Columna de opinión publicada también en Estrella Digital.

Sus resoluciones tienen consecuencias materiales, ponen en marcha grandes y ruidosas máquinas y sale un producto que hay que transportar en camiones y furgonetas velocísimas que cruzan España de madrugada y acaban en manos de un personaje indescifrable llamado quiosquero.
Imagino en esas reuniones a profesionales que se toman muy en serio a sí mismos (algo menos a los demás), que de vez en cuando son invitados por la Casa Real a la cena de gala en honor del presidente del Perú, de visita oficial en España, por ejemplo.
"No te equivoques", se dirán entre ellos en esas reuniones, aunque se conozcan desde hace décadas.
"¡Que paren las rotativas!", ordenan en situaciones graves.
"El País, con la Constitución", a ver quién supera eso.
El asunto es que ya no tienen rotativas, que estaban físicamente primero cerca o debajo de la redacción, luego se fueron alejando.
El País, AS y Cinco Días han cerrado este mes de diciembre la suya, lo que supone un ERE a 70 personas, la mitad a la calle. Se lee más o menos lo mismo, pero las ventas de periódicos en papel han caído a la mitad en los últimos diez años, lo que aparentemente justifica la decisión empresarial, aunque el producto se sigue imprimiendo, pero se ha subcontratado, externalizado.
Hasta aquí ya van dos tendencias, la caída de la prensa en papel y las subcontrataciones.

Las rotativas le daban al periodismo una dimensión industrial, esa máquina de vapor engullendo gigantescas bobinas de papel, que anclaba la profesión en la realidad, la comunión de intereses entre la producción intelectual y la material, era producir papel pero con contenido.
Todas las revoluciones son interclasistas y la periodística también lo era, el linotipista con el roce acababa sabiendo algo de periodismo y el redactor, de máquinas de impresión.
Todo esto forma ya parte del pasado, como el ruido de las máquinas de escribir en las redacciones (esto no lo conocí), el humo del tabaco o los teletipos de las agencias escupiendo papel pijama con alegría hasta que llegaba alguien del juzgado o de la propia agencia para llevarse la máquina por impago (esto sí lo he conocido).
Los periódicos ya no tienen ese largo intestino ruidoso que transformaba la actualidad en papel entintado.
Han aligerado la digestión y a veces sale la información algo cruda, como sin procesar lo suficiente.
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