martes, 17 de septiembre de 2019

Nuevo ciclo político: ahora toca qué Europa


Artículo publicado también en infoLibre.
Desde que las emociones llegaron como ingrediente principal a los mundos de la política, la comunicación y la comunicación política, no ganamos para sustos: todos nos quieren emocionar, desde la marca integradora de piezas de vehículos al gabinete de prensa de cualquier organización, incluidas las más duras como las policiales y militares, y emocionados vivimos, casi al borde del infarto, en un ay.
Reconozcamos que el caos tiene un atractivo mayor que el argumento racional, de ahí su adicción por parte del periodismo, y también que la proliferación de profecías catastrofistas y apocalipsis no acaban de concretarse en la inmensa mayoría de los casos, sin que se pidan responsabilidades a sus autores por el estrés generado.
Cabría decir que el derrotismo está sobrevalorado; y la inteligencia emocional, también.
Nunca se debería olvidar que detrás de las apelaciones más directas a la emoción hay personas y decisiones perfectamente racionales.
Mientras vivimos con el nudo en la garganta, la barbilla arrugada y la lágrima asomando, por ahí observan algunos responsables de nuestras emociones con mirada de hielo.
Como sucede también con la inteligencia artificial, detrás de comportamientos automatizados hay y habrá humanos y decisiones humanas.
Por tanto, desconfiemos algo de la emoción y del algoritmo, porque no circulan sin conductor.
Buscando el equilibrio en la dieta, algunos seguimos interesados ya desde Altamira hasta la fecha en estimular la parte más racional de la persona, sujetar al mono que llevamos dentro, que la emoción no sea el único ingrediente, aunque luego nos emocionemos con el resultado o el marco.
En esta línea un curso de este verano de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo analizó en Santander el relanzamiento de la Unión Europea en estos tiempos del brexit.
Su organizador en nombre del Movimiento Europeo que preside, Francisco Aldecoa, catedrático de Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense de Madrid, insiste en la idea de que la amenaza de brexit no será efectiva hasta que realmente se cumpla (las sociedades tienen mecanismos de autodefensa para evitar hacerse daño), y que hasta entonces ha sido un impulsor de la construcción política del continente: la amenaza británica está siendo un factor de cohesión entre Estados, instituciones y sobre todo ciudadanos. "El brexit se ha convertido en una oportunidad para las transformaciones de la UE pendientes tras años de bloqueo", opina.
Casi en broma reclama que sería justo erigir un monumento tanto al brexit como a Trump en frente de las instituciones comunitarias, junto a los padres fundadores, en reconocimiento a su papel impulsor de la integración europea.
Buena parte de los participantes en Santander recordaron los resultados de las elecciones europeas de este mayo de 2019, en las que la participación subió diez puntos: los antieuropeos que suman la extrema derecha y los populismos varios fracasaron en su intento y además están divididos entre sí, no forman bloque.
Superados muchos de los miedos, la amenaza existencial ha pasado en apenas tres años de la Unión Europea al Reino Unido; los problemas más graves, del proyecto común a algunos de sus Estados miembros.
Y en este punto -ya abandonando Santander- se hace necesario el matiz y la clarificación del proyecto, más allá de Europa sí o no, nos quedamos o nos vamos, blanco o o negro.
Según el último Eurobarómetro publicado en agosto, nada menos que el 87% de los españoles se sienten ciudadanos europeos, el tercer mayor porcentaje continental tras Luxemburgo y Alemania, y por encima de la media también alta del 73%.
Somos Europa, nos sentimos europeos... y se agradece cualquier esfuerzo por definir y explicar hacia dónde vamos.
Porque en esto de Europa aparecen con facilidad dos sesgos que sería conveniente al menos ser conscientes de su existencia.
Uno probablemente generacional incrementa con la edad el apoyo incondicional a Europa,  herencia de cuando España estaba fuera del club político y existía una aspiración mental y democrática hacia el norte. Los ataques al proyecto común de los últimos años han abonado también la simplificación del debate sobre Europa a un salirse-quedarse.
