viernes, 25 de abril de 2025

Españoles huyendo

El Homo Sapiens Sapiens, y dentro de la especie los hispanos, ha cambiado de residencia y de país por motivos políticos, económicos (que también son políticos), huyendo de dictaduras, de represión, de la miseria, migraciones forzadas que se han producido protagonizadas por españoles hasta muy recientemente, durante todo el siglo XX. Buena parte de la población española actual es hija, sobrina, nieta de parientes que vivieron unas circunstancias que les empujaron a marcharse del país para salvar la vida o conseguir recursos económicos. Y la totalidad de los españoles actuales convivimos con otros españoles nacidos en otro país o aún inmigrantes, en una relación de indiferencia que no es exactamente integración ni la deseable inclusión, al menos podríamos decir que la relación no es conflictiva, hasta este momento, cuando vivimos con actores políticos interesados en que lo sea o aparentar que lo es.

En España habitamos 49 millones de personas y más de ocho millones no han nacido en la Península, Baleares o Canarias, parte tiene la nacionalidad española (más de 1,6 millones de españoles han conseguido la nacionalidad en la última década), parte conserva la de origen.

Dos exposiciones recientes ayudan a entendernos. Y son memoria democrática, algo más allá de conocer las atrocidades del franquismo y reconocer a sus víctimas. Tratan de españoles huyendo por motivos políticos al norte de África; y por motivos económicos al resto de Europa. 


"Huir de la Miseria. Trabajadores temporeros españoles en Europa"

Es familiar la emigración temporal de vendimiadores a Francia (unos 15.000 fueron incluso este 2024), un fenómeno especialmente intenso entre mitad del siglo XX y los años 90, que incluyó también temporeros para campañas de remolacha o arroz en vecinos del norte.

En agosto de 2023 y en colaboración con el proyecto de investigación “Los otros emigrantes. Trabajadores temporeros en Europa, 1945-2022”, Sergio Molina García y resto del Seminario de Estudios del Franquismo y la Transición -SEFT- (marco, Universidad de Castilla-La Mancha) han organizado una exposición itinerante sobre la emigración temporera a Europa que recoge fotografías, testimonios y documentos, acompañados por un texto divulgativo que analiza las condiciones de viaje y de trabajo, así como las razones por las que numerosos españoles y españolas recurrían a los trabajos temporeros en el extranjero. 

El principal objetivo del proyecto es poner de manifiesto la relevancia de la emigración temporera española (1948-1990) para comprender la actualidad social, política y económica. 

La exposición se centra en analizar la relevancia de esta emigración escasamente conocida, prestando especial interés a dos cuestiones. En primer lugar, las malas condiciones de desplazamiento, alojamiento y trabajo. Y, en segundo lugar, la relevancia de estos desplazamientos para la lucha contra la dictadura y el aprendizaje democrático. 

En 1961, por ejemplo, 15.395 españoles emigraron sin fecha de vuelta a Francia, mientras que el número de trabajadores de temporada ascendió hasta 59.580.

Con el paso de los años, estas migraciones se asentaron y, en la primera mitad de los años setenta, más de 100.000 españoles cruzaban anualmente los Pirineos para desarrollar tareas agrícolas temporeras. Y en Suiza destacaron los trabajadores de la construcción y de la hostelería.

El origen de estos trabajadores y trabajadoras variaba en función de cada tarea agrícola. Los migrantes del arroz provenían de Valencia y Tarragona, los de la remolacha de Córdoba, Teruel y Zaragoza y los de la vendimia de Murcia, Granada, Valencia o Albacete.

La exposición sobre temporeros es itinerante, ha pasado por Madrid, Cuenca, Albacete, Toledo y se puede visitar en Valencia en abril de 2025. Además, ofrece de forma gratuita la posibilidad de bajar el libro-catálogo divulgativo (clicando en este enlace).

La muestra ha recibido apoyo del Ministerio de Política Territorial y Memoria Democrática y la colaboración de la Fundación Pablo Iglesias.


