Octubre de 2023 marca un nuevo episodio de violencia generalizada en Israel-Palestina a partir de un ataque sorpresivo y criminal de Hamás contra población civil (y militar) israelí desde Gaza y una respuesta brutal por parte del ejército israelí que continúa tres semanas después del origen, con un millar de víctimas israelíes y siete veces más palestinas.
La explosión de violencia genera condenas, posicionamiento; pero en un marco más general provoca una demanda de información y explicación. Comparto unos apuntes previos sobre el conflicto, un par de películas sobre Gaza y un intento de arrojar algo de luz sobre cinco ámbitos: momento, colonialismo, terrorismo, instrumento militar y futuro.
Es conveniente analizar el día antes de la explosión y el día después a que callen las armas, y una declaración de principios que publicaba la periodista Ana Iris Simón recientemente en El País: “Ninguna causa es lo suficientemente justa como para asesinar un solo niño en su nombre, ni siquiera vengar la muerte de otros niños”.
Como acotaciones muy generales cabe en primer lugar llamar la atención sobre la densidad de acontecimientos y lo reducido del espacio, condiciones histórico-físicas que incrementan los intercambios, la complejidad y la incertidumbre. La Palestina histórica equivale en kilómetros cuadrados a la provincia de Badajoz, y siempre es interesante recordar que los territorios ocupados y admitidos por los palestinos para un hipotético Estado suponen el 22% de esa superficie.
Cabría decir también al comienzo de este artículo que no se trata de un conflicto eterno, irresoluble, bíblico, incomprensible, interpretación que genera hastío y aleja de cualquier intento de comprensión del fenómeno. Se trata por contra de un conflicto eminentemente político, fácilmente acotable su recorrido en el tiempo -nada empezó el 7 de octubre- con una fecha clave marcada por la llamada Declaración Balfour de 1917, por la que Gran Bretaña se comprometió a facilitar la instalación del hogar nacional judío en Palestina. El conflicto es abordable porque nos resulta cercano y familiar en su origen, muy europeo, a partir de actuaciones e ideología como la ocupación colonial de un territorio y el nacionalismo.
El conflicto palestino-israelí no es religioso (existen palestinos de las tres religiones monoteístas e incluso ateos), no es una guerra entre Estados. El conflicto afecta directamente a unos 12 millones tanto de judíos como otros tantos palestinos -las dos comunidades están igualadas en número-, la mitad de ellos residentes en la Palestina histórica y la otra mitad en el exterior, llámese exilio, emigración o diáspora.
Como última acotación previa, y los sucesos de octubre lo confirman, nos encontramos ante un escenario dinámico, lo que implica que la visión o planteamiento de hace cincuenta años probablemente no sirva para el presente. A lo largo ya de más de un siglo se han tomado cientos de decisiones políticas que han provocado la situación actual, esas decisiones podían haber sido otras.
La primera reacción personal en caliente fue buscar papel escrito en la estantería, pero antes... en el televisor. Desde estas plataformas de contenidos sin fondo ni bibliotecario a las que tenemos acceso desde el sofá aparecieron dos películas de ficción:
- ‘Un fin de semana en Gaza’. Reino Unido, 2022. Argumento: un periodista británico (y su pareja israelí) intenta escapar de Israel después de que la ONU imponga restricciones al tráfico aéreo y marítimo debido a la propagación de un virus. Gaza se convierte en el lugar más seguro de la región. Acabarán saliendo por Ráfah hacia Egipto.
- ‘Gaza mon amour’. Coproducción Palestina-Francia-Alemania-Portugal-Qátar, 2020. Argumento: Gaza, hoy. Issa, un pescador de sesenta años, está secretamente enamorado de Siham, una mujer que trabaja en el mercado con su hija Leila. El descubrimiento de una antigua estatua de Apolo en sus redes de pesca cambiará su vida para siempre. Curiosamente, su confianza comienza a crecer y finalmente decide acercarse a Siham.
