lunes, 25 de febrero de 2013

Algo estamos haciendo bien en Líbano

La frase de mayor éxito en un reciente debate celebrado en Madrid sobre la primavera árabe fue que "algo está ocurriendo en Oriente Próximo cuando el país más estable es Líbano". Ironía para explicar lo chocante de que en un Oriente Próximo convulso, el país tradicionalmente convulso no lo esté, al menos, al nivel que auguraban los derrotistas, a quienes nunca se busca para contrastar los resultados de sus predicciones.
España ha trabajado por la estabilidad de este país durante los últimos siete años, participando con un contingente militar en la operación de Naciones Unidas.
La fama violenta de Líbano procede principalmente de la guerra civil 1975-1989 (140.000 muertos, 18.000 desaparecidos y más de 200.000 heridos) que este país vivió con una dedicación digna de mejores causas, con participación entusiasta de todo tipo de actores locales y extranjeros, durante una época lo suficientemente larga para marcar a muchos de los hoy adultos, en un paisaje y una geografía familiar por mediterránea, con iconos visuales como Yasir Arafat saliendo in extremis de Beirut rumbo a Túnez (1982); con inventos macabros como los del coche bomba o el terrorista suicida.
Líbano ha sido en los últimos 150 años escenario de injerencias externas permanentes y enfrentamientos internos entre comunidades. La historia nos puede enseñar que Líbano tal como hoy lo conocemos es una creación del mandato francés de 1923 (el único territorio que no dependía administrativamente de Damasco era la montaña libanesa); que se trata de un territorio donde históricamente se han refugiado diferentes comunidades; que en la segunda mitad del siglo XIX se produjo un ascenso social y político de la comunidad maronita, que se tradujo en su enfrentamiento con la comunidad drusa y una fortísima emigración; y que en el último cuarto del siglo XX se ha producido un fenómeno similar de la comunidad shií.
Tradicional cedro libanés dando sombra a un cartel de Heineken.
El conflicto del Líbano forma parte indisoluble de la ocupación de Palestina, recibiendo refugiados palestinos desde 1948 que hoy ya rondan los 400.000, el 10% de la población del país.

Después del denominado Septiembre Negro de 1970, cuando el ejército jordano expulsó con las armas a los milicianos palestinos de su territorio, los episodios más violentos del conflicto Israel-Palestina se trasladan a Líbano y allí los encontramos durante las siguientes tres décadas.
Es en este contexto palestino y también el de la guerra civil libanesa iniciada tres años antes cuando en 1978 Israel invade Líbano, y permanecerá ocupando la franja sur del país directamente o mediante subcontratas hasta nada menos que el año 2000.