Cierta juventud que observa de forma muy crítica a la UE da por irrenunciable porque no han conocido otra cosa algunos avances como los Erasmus, la moneda única o cruzar fronteras a 120 kmh sin temblar ante el guardia mientras revuelve nuestra ropa interior.
Un segundo sesgo a evitar consiste en aplaudir de forma acrítica cualquier movimiento que se produzca en la construcción política de Europa, con independencia de su dirección.
Fotos del banco de imágenes de la Comisión Europea
EC - Audiovisual Service
Parece sensato pensar que los riesgos globales que afectan a la seguridad se afrontan mejor con instrumentos mancomunados en Defensa; ahora bien, ¿en cualquier sentido? ¿Todo lo aprobado en Defensa europea tiene el mismo peso, relevancia? ¿No sería conveniente un equilibrio entre estrategia de seguridad compartida, actuación conjunta sobre el terreno e intereses industriales? -algo vencido ahora el tema hacia el tercer elemento-.
Parece consensuado y claro el diagnóstico de que las instituciones comunitarias no protegieron los suficiente al ciudadano europeo durante la crisis, y de ahí salió la voluntad de proteger en dos sentidos, el militar y el social (aquí alguna reflexión sobre el asunto).
Siendo los dos ámbitos competencias estrictamente nacionales, ¿han avanzado a la misma velocidad la Europa de la Defensa y el Pilar Social europeo? ¿Puede uno avanzar sin el otro? ¿Existe alguna entidad política autónoma que carezca de estas dos competencias, sumada la fiscal? ¿Se prevé presupuesto para cada una de ellas en el próximo Marco Financiero Plurianual 2021-27? (pregunta retórica, en asuntos de desarrollo de capacidades militares ya está previsto).
¿Existe algún proyecto o posibilidad de restar control al Consejo -primeros ministros-, cuyo poder se ha disparado en la última década?
El interés y compromiso político con Europa no puede ser un cheque en blanco, porque el futuro dependerá de lo que se haga, decisiones políticas racionales, aunque a veces se utilice la emoción para llegar a la cabeza, como reconocen los responsables de la estrategia de Comunicación de la Comisión Europea.
Se agradece en todo este proceso el suministro de materiales. Tanto el MPDL como la Fundación Alternativas han aportado recientemente ingredientes para el análisis y el debate.
El Movimiento por la Paz presidido por Francisca Sauquillo acaba de presentar un monográfico sobre "La Europa que avanza".
La Fundación Alternativas bajo la dirección ejecutiva de Diego López Garrido anuncia para septiembre dos debates sobre propuestas en materia social para la próxima legislatura europea que ahora comienza; y publicó este mes de mayo un documento de análisis sobre el compromiso de los Estados miembros en materia de seguridad y defensa europea.
El funcionamiento de las instituciones europeas favorece una coalición de hecho en políticas de diferente signo, eso sí bajo la dirección en Comisión, Consejo y Parlamento de dirigentes conservadores -así ha ocurrido desde la última década de policrisis-, como se comprueba con la elección de Ursula von der Leyen, conservadora que ha incorporado a su programa de investidura contenidos sociales, verdes y hasta se compromete el año próximo a plantear una conferencia sobre el futuro de Europa e incluso una modificación de los tratados que harían posible esos contenidos sociales.
Sin embargo los acuerdos forzados o voluntarios nunca debieran ocultar el debate sobre la Europa en construcción, y el marco de ese debate ya es secundario, locales institucionales, civiles, públicos, privados, incluso una península de cuento en Santander de uso particular borbónico en origen y hoy de disfrute universitario, turístico y socializado.
Europa es un proyecto político supranacional y utilitario -competencias para alcanzar objetivos-, las apelaciones a los valores son admitidas como aderezo de competencias y avances concretos, y no todo movimiento es un avance.
Dejemos la emoción para el entorno y la pasión de cada uno en la defensa de los argumentos, porque resulta más necesario que nunca debatir sobre contenidos, y ese debate acercará las instituciones al ciudadano.
Política, profesional y personalmente Europa es el proyecto, pero no cualquier proyecto; hay que definirlo entre todos, al menos discutirlo.

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