No es buena idea acudir a la ficción para encontrar análisis y explicación al conflicto israelo-palestino, aunque estas dos películas revelan algunos puntos de interés, como que hace un par de años se podían situar comedias en Gaza (resultaría impensable una comedia localizada hoy en Ucrania), síntoma evidente de una ocupación normalizada, estaba asumida su precariedad, sus dos millones de habitantes enjaulados. Choca la violencia informativa actual y la cotidianidad del cine, donde asoman muchos policías palestinos, la obsesión por los papeles, puetos de control, cortes de luz y personas. Lo más sorprendente es compartir vivencias familiares, amorosas, picaresca incluso, con palestinos e israelíes de protagonistas. La normalidad informativa es bien distinta, los palestinos aparecen siempre muriendo, gritando o rezando; la deshumanización del adversario es criterio básico en cualquier conflicto. La cultura puede ser también un instrumento de conocimiento y muchas veces de propaganda -no en las películas referidas-, Paul Newman e Ingrid Bergman han hecho más desde la gran y pequeña pantalla por la causa sionista que algunas campañas militares.
A continuación cinco acercamientos al conflicto con el objetivo de entenderlo algo mejor.
1 - Realidad - Momento
La explosión de violencia en Israel-Palestina de este otoño de 2023 se produce en el año en que se cumplen 75 del nacimiento del Estado de Israel y los palestinos denominan Nakba (catástrofe en árabe), referido en este caso a un proceso de limpieza étnica más amplio y los efectos de 1948.
Asimismo se cumplen 30 años de la firma de los Acuerdos de Oslo en 1993, hasta el momento el intento más serio de encontrar una salida al conflicto, si bien bajo unas premisas que han derivado en un punto muerto. Oslo establecía el principio de dos Estados vecinos, pero marcaba un proceso, no un punto final, que debía avanzar y no lo hizo, y dejaba para una fase última el acuerdo nunca alcanzado sobre Jerusalén, fronteras, seguridad, soberanía y retorno de ciudadanos expulsados del territorio.
Los acontecimientos de octubre de 2023 se producen en uno de los años más violentos de los últimos lustros (250 palestinos muertos violentamente hasta el día anterior al ataque de Hamás).
La realidad geopolítica era que Palestina y los palestinos habían desaparecido de la agenda como problema internacional urgente de resolver, mientras que los análisis se centraban en el aparente próximo acuerdo entre Israel y Arabia Saudí, en el marco de unos acuerdos de Abraham con los que Israel pretendía estrechar relaciones con los países árabes (conseguido con Emiratos, Bahréin, Sudán y Marruecos) y suponían en esencia solucionar el problema palestino con alguna inversión y sin contar con los palestinos. Nadie ha recordado en las últimas semanas que Arabia Saudí e Irán restablecieron relaciones diplomáticas en el cercano mes de marzo con la mediación de China, movimiento sorprendente en la región que muestra actores y acercamientos no previstos.
Muchos factores pueden definir el momento previo a la última explosión de violencia, como las crecientes provocaciones en la explanada de las mezquitas de Jerusalén por parte de extremistas judíos, lugar de simbolismo extremo como tercer lugar santo del Islam; origen de la segunda intifada en 2000 tras sucesos similares; la cúpula de la Roca figura en el logo de Hamás y en la pared de la mitad de los hogares palestinos.
Añadamos al momento la previsible anexión ilegal de Cisjordania por parte del Estado israelí (como ya ha hecho con Jerusalén y los Altos del Golán); y las divisiones de un liderazgo palestino desacreditado, lo que abre la sucesión no lejana de Mahmud Abbás.
En octubre de 2023 se produce un distanciamiento creciente y preocupante entre la dirección política y los ciudadanos en los territorios palestinos ocupados, también en Israel (manifestaciones multitudinarias desde enero), en los países árabes vecinos y no tan vecinos.
Finalicemos este apartado con la próxima convocatoria de elecciones en 2024 tanto al Parlamento Europeo como a la presidencia de Estados Unidos, lo que explica visitas recientes, apoyos incondicionales y el movimiento de varios actores en el desarrollo próximo del conflicto.