La FPNUL fue creada por el Consejo de Seguridad en 1978 para confirmar la retirada de Israel del Líbano, restaurar la paz y la seguridad internacionales. Durante cerca de tres décadas la FPNUL ha observado la ocupación israelí del sur libanés y el nacimiento y crecimiento del movimiento Hezbolá. Tras el ataque de Israel a Líbano en el verano de 2006 en represalia por un incidente en la frontera, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas amplió su mandato original, los efectivos y las reglas de enfrentamiento.
España ha participado desde septiembre de 2006 con 1.100 militares en la denominada Fuerza Provisional de Naciones Unidas para el Líbano (siglas en español FPNUL; en francés, FINUL; en inglés UNIFIL). La más importante operación exterior de nuestras Fuerzas Armadas después de Afganistán.
Ha participado porque se encuentra en estos momentos en una acelerada reducción del contingente no explicada ni justificada.
Desembarco español en Líbano en 2006, un punto exagerado.
Un total de 11.000 uniformados y 1.000 civiles trabajan en FPNUL a 31 de diciembre de 2012. Aparte de la referencia a las constante violaciones del espacio aéreo libanés por parte de Israel, con aviones tripulados y sin tripular (por aquí también abundan los drones), el Secretario General de Naciones Unidas señalaba en su último informe sobre Líbano dirigido al Consejo de Seguridad el pasado noviembre que "España retiró su equipo de remoción de minas y tiene la intención de reducir progresivamente su contribución a la FPNUL a aproximadamente 558 personas".
Ban Ki-moon recuerda también en su informe que "el despliegue de la FPNUL en el sur del Líbano no sustituye un alto el fuego permanente y una solución a largo plazo", e insta a las partes a seguir negociando y acercando posturas. Detrás de sus palabras descansa la idea de que las operaciones de paz con tropas nunca resuelven los problemas de fondo, pero consiguen ganar tiempo para encontrar una solución política entre las partes enfrentadas.
Por su parte, el ministro de Defensa decía el pasado 27 de diciembre en el Congreso que "nuestra  participación actual es de 661 militares, lo que nos convierte en el octavo país contribuyente, liderando el sector este en el que, además del batallón español, se integran batallones de infantería pertenecientes a India, Indonesia y Nepal, una compañía malasia y un hospital chino (...). En la brigada española se integran un contingente salvadoreño tipo sección y otro serbio de similar entidad (...)". Me entero leyendo el Diario de Sesiones que militares salvadoreños y serbios integran la brigada española.
"En cuanto a los resultados -seguía Morenés-, la misión se desarrolla de acuerdo con lo estipulado en la citada Resolución 1701: el Ejército libanés despliega junto a las fuerzas de Finul en el área de operaciones, donde desarrollan numerosas actividades conjuntas. No hay presencia visible de elementos armados y se mantiene una vigilancia estrecha de la Blue Line. Es decir, el cumplimiento de los objetivos es muy elevado, por lo que se están aplicando con mucha facilidad las conclusiones de la revisión estratégica de la operación que se llevó a cabo el pasado semestre y que permite una racionalización del contingente, así como de las posiciones de Naciones Unidas, para dar un mayor protagonismo a las Fuerzas Armadas libanesas y focalizar los cometidos de Finul hacia la Blue Line. Por ello, y como pueden apreciar, España ha reducido notablemente el contingente, disminuyendo con ello las capacidades que tenemos destacadas allí (...). En la actualidad, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas ha prorrogado el mandato de Finul hasta el 31 de agosto de 2013. Los planes de España son los de continuar con la reducción de efectivos siempre con el respeto a los tres parámetros que cito permanentemente: seguridad de nuestras fuerzas, coordinación con nuestros aliados y cumplimiento de la misión".
Aparentemente nuestra participación en la misión de Naciones Unidas en Líbano va a depender entonces de la seguridad de nuestras fuerzas (auténtica obsesión del Ministerio), coordinación con aliados (inexistente, porque si existiera se explicaría) y cumplimiento de la misión, aún pendiente.
En clara contradicción con lo anterior, añadía el ministro en diciembre que "efectivamente, Siria es un desastre político, es un desastre humanitario y es un desastre desde el punto de vista de la enorme capacidad de influencia que pueda tener la crisis Siria en la estabilidad de Oriente Medio, y no solo de Oriente Medio", para luego anunciar el probable envío de un hospital de campaña a Turquía como contribución española a la estabilidad de Oriente Próximo.
Por ofrecer un dato, la guerra civil en la vecina Siria ha enviado a Líbano más de 200.000 refugiados en los últimos dos años.
Naciones Unidas ha sido y es el principal freno para impedir una balcanización de Oriente Próximo y Líbano sobre bases étnicas y religiosas, antigua pretensión de actores locales, vecinos e internacionales.
La estabilización de Líbano está indisolublemente unida a la resolución del problema palestino, es decir, la creación de una entidad nacional creíble y viable; y ahora también a la resolución de la guerra civil siria.
Como tantas veces en Líbano, el futuro dependerá de que los agentes políticos internos (no monolíticos por comunidades) se muestren convencidos de que es más útil para sus intereses la participación política a través de las instituciones del Estado libanés que defender sus posiciones a través de su comunidad respectiva  y por la violencia.
Y el futuro dependerá también del papel positivo o negativo del intervencionismo exterior sobre Líbano, que se seguirá produciendo. Como mero testigo desde 1978 y con un papel muy activo desde 2006, la presencia de FPNUL ha sido imprescindible para un Líbano estable y pluriconfesional en el corazón de Oriente Próximo. No es una casualidad que los últimos dos conflictos armados protagonizados por Israel se hayan producido en Gaza.
Líbano es un tozudo ejemplo de convivencia multiconfesional en una región donde hay mucho partidario de que esa fórmula, secular, no funcione. Y España ha contribuido en los últimos siete años a la estabilidad de ese país. ¿Hasta cuando? ¿Puede decir hoy el ministro Morenés "Objetivos cumplidos, volvemos a casa"? La mitad de la decisión, al menos, es económica, lo que no parece el mejor argumento sobre el que pivotar giros trascendentales de política exterior.

