martes, 2 de julio de 2019

El gremio periodístico mira a la Edad Media


Los matrimonios celebrados en España por el rito cristiano de la Iglesia Católica han caído hasta poco más del 20% de las parejas que deciden oficializar su relación, desde el 70% que alcanzaban allá por el cambio de siglo. Ante estas circunstancias, terremoto sociológico, pues no resulta razonable que la Iglesia aún mayoritaria en nuestro país se dedique a espantar a los fieles, no parece que le sobren, y por eso no se acaban de entender asuntos como las últimas declaraciones del embajador del Vaticano sobre el sectarismo del Gobierno español en relación con los restos de Franco o su pasividad relacionada con la pederastia.
Sirva lo anterior como símil también aplicable a las asociaciones de la prensa -las grandes, medianas y pequeñas- y los planes que anuncian sobre requisitos restrictivos que exigirán para formar parte de ellas, en un momento en el que la profesión vive una crisis de credibilidad y precariedad laboral con pocos precedentes.
La Federación de Asociaciones de la Prensa de España -FAPE- acaba de inaugurar el verano de 2019 anunciando que "admitirá como nuevos socios, únicamente, a profesionales licenciados en Periodismo, Comunicación o Comunicación Audiovisual", que escribe con mayúscula inicial para reflejar la importancia que concede a esas titulaciones, si bien la terminología de "licenciados" no es seguro que se siga utilizando en la universidad española.
Añade la FAPE que "la medida estará vigente a partir del 30 de marzo de 2020 y supone la supresión de la conocida como 'tercera vía', por la que, con carácter excepcional, las asociaciones federadas podían solicitar a la Federación autorización para admitir como socios a quienes, sin tener la mencionada titulación, ejercen el periodismo de forma continuada y como principal medio de vida".
De tal modo quien esto escribe, licenciado en Filología, con algún máster en Periodismo y experiencia profesional tanto en medios como en gabinetes de comunicación, no sería admitido como miembro de la Asociación de la Prensa de Madrid -APM-, como así ocurrió hace unos años.
La incógnita es si a quienes ya estamos dentro se nos hará el vacío estilo Gila, "alguien ha estudiado algo que no sirve", dejarán de invitarnos cada enero a la misa en honor al patrón San Francisco de Sales y al cóctel posterior (abonando 15 euros) o se establecerá como una categoría a extinguir en un plazo prudencial.
En el último y recomendable informe anual de la profesión periodística elaborado por la APM se aclara a qué se dedican los profesionales de la comunicación.
En relación con las dos especialidades en las que los periodistas trabajan -la información periodística y la comunicación corporativa- “la situación evoluciona muy lentamente”, y entre quienes contestan la encuesta profesional, que este año han sido 1.700 periodistas, desciende el porcentaje de quienes se dedican a la información (56%) y aumenta el de los que se dedican a la comunicación (44%). Las mujeres son mayoría entre quienes se dedican a la comunicación corporativa contratados por terceros (los falsos autónomos dan para muchas columnas, aquí una).
Sería de interés también destacar del informe de la APM que el paro y la precariedad que provoca es considerado el principal problema profesional por los periodistas encuestados; la mala retribución del trabajo se ha consolidado en el segundo lugar de las preocupaciones; el tercer y cuarto lugar de los principales problemas profesionales lo ocupan la falta de independencia política y económica de los medios, con el 19%, y la falta de rigor y neutralidad en el ejercicio profesional, con el 15%; el quinto lugar entre las preocupaciones lo ocupa la falta de tiempo para elaborar la información; y hay que acudir al sexto lugar para encontrar el intrusismo profesional entre las pesadillas de la profesión (lo menciona el 9% de los encuestados).
De lo anterior se deduce un amplio campo de actuación para un colegio o asociación profesional como vigilantes de condiciones laborales, de límites a la libertad de expresión sobrepasados desde la extrema derecha a publicadores asustados de viñetas políticas, como grupo de presión (lobby) en defensa de la independencia del profesional de la comunicación frente a la empresa en la que trabaja o la influencia del mundo político y económico.
La realidad es que el miembro de una asociación profesional de periodistas en España, juzgando por la de Madrid, recibe una comunicación continua sobre ofertas comerciales (club de descuentos, viajes, entradas, cupones); atrás ha quedado el servicio médico que la APM ofrecía a sus socios -aquí lo contaba-, con la negativa de la Comunidad de Madrid a seguir con el convenio, lo que provocó la baja de un tercio de los miembros de la APM; y hay que reconocer que la Asociación sí organiza jornadas de formación y elabora publicaciones de calidad sobre la profesión.
De cumplir con lo anunciado, la FAPE y sus asociaciones renunciarán a medio plazo a representar a la mitad de los profesionales que se dedican en España a la comunicación, impulsados por un corporativismo que no aparece en los primeros lugares de las preocupaciones de la profesión.
Un fenómeno bien interesante al que no se atiende es el actual proceso de desprofesionalización de la comunicación, pero no por parte de profesionales de otras disciplinas que se han formado en periodismo y cuentan con años de experiencia laboral en medios y comunicación corporativa, sino por parte de ajenos completamente a la profesión.
En este sentido, por poner tres ejemplos, el ecosistema digital ha favorecido la aparición de especialistas en marketing como community managers u otros puestos que descuidan los contenidos en favor de su formato y difusión. La información espectáculo ha provocado también la proliferación de animadores que desprecian el trabajo informativo en contraste con el muy respetable de quienes llenan horas de televisión con vaquilla o sin ella.
En tercer lugar, al calor de las fake news, la desinformación y la confusión interesada entre ciberamenazas físicas y bulos, va creciendo el número de quienes se suman a la comunicación procedentes del mundo de la seguridad y la tecnología sin experiencia ni formación en cuanto al procesado de información con un fin.
El corporativismo no es exclusivo de la profesión periodística, se asegura que existe en la universidad, en la política, en cuerpos de altos y medianos funcionarios, claramente en la empresa, y uno sospecha que hasta en el gremio de instaladores de aparatos de calefacción.
Lo que no está demostrado con pruebas de laboratorio es que el corporativismo sea de especial utilidad para ganar el futuro, sí para mantener rescoldos de un pasado por supuesto idealizado.
Contra la incertidumbre parece que se elige una vuelta al gremio medieval, recinto cerrado con normas de obligado cumplimiento para espantar a la competencia, y aprendices, muchos aprendices, que podrían ser los becarios que pueblan las redacciones.
Queda el consuelo de que estos impulsos suelen ser intermitentes: vendrán más años buenos y nos harán menos ciegos.

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