lunes, 2 de junio de 2014

La Monarquía endeble

La Casa Real intenta romper con la abdicación la hoy peligrosa identificación de Juan Carlos con la propia institución, y su suerte


Carlos Penedo. Artículo publicado originalmente en versión reducida en Estrella Digital.

La crisis institucional generalizada ha afectado directamente a la Monarquía y la Casa Real mueve ficha con el objetivo de contrarrestar la que era probablemente su mayor amenaza: la identificación de don Juan Carlos con la institución, para lo bueno durante tres décadas y para lo malo los últimos años.
La última radiografía política conocida de la democracia española, presentada hace unos días por la Fundación Alternativas, identificaba precisamente la crisis institucional, y destacadamente de “la Monarquía endeble”, como uno de los síntomas más relevantes de la crisis general del país.
“El continuo desgaste en la popularidad de la Monarquía que reflejan desde hace más de dos años los sondeos de opinión –dice Alternativas- ha llevado a abrir en España un amplio debate público no tanto sobre su legitimidad como sobre su manera de funcionar, la transparencia de su financiación, la capacidad de don Juan Carlos para ejercer hoy día correctamente la jefatura del Estado y su posible abdicación en el príncipe de Asturias”, una decisión que unos urgen y otros consideran precipitada.
Entre los argumentos utilizados sin duda el del mayor fondo sería la excesiva identificación entre Monarquía y la figura de don Juan Carlos, que institución y persona fueran ligados hasta el punto de que compartieran también caída.
La Fundación Alternativas también alude a la inoperancia de los sucesivos gobiernos, de partidos políticos distintos, en proteger la institución. “La Monarquía ha venido funcionando desde su restauración como un asunto de la exclusiva competencia del Rey –dice Alternativas-, en lugar de como una institución cuyo arraigo estaba encomendado a los sucesivos gobiernos”. Se refiere a la actitud del propio rey Juan Carlos, muy celoso de su papel como controlador de la Casa Real y de todos sus miembros, que ha podido desanimar a los sucesivos gobiernos a desarrollar las normas necesarias de control a afianzamiento. Por ejemplo, el príncipe no dispone de un estatuto específico, o la opacidad de la institución no ha ayudado a generar confianza en el caso Noos, ni existe mecanismo previsto para la renuncia de una infanta a sus derechos de sucesión. La consecuencia ha sido que cuando la Monarquía ha debido afrontar su primera gran crisis ha mostrado una debilidad desconocida.
El fuerte descenso de popularidad coincide con el estallido hacia mediados de 2011 del escándalo financiero que afecta directamente a Iñaki Urdangarín, esposo de la infanta Cristina, con informaciones publicadas desde julio de 2010. El diciembre de 2011 el yerno del Rey fue imputado formalmente por supuestas prácticas delictivas en el conglomerado de empresas del Instituto Noos. En abril de 2013 el juez llamó a declarar a la infanta, quien lo acabó haciendo tras muchas dilaciones en febrero de 2014.
Otro fenómeno relevante ha sido la ruptura en estos últimos años del acuerdo no explícito entre Monarquía y medios de comunicación para silenciar la vida privada del Monarca. El conocimiento en abril de 2013 de la caída fortuita del jefe del Estado, mientras se encontraba fuera de España cazando elefantes en un safari pagado por un empresario saudí, bien puede simbolizar el fin abrupto de ese idilio que se mantuvo durante toda la Transición y hasta ya entrado el nuevo siglo.
La decisión de la Casa Real y del Rey de abdicar del trono es temporalmente oportuna porque el deterioro de prestigio y popularidad de la Monarquía aún no se ha traducido en un clima de opinión mayoritario en favor de la República. “El debate no está planteado esencialmente en términos de Monarquía-República, porque, según los sondeos disponibles, no se está produciendo un trasvase de apoyo a la República equiparable al desapego que está registrando la Monarquía”, señala Alternativas.
Siguiendo encuestas de Metroscopia, ante la posibilidad de elegir entre una monarquía parlamentaria como la española o una república como la francesa, en 1999 existía una diferencia a favor de la primera de 53 puntos, mientras que el margen disminuyó en 2013 a sólo 16 puntos. Según interpreta el estudio, las ideas republicanas aún no se han extendido mayoritariamente entre las generaciones más jóvenes.
La popularidad de la Monarquía alcanzó un techo de 7,5 de valoración en las encuestas en 1995, a más de dos puntos de distancia del siguiente. Entre 2004 y 2010 la confianza ya había bajado hasta 5,5 y el primer suspenso en el Barómetro del CIS llega en 2011 con un 4,9. El siguiente sondeo en abril de 2013, sospechosamente tardío, ofreció la nota más baja registrada desde la aprobación de la Constitución con un 3,7.
La transparencia en el funcionamiento de la institución y sus finanzas tampoco ha destacado en los últimos años, la institución no está fiscalizada por el Tribunal de Cuentas, aunque se han tomado decisiones recientes. No estaba recogido al iniciar su camino parlamentario, pero al final se incorporó durante el proceso y la Casa Real acabó viéndose afectada en diciembre de 2013 por la Ley de Transparencia, Acceso a la Información Pública y Buen Gobierno, sólo “en relación con sus actividades sujetas a derecho administrativo”, lo que sugiere zonas de sombra.
La Fundación Alternativas presentó en Madrid el pasado miércoles su octavo informe sobre la democracia en España, titulado en la edición 2014 “La democracia sin política”, que también podría formularse al revés, la política sin democracia. El informe ahonda en las tres heridas que la crisis y la gestión de la misma han dejado en herencia: una sociedad desigual, empobrecida y desafecta, aunque no pasiva; una política superada por las circunstancias, impotente y, a la vez, seriamente dañada por la corrupción; y un deterioro institucional que ha afectado a la practica totalidad de las instituciones, desde el Gobierno hasta la Monarquía.
Entre las escasas referencias directas de los asistentes a la actualidad política inmediata, el expresidente Felipe González afirmó que “los que no quisieron esta Constitución no quieren hoy que se reforme”, y señaló que en la historia constitucional española de los últimos dos siglos no se han reformado los máximos textos legales, se han agotado cada uno de los modelos, lo que conduce el final de cada etapa hacia un proceso constituyente.
En su ámbito de decisión, la Casa Real ha impulsado un cambio que empieza a trastocar la convaleciente democracia española. Quedan muchos otros.


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