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viernes, 15 de febrero de 2013

Comunicación mestiza y sin trincheras


Existe un profesional llamado periodista cuyo único objetivo es abrir espacios de libertad, poner contra las cuerdas al poderoso, contar lo que alguien quiere ocultar, que presta un servicio público a los ciudadanos, un noble oficio ejercido bajo unas presiones que muy pocos serían capaces de soportar. Y existe otro profesional que no sabría como denominar que trabaja en un gabinete de prensa, para una empresa no periodística o una institución pública, un mercenario de la información cuyo único objetivo es engañar al ciudadano y a los medios.
La formación de ambos, las técnicas, el trabajo es muy similar. Les distancia un corporativismo mal entendido. Porque la distinción entre estos dos profesionales es falsa.
La imagen épica del gacetillero es simplemente una broma, que ignora la existencia de las empresas periodísticas y sus intereses, el poder de la publicidad-anunciantes, y la muy extendida precariedad laboral del periodista. La verdad es que ni en el espejo ni en muchos compañeros de profesión (en medios o en empresas/instituciones) he visto gente capaz de acabar con Nixon en dos tardes (las investigaciones del Watergate duraron dos años, y con el subdirector del FBI filtrando). Lo más cerca que he estado de uno de estos inexistentes periodistas de raza fue con una compañera en un periódico local a la que recuerdo chillando por el portero automático de un edificio tratando de forzar una reacción de los vecinos que la realidad no le ofrecía. No lo consiguió.
La imagen del periodista derribador de presidentes me recuerda al soldado killer del servicio militar, el "nasío pa matá" de Ivá.
Otra de las consecuencias de la precariedad laboral, aparte del sueldo, es la cada vez más difícil especialización del periodista, necesaria para enfocar la comunicación en audiencias segmentadas o tratar con propiedad mundos cerrados (como el de Seguridad y Defensa).
Y presiones las sufre todo trabajador. Recuerdo haber oído contar a una controladora de la ORA de Madrid (regulación de aparcamiento) que todos los días recibían insultos. Eso sí que es presión. O la que debe vivir un Guardia Civil en el aeropuerto de Barajas (en este caso, presión moral, por la naturaleza de las mercancías incautadas y qué destino darle).
Relacionado con estos asuntos, la Asociación de la Prensa de Madrid hizo público hace unas semanas su Anuario de la Profesión Periodística 2012, una interesante mezcla de encuesta y datos estadísticos que revela que el 59% de la profesión trabaja en un medio de comunicación y por tanto nada menos que el 41% restante en otro lugar, donde encontramos gabinetes de comunicación, departamentos de prensa en empresas, agencias, administraciones públicas.
En la presentación del Anuario se mencionó el dato con temor, se llegó a decir que de confirmarse esta evolución tendría consecuencias éticas no imaginadas. Poco después, el director del Anuario reconoció que él mismo formaba parte del tan abundante y normal grupo de profesionales de la comunicación que han trabajado unos años en medios y otra fase en empresas. Como quien escribe estas líneas.
Quince días después, la APM organiza un debate con el significativo título de “Comunicación corporativa: periodistas al otro lado de la trinchera”. Ya tenemos otra vez las trincheras, el periodista bueno y el vendido, y el tópico difundido desde la asociación gremial.
¿Qué hará la Asociación de la Prensa cuando el 51% de los periodistas trabajen en lugares distintos a los medios? ¿De qué lado de la trinchera estará?
La profesión periodística (y el planeta Tierra) ha cambiado, Internet, las redes sociales, la conexión permanente ha revolucionado el mapa. El periodismo no va a morir, ni va a desaparecer la labor de intermediación y valoración que debe ejercer un buen comunicador, aunque hoy sí sea posible la conexión directa entre una empresa que quiere comunicar y un ciudadano. Pero en este caso, si la comunicación funciona, habría que buscar al profesional competente en algún sitio, que no es otro que el departamento de comunicación de la empresa.
Por muchos motivos hoy deberíamos hablar de comunicación mestiza.
Mestiza porque la distinción entre prensa tradicional y digital tiende a la desaparición. Un 22% de los periodistas trabaja en soportes exclusivamente digitales; y los periodistas de medios impresos que trabajan para el papel y el digital igualan en porcentaje a quienes lo hacen sólo para el papel.