"Del éxodo y del viento: exilio español en el Magreb (1939-1962)"

Menos conocido es el exilio vivido por miles de personas que tuvieron que salir de España al final de la Guerra Civil y encontraron refugio en el norte de África, en la región del Mágreb, en los antiguos territorios de la Francia colonial, hoy Túnez, Argelia y Marruecos. 

Una exposición ha dado a conocer este exilio de republicanos españoles en el Mágreb entre octubre de 2024 y marzo de 2025 en Casa Árabe, sede de Madrid, exposición patrocinada también por el Ministerio de Política Territorial y Memoria Democrática.

Se calcula que unos 13.000 españoles llegaron al norte de África en el mes de marzo de 1939, al final de la Guerra Civil. Salieron de los últimos aeródromos y puertos de la República en aviones (más de medio centenar) y barcos (militares y civiles) de diversos tamaños. 

Posteriormente, otras 4.000 personas serían deportadas a Argelia desde los campos de concentración de Francia, como fue el caso de Max Aub, donde escribió el libro-poemario “Diario de Djelfa”, que toma el nombre de un campo de concentración/trabajo argelino donde estuvo prisionero bajo la autoridad colonial francesa. Otros cientos de compatriotas realizaron trabajos forzosos en la construcción del ferrocarril transahariano, un ambicioso proyecto que buscaba conectar el Mediterráneo con el Atlántico a través del desierto del Sáhara, que nunca fue completado.

Otros españoles siguieron itinerario distinto, como un jovencísimo Marcelino Camacho (sindicalista que sería posteriormente fundador y primer secretario general de Comisiones Obreras entre 1976 y 1987), que escapó ya con Franco del Protectorado español en Marruecos y acabó viviendo tres lustros en la ciudad argelina de Orán.

A la altura de 1945 se estima que sólo quedaban unas 8.000 personas en el Mágreb tras el retorno a España de la mitad de los llegados a Túnez, los alistamientos con las fuerzas aliadas, los llevados a la URSS, los embarcados a América y los muertos en los campos de concentración. Al final de los procesos de independencia en la región, en 1962, se calcula que, únicamente, 2.000 exiliados permanecieron en Túnez, Argelia y Marruecos y su número fue disminuyendo en un lento goteo de retornos y muertes.

La represión política de otra dictadura ha traído de actualidad a un hijo-nieto de estos españoles exiliados en Túnez, el español y tunecino Khayam Turki Zaragoza (el abuelo fue uno de los marinos desembarcados en Bizerta en 1939, la abuela, huida de la prisión de Valencia con su hija, madre de Khayam, recién nacida), quien ha sido condenado este mes de febrero a 48 años de cárcel junto con otros 22 activistas tunecinos por "complot contra la seguridad del Estado", todos ellos ya en prisión desde hace tres años tras mantener encuentros con diplomáticos europeos.

La muestra de Casa Árabe ha sido una iniciativa de José Miguel Santacreu Soler (Universidad de Alicante) como comisario científico y de Juan Valbuena como comisario visual, apoyados en un comité asesor de especialistas formado por Bernabé López García, Daniel Moñino Reyes, Eliane Ortega Bernabeu y Rafael Sebastiá Alcaraz.  

Las dos exposiciones referidas cuentan con una web muy completa que permite acceso a contenidos directos y relacionados.

"En un contexto en el que la emigración se ha convertido en un arma política de la extrema derecha, es necesario difundir la idea de que negar la relevancia de la emigración es negarnos a nosotros mismos, dado nuestro pasado migrante", dicen los impulsores de la iniciativa de los temporeros.

  • Información de 'Huir de la miseria', clicando aquí.
  • Información de 'El exilio español en el Mágreb' de Casa Árabe en este enlace.


martes, 18 de marzo de 2025

Europa voluntaria

Proliferan los llamados a la unidad de Europa, realidad política de valores y libertades, el espacio económico y social más avanzado del planeta, amenazada militarmente en su existencia desde Moscú y políticamente despreciada desde Washington, que nos dicen que ha asegurado nuestra seguridad durante ocho décadas y puede dejar de hacerlo, por lo que nos enfrentamos como europeos a un parteaguas que fuerza a decisiones drásticas. 

Aunque convendría que fuéramos analizando la situación por partes.

