
La gama de grises entre el blanco y el negro, que es donde reside el análisis, no parece hoy interesar en exceso, y va a hacer mucha falta en la posguerra.
Artículo publicado también en infoLibre, Blog 'Al revés y al derecho'.
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