En el fondo y para todos, se trata de buscar información y cocinarla con rigor para que sea luego comunicada eficazmente a un público determinado y cumpla un fin. Parece claro que nunca como hoy se han necesitado intérpretes y analistas de información, tarea para la que profesionalmente uno se forma principalmente con estudios de periodismo, pero no sería muy sensato ni acotar mucho el origen ni abusar de las etiquetas. Más que lo anterior, deberíamos juzgar la honestidad con la que se trabaja y el resultado de la comunicación.

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miércoles, 6 de febrero de 2013

Inercias frente a las crisis

El año político y en Defensa comienza con la Pascua Militar, en fechas de resaca navideña y sequía informativa que asegura buena cobertura, aunque esta vez ha ofrecido poco detalle sobre planes en curso, más allá del recurso tópico a la ciberguerra (parece que algo se hará en 2014, dando 2013 por amortizado, como en otros muchos campos) y una nueva referencia a evitar duplicidades entre la administración militar y los servicios centrales del Ministerio de Defensa, sin avance reseñable. Llama la atención que se dé por finalizada la participación militar española en la operación de Naciones Unidas en Líbano, sin resolución, posición de la UE o balance conocido, sin pensar en su contribución a la estabilidad de una zona convulsa.
Las referencias retóricas a las Fuerzas Armadas como institución, a que están tranquilas a pesar de tanta provocación, a su labor abnegada, el cumplimiento de su deber (¡!), se entienden porque la Pascua es un acto corporativo, como la cena del Patrón de los administradores de fincas -por hacer un símil-; aunque no se puede ocultar que dichas referencias responden a una visión de los Ejércitos algo desfasada, visión que destaca los valores morales de los militares, al parecer exclusivos y superiores a otras profesiones, más que su buen ejercicio profesional.
Algunas alusiones del ministro y de algunos otros inciden en una imagen de las FAS como actor político que hoy no se corresponde con la realidad, pero sí era real hace 35 años cuando los que hoy opinan ya habían empezado a opinar. Por interés o desgana, se dejan llevar por la inercia.
Cambian los mimbres, pero los cestos que se van elaborando en el debate y respuesta internacional ante crisis tienen un parecido extraordinario. Avanza el calendario, cambia la geografía de los conflictos, aparecen nuevos actores, y curiosamente se sigue con la misma plantilla de una supuesta multinacional del terrorismo salafista dando órdenes a sus peones por medio mundo desde un ignoto cuartel general (imposible que fuera la casa donde Bin Laden fue ejecutado en Abbottabad, con sus cintas de video en VHS); se responde exclusivamente con seguridad a conflictos multifacéticos; se sigue reduciendo la seguridad al instrumento militar.
Los militares suelen hablar tras los conflictos -y los políticos cercanos lo repiten- de lecciones aprendidas, que casi nunca se han aprendido, sino que se estudian; errores que andamos estudiando, deberían llamarse. Y entre ellos figuran en la última década las consecuencias de impulsar una intervención militar en los márgenes de la legalidad internacional  y de espaldas a una ciudadanía que financia unos presupuestos de Defensa calificados de raquíticos por unos pocos directamente afectados y de excesivos por los más.
Sorprende cómo se ha contemplado de forma acrítica la intervención militar francesa en Malí, al margen de cualquier legalidad internacional más allá del llamamiento recibido de un país paupérrimo que ha sufrido dos golpes de Estado en ocho meses.
España ha acabado apoyando la intervención francesa con un avión de transporte Hércules enviado al margen del Parlamento y de la Ley Orgánica de la Defensa Nacional, participación que el Congreso ha convalidado a toro pasado.
