domingo, 9 de febrero de 2014

Alta traición

Las personas han desaparecido de la escena. Sólo se oyen sus quejas.
Con pocos días de distancia, dos profesionales muy conocedores de cómo se produce el proceso de toma de decisiones relevantes han coincido en el diagnóstico de lo sucedido en los últimos cinco años: la suerte del ciudadano medio es un objetivo secundario.
Cristina Gallach, portavoz del Consejo de la Unión Europea, de larga trayectoria como responsable de comunicación en temas comunitarios y de seguridad, se esforzaba hace unos días en Madrid en destacar el trabajo desarrollado por la UE frente a la crisis y acababa resumiendo y concediendo una frase: “hemos salvado el euro, ahora toca salvar a los ciudadanos”.
Segundo ejemplo: Esteban González Pons, doctor en Derecho constitucional, actual vicesecretario general de Estudios y Programas del PP, portavoz de guardia, dos décadas de parlamentario, decía hace pocas fechas que “una vez salvada la prima de riesgo tenemos que salvar a las personas”.
Nos están diciendo que los ciudadanos han sido dejados de lado en favor de la economía financiera y monetaria. Que existen principios y objetivos más elevados que las personas.
Y la realidad lo confirma. No se ven personas en los discursos parlamentarios, en las juntas de accionistas, en la defensa de la bandera, en las decisiones de los fabricantes de bebidas refrescantes de extractos, en los discursos patrióticos, en las palabras de los defensores de los concebidos y no nacidos, en el rescate a la banca, en las arengas nacionalistas a favor de Cataluña o España. Grandes principios sin personas.
Los cinco millones de parados y la devaluación generalizada de salarios se vende por el Gobierno como una fortaleza del país. En el discurso económico la tragedia personal es un elemento más y positivo del análisis DAFO, subapartado efe.
El desprestigio de las instituciones viene de que ni representan ni sirven a los ciudadanos, han perdido el contacto, y flotan en el vacío apaciblemente, ignorantes del riesgo a que un fragmento de basura espacial a 25.000 kilómetros por hora les atraviese el traje sellado herméticamente.
Los partidos políticos se han dado cuenta del peligro. Los dos mayoritarios han integrado recientemente a las personas en su imagen de marca, el PSOE ha incorporado la palabra “socialistas” al logo y el PP la palabra “populares”, de lo abstracto de las siglas, el puño y la gaviota, a las personas. Por demostrar que se trate de algo más que de un cambio cosmético.
Un caso concreto y muy resumido que habría que memorizar: la Comunidad de Madrid externalizó en octubre el servicio de lavandería hospitalaria, lo ofreció en concesión por un importe cercano a la mitad de lo que venía gastando y lo ganó la Fundación ONCE. Los nuevos gestores bajaron el sueldo a los trabajadores un 46%, un salario medio de 1.100 euros se quedó en 645, que la huelga consiguiente ha conseguido elevar hasta 800 euros. Por exactamente el mismo trabajo. Por enmarcar el caso, la Caja de Ahorros de Madrid ha recibido 23.000 millones de euros del presupuesto público. Si la Comunidad de Madrid calculó una reducción de su gasto en lavandería hospitalaria con aquella decisión de nueve millones de euros anuales, harían falta 2.555 años para cubrir las aportaciones de la Caja que era de los madrileños, o 2.555 ideas como la de reducir el sueldo a la mitad a los empleados de la lavandería.
Incidiendo en la misma línea, la organización Oxfam Intermon, en un indudable éxito de comunicación ante la cumbre de Davos, difunde un informe llamado “Gobernar para las élites”, sobre el aumento de las desigualdades y la desconexión citada.
Hay razones para la esperanza. Pensadores como Bauman que ayudan a analizar la realidad (“la inteligencia sin futuro produce revoluciones”). Se acercan elecciones, lo que obliga a pensar en el votante. Economistas prestigiosos defienden que el sistema no funciona con excesivas desigualdades. Movilizaciones populares en Metro, Burgos, privatización de hospitales, han conseguido resultados. Pero no se ven en el horizonte cambios en profundidad.
En el mes de enero de 2014 han desaparecido del mundo físico Juan Gelman, José Emilio Pacheco y Félix Grande. El más mexicano de los tres dejó escrito lo siguiente, bajo el título de “Alta traición”:
No amo mi patria.
Su fulgor abstracto
es inasible.
Pero (aunque suene mal)
daría la vida
por diez lugares suyos,
cierta gente,
puertos, bosques de pinos,
fortalezas,
una ciudad deshecha,
gris, monstruosa,
varias figuras de su historia,
montañas
-y tres o cuatro ríos.

*****

Han pasado once meses desde que conocimos por El País que militares españoles torturaron en Irak. Esas personas o siguen dentro de las Fuerzas Armadas o andan tranquilamente por la calle. Los tiempos de la responsabilidad política, de la reputación de una organización, nada tienen que ver con los judiciales.

Sugerencias


No hay comentarios:

Publicar un comentario