2 -
Colonialismo
No es posible entender el conflicto israelo-palestino sin tener presente que en su origen y desarrollo, hasta el día de hoy, es un fenómeno colonial, con todos sus ingredientes: existen colonizadores, colonizados y colonos, de estos últimos hasta 750.000, con un comportamiento extremo. Existen ocupantes y ocupados. Existen presos sin cargos y presos con cargos. Existen detenidos menores de edad bajo jurisdicción militar y no detenidos. Existen agresores y agredidos. Existe la vieja fórmula de fragmentar al colonizado geográfica y jurídicamente.
El proceso es claro, y por supuesto tiene sus peculiaridades, una no menor es que llegó tarde, al menos cien años: en 1947 el Reino Unido se retira de la India, y ese mismo año se aprueba en Naciones Unidas la resolución 181 que establece un Estado judío y otro Estado palestino en la superficie del mandato británico.
Convengamos que en el siglo XIX poca gente conocía lo que hacía el rey de los belgas Leopoldo sobre los congoleños, y a nadie le importaba, circunstancias de conocimiento e interés que han ido cambiando a lo largo del siglo XX y del siglo XXI.
Imposible imponer una realidad colonial en una época poscolonial, y eso se ha ido intentando en Palestina por el proyecto colonial sionista primero apoyado por la primera potencia mundial que era el Reino Unido; y luego a partir de los años sesenta por la primera potencia mundial que era y sigue siendo Estados Unidos.Añadamos a las peculiaridades que se trata de un tipo específico de experiencia colonial conocido y estudiado como colonialismo de asentamiento, de raíz británica, que pretende en último término expulsar o aniquilar al colonizado, con referencias históricas reconocibles en EEUU, Canadá, Australia o Nueva Zelanda.
Finalicemos este epígrafe con la obviedad de que en todas las experiencias coloniales el colonizado se acaba rebelando contra el colonizador; y no menos importante, que el colonialismo acaba pasando factura al colonizador, en forma de militarismo, degradación del Estado, extensión de la violencia y reducción de derechos ciudadanos.
3-
Terrorismo
No existe una definición internacionalmente aceptada y vinculante del término terrorismo, en tratados y análisis se impone la interpretación de parte y sorprende la ausencia clamorosa del terrorismo de Estado.
En cualquier caso el terrorismo se reconoce, definámoslo informalmente como una táctica, no una ideología, caracterizada por el uso de la violencia física contra civiles para conseguir objetivos políticos y tiene siempre una organización detrás, este invento de los 'lobos solitarios' (de distinto tratamiento aparezcan en Haro o Algeciras) está cogido con alfileres.
Identificamos sin duda como una acción terrorista el ataque de Hamás del 7 de octubre, cumple la definición, asesinato de civiles israelíes; y los mismos ingredientes y catalogación podríamos aplicar al atentado por milicia sionista en 1947 al cuartel general británico en el hotel King David de Jerusalén, con un centenar de muertos; a las actividades del Frente de Liberación Nacional Argelino en los cincuenta y sesenta y también a la represión francesa del independentismo argelino; violencia física contra civiles para conseguir objetivos políticos es la respuesta israelí al ataque de Hamás.
En cuanto a actores terroristas, digamos que Hamás es un agente relativamente reciente en este conflicto, surge a finales de los 80 al calor de la primera intifada, y se enmarca en un fenómeno del máximo interés como es el fracaso, por méritos propios e inducidos por terceros, del nacionalismo árabe laico de mitad del siglo pasado y su sustitución por un islamismo en ocasiones radicalizado.
Al margen del terrorismo, recordemos que desde Estados Unidos y Europa se ha hecho también todo lo posible para forzar el fracaso de cualquier experiencia política islamista no radical; y también que los actuales dirigentes por ejemplo en Túnez o Egipto han implantado unas dictaduras más represivas que los regímenes democráticos previos gobernados aunque fuera difícilmente por partidos islamistas.
