miércoles, 8 de abril de 2015

Planeta Ministro. Bono en Defensa 2004-2006

José Bono, Diario de un ministro. De la tragedia del 11-M al desafío independentista catalán, Editorial Planeta, marzo de 2015.

OPINIÓN. Carlos Penedo. Artículo publicado originalmente en Estrella Digital.
Tenga uno las raíces en un pequeño pueblo de Albacete o en Manhattan, sea de sangre azul o de una dinastía que inaugura, un nivel de relaciones de este calibre impresiona: la saga de los presidentes Bush, el arzobispo Rouco Varela, el ministro de Defensa de EEUU Rumsfeld, el rey Juan Carlos, los financieros Emilio Botín (Santander) y Manolo Pizarro (Endesa), empresarios como Pedro José Ramírez o Polanco. Ahí está el poder, ésa es la prueba del éxito, haber llegado a ser uno de ellos. Una relación estrecha y continuada, casi familiar, con el mérito añadido de que Bono es una década más joven que muchos de los que han dirigido España desde la Transición y además ha alcanzado esa posición principalmente por votos en elecciones.
Sin duda, uno de los nuestros.
Dice Bono que Anasagasti le dijo: en política, la ideología cabe en el pico de una servilleta, el resto son relaciones públicas y personales. Llevada la máxima al extremo, el instrumento –hablar con la gente para hacer algo- se convierte en el fin.
Entre conversaciones telefónicas, himnos, cenas, viajes, recepciones, honores militares, misas, coche oficial, llamadas, notas del CNI, vuelos de avión, Cuarteles Generales de los tres ejércitos, protocolo, visitas de Estado, discurren las 383 páginas de un libro ameno que se centra en las relaciones personales asociadas al ejercicio del poder, “la trastienda de la vida política”, utilizando sus palabras.
Por las páginas del Diario discurren encuentros públicos y privados, confidencias, diálogos contundentes, frases rotundas propias de un guión de El ala oeste de la Casa Blanca, cartas esclarecedoras (todas con membrete oficial). Sin embargo, la realidad está llena de esperas, dudas y trabajo, de difícil encaje en un libro de este tipo; la trastienda de la trastienda, la podríamos llamar, sin la que ni funciona ni se entiende la primera.
En el diario recién publicado de Bono como ministro de Defensa entre 2004 y 2006, o en el anterior libro de su etapa como presidente de Castilla-La Mancha entre 1983 y 1999 (que se prolongó hasta 2004, pero hay un periodo de cuatro años intermedio no contado hasta ahora por escrito por el protagonista) aparecen muchas personas, aunque menos política en su acepción de proyecto para cambiar la realidad, que existió y es lo más valioso de su trayectoria pública para alguien ajeno a su entorno íntimo o familiar. Esa faceta hay que buscarla en las notas a pie de página, entre líneas. En los márgenes de la servilleta.
En ambos periodos de Toledo y Madrid participó quien firma este artículo integrado en sus equipos de apoyo.
Queda dicho o apuntado que los protagonistas del poder (no sólo político, también económico, periodístico, cultural) corren el riesgo de perder contacto con el mundo real, casi una exigencia del ejercicio, por lo que corresponde a sus equipos la responsabilidad de que la conexión entre el planeta-ministro y el planeta-Tierra no se rompa, con suerte diversa.
Contemporáneas a las relaciones públicas y privadas que Bono detalla en su libro se pusieron en marcha desde el Ministerio de Defensa actuaciones de calado que los sucesores en el departamento, en muchos casos, continuaron -José Antonio Alonso 2006-2008 y Carme Chacón 2008-2011-.
El problema número uno de la Defensa en la primavera de 2004 era la falta de reclutamiento. Contra ello se tomaron medidas de urgencia en el mismo 2004 y se cambió el sistema con la Ley de Tropa y Marinería de 2005. Se garantizó una carrera profesional más estable –que hoy se critica, porque ha envejecido la edad media- y se aprobó una histórica subida de sueldos de los militares de un 25%, poco reconocida por sus beneficiados directos.
El cambio de Gobierno entre Aznar y Zapatero se vio marcado por la retirada de las tropas de Irak, que supuso un reto operativo –el repliegue- finalizado en mayo de 2004 y tuvo consecuencias positivas en otro ámbito: la Ley de Defensa de noviembre de 2005, además de aclarar la organización y la orientación operativa de los ejércitos, consagró en Ley Orgánica que las operaciones militares en el exterior deben tener autorización, explicación y debate previo en el Congreso, junto con legalidad y legitimidad internacional.
Derivado de la retirada de Irak fue la necesidad de recomponer relaciones con Estados Unidos. El primer año de Gobierno ZP en Defensa estuvo también claramente marcado por la investigación del accidente del avión Yakovlev (62 militares muertos en Turquía, más la tripulación, cuando regresaban de Afganistán) y la reparación económica y emocional a las víctimas.
Detrás de todo lo anterior está el impulso político de José Bono: la mejora de la carrera profesional de los militares, mayor transparencia en decisiones trascendentales, que el Estado cuente con recursos y mecanismos eficientes para defender al ciudadano en caso de catástrofe, ya sea por un incendio o un accidente aéreo (Unidad Militar de Emergencias, protocolo de identificación de víctimas, indemnizaciones para fallecidos).
