martes, 15 de octubre de 2019

Especies exóticas invasoras

El Ayuntamiento de Madrid anuncia que ha decidido gastar cien mil euros para reducir la población de cotorras argentinas, por lo visto la penúltima especie invasora caracterizada ésta por construir grandes nidos potencialmente peligrosos (el argumento sería aplicable a las cigüeñas, que además no son residentes permanentes, nos utilizan como Mónaco los deportistas de élite), son animales ruidosos las cotorras y, lo peor, desplazan a avifauna autóctona como los gorriones y las palomas; el presupuesto tocará como a seis euros por cotorra eliminada.
Sorprende el presupuesto, lo costoso de eliminarlas, las prioridades políticas del nuevo equipo gobernante en el Ayuntamiento de Madrid, sorprende hasta el adjetivo exótico: "extranjero o procedente de un país o lugar lejanos y percibidos como muy distintos del propio"; "extraño, chocante, extravagante"; en México, bailarina exótica es bailarina de cabaré, signifique lo que signifique hoy cabaré en cualquier lugar.
En realidad especies invasoras hay muchas si no lo son todas.
Habría que distinguir entre este caso y la hipotética proliferación de caimanes en el estanque del Retiro de Madrid, los mejillones cebra del delta del Ebro (producir un kilo de arroz autóctono dicen que requiere 1.500 litros de agua), algún caracol manzana... No es saludable tener anfibios gigantescos carnívoros en los parques ni la naturaleza ofrece muchos casos de animales fluorescentes.
Hay especies peligrosas que hay que evitar, pero invasores los tenemos todos en el árbol familiar. Sin ir más lejos, el Ayuntamiento de Washington se acaba de sumar a más de 130 ciudades y ocho Estados de EE.UU. que han cambiado el Día de Colón arguyendo que el conquistador “esclavizó y masacró" a miles de pueblos indígenas; cabe aclarar que por aquellas tierras del distrito de Columbia a Colón lo consideran italiano, no sabemos si exótico italiano.
Por otra parte, nadie relaciona las 20.000 cotorras argentinas que se calcula vuelan y gritan por nuestro país (la mitad en Madrid) con el acusado descenso de la población de gorriones, que ha caído de 165 a 155 millones en las últimas décadas siguiendo una tendencia observada en toda Europa y aún sin explicación.
En tiempos de globalización y mestizaje nos preocupa el origen del pájaro silvestre y giramos la cabeza hacia el gorrión nacional al que no hacíamos caso en el último medio siglo ni como tapa en su versión de pájaro frito.
La sandía procede hasta en el nombre de la región paquistaní del Sind, la patata y el tomate de la orilla americana del Atlántico, y aquí se podría seguir con listados cursis que circulaban hace años, estilo que mi actual vehículo es de una marca sueca propiedad de una empresa china y el anterior fue fabricado en Bélgica de una marca española perteneciente a una multinacional alemana.
Nos tranquilizamos vistiendo de nazareno a nuestro hijo de cinco años en la Semana Santa del pueblo mientras nos llega por televisión el último tifón que arrasa Tokio o contemplamos aterrorizados la serie de asesinatos de niños y mujeres jóvenes que pueblan las mañanas televisivas.
Amigas cotorras, todos somos invasores.
El mérito o la desgracia de estos pájaros es que no se han congelado en invierno a pesar de su origen tropical, al parecer porque son silvestres, no criados en cautividad, y se han adaptado con mayor genio que el nacido en jaula.
Desde aquí un consejo: aguantad cinco años de fríos y nadie se acordará de vuestro origen extranjero.
Con un poco de suerte y si continúan los inviernos suaves, las cotorras es muy posible que sobrevivan incluso a especies bien españolas que ocupan el Ayuntamiento de Madrid.
Entretanto el interesado puede comprometerse, porque la medida anunciada no ha gustado a todo el mundo.
El partido animalista PACMA, la primera formación extraparlamentaria -es decir, el partido con más votos que no consiguió diputados el pasado mes de abril-, ha puesto en marcha una campaña política sobre el asunto, "Las cotorras de Madrid condenadas a muerte ¡Firma para salvarlas!", y dicen: "El Ayuntamiento de Madrid y el delegado de Medio Ambiente y Movilidad, Borja Carabante, pretenden exterminar a casi 12.000 cotorras argentinas que habitan en la ciudad gaseándolas con un químico tóxico y mortal, provocándoles una muerte agónica y dolorosa. FIRMA AHORA para que paralicen este cruel exterminio de miles de cotorras. ¡Basta de matanzas!" (las mayúsculas son del PACMA).
Aclaran algo más el tema: "Matar aves por medio de gas no es un método de sacrificio ético: es doloroso y estresante, la pérdida de conocimiento nunca es instantánea, y provoca reacciones desesperadas de huida, aleteos, vocalizaciones, intentos desesperados por huir. Algunas aves siguen aleteando incluso cuando aparentemente han perdido la consciencia y otras sobreviven al gaseado, lo que implica tener que matarlas después aumentando el tiempo de agonía".
Acabo de firmar, ya somos 11.935 personas, casi tantos como cotorras.
Donde hay una polémica hay también una oportunidad.

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