La unidad deseada parece ser la unión de los mercados militares. La fórmula inicial de construcción de Europa tras la Segunda Guerra Mundial, que fue la puesta en común de recursos económicos como primer paso y avance de unidad política, no está garantizado que tenga éxito en 2025 a partir de adquisiciones y producción de sistemas de armas. La Unión Europea no es el Mercado Común de 1957 ni el Tratado que puso en común el carbón y el acero en 1952, la naturaleza política e institucional cambió en 1992 con el Tratado de Maastricht y la conversión en Unión Europea, desde entonces mucho más que un mercado;  y en 2010 con los Tratados de la UE y de Funcionamiento de la UE, que son nuestra Constitución a nivel continental.

Algo, mucho, cambió también en percepciones ciudadanas y políticas con la respuesta a la Gran Recesión a partir de 2008 que obliga a replantearse la aplicación de fórmulas de aparente éxito en el pasado a la situación presente. 

Se nos traslada el mensaje de que Europa sufre una amenaza existencial, que no puede ser de otra naturaleza que militar de la Rusia de Putin dispuesta a atacar territorio europeo, lo que nos obligaría a activar la cláusula de defensa mutua recogida en el artículo 42, apartado 7, del Tratado de la Unión Europea; además del artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte,  que a día de hoy se mantiene, según afirman fuentes militares españolas, lo que viene a decir que EEUU actuaría en caso extremo, se mantendría el paraguas de seguridad en situaciones límite.

Una amenaza existencial como la que se certifica no requeriría un 2% del PIB, ni el tres ni el cinco, sino la totalidad de recursos humanos y económicos de los que dispongamos, pero no se nos está pidiendo un esfuerzo total en respuesta a una amenaza existencial.

En cuanto a capacidades militares, si el objetivo es poder hacer frente a un conflicto militar directo con una potencia nuclear pues requerirá un componente nuclear militar europeo que se podría desarrollar desde cero, o bien mancomunar las cabezas nucleares de las que dispone Francia y Reino Unido. Ahora bien, las armas británicas dependen para su lanzamiento de EEUU, por lo que habría que descartarlas en una deseable autonomía estratégica europea.

Necesitaríamos armas nucleares para un enfrentamiento atómico con Rusia que asegurara la destrucción mutua inmediata, escenario al menos creíble para una disuasión que, todo sea dicho, parece haber fracasado en el caso de Ucrania.

El objetivo que se nos presenta es convertir la Unión Europea en una potencia militar mundial, en igualdad de capacidades letales con Estados Unidos, Rusia o China. En este caso no parece aconsejable continuar albergando en suelo europeo a cien mil militares norteamericanos, bases militares extranjeras o armas nucleares ajenas en media docena de países (confirmadas en Bélgica, Alemania, Italia, Países Bajos y Turquía, de EEUU).

Extraña en un planteamiento de máximos que la Unión Europea invite y participen sus representantes en las cumbres que se están celebrando para diseñar la independencia estratégica y militar con responsables políticos del Reino Unido o la OTAN.

Aflora en cualquier caso de reacciones e intervenciones públicas una buena dosis de pánico, el desconcierto de quien se encuentra de repente solo gritando en una manifestación de la que no fue el convocante. Sólo se puede explicar como fruto del desconcierto decisiones como censurar medios de comunicación o anular elecciones y candidatos en Rumanía.

El ciudadano no ha recibido argumentos convincentes ni asistido a debate político alguno sobre la necesidad de un seguidismo acrítico y sin matices de EEUU desde la invasión rusa de Ucrania en 2022, la anexión de Crimea en 2014, desde la implosión de la URSS en 1991, desde la caída del muro de Berlín en 1989, desde los acuerdos de Defensa entre Franco y Eisenhower de 1953, desde el final de la Guerra Mundial en 1945; ni se entiende el seguidismo sin matices ni la urgencia en sustituir al aliado norteamericano.

Europa es una comunidad cultural, no solo de raíces cristianas, y una realidad política que se ha ido construyendo por la voluntad de los Estados nación que lo forman. La imposición no ha sido la norma.