Gran parte del libro va orientado en cambio a justificar las razones de una dimisión: ahí aparecen el Estatuto de Cataluña y la negociación con ETA como factores que en algún momento algunos pudieron interpretar como antesala de un colapso institucional y la convocatoria de elecciones anticipadas, lo que lejos de ocurrir fue seguido por la reelección del PSOE en 2008 y el fin definitivo de la banda terrorista en 2011.
“Un Estatuto que parece una Constitución, aprobado sin el voto del PP y proclamando que Cataluña es una nación nos puede costar muy caro. No quiero asumir esa responsabilidad desde el Gobierno y probablemente me vaya”, dice Bono que dijo a Polanco y Botín 48 horas antes de formalizar su dimisión, para sorpresa de sus interlocutores que no lo consideraban motivo suficiente ni veían peligro de secesión.
El 6 de abril de 2006 el Congreso aprueba la Ley de Tropa y Marinería. Al día siguiente José Bono hace efectiva su dimisión, tras muchos meses anunciándolo a interlocutores selectos y entre peticiones insistentes –cuenta- de que lo reconsiderara. Ese 7 de abril marca el fin de José Bono en la política ejecutiva, la que maneja presupuesto, equipos y es capaz de diseñar y desarrollar políticas prácticas, aunque su actividad se prolongara primero en el Consejo de Estado y luego como presidente del Congreso en la segunda legislatura de Zapatero. Hoy Bono dice encontrarse en sexta línea política.
En su última novela Javier Cercas alerta sobre la sacralización del testigo, el prestigio desmesurado en las últimas décadas de quien ha vivido los acontecimientos (“¿Y usted qué sabe, si no estuvo allí?”), sea víctima de ETA, padre de un niño desaparecido o deportado en un campo de concentración, primera fila que siempre desvirtúa la visión de los acontecimientos, dificulta su comprensión y en ningún caso sustituye a la interpretación histórica. “La memoria y la historia son, en principio, opuestas: la memoria es individual, parcial y subjetiva; en cambio, la historia es colectiva y aspira a ser total y objetiva”, argumenta Cercas.
La Historia es perspectiva, tiempo, contexto, contraste entre fuentes, documentos, y la construyen los historiadores.
Los diarios de Bono dicen más del autor que de su etapa de dos años en el Ministerio de Defensa, el escenario de fondo donde sitúa los dos protagonistas indiscutibles del libro: el Estatuto de Cataluña y la Iglesia católica, omnipresentes los dos.
Bono se presenta a sí mismo como una nacionalista (español) antinacionalista (periférico), profundamente religioso. Su perfil y actuación caen en la discutible identificación de elementos identitarios (nación, religión) con el Ministerio de Defensa, encargado de proveer de seguridad a la comunidad política formada por todos los españoles, diversos en creencias, únicos en derechos.
Desde la creación del Ministerio de Defensa en 1977 hay registro escrito de las impresiones de tres de sus titulares: Narcís Serra, entre 1983 y 1991, en su libro La transición militar, subtitulado “Reflexiones en torno a la reforma democrática de las Fuerzas Armadas”; Federico Trillo, titular del cargo entre 2000-2004 y autor de Memoria de entreguerras, “Mis años en el Ministerio de Defensa”; y José Bono, Diario de un ministro, “De la tragedia del 11-M al desafío independentista catalán”.
Siendo los tres muy recomendables, para ahondar en asuntos de Defensa y seguridad se sugiere acudir al primero; los dos siguientes se podrían encuadrar en el género de la autobiografía, cada uno con su enfoque particular, autojustificativos los dos, uno de la política de Defensa desarrollada (Perejil, Irak, Yak), el otro de una trayectoria vital.
Vivimos en los últimos años un género de moda, la literatura de no ficción, donde Javier Cercas ha conseguido un liderazgo indiscutible. Su acercamiento al 23-F ilumina los acontecimientos mejor que muchos libros publicados de parte sobre el golpe de Estado.
Otra vía de interpretación de la realidad es el humor o la parodia política, publicaciones como El Jueves (Bono apareció mucho en su bienio militar), su hermana Orgullo y Satisfacción o el tan alabado y menos leído Charlie Hebdo. Las audiencias respaldan también programas de televisión como El Intermedio en España o The Daily Show en Estados Unidos.
El Gran Wyoming, Jon Stewart y Javier Cercas nos explican hoy la actualidad mejor que el periodismo convencional o las memorias políticas. La profundidad del tratamiento literario y la capacidad de síntesis de la parodia humorística –también su habilidad en desnudar al poder- ayudan más que las actas notariales. En la literatura y la parodia puede uno encontrar sentido no al pico o a la servilleta entera, sino en ocasiones a toda la mantelería.
Estos diarios son el acercamiento a la figura política de José Bono escrito por él mismo, ministro de Defensa número 427 de la historia de España. Dice que los contó uno a uno la mañana de su dimisión, sumando secretarios de despacho de Guerra y Marina, ministros de los tres ejércitos y de Defensa desde 1702. Así figura en el libro, lo declaró en la rueda de prensa del 7 de abril de 2006 y lo reiteró a finales de este mes de marzo en la presentación del Diario en el Hotel Intercontinental de Madrid. Uno más entre 427, sugiere.


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