Esto de actuar militarmente bajo la legalidad internacional y el amparo parlamentario y social es cualquier cosa menos un lujo prescindible en tiempos de crisis o ante emergencias que no se ha sabido prever. No se critica la necesidad de intervenir, sino cómo se está haciendo.
La imagen en el Telediario de militares con equipo de combate bajando las escaleras mecánicas del Metro de París es obscena, porque no deberían dejar entrar a la gente con tanto armamento en el transporte público, por la desproporción entre amenaza y respuesta, por la utilidad discutible de la ocupación militar de una estación de Cercanías, porque no se han contado las causas de la intervención en Malí y se ha ido allí sin respaldo legal. Por interés o inercia, se vuelve a utilizar el miedo para justificar una decisión política.
Nueva legislatura en Estados Unidos, con el consiguiente cambio de sus responsables de Defensa. El segundo y último mandato de Obama le libera de algunos frenos, pero esta vez ya no cuenta con el capital de confianza de hace cuatro años. Habrá que juzgar qué hace con Guantánamo, con un presupuesto de Defensa en niveles de guerra fría, con Oriente Próximo y con el cacareado giro asiático de EEUU mientras que su mando africano -Africom- bulle de actividad.
Hotel Sofitel Amitie en Bamako (Malí).
Se juzgará a Obama también por la evolución de los miles de drones de EEUU volando por el planeta (debe de ser el pájaro más abundante hoy en el Sáhara-Sahel). Sobre este asunto Morenés le ha dicho al Ejército del Aire que empiece a pensar en UAV (pensando lleva una década o dos); y aviso a navegantes aéreos sin piloto: Naciones Unidas ha puesto ya el foco sobre el asunto.
Y habrá que seguir también un problema muy serio: el número de suicidios entre los militares de EEUU es superior a los muertos en combate. El problema se trata allí desde hace años, y el suicidio allí y acá es un fenómeno importante y oculto (en España los suicidios superan a los muertos en accidente de tráfico).
Por último, el Consejo de Ministros acaba de analizar el anteproyecto de Ley de Garantía de la Unidad de Mercado, que aumentará la capacidad de competir de nuestra economía y la creación de empleo, y que se anuncia con la ya consabida cifra astronómica e incomprobable de ahorro económico, que va a suponer en este caso nada menos que 15.000 millones de euros en 10 años. La defensa de la unidad del mercado es un modo moderno, indirecto y extraño de defender la unidad de la Patria sin que te acusen de carca, algo así como la pegatina del toro en el coche. Por la evidente relación entre mercado y Nación, deberían destinarse los 15.000 millones ahorrados a Defensa.

Al pulpo Paul, in memoriam.
La supuesta amenaza se concreta en que un instalador electricista parece que hoy necesita dos licencias de actividad para ejercer en Almansa (Castilla-La Mancha) y Yecla (Murcia), a 34 kilómetros, lo que tampoco supone gran trastorno para la Patria cuando en EEUU te pueden achicharrar en la silla eléctrica o no si cometes un delito en uno u otro Estado, y a patrióticos no hay quien les gane.
Para acabar en alto, hay gente que no se deja llevar por la inercia, ni por desgana ni por interés, y podemos encontrar analistas, por ejemplo, que nos hacen dudar y pensar porque cuestionan que Malí sea igual que Afganistán (Jordi Vaquer), o que las religiones sean la causa única o esencial de los conflictos (Georges Corm).

PD: Abbottabad, esta gente empeñada en complicarnos la vida, llenando sus nombres de consonantes, qué lengua es ésa que llaman urdu... Pues no: la ciudad fue fundada a mitad del XIX por James Abbott, un oficial británico en la India colonizada, de ahí su nombre.

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