El respeto a la diversidad es una característica esencial de la Unión, el Estado social también, la democracia representativa. Bien es cierto que los valores o el orden internacional basado en reglas que figura como pretensión son una realidad fronteras adentro del territorio europeo y una hipótesis no confirmada con los hechos en nuestra política exterior, y para confirmarlo sólo habría que preguntar a afganos, sirios o palestinos y nuestros vecinos del Mágreb.

Sobre algunas políticas se han puesto de acuerdo los países de Europa en gestionarlas de forma unida, otras se acuerdan y algunas permanecen en los Estados como la Defensa, no por incapacidad, sino por decisión consciente de cada uno en que sigue siendo el mejor camino para defender los intereses nacionales, por separado. Esto es lo que se aparenta querer cambiar.

Cualquier escenario futuro que se vaya construyendo, y no hay que olvidar que se trata de un proceso dinámico, actualmente en marcha, parte de una enorme dependencia de EEUU, para ir progresivamente completando capacidades para compartir decisiones quizá en el marco de una nueva alianza militar que sea algo más que correa de transmisión del patrón norteamericano. Se requiere fortalecer capacidades, pero sobre todo establecer instrumentos de mando y control de esas capacidades que hoy están en el marco OTAN.

El esfuerzo económico que se exige hoy para incrementar el gasto en Defensa obliga a un salto político adelante de la UE aún más ambicioso, previo o simultáneo, al avance militar en marcha. Se plantea duplicar (admitido) e incluso triplicar el gasto en Defensa en una década. Únicamente un fortalecimiento político de la UE a esa escala permitirá el avance militar, dando respuesta a instrumentos de funcionamiento, pero también a desafíos como la vivienda, la inclusión de nacidos fuera y descendientes, derechos y valores aplicados también a nuestra vecindad, el multilateralismo hoy cuestionado, la educación y la cultura, la libertad de expresión o la protección social.

Europa debe unir la seguridad militar con la seguridad social. Y Europa crecerá voluntariamente, como lo ha hecho desde su nacimiento, aunque necesitará una participación ciudadana mayor que en los 68 años transcurridos hasta hoy.

Avancemos en la Europa social y política y la Defensa llegará después, los europeos querremos defender conjuntamente una potente realidad compartida.


Artículo publicado también en La Discrepancia.



domingo, 16 de febrero de 2025

Trump II sube el tono del nacionalismo populista

Donald Trump II se merece provocar todo tipo de reacciones menos una: la sorpresa, porque tenemos precedentes y conocemos a este personaje televisado desde los años ochenta del siglo XX; si acaso requiere en esta fase prestar atención al volumen del sonido. Hay mucho de comunicación en su arranque presidencial. Se trata de evitar el pánico, mala posición para interpretar señales y decidir actuaciones de respuesta.

