martes, 18 de agosto de 2020

Israel, Emiratos y la paz en Palestina

 Agosto nos suele coger con la guardia baja, en bermudas tendemos a pensar que la actualidad está tan recortada como la pernera de los pantalones y el tamaño de las redacciones de informativos, cosa que no suele ocurrir. En verano los helicópteros vuelan, se averían, a veces sufren accidentes e incluso son robados tanto o más que el resto del año, las leyes de la física y de la delincuencia no entienden de calendarios.

Este 13 de agosto de 2020, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció vía Twitter “un acuerdo histórico de paz entre dos grandes amigos de EEUU”, en referencia a Israel y Emiratos Árabes Unidos, que se comprometían -según comunicado firmado por los tres- a la normalización completa de relaciones entre los dos últimos países. La gran noticia es que Israel aparentemente renuncia con el acuerdo a la anexión de Cisjordania con la que venía amenazando.
Varios de los mismos protagonistas del acuerdo histórico de agosto habían anunciado el llamado acuerdo del siglo en enero, iniciativa comandada por el yerno de Trump, y las trompetas de la celebración entonces duraron tan escaso tiempo como ahora.
El comunicado conjunto -aquí enlazado-, lleno de adjetivos eufóricos, señala que Tel Aviv y Abú Dabi comenzarán cooperando en el desarrollo de una vacuna contra la covid-19, "lo que salvará vidas musulmanas, judías y cristianas por toda la región"; y se informa de que delegaciones de ambos países se reunirán en breve para firmar acuerdos bilaterales sobre inversiones, turismo, vuelos directos, seguridad, telecomunicaciones, tecnología, energía, sanidad, cultura, medio ambiente y la apertura de embajadas.
Una primera gran lección del acuerdo anunciado es que vuelve a reflejar las técnicas de negociación del sector inmobiliario norteamericano, o al menos de las practicadas por Trump en casos como el muro contra la inmigración desde México, la carrera nuclear de Corea del Norte, la tasa Google, las relaciones militares en el marco de la OTAN y alguna otra más: amenaza descomunal y negociamos mi amenaza, en el mejor de los casos la otra parte cede y en su caso se queda en el punto de partida retirando el órdago o dosificando la bravuconada.
En segundo lugar, resulta imposible desligar el anuncio del acuerdo EEUU-Israel-Emiratos del calendario electoral de Estados Unidos y del judicial de Netanyahu.
A tres meses de las elecciones presidenciales, con todas las encuestas en contra, Trump necesita un éxito diplomático y a la vez un guiño a la comunidad judía cuyo protagonismo irá creciendo según se acerque la cita electoral, mostrando una vez más que Israel es política interior norteamericana y que las diferencias políticas entre demócratas y republicanos se reducen al mínimo en cuanto a política exterior.
Para enmarcar la relevancia del acuerdo Israel-Emiratos en la pacificación de Oriente Próximo y Medio, anunciado y negociado sin contar con los palestinos, convendría recordar que los Emiratos Árabes Unidos no existían como Estado en 1948, fecha del fin de la presencia colonial británica en Palestina y de la proclamación de independencia de Israel; los Emiratos tampoco existían como Estado en la crisis de Suez de 1956; en la ocupación de Cisjordania, Gaza y Jerusalén de la guerra de 1967: Emiratos es protectorado británico hasta 1971 y desde esa fecha no se conoce que haya estado en guerra con Israel en ninguna ocasión.
Por otra parte, hablamos de la federación de siete pequeños emiratos que suman 80.000 kilómetros cuadrados (superficie equivalente a Castilla-La Mancha), con un PIB de alrededor del 40% del español y diez millones de habitantes, de los que únicamente dos son autóctonos; tamaño modesto que no le impide gastar anualmente más de 25.000 millones de dólares en armamento (datos desactualizados referidos a hace un lustro).
Bien es cierto y no resulta fenómeno menor el hecho de que las petromonarquías del Golfo viven desde hace un par de décadas un proceso de autoafirmación, y ejemplos para confirmarlo pueden ser la instalación de grandes museos, la puesta en marcha hasta de programas espaciales y la importante decisión de intervenir militarmente fuera de su territorio, en el caso de Emiratos en la guerra del Yemen desde 2014, también desde 2018 en Libia, además de años de bombardeos sobre Siria e Irak en el marco de la coalición internacional contra el Dáesh.
La política exterior de los Emiratos Árabes Unidos está estrechamente ligada a Arabia Saudí, por lo que cabría esperar que la normalización de relaciones con Israel podría extenderse en fechas próximas al gran Estado de la península arábiga o algunos de sus satélites. Cualquier avance en esa dirección iniciada por Emiratos contribuye a ahondar la añeja pretensión de convertir el conflicto Israel-Palestina en un conflicto Israel-Mundo Árabe que de esta forma se estaría contribuyendo a desactivar, sin contar con los palestinos o incluso haciendo coincidir este proceso de distensión con el bombardeo israelí de Gaza como ha sucedido en los días posteriores al anuncio de mediados de agosto.
En las actuales circunstancias, un español de excepción con relaciones privilegiadas con la dirección del país reside temporalmente en Emiratos, el rey Juan Carlos, testigo privilegiado y transmisor al Gobierno de Pedro Sánchez de la interpretación local y el análisis personal de unas circunstancias relevantes en la geopolítica de Oriente Próximo y Medio, que eso es lo que uno imagina que hace un rey, emérito o no.
Este 17 de agosto conocimos al fin que el rey Juan Carlos I llegó el pasado 3 de agosto a Emiratos Árabes Unidos y permanece allí desde entonces, según informó la Casa Real tras dos semanas de especulaciones sobre el paradero de quien ha sido jefe del Estado.
En un escueto comunicado, Zarzuela señaló que "Su Majestad el rey don Juan Carlos ha indicado a la Casa de Su Majestad el rey que comunique que el pasado día 3 del presente mes de agosto se trasladó a Emiratos Árabes Unidos, donde permanece en la actualidad". El rey emérito ha dicho a su hijo que nos diga.
Volviendo a la actualidad internacional, el acuerdo entre Israel y la unión de siete Emiratos del Golfo Pérsico o Árabe bien puede convertirse en un acelerador histórico a favor de una solución democrática al conflicto Israel-Palestina, al suponer, por si quedaba alguna duda, el certificado de defunción definitivo de los acuerdos de Oslo de 1993 y la llamada solución de dos Estados.
Por activa, por pasiva y sobre todo por la vía de los hechos Israel ha dejado claro que esa opción es imposible, por lo que despeja el camino hacia una solución sudafricana a una situación de apartheid sudafricano: un único Estado con todos sus ciudadanos iguales en derechos y obligaciones.
La solución de un único Estado democrático que englobe dentro de las mismas fronteras a Palestina-Israel está hoy más cerca que antes de la firma del acuerdo de Israel con Emiratos.