sábado, 12 de octubre de 2024

Naciones Unidas, objetivo militar

Israel se ha independizado de la comunidad y la legalidad internacional, de la opinión pública mundial, del planeta civilizado, excepto de los gobiernos de EEUU, Alemania y algún otro país de Europa, Milei en Argentina y Abascal en España. Israel se ha independizado de las Naciones Unidas que escribieron su partida de nacimiento en 1948.

En el otoño de 2024 no existe organización internacional ni potencia ni contexto con la capacidad y la voluntad de imponer restricciones al uso israelí de la violencia militar, con ataques simultáneos a palestinos colonizados, a los vecinos estatales Líbano y Siria; más Yemen, Irak y atentados terroristas y ejecuciones extrajudiciales en Irán.

En el año transcurrido desde que en octubre de 2023 la milicia palestina Hamás atacó las inmediaciones de la franja de Gaza, causando 1.200 muertos, Israel ha asesinado a 42.000 palestinos (más de cien diarios), ha arrasado Gaza, causado más de 700 muertos en Cisjordania y ha invadido de nuevo su vecino Líbano.

La actuación militar israelí lo convierte en un 'Estado gamberro' -rogue state- si siguiéramos la terminología norteamericana para los estados que unilateralmente identificaba hacia el cambio de siglo como una amenaza para la paz mundial; Israel es imprevisible a corto plazo, tenaz a largo en su proyecto colonial sobre Palestina, limpieza étnica de población local, apartheid como sistema de discriminación institucional. Israel, su Gobierno, es actualmente imprevisible, la peor acusación que se puede realizar en las relaciones internacionales.

Sorprende a la lógica, y es síntoma de la deriva, la confrontación de Israel con Naciones Unidas: ha convertido en objetivo militar sus instalaciones en los territorios ocupados palestinos, sus escuelas, centros sanitarios y personal, especialmente contra la UNRWA, con más de 220 muertos entre la plantilla de la agencia de la ONU que se ocupa de más de cinco millones de palestinos herederos de la limpieza étnica de los alrededores de 1948. En árabe se denomina 'nakba', catástrofe. a aquellos acontecimientos, que siguen 76 años después, la 'nakba' continua o permanente que denuncian los intelectuales palestinos.

Lo habitual hasta ahora por parte de Israel y sus patrocinadores ha sido no luchar contra la ONU, sino condicionar las decisiones y resoluciones de Naciones Unidas, en algunos de los textos más citados que ha generado el conflicto no aparece la palabra Palestina ni palestinos. Pero la situación actual ha cambiado el marco.

El ejército israelí ataca hoy instalaciones y personal de la ONU. Su representante en Nueva York ha triturado -física y simbólicamente- en plena Asamblea General la Carta fundacional de Naciones Unidas; el primer ministro Netanyahu -no detenido al pisar suelo estadounidense a pesar del requerimiento de la Corte Penal Internacional- ha despreciado a la organización, a sus miembros y sus resoluciones; el Gobierno israelí ha declarado persona non grata al secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres.

Las últimas informaciones apuntan a la confiscación por parte de Israel del terreno en el que se encuentra la sede de la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos en Oriente Próximo (UNRWA) en Jerusalén Este; un proyecto de ley en tramitación para prohibir la actuación de la ONU sobre territorio israelí; y las amenazas y ataques del ejército israelí al personal e instalaciones de la misión de Naciones Unidas en Líbano (FINUL).

La violencia en Líbano y Palestina siempre han estado unidas. La excepción ha sido los 18 últimos años de relativa estabilidad en la frontera entre Líbano e Israel, gracias fundamentalmente al refuerzo de la operación FINUL de Naciones Unidas decidida en 2006, con iniciativa destacable de España, que elevó su tamaño hasta 12.000 militares en una franja que ocupa menos de un tercio de un país similar en extensión a Asturias.

Durante más de tres lustros ha existido una ventana de oportunidad no aprovechada para avanzar en una solución a la vecindad Israel-Líbano. Una operación de paz como FINUL nunca es útil para torcer el brazo a una potencia nuclear, su despliegue suele ser acordado por las partes y puede levantar acta de lo que ocurre sobre el terreno.

Este tipo de operaciones de paz generan informes que representan parte de la realidad: por ejemplo, los ataques israelíes sobre Líbano en el primer semestre de 2024 triplican los ataques atribuidos a Hezbolá sobre Israel, sin tener en cuenta la potencia de cada uno.

El 23 de octubre se ha roto un equilibrio inestable que ha durado 18 años, 500 libaneses muertos en un solo día dieron inicio a la cuarta invasión de Líbano por parte de Israel, las anteriores en 2006, 1982 y 1978.

La escalada del conflicto tantas veces alertada no parece haberse alcanzado tras 42.000 palestinos muertos, la invasión de Líbano y la extensión del conflicto a Siria, Yemen e Irán. La tan temida escalada podría venir por la muerte de soldados occidentales, por un atentado en nuestras calles, algún magnicidio, pero se considera que aún no ha llegado. Se ha puesto muy alto el listón de la escalada y cualquiera que sea el punto de inflexión dejará en evidencia el diferente valor de los muertos según su nacionalidad y renta per cápita.

En 2006 con la operación de Naciones Unidas en Líbano se quiso desactivar un segundo foco de inestabilidad añadido al desastre de la invasión de Irak tres años antes. En 2024 EEUU aún no considera inaceptable ni la guerra en Ucrania ni las matanzas de palestinos y libaneses.

En cualquier caso, nuestros servicios de seguridad harían muy bien en tomarse en serio las amenazas hacia España procedentes del Gobierno israelí, hacia los cascos azules en Líbano donde se despliegan 680 militares españoles, amenazas del Ministerio de Exteriores israelí que considera a España "un paraíso para sembrar el odio e incitar a la destrucción de Israel".

Por supuesto que la continuidad o no de una operación de la ONU como FINUL en Líbano no depende de la decisión unilateral de un único país como España, actualmente con el mando militar de la operación, sino del Consejo de Seguridad que la puso en marcha o del acuerdo multilateral.

El secretario general adjunto de Operaciones de Paz de Naciones Unidas, Jean-Pierre Lacroix, escribía este mes de septiembre en la revista Foreign Affairs que "el mantenimiento de la paz no puede lograr sus objetivos finales sin un proceso político sólido implementado en paralelo", lo que no ha ocurrido en Líbano durante 18 años.

Añadía que las misiones sólo pueden funcionar de conformidad con los tres principios rectores del mantenimiento de la paz: "las partes en un conflicto consienten en la presencia de personal de mantenimiento de la paz; el personal de mantenimiento de la paz sigue siendo imparcial; y el personal de mantenimiento de la paz no hace uso de la fuerza, excepto en defensa propia y en defensa del mandato". El Gobierno israelí ya no consiente la presencia de las Naciones Unidas ni en su territorio ni en el de sus vecinos, y difícilmente los cascos azules van a ejercer el uso de la fuerza ni en defensa propia, porque ya han sido atacados y no han respondido.

Lacroix titulaba y sintetizaba su visión señalando que el personal de mantenimiento de la paz (peacekeepers en inglés) necesita agentes de paz (peacemakers). Los hipotéticos hacedores de paz están al frente de gobiernos nacionales con capacidad de influir sobre Israel, pero al parecer consideran que a la escalada aún le queda recorrido por delante, que tienen más que ganar dejando hacer que haciendo.


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