Sus primeras decisiones amenazan el sistema, leemos, pero ¿qué sistema? Trump ha disparado en sus primeras semanas de mandato -es decir, retirada de fondos e incluso de su país- contra la Organización Mundial de la Salud y contra la cooperación al desarrollo y la agencia USAID; recordemos que ya en su primer mandato sacó a EEUU de la UNESCO y el propio Biden demócrata retiró hace escasos dos años los fondos a la agencia de la ONU para los refugiados palestinos UNWRA.
Trump amenaza al Tribunal Penal Internacional, organismo que ha sido antes y después de su mandato objeto de todo tipo de ataques por sus actuaciones contra el genocidio en Gaza y las órdenes de arresto emitidas contra Netanyahu y el ministro de Defensa israelí por crímenes de guerra.
Ha disparado Trump retórica y legalmente contra sus vecinos Canadá y México, contra los aliados en Múnich, contra el comercio más o menos libre; contra la legalidad internacional en Palestina-Israel. Y nada de lo anterior es novedoso, ya se vio en su primer mandato 2016/2020 o durante la presidencia de Biden. El sistema anda perjudicado, pero no es de ahora.
Nada puede quitar responsabilidad a las explosivas declaraciones de Donald Trump y a sus primeras decisiones como presidente de EEUU en este segundo mandato iniciado en enero de 2025, continuidad de lo declarado en la oposición y de un primer mandato finalizado sin reconocer el resultado de las urnas y amparando el asalto al Parlamento, la diferencia hoy es el grado, más elevado. 
La historia nunca se repite. Entre las dos presidencias de Trump tratará ahora de no cometer los mismos errores que en la primera, y parte con estrategias escritas por think tank conservadores como el Project 2025 elaborado por la Heritage Foundation. Hay mucho que aprender del trabajo continuado de elaboración y difusión de estrategias políticas y argumentos por parte de organizaciones de inspiración y financiación conservadora, nacionalista y populista.
Otra novedad: el responsable político más poderoso del mundo aparece patrocinado por las mayores fortunas del planeta, 260 millones de dólares aportó Elon Musk-Tesla-Twitter a la campaña y hoy está en plantilla para reducir la Administración. ¿Depende Trump de sus patrocinadores? Si la respuesta es afirmativa habría que extenderla a otros responsables institucionales cercanos que han recibido financiación generosa de terceros.
"Ahora vosotros sois los medios", dijo Musk en noviembre tras las elecciones presidenciales, vosotros se refiere a los ciudadanos, y el intermediario que desaparece en sus deseos son los medios de comunicación. Ésta es una diferencia relevante entre 2017 y 2025, entonces los medios tradicionales e incluso las redes sociales se opusieron a los excesos de Trump, fiscalizaron sus mentiras, pidieron el voto para el contrincante, hoy reman a su favor o se ponen de perfil. Millonarios, medios y redes comparten hoy intereses con Trump.
Si acudimos a la retórica de la comunicación política estadounidense, no siempre exportable a las colonias -sí en la inspiración, no literalmente-, el presidente Joe Biden se despidió del cargo con un discurso a su nación en el que alertaba de que "está tomando forma en Estados Unidos una oligarquía de extrema riqueza, poder e influencia que realmente amenaza toda nuestra democracia, nuestros derechos básicos y nuestra libertad". Denunció también que existe un "complejo industrial tecnológico ultrarrico" que, según dijo, podría ganar un poder sin control sobre los estadounidenses.
Se quiso de este modo emparentar Biden en su despedida con el presidente Eisenhower, que en 1961 traslado por televisión el concepto del "complejo militar-industrial" conformado por las Fuerzas Armadas y los fabricantes de armamento y advirtió de su creciente injerencia en el manejo de las políticas públicas del país. "Debemos cuidarnos de la adquisición de influencia injustificada, solicitada o no, del complejo militar industrial", fueron sus palabras, recordadas hasta muy recientemente sólo por pacifistas e izquierda extraparlamentaria.
Tiene interés la referencia de Ike-Biden por movimientos probables de Trump en este campo, como se verá más adelante.
Sin dejar nunca la comunicación, se detectan tres tendencias claras en las primeras semanas de. presidente Trump. La primera es la estrategia del megáfono loco, anuncios disparatados que concentran la atención mediática y política mundial, marcan la agenda y se focaliza en su persona, menos importante es que la reacción sea positiva o crítica. Además este tipo de anuncios se renuevan y saltan de tema a gran velocidad.
Aquí habría que aclarar que los bombazos informativos no tienen necesariamente una estrategia política definida detrás, no parece existir un plan detallado para convertir Gaza en un resort de Florida sin caimanes. De existir un plan se parecerá al precedente de los Acuerdos de Abraham de 2020, gestionados por su yerno, con el ambicioso objetivo de solucionar el conflicto israelo-palestino sin contar con los palestinos, que sin duda favoreció relaciones económicas y de seguridad de EEUU e Israel con petromonarquías y Marruecos y nada solucionó relacionado con Palestina.
