martes, 12 de marzo de 2019

El boquerón ante el espejo


Con todo lo que yo quiero a mi perro he de confesar que no se reconoce en el espejo, no sabe que quien le mira en el ascensor es él mismo; tampoco ladra, no se da por aludido, su interés se centra en el exterior a sí mismo.
Muy pocos animales son capaces de reconocerse en el espejo: sólo los simios con quienes compartimos familia biológica, los elefantes, delfines y mamíferos marinos cercanos, y las urracas.
La cría de los humanos no lo consigue hasta pasados dos años.
Y cabría asegurar que no todos los miembros de las especies citadas son capaces de hacerlo, yo mismo veo un pariente envejecido en algunos escaparates cuando paso por delante.
Hace falta cierta complejidad cerebral para hacer una abstracción del reflejo e identificarlo con uno mismo, cierto alejamiento mental.
Y situar la imagen que vemos reflejada en un contexto, al menos que lo que vemos tiene un giro de 180 grados de la realidad, el ojo izquierdo del que tenemos en frente es nuestro derecho.
Una realidad no se percibe completa si no se está en situación de alejarse, siquiera un poco, de ella, dice algún texto sobre filosofía.
Tenemos entonces que necesitamos capacidad de abstracción y alejar algo el foco.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha tenido que hacer un ejercicio de alejamiento de sí mismo para escribir a cuatro manos (lo habitual, si no más) su manual del resistente, ejercicio imprescindible el de la perspectiva para decidir qué contar y qué pasar por alto, cómo contarlo, convertirse en un personaje literario o libresco, presentarse como David contra Goliat, batallas desiguales contra los medios de comunicación y las encuestas. Aún más si al personaje que todos llevamos dentro se viste de ropajes épicos de caída y recuperación, niños y animales domésticos humanizando al político, viajes iniciáticos por toda España, recursos algunos de clara influencia norteamericana que está por certificar que funcionen en esta península e islas asociadas.
Ejercicio interesante en cualquier caso el de redactar una historia con uno mismo de protagonista.
En términos de panorama político cabe decir que una parte de los actores en este mes de marzo de 2019 no serían capaces de reconocerse en el espejo, o al menos su imagen actual no cuadra con la foto del DNI.
En tiempos de convocatoria de elecciones y elaboración de listas electorales abundan los tránsfugas y paracaidistas. En un pueblo de Toledo, el candidato finalmente electo en 2015 por el Partido Popular se pasó a Ciudadanos a mitad de legislatura y la acaba como militante de VOX.
En éste y otros casos el proyecto político es personal y va cambiando con el tiempo, por lo que es imposible que se reconozca en el espejo de hace uno, dos o cuatro años.
Sostiene Pablo Casado, presidente popular como efecto secundario de aquel enfrentamiento entre María Dolores de Cospedal y Soraya Sáez de Santamaría, que "nadie hizo tanto daño a España nunca en tan poco tiempo", refiriéndose a Sánchez.
Sostiene Albert Rivera, presidente de un partido que nació con la etiqueta socialdemócrata en sus estatutos, que el PSOE ya no forma parte del consenso constitucional, y que "me metí política para que no haya presidentes como usted", refiriéndose a la persona con quien firmó un acuerdo de investidura en el cercano 2015.
Sostiene Ana Pastor, presidenta del Congreso, tercera autoridad del Estado, que la utilización del decreto ley para gobernar es indecente, olvidando que así se ha pagado durante dos décadas los principales programas de armamento (con Aznar, Zapatero y Rajoy), olvidando su trayectoria en el puesto (cuatro sentencias del Tribunal Constitucional censurando el desprecio parlamentario del Gobierno Rajoy, más el torpedeo desde la Mesa del Congreso a las iniciativas parlamentarias).
Un biólogo japonés reconoce haberse caído de la silla (reacción probablemente novelada) cuando contempló en su laboratorio a un pececillo superar la denominada prueba del espejo, una especie de boquerón alargado que vio en su reflejo una mancha en la barriga y corrió al suelo de la pecera a restregarse para quitársela.
No está claro que el pececillo tenga autoconsciencia, no lo creen ni los investigadores, al parecer el sujeto pertenece a una especie que vive de quitarle la mugre a peces más grandes (labroides dimidiatus, también conocido como el pez limpiador).
Y luego se nos cuenta que tiene especiales habilidades sociales. Al parecer esto de reconocerse en el espejo requiere crecer en un entorno social, ya seas mono, elefante, delfín, urraca o boquerón.
Tenemos entonces que necesitamos capacidad de abstracción, alejar algo el foco y vivir en un entorno social.
Trasladando el experimento del boquerón a la política, los tránsfugas recientes (y más veremos, los nuevos partidos tienen necesariamente que pescar de otras peceras) estarían en este momento aislados del grupo social en el que han vivido hasta ahora, el proyecto político como en el caso del alcalde toledano son ellos mismos, unipersonales, por lo que en esta nueva situación no podrían comprender nada mirándose en el espejo.
Y las manchas que detectan pues quizá sea una deformación profesional al pasar años detectándolas en los demás.
El boquerón en el fondo ve algo y se acicala, pero no sabe por qué lo hace ni a quién.

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