Parece además claro que si el problema de seguridad de Israel es el terrorismo, en ningún caso este tipo de violencia se combate con cazas, bombardeos aéreos y carros de combate, cortes de alimentos y electricidad de millones de civiles, sino con inteligencia (en su doble sentido) y fuerzas policiales.
Apuntemos también que Hamás es un acrónimo cuya letra eme corresponde a la palabra árabe que significa 'resistencia', y este carácter de rebelión contra el ocupante lo comparte con Hezbolá, nacido y crecido contra la invasión por Israel del sur del Líbano durante dos décadas, nada que ver con otros grupos como Al Qaeda o el Estado Islámico. Se trata los primeros de dos movimientos políticos nacidos en el territorio, por palestinos en el caso de Hamás y no solo de Gaza, arraigados además por la vertiente social de este movimiento, en el marco de una estructura estatal inexistente, prestando servicios sociales y educación a una población desasistida.
Digamos finalmente que la fortaleza de Hamás es directamente proporcional al fracaso del proceso de paz de Oslo y el desprestigio de la mini Autoridad Palestina.
Y concluyamos recordando aquel gran avance político de la sociedad española al afrontar el terrorismo independentista cuando se popularizó aquello de "Vascos sí, ETA no"; con ese mismo espíritu podríamos hoy decir "Palestinos sí, Hamás no", "Judíos sí, Natanyahu no, colonialismo no". El antisionismo no es antisemitismo.
4 –
Instrumento militar
Israel no cabe duda de que tiene la capacidad militar suficiente, y la impunidad internacional reconocida, para prolongar el conflicto unas décadas más e incluso para expulsar a un millón de palestinos al Sinaí, limpieza étnica como la ya ocurrida en 1947/48, aunque el foco mediático y la época en la que vivimos quizá no lo permitiría como en el pasado.
Lo relevante aquí es que Israel no afronta ninguna amenaza existencial. Los vecinos han sido progresivamente desactivados por acuerdos de paz (Egipto, Jordania); por guerras civiles y de agresión (Líbano, Siria); o por directamente invasiones (Irak).
El conflicto israelo-palestino no es una guerra entre Estados, entre ejércitos, fuerzas navales y aéreas que se enfrentan, lo que no impide que Israel cuente con unas fuerzas armadas con capacidad nuclear de las más potentes del globo; y un apoyo incondicional de la mayor potencia militar del planeta, reforzada por el crítico Obama con un acuerdo a diez años de 38.000 millones de dólares para tiempos de paz, y directamente sin límites para tiempos conflictivos.
De lo anterior, de la crisis actual en Palestina-Israel y también de la invasión de Ucrania cabe concluir o al menos plantearse el fracaso de la disuasión como uno de los pilares de la defensa militar. Ingentes presupuestos militares y una carrera de armamento en crecimiento no han impedido la actuación de Rusia ni de Hamás, lo que obligaría a replantearse algunos principios teóricos.
En este apartado de la seguridad, la defensa y su instrumento militar cabría señalar también cómo se han ido abandonando y desprestigiando las operaciones de paz amparadas por Naciones Unidas para estabilizar conflictos, para exportar por nuestra parte seguridad al amparo de una legalidad y legitimidad internacional que no existió en la invasión de Irak y hoy no es posible con un Consejo de Seguridad de la ONU bloqueado por Rusia si el tema es Ucrania, por Estados Unidos si el tema es Israel-Palestina.
Se dice que las operaciones de paz paran el reloj de un conflicto, los más de 600 cascos azules españoles en el sur del Líbano, encuadrados en una fuerza de diez mil actualmente comandados por un general español, han evitado el conflicto desde 2006 y es un gran logro, pero nunca solucionan el problema, la salida siempre es política; también lo será en el caso palestino.
5 - Futuro - Democracia
Un último acercamiento al conflicto palestino-israelí se debe dirigir al día después de los disparos, y su solución a largo plazo sólo puede ir ligada a la democracia.