Apuntemos solo que esta estrategia del megáfono también fue utilizada por la OTAN-EEUU en el inicio del conflicto de Ucrania, con menos estridencias que las formas trumpianas.
Una segunda tendencia observada es que un discurso extremo por parte del responsable político de mayor poder del planeta pues normaliza el extremo. Ya forma parte de la normalidad debatir sobre la utilidad o no de las vacunas, la apología del franquismo y se podría concluir que la limpieza étnica de dos millones de palestinos es complicada -probablemente acabaría ese movimiento con la monarquía jordana y la última dictadura egipcia-, pero quizá no sea tan impensable la expulsión de 200.000 palestinos de su tierra.
En tercer lugar, siguiendo con el foco de la comunicación, Trump es un empresario de la construcción, un promotor inmobiliario, de casinos, hoteles y clubes de campo, sus declaraciones de máximos suponen el inicio de una negociación que ya comienza desequilibrada y acabará si se produce claramente a su favor. Aquí está el carácter transaccional de la persona y sus mensajes, el marco es una futura negociación que se pretende condicionar desde el arranque.
Trump conoce y practica los fundamentos del márketing, especialmente la pe de promoción, aunque el producto y el precio no los domina tanto.
Añadamos que entre las diversas modalidades Trump se apunta a la negociación suma cero, lo que él gana alguien lo tiene que perder, enfoque distinto a la globalización de las últimas décadas y la extensión de relaciones comerciales entre diferentes o vecinos como México-EEUU-Canadá y aquel tratado de libre comercio NAFTA, vigente durante tres décadas hasta Trump II.
Todo lo anterior se puede sintetizar en que asistimos a una versión extrema, desde la misma Casa Blanca, de la más extrema de las versiones conocidas del nacional populismo, y la etiqueta no lo pone ningún nostálgico de Eisenhower.
La definición ideológica de la nueva Presidencia de EEUU es de Steve Bannon, comunicólogo en jefe del primer Trump, condenado en su día por quedarse millones de dólares de muchos incautos destinados a construir aquel muro con México, indultado después y hoy bastante rehabilitado. 
"He estado trabajando en el nacionalismo populista durante 20 años", afirma Bannon en entrevista reciente (The New York Times / Agenda Pública), "durante los cuatro años (de Biden), hemos tenido intelectuales serios que por primera vez han pensado en alternativas políticas serias sobre estrategia militar, seguridad nacional, política exterior, economía, etc.", nos cuenta. "Se trataba de adoptar políticas, porque uno de los problemas que definitivamente teníamos es que existía una brecha entre la promesa nacionalista populista y la ejecución nacionalista populista". 
Palabra de Bannon, y apunta intenciones sobre reducción del gasto público: "Comencemos con el presupuesto de Defensa. Acabamos de acordar una ley de Autorización de Defensa Nacional por valor de 900.000 millones de dólares. Lo cual, como ex oficial naval en servicio y hombre cuya hija fue a West Point, y ella dio ocho años de su vida, es algo que conozco bien. El presupuesto de defensa es una obscenidad y debe recortarse". Es muy probable, de creerle, que el Pentágono esté en el objetivo del  millonario recortador Musk y de su hijo.
Acabemos. Trump II no es novedoso, su puesta en escena es exagerada y preocupante, y continuidad de un personaje público presente en los hogares norteamericanos durante cuatro décadas. Los medios de comunicación, porque así es el oficio, dan/damos coherencia a un discurso político a menudo deslavazado, ridículo o canutazos dispersos mientras firma decretos o pasa a veinte metros de periodistas. Es el consejero delegado de una empresa arropada ideológicamente por el nacionalismo populista. Nos altera con sus anuncios explosivos, y si en lugar del pánico la reacción es la indiferencia, también beneficiará a sus intereses.
Y dos apuntes finales. Uno que el presidente Trump tiene fobia a los gérmenes, nos confiesa Bannon, "dar la mano fue un gran problema" para él, lo que le debe convertir en un negociador implacable, teniendo en cuenta que un pacto comienza y termina con un apretón de manos.
Y una duda, sospechamos que el alcalde de tu pueblo tiene más poder que Trump sobre la vida diaria del ciudadano, con lo que habría que votar en elecciones municipales pensando en lo que ha hecho y propone, no pensando en Trump, como sucedió en gran parte de España en 2023. Sirva el ejemplo del alcalde para ilustrar también que tenemos más capacidad de influencia en lo cercano que en Washington.
Lo anterior se aplica siempre que no seas palestino, en su caso da igual quién gobierne en Estados Unidos y en la municipalidad.

Artículo publicado también en La discrepancia.