Añadamos como aclaración que el conglomerado no geográfico que llamamos Occidente, Estados Unidos, Europa, las democracias reconocidas, no actúan democráticamente fuera de sus fronteras nacionales, aunque sí viaje en su discurso de valores y principios, y sólo vale mencionar para acreditarlo ejemplos como Guantánamo, Abú Ghraib, asesinatos selectivos, bombardeos de Irak o Siria desde hace años.
Recordemos que la República española no actuó democráticamente en el norte de Marruecos, quizá hubiera sido la historia diferente; que Francia no actuó democráticamente en Argelia ni con los argelinos en suelo francés.
E Israel no es una democracia para dos millones de sus ciudadanos que son palestinos, ni para los palestinos de los territorios ocupados. El sistema de discriminación racial institucionalizado conocido
como apartheid define en buena
medida la situación en Israel-Palestina, así lo han reconocido y documentado
organizaciones de defensa de los derechos humanos locales (israelíes) y otras
de trayectoria poco discutible como Amnistía Internacional o Human Rights Watch. Cabe recordar que la Corte Penal
Internacional incluyó en 1998, en el Estatuto de Roma, el “crimen de apartheid”
entre los crímenes de lesa humanidad (artículo 7).
Como europeos que somos, acudamos a la Unión
Europea y su estrategia global para la política exterior y de seguridad de 2016, en la que leemos que "la UE
promoverá un orden mundial basado en normas, con el multilateralismo como
principio esencial y las Naciones Unidas como núcleo".
A octubre de 2023 se puede afirmar que el modelo Gaza, el confinar dos millones de personas sin salida y sin derechos, bombardeables regularmente, ha culminado sin éxito, y aún no sabemos qué formato lo puede sustituir.
A estas alturas y tres décadas desde su firma resulta evidente que los Acuerdos de Oslo son inviables, la solución de dos Estados independientes en el antiguo mandato británico en Palestina, probablemente el asesinato del primer ministro israelí en 1995 a manos de un terrorista israelí frustró el proceso en fecha tan temprana, rematado en el año 2000 por Clinton-Ehud Barak. Hoy es inviable por la falta de voluntad y por la presencia en los territorios palestinos ocupados de 700 mil colonos radicalizados en su mayor parte que no se van a ir a ningún sitio.
El escenario local e internacional, como se apuntaba al comienzo, es dinámico. Se observan cambios en la visión del conflicto, generacional en cualquier geografía; especialmente en Estados Unidos, en el ámbito académico, existe ya una minoría en el Congreso norteamericano que hace oír voces alternativas sobre el conflicto; las encuestas registran un cambio entre los demócratas estadounidenses hacia posiciones más centradas y pro palestinas que en el pasado.
Existe desde hace tres lustros una campaña internacional surgida desde la sociedad civil de boicot, desinversión y sanciones (BDS), resistencia no violenta contra la ocupación israelí, similar a muchas otras practicadas en procesos de descolonización.
Y pensando en el futuro la solución al conflicto pasa por un único Estado democrático, con igualdad de derechos y obligaciones de todos sus ciudadanos. Ya existe un único Estado en la Palestina histórica, el reto es que sea democrático. Al diagnóstico generalizado de una situación actual de apartheid sudafricano le corresponde una solución sudafricana.
No cabe imaginar otra alternativa que una opción democrática de este tipo, apoyada ya hoy por la cuarta parte de los palestinos (los partidarios de los dos Estados no son muchos más), a la que habría que dedicar pedagogía y tantos esfuerzos como se hicieron en el proceso de Oslo.
Conocemos ya el resultado de la opción realista que ha negado durante décadas la democracia y el derecho internacional en el conflicto palestino-israelí. La opción democrática no sería ingenuidad, sino actuar por interés, incluir el Estado de derecho entre nuestros intereses.
Artículo publicado también en la web Rebelión; y en infoLibre.
Un artículo basado en hechos y realidades históricas de los pueblos palestino-israelitas, con y sin reconocimiento de su pueblos y en los que los poderes utilizan para engendrar odio y diferencias y matanzas entre ellos. Una absoluta vergüenza del consentimiento por parte de la Comunidad Internacional
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